Paredes blancas con pobre iluminación y algunos tubos fue lo primero que vio al despertar, sus ojos tardaron en acostumbrarse a la luz, para ver un poco y descubrir que estaba en una habitación de un hospital, sobre una camilla junto a un monitor cardíaco, se encontraba confundido, desconociendo su nombre o el de algún familiar.
Su cabeza había sido cubierta por vendas, el borde pasaba por la frente, la sien y la nuca.
Se levantó de su camilla, desenganchando se del monitor, con algo de dificultad y fastidio, se asomó por la puerta, mirando a todos lados, pero lo único que podía ver eran pasillos demasiado largos con una iluminación tenue, luego de dudar mucho finalmente salió, en busca de alguna persona, alguien quien pudiera ayudarlo - ¡¿hola?! ¡alguien!
De repente escucho un sonido blanco, que lo aturdía, tapó sus oídos y buscó con la mirada de donde provenía ese sonido y al darse la vuelta encontró una sombra humanoide a unos pocos metros de distancia, pudo distinguir qué partes de su cuerpo incluyendo su rostro estaban quemadas a tal punto que sería difícil reconocerlo, su aspecto era tan horrible y macabro. Se quedó paralizado, dudando de lo que veía.
Pronto, esa figura comenzó a perseguirlo, haciendo que finalmente pudiera reaccionar, intentando huir a lo largo de los pasillos, el reloj del pasillo marcaba las 3 de la mañana, un guardia de seguridad que se quedó dormido en su cabina, facilitó su escape, ya que la puerta principal no tenía seguro. Miro a todos lados, era de noche, la calle estaba solitaria, el ruido no había parado, pero ya no se escuchaba tan fuerte así que decidió seguir su camino en la oscuridad.
En cuanto ya apareció el sol en el cielo, él ya estaba, muy lejos, en una calle en donde las casas estaban muy separadas a diferencia de los demás, estaba muy cansado, cuando se quedó parado frente a una casa, más adelante ya no había nada más que una autopista, se acercó a la casa con sigilo, tal vez estaba abandonada, eso explicaría él estaba tan aislada, se asomo por una ventana, para comprobar esa idea, miro detalladamente. Cuando de repente escuchó una voz femenina – hey niño ¿Qué haces aquí? – volteó inmediatamente, vio a una anciana, con bolsas de plástico en las manos, se mantuvo a buena distancia con ella, tranquilo – ¿estás bien? – la miro de pies a cabeza, procurando que no sea una amenaza - ¿Cómo te llamas? – sonrió amablemente, para que no tenga miedo.
Eso era un gran problema, no recordaba su propio nombre, ni un apellido, estaba debatiendo consigo mismo sobre qué hacer o decir, tal vez esa señora, podría ayudarlo – no lo sé.
- ¿Cómo no vas a saber? ¿Dónde están tus padres?
- no recuerdo nada...
La anciana lo miró con pena, pensó en sus palabras, volteó en dirección a su casa con desesperanza, miro al chico nuevamente, quien estaba descalzo, desaliñado, se veía cansado y esa ropa ya no era tan blanca - ¿Qué te parece si te quedas conmigo? estoy segura que tus padres te estarán buscando, además me gustaría un poco de compañía.
Él lo pensó un poco – está bien
- me llamo Yan – ella abrió la puerta de su casa, él entró después de ella, aun inseguro, corrió las cortinas, dejando entrar la luz natural a la sala, volteó y lo vio de pie, inmóvil, observando todo lo que estaba a su alrededor – ¿tienes hambre? – como respuesta asintió, moviendo la cabeza – bien, iré preparando algo – caminó hacia la cocina, él la siguió con la mirada – ¿te gustaría ayudarme? Puedes ir despejando la mesa.
Sin hablar, caminó hacía el comedor, para ayudar con la mesa, sirvió sopa para ambos, y los llevó a la mesa, salió humo, en cuanto Yan le entregó una cuchara, empezó a comer rápido, con notable apetito. Ella lo miró con sorpresa, aunque cambió su gesto a uno de gusto. Se fijó en una foto, sobre un pedestal de madera, cercana a la ventana, era una familia, de dos padres y sus hijos, ambos varones, despertó su curiosidad - ¿quiénes son?
– ellos son mis hijos – giró a verla – ya son todos unos profesionales y tienen familia propia – sonrió orgullosa- estoy segura de que tu familia volverá por ti pronto, realmente me gustaría que me digas tu nombre.
Esta vez frunció un poco el ceño haciendo un esfuerzo – no... puedo recordarlo
- ¿de dónde vienes?
- desperté en un hospital, algo me perseguía.
- ¿cómo era?
- era un monstruo, era grande y su cara estaba derretida – exclamó.
