—¿A dónde vas, Edgar? —preguntó Alfredo.
—Alfredo, sé que debes extrañarme después de estar fuera toda la noche, pero por favor déjame en paz. Empiezo a encontrarte tan molesto como mi madre. Debes saber que lo que sucede en mi matrimonio solo me concierne a mí y a mi esposa. Ve a cuidar las flores o lo que sea que hayas estado haciendo para disfrutar de tu último día aquí —Edgar alejó a Alfredo como a una mosca molesta.
—No, quiero disculparme por forzar las cosas entre tú y la Duquesa. Debería haber aprendido de lo que sucedió la primera vez. ¿Es eso lo que enfureció a la Duquesa? —Alfredo se frotó las manos sudorosas, temiendo haber ofendido a Alessandra.