Tres días antes.
—¿irás a la fiesta?
—no lo sé, Issa está histérica desde que me hice el tatuaje, si salgo sin su permiso se pondrá peor.
—recuerda que es mejor pedir perdón, que pedir permiso.
—no me ha servido de eso.
—vamos, será divertido, habrá universitarios.
—son tres horas de camino, seis contando las de regreso, es obvio que no llegaré antes de que se dé cuenta.
—no acepto un no por respuesta, busca algo lindo y te veo en la esquina de tu calle, yo pondré el transporte. Además, no es la primera vez que escapas de casa.
Colgó la llamada y dejé caer mi cabeza en la almohada.
«¿Cómo se supone que voy a escaparme de mi madre?»
Me daba miedo, no lo negaría, sobre todo después de la última vez y de como me dijo ese idiota que me daría de azotes si volvía a hacerlo, pero tenía claro que no quería pasar otra noche en esta casa, sobre todo desde que la privacidad se había vuelto un "lujo". Lleve la mirada hacia donde debía de estar mi puerta que justo ahora la sustituía por una horrible cortina que había puesto, ya que era eso o dejar que ese asqueroso animal me mirara vestirme. Miré a mi madre asomar la cabeza, di un largo suspiro y me senté sobre la cama.
— Ailén... Necesitamos hablar.
—¿sí, sobre qué?
—verás... los tatuajes no son cualquier cosa, no es solo una moda, es algo que te cambia de por vida. Algo que te marca.
—mamá, es un tatuaje. No por ponerme algo en mi cuerpo significa que soy una pieza de ganado.
—bueno, no. No lo eres, pero habrá un momento en tu vida en que te vas a lamentar haberlo hecho.
—¿lamentarme cómo? ¿cómo tú te lamentas no haberme abortado?
—es increíble, vengo aquí con la mejor actitud, quiero arreglar este conflicto y tú no puedes simplemente callarte y acatar.
—no puedo y no quiero, mamá. Porque me hiciste saber y darme cuenta por quinta vez que no te importo, no puedo creer aún, como dejaste que el imbécil de Edmund me tratara.
—él, lo único que quería era ayudar. ¿Dime, quien me acompaña cada que debo de buscarte, cada que llegas con copas de más, cada mal momento?, él está presente.
—no es mi padre, no me importa y parece que estas completamente cegada por tu calentura. ¿has visto la forma en la que me mira?
—lo único que hace es tratarte como a una hija, pero eres una malagradecida.
—¿ah sí? Y... ¿A su hija le diría? "la próxima vez te azotaré entre mis piernas hasta que te orines en mis dedos" porque si así trata un padre a su hija—. Aplaudí y la miré con cinismo. —gracias por darme un padre que parece que quiere violarme a cada segundo.
—no se puede hablar contigo, descansa y... Hablamos mañana para que te relajes.
—¡me relajaré cuando me pongas mi maldita puerta, cuando pueda dormir tranquila sin estar alerta de que ese idiota asqueroso pueda entrar a mi cuarto y abusar de mí! —. Le grité con tal desesperación que parecía que le pedía auxilio, pero ella solo se giró y salió de mi habitación.
Escuche sus pasos atravesar lo largo del corredor, para finalmente ella abrir su puerta y entrar en su habitación. Me tiré de nuevo sobre la cama y suspiré, tan largo que sentía que podía quedarme sin oxígeno.
«Si a ti no te importo, a mí no me importa lo que tú pienses mañana»
Y fue con ese pensamiento que me puse de pie, camine a mi vestidor y tras ver un par de vestidos me incline por uno corto; terciopelo azul rey, vibrante, corto y llamativo, un escote en la espalda bastante pronunciado y unas zapatillas doradas, tenía algo claro. No quería parecer de mi edad, mucho menos si habría universitarios, podría llegar a encontrar alguno que decidiera dejar su carrera y llevarme con él o fuera tan rico que no tuviera que abandonar nada para vivir juntos y gozar de su dinero. Un maquillaje cargado, tanto que me hiciera parecer mayor, pero no vulgar, ni corriente, el fabuloso vestido que apenas y cubría mi trasero, las zapatillas que hacían lucir mis piernas estilizadas y más largas, además de darme un poco más de altura, unos pendientes que le había robado a mi madre, parecían ser de zafiro, pero en realidad habían costado alrededor de tres con noventa y nueve, un pequeño clutch para finalizar y estaba lista, me miré en el espejo por última vez y negué.
