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Chapter 9 - 8: Densa Atmósfera (parte 2)

Jean arqueó la ceja y ladeó mirando hacia otra dirección, tenerla tan cerca le hacía palpitar el cuerpo entero. Lana era como el bendito planeta Venus; su densa atmósfera le ocultaba realmente las vistas de sus características especiales y superficiales, como si desde el planeta tierra la intentara descifrar con un telescopio. Aún misteriosa, excepcional y sublime.

— ¿Quieres salir a dar un paseo? — propuso con el corazón palpitando con fuerza. Lana asintió enseguida con cierto brillo de felicidad en sus ojos.

— ¡Sí, sí, claro! — exclamó emocionada, trató de ocultarla después de eso —. Espérame un momento, voy a subir a mi cuarto.

— Perfecto, te espero fuera — volvió a poner la mano en el bolsillo y buscó las llaves del coche.

Lana se giró y miró a la secretaria tanto como a Lora con una gran sonrisa, así como los ojos centelleantes. Hacía tiempo que no se sentía así por alguien.

— Que lo pases bien, te esperamos para cenar — mostró Lora otra sonrisa comprendida, sabía de sobras el sentimiento de la joven pues también había pasado su etapa cuando era joven.

Lana estuvo a punto de asentir, cuando de pronto escuchó la voz de Jean objetivando:

— Cenamos fuera, señorita — informó y una sonrisa traviesa se avecinó, una que la joven empezaba a normalizar en él. Lana abrió los ojos como platos, entreabrió ligeramente los labios, incomprendida ¿cuáles eran sus intenciones?

— ¿Fuera? — preguntó exaltada. Si los latidos del corazón no le llegaban a la boca poco le faltaba.

Jean posó su vista en ella fundiendo los ojos en su cuerpo, recorriendo cada centímetro con sumo cuidado, sin disimular, como si le diera igual que lo juzgaran.

— Si me lo permites, siempre con tu consentimiento, señorita Lana.

— Bien — retomó ella la compostura, no deseaba ser tan evidente.

— Oh de acuerdo, pues que lo paséis bien — alzó Lora las manos en forma de sorpresa.

Lana se dirigió hacia el ascensor, cuando llegó a la habitación fue al baño directamente, se miró al espejo: hoy tenía en posesión un mejor aspecto. El cabello caía sobre su espalda, quizás tendría que cortarlo un poco porque contaba con más pelo que cuerpo. Seguidamente se lavó los dientes y soltó aire tratando de oxigenar su cerebro, estaba descontrolada, ni ella misma se reconocía.

Se preguntó cómo la vida podía cambiar tanto en cuestión de días, hacía poco estaba en Stockton llorando desesperada por la desaparición de su tía y ahora estaba en San Francisco con un chico que había conocido el día anterior, sin embargo, con un Dylan retenido en un calabozo. Trató de no pensar demasiado e ir directamente hacia al mostrador sintiéndose viva porque aquel chico — que a pesar de haberlo conocido desde hacía un día — despertaba algo que no era habitual.

Volvía a sentirse como una niña adolescente flotando en una nebulosa con manchas de luz muy tenues, al fin y al cabo, estas eran otras galaxias con inmensas estrellas, pero a grandes distancias una de la otra.