Rosa negó con la cabeza. —No hay esperanza. Pero está bien. Puedo pasar tiempo con mi familia.— Sonrió.
—Qué bueno para ti.— Diana respondió con una sonrisa torcida. —Ahora soy una fugitiva. Todos quieren mi muerte.—
—Tengo un lugar. Nadie sabría que estás ahí.— Rosa le palmeó la mano.
—Sabía que aún podía contar contigo.—
—¿Pensé que me odiabas? ¿O ya no me odias?— preguntó Rosa..
—¿Crees que tengo alguna opción?— Diana se sentó en el césped junto a Rosa. —Lo has visto recientemente, ¿verdad?—
Rosa no necesitó preguntar quién era para saberlo. —Desearía no haberlo hecho.— Sus manos en su regazo se apretaron en puños.
Diana vio eso pero no indagó. En lugar de eso, preguntó, —¿Te despreció, verdad?—
Rosa giró la cabeza para mirar a su amiga. —Desearía que lo hiciera.—
—¿Ah, sí? Entonces debe ser algo increíble. ¿Te importaría compartirlo? Tal vez alivie un poco mi odio hacia ti.—
—Es un imbécil. Me hizo esto a mí.—