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Amor, sexo y secreto

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Synopsis
Soy Ethan Peterson, tengo treinta años de edad, estoy casado con Edith Peterson. Diez años de santo matrimonio, lo cual no ha sido fácil para nada, también tenemos un hijo llamado Simón Peterson. Mi hijo es tímido, introvertido y no es para nada feliz a sus diez años de vida, la misma cantidad de años que mi matrimonio. Soy un bioquímico reconocido, al menos en el estado de Alabama, de la tierra de los movimientos de derechos humanos, y la tierra de un tal pastor bautista Martin Luther King. Pero no somos del mismo pueblo, mi familia y yo por causa de mi trabajo vivimos en un pueblo apartado de todo, Birming, es el nombre de nuestro pequeño y colorido pueblo.
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Chapter 1 - Prólogo

Soy Ethan Peterson, tengo treinta años de edad, estoy casado con Edith Peterson. Diez años de santo matrimonio, lo cual no ha sido fácil para nada, también tenemos un hijo llamado Simón Peterson. Mi hijo es tímido, introvertido y no es para nada feliz a sus diez años de vida, la misma cantidad de años que mi matrimonio. Soy un bioquímico reconocido, al menos en el estado de Alabama, de la tierra de los movimientos de derechos humanos, y la tierra de un tal pastor bautista Martin Luther King. Pero no somos del mismo pueblo, mi familia y yo por causa de mi trabajo vivimos en un pueblo apartado de todo, Birming, es el nombre de nuestro pequeño y colorido pueblo.

Quizás se pregunten porqué vivimos apartado de todo, se los responderé rápidamente (Aunque creo que ya lo he hecho) Trabajo para el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. Hace años he tratado de sintetizar una hormona en específico, la testosterona, la hormona sexual masculina, en un laboratorio llamado LifeInc. Un laboratorio "Fantasma" ya que le pertenece a la C.I.A. y solo las personas del pueblo creen que el laboratorio es causa de unas cadenas que pertenecen a una industria, cuando no es así. Solo algunos del personal de la compañía comparten el secreto conmigo, su servidor, ya que está totalmente prohibido divulgarlo (Bueno ahora mismo lo estoy haciendo) pero hemos trabajado en otros proyectos no tan importantes, como en los sedantes, vitaminas entre otras cosas.

Nuestra especialidad son las formulas bioquímicas, incluyendo lo que he mencionado antes, como también los estimulantes, y otras hormonas sintéticas. Una sección de la investigación está dedicada solo a la combinación de nuevos aromas, y fragancias para la industria de la perfumería. Y, además, nosotros hemos desarrollados varios productos, químicos para las fuerzas armadas de los Estados Unidos de Norteamérica (Eso ya lo saben, pero es bueno recordarlo, y recordar la C.I.A.) cuyas composiciones de los proyectos no los puedo difundir por este medio.

He trabajado mucho por este proyecto, es el éxito de mi vida, ya unos cuatro años que trato de alcanzar el éxito que me merezco, por descubrir el método de sintetizar una hormona. Una hormonal sexual masculina.

Este proceso, es registrado, pero relativamente poco costoso ya que podía adaptarse con facilidad, a la maravillosa e inestable producción en masa.

Dichos proyectos son financiados por otras compañías privadas, pero en realidad son del estado, lo sé porque tengo ojos en todas partes.

En la mañana veintisiete de Abril, me llamaron para reunirme con el señor Éric Cantona en su oficina, el fundador y gerente general. Estaba sentado en un sillón giratorio de respaldo alto, detrás de su imponente escritorio, a un costado, instalado en un sillón con un destacado cuero, se encontraba un hombre delgado y alto, tendría unos cincuenta años, eso calculé. Vestía de civil (Ya sabemos por qué) pero de igual forma me lo presentaron como el coronel Thomas Shelby, Nunca se me dijo a qué escuadrón o rama pertenecía aquel hombre afable, mucho menos el cargo que ocupaba.

—Peterson —me dijo el señor Cantona—. El coronel quiere saber más a profundidad sobre nuestro proyecto —el señor Cantone carraspea—. Perdón, hijo, tu proyecto, la hormona sintética. Usted puede y está autorizado a responder a todas las preguntas que se le haga.

De una vez, sin perder más tiempo, el coronel Shelby comenzó a interrogarme con respecto a la formula química exacta del producto nuestro (O mi producto) y claro está, el método de elaboración. Era obvio que el coronel Shelby sabía mucho sobre la hormona.

Cesaron sus preguntas de pronto, y se quedó mirándome un momento en silencio.

