El camino había sido un tanto largo, viajar desde Port Island, hasta el campo nos había llevado casi siete horas. Mis padres no nos habían querido informar de lo que se trataba y eso tenía lo suficientemente frustrado a mi hermano, Y yo lo podía notar a juzgar de la forma en la que venía conduciendo; sus manos aferradas al volante, sus pensamientos que lo hacían agitar su cabeza descartando las más tontas y descabelladas ideas que se asomaban en su cabeza.
Mientras yo, solo observaba en silencio el trayecto hacia la granja de mis padres, en medio del campo y la naturaleza. La misma que nos vio nacer, crecer y después buscar mejores oportunidades, mi hermano siete años mayor que yo. Que en busca de una mejor oportunidad y esas zancadas largas por buscar salida de "ese gran pozo de fango" como le dice él a nuestro hogar, lo llevaron a la ciudad. Yo solo fui absorbido por su perspectiva de la vida en ese lugar. Al llegar a casa de mis padres saliendo del coche logramos ver a los dos ancianos agitando sus manos, por motivos obvios, Stephan dejo el coche a una buena distancia de la cabaña, el camino era un poco inestable para el coche y nos arriesgábamos a que el auto no saliera de alguno de los charcos fangosos, si nos adentrábamos más en el camino, con riesgo de quedarnos atrapados.
A la distancia un poco más de cincuenta metros estaban mis padres, un anciano de cualidades infinitas, cuerpo delgado, un metro ochenta fácilmente, huesos fuertes que lo único que lo hacía aparentar los años que tenía eran sus canas. Mi padre; fuerte como un roble. Y justo a su lado se encontraba esa hermosa mujer; pequeña de estatura, un poco más de metro y cincuenta, corpulenta, y con más dolores de los que un anciano de sesenta y ocho años podría tener.
Sin dudarlo, mis padres tan opuestos y tan afines a la vez. Sonreí al ver a mi madre tan emocionada por vernos, en mi padre se podría ver esa pizca de decepción. Asumí internamente y de inmediato que eso sucedía por no ver que lleváramos equipaje. Mi vista, por primera vez después de haber subido al coche esta mañana, fue directo a Stephan.
—creo que le ha decepcionado que no trajéramos equipaje.
—no vengo a quedarme, solo quiero saber que era eso tan "importante" por lo que debíamos de venir de inmediato.Dijo con ese tono de molestia y preocupación, mientras caminaba a su costado, en dirección a nuestros ancianos padres. Entendía su percepción, pero sin duda no la compartía.
—quizás ellos... querían vernos. Estar con nosotros, vaya, compartir.
—¿las videollamadas no son suficientes?
—no, no es lo mismo, Stephan. Son nuestros padres y son un par de ancianos, deberías de ser un poco más empático.
—tú deberías de centrarte más en no volver aquí.
Lo escuché y era doloroso verlo reaccionar así, pero sabía que él llevaba cargando mucho peso en su espalda, peso del que yo sin duda no estaba enterado. Pero sabía que había cosas que le molestaba cargar, y esperaba no ser uno de sus motivos. Al llegar al frente de mis padres, solo mire a mi madre abrazarme, pegue mi barbilla a su cabeza y escuche esas voces que solo oía de vez en cuando por el altavoz de mi celular.
—es una alegría volver a verlos.
—a pesar de que no parece que se quieran quedar.
Dijeron ellos mientras intercambiábamos abrazos, y honestamente era doloroso escucharlo de sus labios, elevé la mirada buscando la de mi hermano y solo pude ver que me evitó
—no. Hay muchas cosas que atender y vinimos porque dijeron que era urgente. ¿Qué es lo que ocurre?
—vamos adentro, tenemos que hablarlo.
