La pelota continuó sin drama, al menos para Edgar y Alessandra. Antes de que terminara la pelota, Edgar decidió que era hora de que regresaran a casa, ya que era tarde y no había nada entretenido para que ellos presenciaran.
—Me parece interesante que hayas dicho que no estabas cansada y que querías quedarte, pero desde que subimos al carruaje, has estado bostezando. Eres como un niño que lucha contra el sueño, Alessandra. No hay nada que perder si cierras los ojos. Te lo diré si algo interesante sucede. Acuéstate aquí —tocó su regazo.
—No estoy cansada, Edgar. Podríamos haber quedado un poco más —Alessandra luchó contra un bostezo, pero finalmente salió—. Quizás debería cerrar los ojos un poco. Descansaré aquí —apoyó su cabeza en su hombro. —¡Ah! —gritó cuando él la hizo deslizar hacia su regazo—. Edgar—