«No puedo salir con las zapatillas puestas, se dará cuenta de inmediato»
Así que como la buena y nata escapista que soy, las quite, para llevarlas en mis manos, siempre podían fungir como arma, por si encontraba a mi padrastro en el camino, la idea de clavarle el tacón de diez centímetros en la cabeza no era descartable y desde hacía algún tiempo deseaba hacerlo. Al atravesar el corredor y llegar a la sala de estar, me di cuenta de que nadie frustraría mi huida, eso, y que los gemidos de mi madre se escuchaban hasta aquí.
«No entiendo como tiene el estómago, para dejarse tocar por ese imbécil»
Abrí la puerta con total cuidado y salí. Sentí el aire frío de la noche, impactar con furia en mi rostro, el canto de los grillos a la luna y cerré la puerta con el seguro, para caminar unos cuantos pasos sobre el césped. Justo al atravesar la casa del vecino, me apoyé en su buzón, para poder calzarme y comencé a caminar hacia donde había quedado de verme con Lauren. Al llegar al final de la calle, mire un coche estacionado, con las luces bajas y me acerque, para ver a mi amiga dentro de este, la escena era digna de ella. Su mano justo en la zona sensible del chico que conducía, mientras que él parecía comerle no solo los labios, sino la cara completa, di un golpe a la ventanilla y fue justo ahí, donde me di cuenta de donde estaban las manos del tipo. Ella bajo la ventanilla y me mostró su sonrisa, para mirarse un poco por el espejo, limpiando sus labios y acomodando su sostén.
—comenzábamos a desesperarnos.
—sí, se nota. No sabían qué hacer —. Le dije riendo sarcástica. Mientras veía como ella se acomodaba en el asiento, para acomodar su falda, que más que eso, parecía una cinturilla. —¿nos vamos, o esperaremos a que mi madre salga con antorchas?
—¡ay, pero qué dramática! Sube.
Lo hice, subí al coche y pude ver a un tipo, vamos, el transporte que había conseguido no era malo, cumplía con su función, pero la compañía no era la mejor, parecían un par de indigentes, a los que solo había puesto un poco de loción, que no dudaba ni un poco en que el auto fuera robado. ya estaba aquí.
—mucho gusto, soy Louis.
Dijo el conductor ofreciéndome su mano, esa misma que hacía unos pocos segundos estaban justo dentro de mi amiga, miré sus dedos que aún se veían un poco húmedos y simplemente no pude evitar no negarme. No iba a estrechar mi mano con él, y no iba a hacerlo sabiendo donde había estado antes. Lo miré al rostro y le di una suave sonrisa de compromiso.
—Ailén.
—parece que Ailén, sabe que tus dedos están húmedos, Louis —. Dijo el hombre a mi lado, mire un poco por la ventana al ver que arrancaba el coche y la voz del conductor se hizo nuevamente, llamando mi atención.
—pensé que eran amigas —. La risa de Lauren inundo el coche, igual que la de los dos vagabundos, yo solo negué y les sonreí.
—No somos tan íntimas.
******
El camino no se había visto comprometido, pero estaba hasta la coronilla del tipo a mi lado, no había un tema de conversación interesante, era de los tipos que hablan y hablan como si lo hiciera con una pared. De vez en cuando salía de mis labios un "aja" "mhju" y hasta un "vaya, qué interesante" pero no me apetecía pasar ni un solo segundo a su lado, tenía la esperanza de que terminara tan ebrio que se fuera camino a casa en los brazos de Morfeo. La fiesta era en una casa, no se podía decir a ciencia cierta qué tipo, porque todo estaba repleto de gente, tanto que era casi imposible de pasar, había parejas a punto de intimar, unos tantos que se comían y el aroma del lugar estaba impregnado de hierba y tabaco. Llegamos hasta un sitio no muy concurrido, la presentación con el anfitrión se hizo justo ahí, al frente de algunos, justo al lado de la mesa de billar.
