Rex estaba más allá de perplejo. Simplemente se sentó allí desconcertado, sin saber cómo reaccionar. No podía creer que su madre lo odiara tanto por culpa de su padre. ¿Y qué pasa con Piper entonces? Rex ignoró su herida que estaba empezando a surtir efecto y preguntó.
—... ¿Y Piper? Ella no es hija de mi papá. ¿Por qué también la odias? Tenía curiosidad y quería saber todo lo que le había pasado a esta amargada mujer.
—¡Porque no es mi hija! —Se rió entre dientes.
Los ojos borrosos de Rex se abrieron conmocionados. —¿Qu– qué quieres decir? —sacudió la cabeza y se limpió la sangre que le corría hacia el ojo.