Yan sintió que estaba hablando con un niño más pequeño que tuvo una pesadilla o que no podía dormir por miedo a algún monstruo imaginario – probablemente no lo has podido ver bien.
Él no parecía estar muy convencido por sus palabras, solo mostraba confusión – se sintió muy real... - se limitó a decir bajando su mirada a la sopa.
- ¿sabes lo que es un apodo?
- no estoy seguro – respondió con la boca llena.
- un apodo es como tener otro nombre y solo uno o un grupo de personas llaman así a alguien – Yan tenía toda su atención – no puedo llamarte niño todo el tiempo así que lo más apropiado es darte un apodo - Yan se quedó pensativa por un momento – ya sé, te llamaré Moondai – él respondió con una leve sonrisa.
Ella alzó su mirada hacía el vendaje sobre su cabeza - ¿sabes que te sucedió? - señalo - ¿o tienes alguna idea del por que estabas en un hospital?
- no lo sé, no me siento enfermo, tampoco tengo dolor.
- ¿Está bien si te reviso? - pregunto con calma, se aproximó luego de que asintiera con la cabeza y con mucho cuidado comenzó a retirar la tela, bajo de ella descubrió que su pelo era de color rojo oscuro, al parecer alguien se lo habría cortado recientemente, no había ninguna otra cosa que llamara la atención, nada que señalara que necesitara un vendaje. Yan frunció el ceño, extrañada - parece que si estas bien - terminó de retirar la venda
Al terminar la sopa, le dio una toalla y lo mandó a tomarse una ducha, al salir entró al cuarto que lo indico, había dos camas, tenía un gran armario, una mesa cerca a la ventana, permitiendo que la luz natural ilumine la mesa y en las estantes, había juguetes, figuras de acción, en otro estante, libros infantiles, a Moondai le llamó la atención.
Sobre la cama, la cual solo era colchón - había ropa doblada a escoger, se colocó un polo muy colorido a rayas, las mangas eran muy largas, cubriendo sus manos, el pantalón jean, también era grande, la tela se amontonaba sobre sus tobillos.
Desde la sala de estar, Yan estaba de pie hablando por teléfono - si... lo encontré esta mañana, tiene ojos castaños, pelo rojizo y oscuro, contextura delgada, además parece tener 14 años ... entiendo... esta bien, gracias - colgó al mismo tiempo que Moondai apareció, se acercó a la ventana, dispuesto a esperar a algún familiar, Yan se dirigió a él - acabo de comunicarme con las autoridades, ellos se encargaran de buscar entre los desaparecidos para identificarte ¿Por qué no mejor vemos una película mientras esperamos? – sugirió.
- quiero esperar a mi familia y concentrarme en recordar algo – habló.
Sonrió con amabilidad – está bien, necesitas tiempo a solas, lo entiendo.
Los minutos se convirtieron en horas, Yan estaba en la cocina lavando platos, se asomó hacía la sala, observando a Moondai aun en la ventana, apoyando su cabeza en su mano, suspiró su mirada se fijó en la radio que era a batería, decidió encenderlo, estaba a alto volumen, se escuchaba en toda la casa, el locutor hablaba de las noticias más recientes "y luego de tantas desgracias, daremos un anuncio importante" Yan tenía toda su atención a la voz de la radio mientras seguía en lo suyo "una pareja matrimonial han ido a la policía desesperadamente a reportar una desaparición" Yan se giró a ver la radio "si usted pasa por el parque de la juventud podrá encontrar muchos afiches de..." el locutor alargó la e dejando en suspenso a Yan por unos largos segundos "un clarinete" el desconcierto fue su reacción – debe ser una broma – "probablemente piense que esto debe ser una broma, pero no, no lo es"
Anocheció, la radio siguió encendida, pero no se anunció ninguna desaparición de algún niño, Moondai ya estaba cabeceando cuando Yan se acercó y lo tomó del hombro, tomándolo por sorpresa – deberías tomar un descanso y cenar algo.
- no gracias, no tengo ganas – habló inseguro.
- entonces es mejor que vayas a dormir, mira la hora – recalcó.
Moondai miró a través de la ventana – ¿aún no te han dicho nada? -preguntó con un gesto de aflicción.
– tal vez deban estar muy lejos, mejor iremos mañana a la comisaría, así será más fácil encontrarlos ¿Qué te parece? – sonrió.
Moondai bajo la cabeza – bien... - bostezó.
- ve a lavarte, hay paquetes de cepillos en la cesta de arriba – señaló.
Sin decir más Moondai se dirigió al baño, cerró la puerta tras de sí, se estiró para alcanzar la cesta indicada. De repente sintió un soplido por su cuello, volteando sobresaltado, mirando para todos lados, estaba solo, no había ninguna ventana ni conducto de ventilación.