Alessandra negó la afirmación de Hazel: —No tengo a Edgar comiendo de mi mano. El rey debe haberlo visto de manera diferente. ¿Cómo podría tener a un hombre como Edgar comiendo de su mano? Te lo dejaré ver por ti misma. Lo que sí es seguro es que mi esposo no habría podido convencer a Edgar para que viniera esta noche. Escuché que tú pudiste cambiar su opinión en un abrir y cerrar de ojos. Eso es inusual para tu esposo, quien odia las reuniones sociales como esta. Muchos intentarían adularlo, proponer ideas de negocios o presentar a sus hijas a Edgar. Tu esposo es un tema candente —dijo Hazel.
Hazel miró hacia el trono y encontró al hombre en cuestión con los ojos clavados en su esposa mientras caminaban por el salón de baile. Esto es entretenido, pensó. Completamente enamorado, se rió Hazel. Deseaba ser una mosca en la pared para presenciar cuando Edgar se diera cuenta de que se había enamorado.