—Déjame entender bien. Cuando yo quiero salir, empieza a llover, pero cuando tú lo haces, hay sol, mariposas y pájaros cantando. Dime la verdad, Edgar. ¿A quién tuviste que pagar para que el mundo te diera tanta suerte? —Alessandra preguntó, una vez más celosa de su esposo.
—No necesité pagar nada, nací con buena suerte. El mundo simplemente estaba tratando de decirte que te quedaras adentro y estuvieras con tu esposo. No entiendo por qué estás tan fascinada con este jardín cuando el de nuestra casa es mucho mejor —respondió Edgar.
—Eso es cierto, pero pronto tendremos que irnos, así que quiero disfrutar cada rincón de la casa. Hay tantas cosas que quiero pintar en este patio trasero. Debería haber traído lienzos y pintura. Tal vez la próxima vez que regrese —dijo Alessandra.