El desayuno llegó a su fin con éxito sin que Edgar hiciera nada para entretenerse haciendo que Alessandra se pusiera nerviosa.
Rosa sugirió que Edgar y Alessandra permanecieran un poco más para que Alessandra conociera la casa, ya que estará aquí muchas veces en el futuro para fiestas y ocasiones especiales.
Mientras todos caminaban por delante para ir por su cuenta, Alessandra caminaba deliberadamente despacio con Edgar para darle una advertencia antes de que él pudiera intentar hacer cualquier otra cosa.
—Juro que te voy a morder si no te detienes —Alessandra le advirtió.
—¿De verdad? Hazlo aquí —Edgar le mostró el lugar perfecto en su pecho.
Alessandra entrecerró los ojos sin saber qué pensar de la respuesta de Edgar. —¿No tienes vergüenza? —preguntó al final.
—No.
—Vaya. Olvidé con quién estaba hablando. No hay manera de que a tu abuela no le parezca que estábamos jugueteando bajo la mesa —dijo Alessandra.