Caminé al lado de mi madre para girar un poco sobre mis hombros y ver a mi padre traer dentro a mi hermano casi arrastrando sus pies, el aroma del pasto era penetrante, así como el aroma del estiércol. Al entrar a la cabaña el aroma de la comida de mi madre, la calidez del lugar y recordar toda mi niñez me hizo sonreír y abrazarla nuevamente, al escuchar a mi padre y a mi hermano comenzar una discusión me giré hacia ellos observándolos.
—si no están enfermos, si no hay problemas económicos, ¿entonces que hacemos aquí?
—es tu hermana.
Mire a Stephan y juro que jamás olvidaré ese rostro suyo al escuchar de nuestra hermana, se veía un coraje enorme, pero también se mezclaba con una genuina preocupación.
—¿Qué? ¿Le paso algo? ¿Está bien?
—sí, ella está bien, es solo que... vendrá Ailén, vendrá a vivir un tiempo con nosotros. Tu hermana no nos quiso dar una razón detallada, solo que se ha puesto un poco rebelde. Cosas de la edad.
—¿me hicieron venir para decirme que mi sobrina vendrá a casa? Papá, yo no puedo dejar mi trabajo por esas razones tan absurdas.
—Stephan. Ailén tiene diecisiete años, necesita seguir estudiando y...
—ese no es problema mío, es problema de Issa. Yo me hago cargo de Lamar les quité ese peso de sus hombros, mi hermano no me da problemas, pero no pienso sustituir la falta de dolores de cabeza, con esa chiquilla mal criada.
—no podemos darle la espalda a tu hermana ahora que más necesita de nuestra ayuda.
—claro que sí, yo necesité de ella, le pedí ayuda y no hizo más que negarse y desaparecer dejándome en una ciudad en la que no conocía y tuve que pasar días y noches durmiendo en la calle.
Fue ahí en ese momento, cuando comprendí por qué esa mirada, el odio que tenía hacia nuestra hermana y sin duda me puse en sus zapatos, si ahora Stephan era un abogado que estaba por alcanzar la cúspide de su carrera, no podía evitar imaginar todo eso, por lo que él había atravesado al salir de este lugar, sus sueños por superarse y los obstáculos que se le habían presentado. Salí de mis pensamientos como si hubiera estado en medio de un sueño al escuchar los gritos de mi hermano negándose.
—que ella se haga cargo de su problema. Yo no lo haré.
Dijo eso último, con molestia antes de salir de la cabaña azotando la puerta, la mirada de mis padres fue directo hacia mí y los miré dándoles una suave sonrisa. Quería darles una solución, pero yo no mantenía ese departamento en una de las torres más exclusivas de Port Island, yo no contribuía al pago de alimentos y mucho menos podía hacerme cargo de los gastos de mis estudios. Yo no podía ayudarlos.
—va a ser un poco difícil convencerlo —. Les dije a ambos, y miré salir a mi madre, quedándome dentro con mi padre.—¿y... cuando llega?
—hoy, de hecho, no debería de tardar en llegar. Sabía que si le decíamos a Stephan no vendría por ella, fue lo mejor que se nos ocurrió. Pero pensaba en que pudiéramos pasar una noche como mínimo en familia.
—el trabajo de Stephan es un poco complicado, papá. Hay veces que sale muy temprano y otras que no llega a casa —. Miré a mi padre asomarse por la ventana, al escuchar las voces y le sonreí.
—bueno, al parecer ha llegado.
******
El camión que pasaba por el lugar me había dejado un poco lejos. No esperaba que me dejara justo al frente de la cabaña, pero tampoco había imaginado que la brecha fuera tan larga. A lo lejos podía ver un coche estacionado al medio del camino, se veía bastante lujoso, mientras yo seguía caminando evitando que mi maleta entrara al fango; el aroma del sitio era particular y peculiar, nunca había estado aquí, o al menos no que yo recordara.
