Tan solo había pasado una hora desde la pérdida de cuatro estudiantes, no conocían ni sus nombres, edades o proveniencia. Pero un largo silencio había inundado el salón desde que aquellas personas de overol desaparecieron, Kanna podía recordarlo, esa expresión vacía que prescindió del cariño o el cuidado que un adulto normal podría ofrecer. Se encontraban obligados a refugiarse en un consuelo propio, cada uno permaneció sentado abrazos por sus propios brazos aguantando las lágrimas a la espera de que alguien se levantara con alguna idea para salir de esa pesadilla.
Indiferentes de los miles de votantes viendo el programa, el sonido de la puerta volvió a llamar su atención. Desde su asiento, el muchacho con algunos moretones, Gian Vitali, presionó su mesa, dudaba si es que se trataba de esas personas de overol, pero después de unos segundos se calmó. Volteo alrededor, como si todos esperaran que él hiciera algo.
«¿Solo por qué estoy cerca?» se dijo así mismo, como si fuera más una afirmación. Gian ahogó un quejido de rabia y desesperación, no sabía lo que estaba haciendo o si es que eso sería buena idea. Poco a poco, su mano derecha se acercó a la manija y tiró de ella, pero fue en vano, fue electrocutado por una pequeña descarga.
— Hay que abrirlo al mismo tiempo — soltó Lian al otro lado del salón, con su mano en la manija.
Él aceptó, no se sintió cómodo. Le había costado esfuerzo mantenerse calmado, a pesar del juego y las cuatro muertes, pero ahora. Mientras abría la puerta junto a la chica, no pudo dejar de pensar en lo que se avecinaba. Es entonces que lo vio, al mismo tiempo que los demás se apuraron a amontonarse detrás de esos dos marcos de puerta, un pasadizo de losas blancas, columnas cada tres grandes ventanas y justo en ellas, maceteros colgantes llenos de pequeñas flores.
En medio del asombro, empezaron a caminar alertas y a ver otros dos edificios a cada lado de donde se encontraban, estaban en el tercer piso, en un salón más de esa ala desconocida. Daba medio, no se sentía como el salón, el lugar donde tendrán que sobrevivir era más grande de lo que esperaban y cada vez más desconocido. Sin embargo, el miedo y la tensión parecía desaparecer poco a poco, una joven trigueña y cabello negro se acerco a la ventana. Se llamaba Daniela Huamaní, una joven peruana.
Abrió de par en par y arrancó cuatro de esas flores, algunos no entendían lo que hacía, pero no dejaron de verla. En silencio se deslizó de vuelta al salón, hasta detenerse en el segundo asiento después de la puerta.
— ¿Qué haces? — cuestionó el pelirrojo escoses, mientras la joven argentina se acercaba a pedir una flor, decidida a dejarla en la mesa delante de ella.
— Ellos merecían una mejor muerte — respondió Daniela y volteo a aquel chico — él dijo que no nos moveriamos.
— yo la ayudé a copiar — confesó Martin, a un lado de Kevin — dijo que nadie se daría cuenta, así que lo hice.
— yo los vi — susurro alejandra viendo una pequeña mancha despintada.
— yo también copie — admitió Amelia a lado de Kanna, quien volteo a ver como la argentina caminaba a la mesa de la rubia alemana.
— ella quería copiar de mi, pero no la deje. Fue mi culpa — comentó Kanna cabizbaja, cuando la chica francesa posó su mano sobre su hombro, en un intento de consolarla.
— oye, no te culpes de una muerte. todos aquí somos víctimas. bien? — dijo Amelia, mientras atrás de ellas. Daniela dejaba otra flor en el asiento adelante a ella.
— yo lo ayude a copiar, me pidió ver mi examen — dijo un chico tailandés, Sunan Somri
— nosotras copiamos de él — confesó una chica morena, Carmen Morales, una estudiante cubana sentada justo detrás de lian. — se preocupó más por nosotras que por sí mismo — agregó.
Al mismo tiempo que se encerraban en el luto, detrás de uno de esos cuatro grupos Gian acariciaba la suavidad del dije en forma de cruz que llevaba en su collar, fue entonces que pudo calmarse pero su corazón seguía latiendo con fuerza, aunque en segundos su atención fue dirigido a a una chica de cabello castaña, sujetado por una cola de caballo. Su mirada fulminaba con rudeza al chico, como si le tuviera odio, a pesar que para él era normal, estaba interesado en saber si lo conocía.
