Akame Ga Kill - El Rey Amatista

_Merial_
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Synopsis

Chapter 1 - Prologo

Corrí, corrí tanto como mis pequeños pies podían hacerlo.

La nieve que se extendía hacia el horizonte y más allá, solo me dificultaba el camino hacia mi destino.

Las cabañas, antes bellas y relucientes, con una capa de nieve que le otorgaba un toque estético a la vista, ahora no eran más que pedazos de roble en llamas.

El cielo, naturalmente de un color celeste claro, ahora estaba cubierto por una densa capa de humo y cenizas que no dejaban pasar ni siquiera los rayos de luz solar.

El ataque de la Tribu del Norte nos había tomado por sorpresa, con nuestros guerreros cansados por la caza que se realizó hace tan solo unas horas, no tuvimos oportunidad de poder defendernos...

Malditos...

Con ese único pensamiento recorriendo cada parte de mi mente, sentí como la parte debajo de mis ojos ardía levemente...

<|—Deambulando—|>

Pov: Eidan—

— Achu!

Estornude mientras mecía mis manos una con la otra para mantener algo de calor en la misma.

Las miré por un instante: estaban rojas...

— Ufffff~

Sople suavemente para que el aire caliente bañera ambas palmas, y luego las frote nuevamente, con el mismo propósito.

No se cuanto llevo caminando... unas horas? Tal vez un día, pero de lo que tenia total conciencia era de que no aguantaría mucho aquí fuera.

Existía la posibilidad de que una bestia salvaje me atacase en cualquier momento, y mi actual estado, no creo poder hacerle frente ni siquiera a un tigre de bengala joven.

Mamá me había dicho... algo de un clan que se caracterizaba por eficacia a la hora de cazar... creo que era el nombre del clan.

Estaban a unos días hacia el sur, di no paraba, llegaría en dos o tres días...

No llevo ni uno y siento que voy a morir en cualquier momento.

Mis cabellos, de un color blanco puro, estaban perfectamente camuflados bajo la gruesa capa de nieve que cubría los mismos.

— Grrrr...

Oh mierda...

Gire mi rostro levemente, y allí, pude observar un gran monstruo de dos cabezas, con dos largos cuellos de color verde podrido, con un par de alas en cada extremo de su torso cubierto por plumas azules, con ambas piernas tan escuálidas que parecían que se quebrarian en cualquier momento.

No podría con ella –o él– en este momento, pero sabía que no era beneficioso darle la espalda en este momento, en el cual podría alcanzarme en cuestión de segundos.

Sin embargo...

— Ahhhhhhh!!

Mis piernas se movieron antes que yo pudiera emitir alguna orden, huyendo en dirección contraria del lugar donde residía la bestia.

— Kukukuku/Kukukuku

Lo que parecía ser una risa salió de ambos picos de las dos cabezas, que parecían mirarme con sorna plasmada en sus rostros.

Empezó a seguirme, sin acercarse apresudaradamente, pero sin perder el ritmo...

Como si supiera que tarde o temprano me alcanzaría, tomándome como un juego de caza, donde el –o ella– era el gato y yo el asustado y perseguido ratón.

Lleve mi mano hacia la espada ligera de una mano que residía colgando en la parte trasera de mi cintura, amarrada al cinturón de cuero que llevaba.

Si en algún momento me llegaba a alcanzar –y estoy seguro que lo hará– al menos podría intentar defenderme.

Ojos, garganta, plexo solar, axilas, tobillos, todos los puntos débiles en cada constitución física se me habían sido enseñados desde los cuatro años de edad, con el único fin de convertirme en un cazador de bestias prodigio.

Seguimos en una especie de "persecución" por... una hora, tal vez menos.

— Rrraaagghh!/Rrraaagghh!

Ambas cabezas rugieron con molestia, tal parece que ya se habían cansado de este juego del gato y el ratón.

Cuando escuche el golpe de sus patas colisionar con la nieve mucho, mucho más cerca de mi persona, gire mi cuerpo 180° mientras desenvaianaba mi espada y caía hacia donde ahora apuntaba mi espalda.

Con un rápido corte horizontal decadente a diagonal, utilizando la inercia de mi caída en conjunto con mi giro, logré rebanarle el cuello izquierdo, dejando que la parte cercenada volará por los aires y la hoja de mi espada se marchara de la sangre carmesi.

— Aaarrrggh!!

Rugio con dolor la única cabeza restante que se encontraba unida al plumoso torso de la bestia con semejanzas al avestruz.

Aunque me hubiese encantado poder cortar las dos en un simple golpe, eso no era más que un sueño en este momento.

— Giaaaaagh!