Justo al llegar a la valla que daba entrada al paraje, mire a un hombre salir de la cabaña azotando la puerta, para alejarse un poco y sacar un cigarrillo, perdiéndose de mi vista, para un momento después ver a una anciana, la que imaginaba era mi abuela. Parecía estar buscando algo con la mirada hasta que nuestras miradas se encontraron, con voz temerosa y sobre todo con miedo de haberme bajado del camión antes de tiempo o en el sitio equivocado, pregunte:
—¿es usted Izaura Flynn?
—sí, soy yo —. Dijo la amable anciana caminando hacia mí, yo me limité a sonreírle y seguir caminando mientras arrastraba mi maleta
—soy Ailén la hija de Issa —. anuncié, para verla sonreír.
observe salir de detrás de la cabaña, al hombre del cigarrillo, que justo en ese momento lo había lanzado al piso y lo había aplastado con su zapato, mientras me observaba. La voz de la mujer me hizo desviar la vista del hombre, que se me hacía particularmente conocido
—hija, que gusto tenerte aquí.
—mi madre les ha enviado unos obsequios — le dije a mi abuela, para inclinarme y comenzar a abrir mi maleta, en ese momento escuché la voz de un hombre, sabía que no era la del hombre del cigarrillo, porque había ese tono avejentado en ella.
—tu madre debe de saber que no necesitamos obsequios, sino verla y abrazarla —.Eleve la mirada y mire al hombre; alto, de cabello canoso y sin duda muy pocas marcas de la edad en su piel.
—le diré eso a mi madre, cuando hablé con ella —. le dije a mi abuelo, para tomar las dos pequeñas bolsas y ponerme en pie, ofreciendo los obsequios a mis abuelos
—gracias, cariño no era necesario. Lamar, hijo acércate.
Al escuchar a mi abuela nombrar a uno de mis tíos, lleve la mirada hacia donde ella lo hacía. Mis ojos se abrieron ampliamente, ante esos ojos penetrantes que no había podido olvidar desde aquella noche, la habilidad con la que me desnudaba ante él con su mirada, esa mandíbula perfectamente marcada, como ese porte tan... atractivo.
Lo observé atónita; recargado sobre el marco de la puerta, mirándome. Pero había llamado mi atención, la forma en la que lo hacía, se veía incrédulo, mientras que yo quizás tenía el mismo semblante, y podía sentir como; mis piernas temblaban y me hacían tambalearme, en ese momento sus labios que habían dicho tanto esa noche solo fueron capaces de pronunciar
—¿tú?
No supe cómo responder, no sabía qué decir. Pero un centenar de pensamientos cruzaban mi cabeza. La ilusión de encontrarlo nuevamente estaba ahí, me sentía feliz, pero a la misma vez me sentía tan frustrada, molesta, decepcionada de la vida.
—¿se conocen? —. Pregunto el hombre del cigarrillo observándonos a ambos, y él fue tan tajante al responder.
—No.
—Si —. Dije yo sin analizar la situación y se notó de inmediato un rostro de confusión entre todos en ese momento.
—Si o no? —. Preguntó mi abuelo y antes de que yo pudiera decir algo más, la voz de él se hizo notar, con tal frialdad que sentía que me rompía.
—hace unos días, fui a una fiesta de unos amigos, la miré ahí, pero no se llamaba Ailén, tenía un nombre distinto. Así que puedo decir que no, no la conozco. No como mi sobrina.
Sonreí, lo hice porque no sabía qué decir, solo pensaba, al momento que sentía que el piso se me movía, quería que la tierra se abriera y me tragara completa, quería correr y alejarme entre las lágrimas, pero eso era casi imposible, sus palabras ardían en mi pecho, y la decepción me inundaba el cuerpo. Si bien no me conocía como su sobrina. Había sucedido algo más. Más profundo, más significativo. Pero ahora lo veo y no puedo creerlo, el deseo es inmenso, el dolor es tan infinito y todo esto es tan irreal e inmoral. Es tan Ilícito el deseo.