—¡llegó la carne fresca! —. Exclamó el tipo mientras elevaba nuestras manos
Los silbidos se hicieron en el lugar y el chofer del auto que nos había traído hasta acá, tomo a Lauren de la cintura, como si quisiera marcar su territorio y la llevo lejos de mí, solo mire como se alejaban y observe un poco el lugar, una de las chicas o mejor dicho la hermana del anfitrión. Se acercó a mí, para darme un vaso de esos rojos emblemáticos de las fiestas, lo que pude apreciar a mi olfato era cerveza. No soy muy fan, pero mientras esto después de cinco vasos o quizás seis me maree es suficiente para mí.
—si quieres que te presente a alguien solo dime, hay chicos de la universidad y otros un poco más jóvenes.
Asentí, sonriéndole, para ver un poco el lugar. —por el momento miraré la mercancía, después—. Le dije a la chica para quedarme justo ahí, bebiendo de mi vaso.
Los minutos pasaron, el juego era interesante y se daba entre el anfitrión y un chico alto; musculoso, la camisa color azul rey que portaba hacía notar sus tríceps a la perfección. Se notaba que cuidaba su cuerpo, tanto o un poco menos que su cabello; de un encantador tono marrón, que dado el corte y la inclinación del juego, de vez en cuando se le iba de contrabando un mechón a la cara, el cual debía de acomodar para ejecutar la jugada. Su rostro; ojos verde olivo, labios delgados, pero muy bien formados. Una mandíbula bien marcada, y no podía no decir algo de su sonrisa; amplia, dientes perfectos y una voz profunda que lo hacía resaltar. Vamos, estaba completamente embobada con este hombre.
«Esa camisa combina con mi vestido»
Pensé, y al momento que lo hacía mi sonrisa se conectó con él, justo al momento que él elevó su rostro y me miro, con esa mirada; tan penetrante que me hacía sentirme desnuda. La mano que tenía sobre la mesa apoyándome fue directo a mi vientre, como si quisiera cubrirme y la que cargaba el vaso de cerveza la elevé, pegándolo a mis labios, simulando que bebía, hacía un rato que la cerveza se había terminado en mi vaso y no quería alejarme mucho de aquí. Mis ojos se guiaban solos, ellos tomaban el destino que querían y no podía apartar la mirada de él; metiendo bolas a la buchaca hábilmente, mientras el anfitrión se quejaba. Lo miré acercarse y sonreí hasta verlo frente a mí.
—¿me das... permiso?
Preguntó en ese tono celestial, si su voz me hacía sentirme en el cielo, estaba ansiosa por sentir como me haría tocar las nubes. —sí, claro—. Respondí para verlo, sonreír y señalarme a la mesa.
—necesito... tirar. Ya sabes, tengo una buena racha.
Dijo sonriendo, mire la mesa, y una bola roja. Tan roja como mis mejillas y mi pequeño diablito sobre mi hombro que me decía.
«Acabas de quedar como una idiota»
—Sí. ¡Sí! Lo siento. Perdona—. Dije torpemente para hacerme hacia un lado y verlo tomar su posición para ejecutar esa jugada, me sentía como una idiota totalmente, pero ese pensamiento se esfumó de inmediato al verlo meter la bola, reí y celebré tanto como los que lo apoyaban a él, y él por su parte solo me miro y me sonrió. Para alejarse de mi lado hacia donde estaba la otra bola, sin duda era una buena racha. Al momento sentí algo frío en el escote de mi espalda, me gire asustada y mire a Lauren ofrecerme otro vaso.
—estaban haciendo unas mezclas raras en la cocina y te traje un poco.
—gracias. ¿Dónde estabas?
—en una habitación, pensé que ya estarías en lo mismo. Pero te vi aquí y decidí traer esto.
—¿y tu compañía?
—se fue con la chica de allá —. La miré señalar con la mirada al tipo y pude notar como estaba con otra chica, él y su amigo besándose. Un digno beso de tres.
—creo que ellos si son amigos íntimos —. Dijo riendo y encogiéndose de hombros, reí igualmente y asentí.