Abrió los pares de alas que poseía –dos en que cada lado del torso– con violencia, otorgándole un aspecto mucho más aterrador del que ya tenia.

Antes de que siquiera pudiera levantar mi espada para posicionarme, la cabeza de la bestia con semejanzas al avestruz me embistió en el pecho, mandándome a volar, por suerte, el estar sobre la nieve, hizo que mi caída no me causará daños, pero el repentino golpe era otra cosa.

Inspire y exhale repetidas veces, tratando de recuperar el aire que se había escapado de mis pulmones hace un momento.

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Tap!

Decenas de pasos se hicieron presentes en mis oídos, escuchando el relincheo de caballos bastante cerca de mi posición.

Me levante rápidamente, corriendo –con leves tambaleós o estrujando las prendas de mi pecho– hacia aquel ruido que, posiblemente, seria en de un grupo de cazadores que podría ayudarme.

— A- ayuda!

Grite en suplica, mientras trataba de alejarme de la bestia con dificultad por mis pies que a cada paso que avanzaba se hundían en la fría y blanca nieve.

— Por allí!

— Estamos cerca!

Gritos lejanos hicieron eco en mis órganos auditivos, cada vez más cerca de mi.

Plaf!

Algo colisionó con mi espalda, mandándome a volar nuevamente, cayendo de cara a la nieve.

— KIAAARGHH!

El grito del monstruo retumbó en frente mio, desorientandome en el proceso.

Por el golpe repentino de hace un instante, había aflojado el agarre en mi espada, causando que esta se me escapara de las manos.

Justo cuando estaba a punto de clavar su afilado y puntiagudo picó del mismo color que sus plumas en mis cráneo, vi como un reluciente arco plateado pasaba centímetros arriba de mi rostro y cercenaba el cuello de la bestia.

La sangre salpicó mi rostro, cabellos y ropa, pero no me importo.

Levante mi mirada, y lo último que pude visualizar antes de que las últimas energías de mi cuerpo se apagaran –la adrenalina se había ido sabiendo que ya no había peligro aparente–, fue un estandarte, con una cruz negra con los bordes plateados ondear con el frío viento.

< |—El Encargo—|>

Abrí mis ojos poco a poco, no veía del todo bien, puesto que todo estaba levemente borroso o distorsionado.

Me di cuenta que estaba acostado boca arriba, por lo que usando mi mano izquierda como punto de apoyo, me senté con mi cuerpo ligeramente arqueado hacia atrás.

Las mantas –hechas con base a las pieles de las bestias salvajes de la zona– que cubrían mi cuerpo se deslizaron hasta mi cintura, formándose pliegues en ella.

Parpadee repetidamente, con el único fin de acostumbrar a mis ojos a abundante luz del lugar.

— Oh, despertaste.

Gire mi rostro en un movimiento rápido con dirección hacia de donde provenía la voz masculina.

Con mi vista, ahora pudiendo ver con claridad, visualice a un hombre en la entrada.

Un cabello de color azul claro pálido en forma de puntas corto, sus ojos poseían los mismos tonos de colores que su cabello.

Una barba recién cortada se hacía notar en su afilada mandíbula. Prendas que podrían usarse para las labores diarias eran las que cubrían su cuerpo, aislandolo de la frialdad del frío ambiente.

— E- eh?

Balbucee mientras llevaba mi mano hacia donde siempre descansaba mi fiel compañera de matanzas, sin embargo, mi mano nunca toco el familiar mango de mi espada.

— Si estas buscando tu espada, debo decirte que estaba rota, la tiramos.

Era raro que me hablara usando esas palabras tomando en cuenta que no tenía más de diez años...

— ... ¿Quien es usted?

Pregunte con cautela, no había nada en la habitación o en sus ropajes que me dieran alguna pista sobre su persona.

— Mi nombre no es importante. Lo que si importa es que soy el Jefe del Clan Partas.

Oh...

— En ese caso... Gracias por salvarme de aquella bestia.

Me levante de la cama rápidamente, notando que tenía puesto un unos pantalones marrones en conjunto con una camiseta manga larga del mismo color pero un tanto más clara.

— ... No fui yo.

Mientras pronunciaba esas palabras y yo ladeaba mi cabeza con confusión, el paso por atraves del marcó de la puerta y luego la cerró detrás suyo.

— Fuera de eso, ¿Como es que un niño terminó en medio de la nieve, en una condición desnutrida y moribunda? ¿Fuiste expulsado de tu clan? ¿O escapaste?

Debido a su porte, que parecía ser el de un hombre con rasgos fornidos y que emanaba un aire de seriedad, la secuencias de preguntas que realizo me tomó por sorpresa.

— ...

Me senté en la cama detrás mía, mientras me daba un tiempo para respirar y tomar nota no lo que diría.