Estaba por acercarse a ella, cuando un timbre lo detuvo. Fueron dos cortos sonidos armoniosos, como si fuera el cambio de hora en las clases, estaban acostumbrados a un sonido similar pero al mismo tiempo no dejaban de estar consternados. Por un momento creyeron que tal vez todo había terminado, aunque era inutil el pensamiento, varios lo desearon.
Algunos caminaron en dirección a la puerta, pero nuevamente fueron detenidos, esta vez por el brillo del pizarrón y las palabras "Director". Estuvieron a punto de irse corriendo cuando vieron a todos del salón regresar a sus asientos, seguramente por el miedo y la presión, ese grupo de dos chicos volvieron a sus mesas.
— delegados, suban los libros — escucharon desde los parlantes, todos completamente callados. — delegados, suban los libros. — volvió a repetir, esta vez haciendo que esos chicos uniformados se vean entre sí.
— ¿Tenemos delegado? ¡Puedo serlo! — se propuso enseguida Martín al acomodarse en dirección al interior del salón. Sin embargo, el silencio y miradas terminaron incomodando al chico que volvió a apoyarse en la pared.
— En mi escuela los delegados son los primeros puestos — habló la chica británica al frente de él, Emma.
— lo mismo sucede en mi escuela — comentó un moreno sentado a lado de ella, llamado Kamal Fayed.
— ah sí, a veces sucede en mi escuela — susurró Martín.
— es posible que sea una trampa para matarlos más rápido — dijo Xian
— pero de todas formas dijo delegados, por lo menos dos — agregó Evan, con sus manos en los hombros.
Al mismo tiempo que se iniciaba una conversación si es que era buena idea que salieran de lo que se podría llamar lugar seguro, nadie se propuso por un tiempo hasta que Amelia entre tantas palabras, se encontraba jugando con su hoja de examen, en ese lado vacío solo existía el número 17.
Absorta en el movimiento, hizo dar vuelta el papel y vio una calificación, ocho sobre treinta, ladeo la cabeza confusa. Enseguida volteo a los demás, cada uno tenía un número en la parte vacía, estaban en orden según la mesa.
«Este es el número de orden y este la calificación.» pensó y se levantó de su asiento.
— oigan — llamó ella — tenemos una calificación.
— Creo que es el puesto de nosotros, está sobre treinta y somos — pauso Antonio, para luego soltar una pequeña mueca decepcionada — treinta.
— disculpen — interrumpió un chico indio, Asha Khatun con un puesto de dieciséis sobre treinta — lo mejor será que los primeros puestos sean los delegados
— que sean solo los dos primeros puestos — agregó Gian, un poco angustiado por el número tres sobre treinta dibujado en su examen. Al mismo tiempo que el joven japonés sentado detrás, se apresuró a revisar su examen con un número seis. Suspiro enseguida, apunto de chillar de la emoción por no tener que ponerse en riesgo.
— estoy de acuerdo — dijo una chica rubia a lado del chico tailandés, Sunan Somri, quien volteo su hoja y se sorprendió. Empezó a rascar su cabello, acomplejado y a punto de estallar de rabia.
— yo también — agregó la británica y alzó su mano, por lo que el chico turco frente a ella, imitó su acción. Están de acuerdo con ella.
Poco a poco, varios alzaron sus brazos, varios emocionados por posicionarse en los lejanos primeros dos puestos. Sin embargo, para Kanna dejo de sentir su sangre caliente y sus piernas no dejaba de estremecerse, tenía miedo pero al mismo tiempo una decepción nublo su mente, con esa calificación se pudo haber ido a la universidad que quería, se iba a mudar, iba a lograr entregar la gran noticia en su familia. Pero, después de todo, no podría.
De repente una mano interrumpió sus pensamientos, volteo a Ryota quien pudo ver el dos sobre treinta que tenía la chica, el segundo puesto del salón y por ende, una de las delegadas.
— Estudiaste mucho para ese examen, ¿no? — soltó nervioso. Realmente no quería alejarse de ella, era la única a quien conocía en ese lugar hecho mugre.
