—Cuando dijiste que te encargarías de esto, no pensé que significara que no habría nadie más aquí —dijo Alessandra al entrar en el gran edificio llamado Firefly y no encontrar a nadie aparte de los trabajadores.
El tiempo había pasado desde que estuvieron empapados por la lluvia y, por suerte, ninguno de los dos se vio afectado por ella. Como sugirió Alfred, ambos se vistieron con ropa elegante y salieron a cenar solos mientras todos los demás se quedaron en casa.
—¿Cómo lograste esto? —preguntó Alessandra. No había duda en su mente de que debió haber costado mucho para que el dueño reservara la noche solo para ella y Edgar.
—El dinero habla y el dueño es el nieto de un amigo cercano de mi abuela, así que ella pudo arreglar esto para nosotros con poco tiempo de anticipación. No tienes que preocuparte por que alguien mire tu máscara. Ni siquiera los trabajadores, ya que se les ha dicho que no lo hagan —dijo Edgar.