—ellos si comparten todo.
—hasta los fluidos —. Dijo ella, al momento que di un sorbo al vaso.
—quizás más allá de los fluidos, ¿no son pareja? —. Le pregunté, para verla cerrar los ojos y sacudir su cabeza.
—por mi bien mental, espero que no, sería muy raro que tu novio te vea... ya sabes.
—sí. Sería extraño.
Note su mirada ir a la mesa de billar, vamos, no quería verme obvia. Así que seguí viendo a su ex conquista besarse ahora con el tipo y dejar fuera a la chica desde hacía unos segundos.
—oye... No mires, pero hay alguien que no te quita la mirada de encima.
Reí, lo hice nerviosa, pero lo hice. —¿sí? Seguro es por el escote. Déjame adivinar, es un idiota como todos los que he visto esta noche.
—a mí se me hace atractivo.
—para ti es atractivo cualquier idiota con un bulto entre sus piernas.
—en ese caso, espero que ese bulto con piernas venga a mí y no a ti.
—es todo tuyo. Para ti solita.
Le dije riendo. Mientras mis ojos seguían a ese par de chicos perdiéndose entre la multitud, seguramente en busca de un lugar más privado para desatar su pasión y lujuria contenida.
—actúa normal, no voltees, viene hacia acá.
¡Son inteligente! Lo soy. Pero demonios. Eso se actúa normal y no voltees es tan... lo hice, voltee y lo mire, le sonreí como una idiota y su dulce voz inundo mis tímpanos.
—buenas noches, señoritas. Me preguntaba si venían acompañadas, y bueno... la mejor forma de saberlo es preguntar.
—solas, muy solas.
Sonreí porque él era quien me miraba, y era a lo que yo misma había rechazado, le había dicho que era para ella. ¡Pero qué idiota! Me gritaba ese diablillo en mi hombro y yo me lo gritaba internamente también. Pero en ese momento me miro solo a mí y todo alrededor se nubló para mí, no existía nadie más, solo él, su voz celestial y yo.
—estamos bebiendo cosas raras ahí, ¿quieres probar? —Preguntó y yo observé mi vaso, su contenido y después a él.
—por supuesto.
—creo que el asunto no es conmigo, iré a buscar el transporte de regreso —. Dijo Lauren con una genuina molestia que me hizo desaparecer esa neblina alrededor de nosotros dos, para verla alejarse. Me había quedado sin palabras, mi lengua se había hecho un nudo y asimilaba que no tenía como regresar, cuando lo volví a escuchar.
—puedes ir tras ella y salvar tu transporte, o tu amistad. Yo... lo lamento.
—es un poco dramática, pero estará bien.
«Espero»
Pensé, para verla a ella, comenzar a buscar a alguien con la mirada, dudaba que encontrara a "el transporte" así que la deje seguir buscando, después me tomaría el tiempo de hablarlo con ella. Le sonreí al chico y lo miré alejarse, para ir a la mesa de billar y tomar dos vasos para traerlos con él hasta mí.
—¿eres de por aquí? Puedo llevarte más tarde.
—no... vengo de un pequeño condado a las afueras de Victorville
—oh... algo lejos.
—sí, bastante.
—ya encontraremos la manera de que regreses sana y salva a casa. Soy Lamar y... ¿Tú?
No acostumbro a decir mi nombre y esta sin duda no sería la noche de la excepción. —Athena—. Y ese fue el primero que vino a mi mente esta noche.
—un gusto, Athena.
—el gusto es mío, Lamar. De hecho... Tengo un tío que se llama así.
—envíale mis saludos cuando lo veas.
Dijo en un tono divertido, dando un sorbo de su bebida, yo hice exactamente lo mismo. Era fuerte; tanto que mareaba con solo sentir como raspaba calentando mi garganta. Los temas fueron diversos, sus amigos, un poco de su familia. Su hermano; un abogado de renombre en Port Island y un poco sobre sus metas en la vida. No era lo que esperaba encontrar esta noche. Sin duda era mucho mejor y conectábamos como si estuviéramos hechos el uno, para el otro. El vasto universo nos trajo hasta este lugar. Y el destino hizo lo suyo al cruzarnos.