— bueno, física es mi especialidad — susurro ella.
En segundos, vieron como el chico trigueño de cabellos negros y grandes ojos tapados por un par de lentes, se levanto delante de todos.
«Ese debe ser el primer delegado» pensó Kanna, estaba por levantarse cuando fue detenida por la mano de su compañero, ambos intercambiaron miradas. Ella estaba de acuerdo con cumplir como delegada, pero él no quería que se moviera. No dejaron de verse, hasta que ella asintió con sus ceño fruncido y una triste sonrisa dibujada en su rostro.
Ella se levantó, bajó la mirada de todos en el salón y de su nuevo compañero. Lo que siguio fue el cambio de color en la pantalla, se convirtio en una camara de seguridad que miraba hacia una sala rellena de baldosas cremas, estantes de madera alrededor de dos mesas alargadas con libros ordenados sobre una y en la otra mesa, un maniqui de una mujer echada, vestida por una simple falda tubo y una blusa, tal vez era una profesora.
— ¿Tenemos que bajar? — susurro Sunan.
Al ver que nadie iba a responder, resoplo preparado para salir del salón. Nuevamente cerca de ir a un lugar desconocido, tambaleó mientras caminaba hasta que el rechinar de una silla detuvo a los dos nuevos delegados. Era Kevin, levantado a un lado de Kanna.
— Los ayudaré, son muchos libros para dos — dictó Kevin.
Por un segundo se sorprendió, desde su lugar con una pequeña sonrisa parecía un niño inocente preparado para empezar una excursión en el bosque, uno lleno de ciervos y osos viendo, listos para comer su cuerpo.
Kanna parpadeo sin creer como es que alguien mas se ofrecía, acaso podría tomar la oportunidad para irse? pero si es que lo hacía, entonces sería injusto o podría crear un conflicto, no tenía remedio. Tendría que resignarse a eso. Volteo por última vez a Ryota, se veía apenado.
Una vez que dejaron el salón y que sunan cerró la puerta, una franja negra se posicionó en la parte superior del video.
— Etichs: first topic , the juries —
— jurados? a que se refiere? — preguntó Xian desde su asiento — ¿tenemos que juzgarnos?
— eso se escucha muy mal — mencionó Paulo — entre nosotros?
Ni siquiera querían responder, no se conocían y creían lo peligroso que podría ser desestimar a alguien con solo verla a través de una pantalla. Pero, fue entonces que el título cambió.
jurados, ¿quién tiene la culpa por el mal momento en clase? ¿Los delegados que no llegaron a tiempo con los libros? o los estudiantes que los empujaron?
¿A o B?
— ¿que? pero si dijo que delegado ... os — grito confusa Amelia, pero enseguida se calla y vuelve a sentar pensativa — hay no
— disculpen! — exclamó Ryota al levantarse y alzar su brazo derecho — en ningún momento dijo que es un turno, así que es posible que nadie muera.
— ¿Cómo estás seguro? — preguntó Xian desde su sitio en un tono agresivo mientras detrás suyo, la pantalla regresaba a diferentes cámaras de la escuela — como no sabemos que intentan engañarnos?
— ¿Por qué haría eso? — pregunto ofendido, a punto de gritar — ahí está mi amiga y no quiero que le pase nada. y como no es un turno, no nos mataran
— y que nos asegura eso? — preguntó una muchacha de herencia india, Kavya Bauri.
— Tiene un punto — susurro Gian desde su sitio — en la pantalla nunca salió el título turno, tal vez solo es un intermedio. ya saben, como el examen que hicimos, fue nuestro intermedio.
— claro, por qué dice quién tiene la culpa por el mal momento — agregó Xian con dos dedos en su mentón, totalmente concentrada en una pose llena de duda.
— ¿ahora si te sientes más segura, amiga? — preguntó el italiano, a lo que ella voltea a verlo enojada.
— me llamo Xian — respondió de mala gana, al mismo tiempo que el castaño se levantó y vio con atención a cada estudiante.
