Edgar tuvo la idea de colocar su cabeza entre las piernas de Alessandra y usar su boca para limpiar el desorden que había hecho, pero decidió no hacerlo, ya que Alessandra había alcanzado su límite por el día. Habría otros días para que él hiciera más.
—Siéntate para que pueda poner las tiras del vestido de noche —movió su cuerpo desde arriba de ella y se sentó a su lado.
Alessandra se levantó con la ayuda de Edgar y permaneció en silencio mientras él colocaba las tiras sobre su hombro. Ahora que estaba sentada, Alessandra podía ver el bulto en los pantalones de Edgar, que sin duda planeaba ignorar. —Edgar, ¿hay algo que pueda hacer para complacerte? —Preguntó.
No quería que la noche terminara con ella siendo la única en recibir placer. No era justo para Edgar.
—Hay algo que podrías hacer, pero no quiero que—