— Mi clan fue atacado sorpresivamente por la Tribu del Norte, y debido al elemento sorpresa que usaron, no pudimos defendernos.

Comencé mi relato mientras elegía mis palabras cuidadosamente.

— M- mi madre escapo conmigo hasta una de las entradas secretas del clan mientras mi p- padre retenía a los agresores, pero fuimos interceptados por un grupo de ellos.

Continúe mientras tomaba un profundo suspiro para alumnos tratar de calmar mis emociones.

— E- ella se puso entre los de la Tribu del Norte y yo, diciéndome que escape y que busque refugio con ustedes, el Clan Partas.

Finalice, mientras estrujaba las mantas debajo con mis manos, en busca de no llorar al recordar ese momento.

Levante la mirada hacia él, no sabía en qué momento mi rostro había caído y mi mirada se poso en mis piernas, pero no importaba en este momento.

Los ojos azules del Jefe eran duros, sin una pizca de empatia por mi desgracia, pero no me molesto.

— ¿Hace cuanto fue este ataque a tu clan?

Hablo mientras su mirada se clavaba en mi.

— Cuando me encontraron... creo que ya habían pasado 2 días... tal vez 3.

Respondí con duda, puesto que no sabía realmente cuánto tiempo había pasado desde que abandone los llameantes muros de mi clan.

Observándolo detalladamente, pude notar como sus párpados se abrian levemente y una pequeña sonrisa se posaba en su rostro, justo por encima de su mano que se encontraba acariciando su barba.

— Te permitiré el vivir aquí, en mi clan. Pero, para demostrar tu valía y que realmente mereces formar parte del Clan, te daré un trabajo, una caza más específicamente. Completalo, y podrás pasar tus días aquí.

Me extendió la mano, quisiendo darme una impresión de apoyo, pero sus ojos, brillando peligrosamente, no me proporcionaban mucha –por no decir ninguna– confianza.

Pero...

— Acepto, dime a que es lo que tengo que matar.

No tengo más opcion que hacerlo.

La sonrisa en su rostro se hizo más ancha, dejando ver un poco, muy poco, de sus dientes.

— Antes de encontrarte, estábamos cazando una bestia peligrosa, un Tigre de Bengala rojo, es un tanto más grande que los Tigres blancos, pero tampoco hay tanta disparidad física entre ambos.

Hablo mientras apoyaba su mano en el mango de su espada, una hoja de un único filo, larga y prominente, la cual estaba colgando de su cintura.

— Estábamos cazando a esa bestia porque empezamos a escasear en alimentos, por lo que es de vital importancia que lo cazes y lo traigas al clan... Esta es tu prueba, demuestrame que puedo confiar en tus habilidades de caza.

Continuo mientras de su voz se escapaba un tinte de dramatismo.

— Si puedes hacerlo, no sólo te recibiré con los brazos abiertos... puedo incluso entrenarte, para que seas aún más fuerte.

Era un trato muy beneficioso para mi, lo cual ya me empezaba a preocupar... tendré que tomar medidas por si acaso.

— Lo haré, pero voy a necesitar un par de cosas.

Dije mientras en seriaba mi mirada hacia, utilizando un tono monótono y frío.

— Soy todo oídos.

Se sentó en una silla que estaba postrado frente a una –no muy grande– mesa de madera.

— Necesitare los detalles sobre donde puedo encontrarlo, exactos.

Asintió rápidamente mientras una astuta sonrisa se posaba en su rostro.

— Tres días para recuperarme del frío, un poco de comida y una espada. Si me lo entregas hoy, puedo partir, como dije, dentro de tres días a darle muerte.

Hable con la seguridad palpable en cada gramo de mi voz, un tigre de bengala –por más raro y excéntrico que sea– no debería de resultar en darme muchos problemas.

— Perfecto, hoy se te sera concedido todo lo que pediste... en unas horas te traeré la información y luego te llevare a la armería, para que puedas elegir un arma de acuerdo a tus gustos.

Comento mientras se levantaba, usando el respaldo de la silla como punto de apoyo, pero aquella sonrisa que no me daba buena espina no ha desaparecido todavía.

Apoyando su mano derecha en el marco de la puerta –abierta hace menos de tres segundos por él mismo– giro su rostro hacia mi.

— Por cierto, tu salvadora vendrá en unos momentos a darte algo de comer... abrígate.

Con su mano izquierda libre, señaló hacia un montículo de ropa que no había notado encima de una mesita de noche a los pies de la cama en la que residía.

— Vendré en unas horas con la información.

Golpeando con ligereza el marco de la puerta, se retiro, cerrando la misma cuando estuvo fuera.