— gian — comenta él, con una pequeña mueca sonriente voltea alrededor, hasta que su mirada se detiene sobre una joven rubia de ojos oscuros. Fue entonces que revolvió su cabeza hacia la pizarra — podríamos dividir el salón en dos para que cada grupo vote por uno de las dos opciones
— ¿Será tan fácil? — intervino Ryota con sorpresa, pero al ver como gian intrigado, sin saber cómo responder alzó sus hombros, suspiró angustiado y se levantó — podríamos intentarlo, todos están de acuerdo? yo sí — preguntó y alzó su mano. para luego ver como gian alza su mano.
— esperen — exclamó amelia — entonces todos estamos de acuerdo? mejor pónganse delante, mitad votaran por negar, que sería la A y otros por aceptar que seria la B — menciono mientras juntaba sus manos en aspa y de ahí, alzo su brazo — de acuerdo?
Inconscientemente todos estuvieron de acuerdo, a pesar de la ola de nervios que inundaba el salón. Y es que todo, desde que su llegada pasó rápido, mientras el salón volvía a un silencio en plena estrategia, desde su lado, Ryota observaba intranquilo las miradas opuestas. Lo entendió enseguida, había un desequilibrio. Entre los votantes en negación, los cuatro anteriormente muertos y dos fuera, uno quedaba vacío.
Volteo enseguida, intercambio miradas con Gian.
— somos impares — murmuró Ryota sin poder creer y solo siendo escuchado por el italiano
— el otro chico se fue con los delegados — mencionó Gian.
Ambos jóvenes bajaron los brazos derrotados por un sentimiento de impotencia y molestia. Ryota con recelo terminó por apoyarse sobre la mesa del profesor, negando con la cabeza mientras los demás uniformados intentaban idealizar un plan para sobrevivir, a costa de cualquier cosa y a tientas de tener que sacrificar a otros.
El joven coreano solo negaba con la cabeza sin poder creer que dejó ir a su compañera más tranquila a su propia tumba, no quería voltear a ver la pantalla. Sin embargo, es por culpa del miedo y un cambio en la pantalla que al fin volteo.
Aquel grupo de tres, se encontraban en las escaleras, uno detrás del otro. A primera instancia parecían estar tranquilos, pero en realidad, su caminata india al primer piso, solo fue un cuidadoso detalle que tuvieron que hacer si es que algo se acercaba a ellos. Con Kevin detrás y Sunan adelante, Kanna se encargó de revisar incontables veces cada lado. No fue hasta que llegaron al salón que rompieron la fila y se dieron el lujo de caminar por el lugar.
— Entonces solo tenemos el tercer piso — hablo Kanna — ¿Creen que podamos volver a salir para ver el otro patio? me gustaría ver cuantos metros cuadrados son y
— ese patio no llega a menos de 100 metros cuadrados — interrumpió el puesto número uno, a lo que ambos chicos voltearon a verlo — ah, verdad. me llamo sunan
— claro, perdón, me llamo Nakamura Kanna mi
— Kevin — agregó el chico — está bien si los llamo sun y Kanna?
Con una sonrisa cálida que podría amortiguar cualquier caída o tal vez un idiota que desconoce su realidad, sea cual sea, para esos dos primeros puestos, era evidente que no sería muy útil si fuera un trabajo de inteligencia. Sin embargo, esa no era la ocasión.
En segundos empezaron a ordenar los libros en tres grupos, aunque sunan suspiró agotado y volteo alrededor, hasta que encontró dos cajas en el suelo.
— por cierto, Kevin porque viniste? — preguntó Kanna, mientras el joven tailandes se acercaba a esas cajas.
— tenía miedo — respondió el chico, una cabeza más alto que la coreana. Junto a una sonrisa nerviosa se dio cuenta de lo raro que podía escucharse, en especial cuando la chica alzó una ceja incrédula — no me veas asi, ademas pense en que serián muchos libros y no me equivoque
— bueno ahora somos veintiséis — agregó Sunan mientras levantaba con dificultad una de las cajas.
Expectantes a cada movimiento de los tres chicos, en el salón, cada estudiante forma o una equis o alza su mano, con su mirada sobre gian quien cierra los ojos frente a los demás. Tras unos segundos, la pantalla cambia. lo que hace que se emocionen y volteen a ver
- aceptarían sacrificarse por el prójimo?
-jurados, si uno de sus compañeros huye solo, lo aceptarían?-