—Sé que usted señor Peterson ha trabajado antes para nosotros —dijo sin titubeos y sin dudarlo el coronel Shelby. No fue una simple pregunta, eso lo sé, fue exactamente una afirmación—. Y usted mismo juramentó confidencialidad. He de suponer señor Peterson que sabe que no existe ningún límite temporal para ese juramento. Todavía está en vigencia ¿Entendido?

—Sí, señor —respondí secamente.

—No puede caber ninguna duda sobre la lealtad de Ethan —añadió el señor Cantona.

—La lealtad es una cosa —dijo el coronel—.Y la confidencialidad, otra. Esta conversación nunca pasó ¿Queda claro?

Solo afirmé con la cabeza.

—Todo ha quedado claro. Ahora bien, vamos al grano directamente, Su proyecto, hablemos de la hormona sintética, es la testosterona que pone agresivo a los hombres, ¿Cierto?

—Eso es lo que se ha confirmado, claro que si —conteste siendo precavido—. Pero las investigaciones sobre la conducta siguen tratando determinar, si la testosterona es la única causante de la agresión, buscando si se involucran otros factores ajenos a la hormona. Dichos factores pueden incluir los hereditarios, los de educación, el estatus social entre otros factores, señor.

—Eso lo sé —respondió el coronel con impaciencia—.Pero también sé que los estudios han vinculado los niveles altos de testosterona con hombres agresivos, intensamente competitivos, con tendencia a ser dominantes. ¿Estoy en lo correcto?

—Sí, señor —respondí—. Pero las mujeres también ser agresivas, competitivas y con tendencia a la dominación, aunque sus niveles de testosterona, sean mucho más bajo que de los hombres.

—Es mucho mejor así —dijo Shelby con una sonrisa forzada—.Ya que las mujeres desempeñan ahora un papel importante en el ejército, y es posible que pronto participen en acciones bélicas.

Al parecer, el señor Cantona pensó que la conversación no progresaba con la rapidez suficiente, porque interrumpió el dialogo entre el coronel y yo.

Lo que el coronel quiere decir, Ethan —dijo con brusquedad—. Es desarrollar un adictivo de testosterona para que se pueda incorporar a la dieta, ya sea en forma de píldoras, polvo o líquido, que incremente la eficacia en combate de los soldados.

—Aunque el efecto sea sólo transitorio —señalo Shelby muy serio—. Nos gustaría darle a nuestros muchachos, y también a nuestras chicas, claro está, un impulso combativo adicional lo llamaríamos SALLY.

He de confesar que en ese instante, no me cuestioné enseguida el aspecto moral o ético de lo que me habían propuesto.

—Señor Peterson, dígame usted ¿Cree que podría desarrollar una píldora capaz de mejorar el desempeño en el combate? —preguntó el coronel.

—Es posible —contesté siendo precavido—. Pero tendría que tener tiempo suficiente para el desarrollo, ya que demanda de mucha investigación, incluyendo pruebas con animales, cosa que al P.E.T.A. no le gusta para nada, siempre hay que ser precavidos, porque ellos tienen gente en todas partes, seguidas por otras con voluntarios humanos. Sería preciso calcular con mucho cuidado la dosis, y es probable que los efectos secundarios a largo plazo resultaran peligrosos. Se trata de una hormona extremadamente poderosa, y como comprenderá, aún no sabemos cómo pueda afectar en la conducta humana.

— ¿Pero crees que SALLY es posible? —repitió—. ¿Una pequeña píldora, quizás, un polvo sin sabor mezclado con las raciones de los soldados? Sería una gran diferencia entre la victoria y la derrota. Para nuestra nación podría ser de vital importancia, Peterson, ¿Entiendes?

—Sí, señor. Creo que podríamos desarrollar un adictivo así, Pero no de la noche a la mañana, desde luego, requeriría una cantidad enorme de trabajo.

—Dejen que yo me preocupe por el costo —manifestó el coronel Shelby—. Ustedes ocúpense de inventar una píldora que convierta a cada soldado en un ser impaciente por lanzarse al ataque contra un tanque o un avión, ¿Cuándo pueden empezar?

—En cuanto estén disponibles los fondos —respondió Cantona.

—Eso no es problema, los fondos están disponibles desde ahora mismo—. Empiecen a moverse, hay que trabajar y no perder tiempo, esto es un secreto de estado, eso ya lo saben, así que me ahorrare el discurso explicando del porqué nadie puede saberlo.

—Por supuesto —contestó el señor Cantona—. No hay problema, se lo aseguro, se llevará con absoluta reserva todo el proyecto, cuente con nosotros ¿Cierto Ethan?

Sí, claro que sí, señor —afirmé.

Y así empezó todo.