Solté un largo suspiro, y me dirigí hacia la pila de ropa, las cuales, por alguna extraña coincidencia, me quedaban como anillo al dedo...

<|—La "excéntrica"—|>

— Buenos diaaaasss~

Una voz femenina acompañada de un tono juguetón se hizo notar a medida que la puerta se iba abriendo repentinamente.

Lo primero que vi, fue un hermoso, largo y lacio cabello celeste palidecente –siendo un calco del cabello del jefe en cuanto a colores– que alcanzaba hasta la cintura de la figura que había entrado.

Empujando la puerta con la parte trasera de su cintura, entró con dos platos –cuencos de madera para ser más exactos– de los cuales escapaban unos cuantos hilos de vapor.

Girando sobre sus talones mientras se adentraba hacia la habitación, quedando de espaldas a la puerta, luego de eso la cerró con su pierna izquierda.

Yo no pude hacer otra cosa que callarme, mis palabras no salían, y aunque saliesen, tampoco sabía que decir o hacer.

Vi como caminaba –aun sosteniendo ambos platos con las manos a la altura de su pecho– hasta la no tan pequeña mesa rectangular de madera yacente en la habitación.

Dejo los dos platos –uno en el extremo más estrecho y el otro en la parte larga de la mesa justo al lado del ya posicionado–, tomó una silla y se sentó frente al plato posado en la parte larga de la mesa.

Su rostro se giro hacia mi dirección, y sus ojos de un color similar al zafiro se posaron en los míos, de un color amarillo palidecente.

— No vas a venir a comer...?

Pregunto con su voz –en conjunto con su expresión facial– cubierta de duda mientras levantaba una ceja, y con su dedo índice de la mano derecha señalaba el plato de comida restante, haciendo pequeños circulitos en el aire mientras señalaba.

— E- eh... sisisi, voy.

Me levante de la cama, con un chaleco de pieles que me cubrían del frío ambiental.

— Pfft...

Un intento de retener una risa se hizo audible, mientras giraba su rostro fuera de mi vista y con su mano se tapaba la boca, en busca de hacer el sonido aún menos notorio.

Yo solo detuve mi caminata mientras la observaba, sin saber que decir o siquiera atreverme a realizar dicha acción.

— N- no pensé que esa ropa te quedaría tan bien.

Su susurro –cargado de sorna– me tomó desprevenido. No entendía, ni entiendo, su manera de actuar.

— Ehhh... ¿Gracias? El jefe me la dio.

Respondí mientras volvía a caminar hasta la silla... ¿respondí?

Ya ni siquiera sabia si yo mismo estaba seguro de mis propias palabras, mi conciencia, divagante en las grandes llanuras de mi mente, se quemaba y calcinaba a grandes rasgos mientras miraba a esta chica frente a mi.

— Tonto, lo digo porque esa...

— Hum?

Enmarque una ceja mientras me sentaba en el asiento frente al plato de comida.

— Esa... esa ropa es mía...

— ._.

Ah... eso explica su comportamiento...

— Lo siento, luego te la devolveré.

Soltando un largo suspiro, me acomode en la silla, relajando mi postura contra el respaldo de la misma.

— Nah, te queda bien. ¡Te la regalo!

Dijo esa palabras mientras agitaba su mano en negación restandole importancia al asunto y en su rostro una expresión desinteresada se hacía presente.

— ...

Luchando contra el impulso de poner los ojos en blanco, tome la cuchara y me dispuse a saborear la comida que se me había entregado.

Perfecta para los climas frescos, incluso para ocasiones en las que no hace un frío descomunal, la salsa, de un color rojo con tonos anaranjados.

Las papas flotando en el liquido, en conjunto con sus semejantes  tales como el zapallo, las zanahorias –algunas veces con batata–, y la pasta, con su estructura siendo larga y fina.

El no haber comido nada en dos días –o incluso más– hizo que el gusto de la comida se intensificara aún más, otorgándole un sabor mucho más agradable al paladar.

La niña –que parecía tener una edad similar a la mía– me miraba con extrañeza, como si fuera un bicho raro.

— Que!? Hace días que no como!

Me excuse,  mientras sentía el como mis mejillas se calentaban de la vergüenza.

— Yo no dije nada~

Respondió ella, con una sonrisa divertida en su rostro.

Tratando de volver a mi actitud monótona, me decidí por ignorarla, concentrándome en el plato de comida frente a mi.

Pude escuchar una risita proveniente de ella, para luego también comenzar a comer su plato.

Ninguno de los dos comentó algo más, y cada quien se concentro en comer disfrutar la comida.

Aunque me resultó raro el que viniese a comer en la misma habitación que yo, no me incomodo, a decir verdad, era... reconfortante tener una compañía después de tanto tiempo aislado de cualquier persona...