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Chapter 4 - Capitulo 4

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—¡Cuidado! —La mujer se abalanzó sobre el joven y este, sorprendido, intentó empujarla.

—¡Emely, reacciona! —La mujer abría su boca e intentaba morder al joven, quien estaba en el suelo forcejeando.

—¡Ayúdenlo! —Gritó la mujer, quien vio la escena temblando.

Los otros dos hombres se acercaron agarrando a la mujer de los hombros, intentando separarla. Esta se abalanzó sobre el que estaba a su izquierda y abrió la boca, mordiendo su brazo.

—¡Ahhh! —Soltó un grito para luego alejarse, sosteniendo su brazo que empezó a sangrar.

Nadie notó cuando Dean se acercó con una navaja en mano y la incrustó en el cráneo de la mujer convertida. Esta inmediatamente se dejó de mover. Dean quitó la navaja y la mujer se desplomó sobre el cuerpo de su hermano, quien lloraba mientras abrazaba el cadáver de la mujer.

Vio al hombre mordido, quien soltaba algunos quejidos de dolor agarrando.

—En el cráneo, busquen un arma para protegerse para que algo así no vuelva a suceder —Dean se dio la vuelta, dirigiéndose al joven que estaba parado sobre unas hojas, lo miraba con ojos adormilados. Había sido levantado por los gritos.

La luna se estaba poniendo. Todos se encontraban en una cueva, esparcidos por el lugar. Dean se encontraba acostado sobre unas hojas, su guardaespaldas sentado a un lado y, frente a él, el joven que había arrancado las mangas de la camisa que traía puesta para mojarlas en el agua que había logrado conseguir en la mitad de un coco, para colocarla sobre la frente de Dean, quien temblaba y hervía en fiebre.

Por otro lado, estaba el hermano de Emely cuidando al hombre que había sido mordido por su hermana, quien estaba aún peor. Él vomitaba sangre por momentos.

El joven blanquecino había logrado prender una pequeña fogata con dos piedras, lo cual mantenía el ambiente un poco cálido. El hermano de Emely lo miró unos segundos mientras se apoyaba en la pared de la cueva.

El joven era extraño, solo llevaba una camisa y había joyas en su cuerpo. Sus manos estaban adornadas con brazaletes de oro, al igual que en sus orejas colgaban argollas con gemas pequeñas, pero que brillaban suavemente con la iluminación de la fogata.

A pesar de la situación, el joven no tenía ni una pizca de suciedad sobre su cuerpo. Incluso sus pies estaban limpios, sentado sobre unas hojas de palmera que el guardaespaldas había traído para él y lo que parecía su jefe, que estaba en la misma situación.

El joven cambió el trapo en la frente de Dean. El agua se había acabado. El joven arrancó un poco de las hojas en tiras largas y sus manos se movieron con agilidad sobre las tiras, trenzándolas de manera rápida. En media hora tenía un par de sandalias, las cuales ató a sus pies. Se levantó y cogió la mitad del coco que antes contenía agua.

—Yo iré, es peligroso —Josh se levantó, pero el joven negó.

—No, quédate aquí. Si te vas, no habrá protección en este lugar. Protege a tu jefe. Regresaré rápido —El joven, sin esperar respuesta, se fue.

Después de caminar por unos 15 minutos, llegó al arrecife donde encerraron a las sirenas, pero notó algo que lo hizo fruncir el ceño. Miró con detenimiento el arrecife y notó lo extraño: ninguna sirena estaba dentro.

Es imposible que pudieran mover el derrumbe de rocas debajo del agua. Solo queda una opción.

El sonido de algo moviéndose detrás de él lo puso alerta. Se dio la vuelta con rapidez y notó varias miradas en diferentes direcciones. Sirenas sin ropa, con apariencia de humanos, lo miraban soltando ruidos. ¿Evolucionaron tan rápido? Incluso pudiendo esconder su presencia.

Varios corrieron en su dirección soltando ruidos. Del joven salió una brisa helada. En menos de tres segundos, los que se abalanzaron contra él fueron congelados. Varios empezaron a correr en su dirección. El tritón alzó su mano y varias estacas de hielo puntiagudas se formaron, perforando el cuerpo de varias sirenas. La sangre salpicó, pero no pareció importarle al joven. Varias sirenas huyeron. Lo que notó es que no había muchas, lo que significaba que se habían esparcido por la isla. Empezó a correr en dirección a la cueva, pero no notó movimientos cerca de ella. Entró corriendo y se detuvo frente a todos, quienes al verlo manchado de sangre se alarmaron.

—Las sirenas se convirtieron... en humanos —soltó, mirando a todos, deteniendo su vista en Dean.

—¿Qué mierda dices? —el hombre que había sido mordido se levantó con brusquedad. Sus ojos estaban inyectados en sangre y sudaba profusamente. Se acercó al joven con agresividad.

Josh se levantó y al ver al hombre acercarse así al joven, quien aún respiraba agitado por haber corrido hasta aquí, el hombre empezó a soltar ruidos ilegibles y se abalanzó. Josh lo pateó antes de que pudiera tocar el cuerpo del joven.

El cuerpo del hombre se retorció en el suelo y soltaba gruñidos. Todos se levantaron, menos Dean, quien seguía inconsciente. El hombre se levantó y se abalanzó sobre Josh, pero este le tiró un derechazo con fuerza, aturdiendo al hombre que se había convertido. Sus ojos se hicieron completamente negros.

El joven se acercó a Dean, cogiendo la navaja en su cintura, y se dio la vuelta para ver a Josh tirado con el hombre encima. Los demás estaban pasmados, sin hacer nada. Rápidamente, se acercó y apuñaló el cráneo del hombre con fuerza, tanta que incluso soltó sangre por la boca.

El cuerpo se desplomó y Josh lo empujó a un lado. Miró al joven y asintió en agradecimiento.

—Pudieron haber ayudado —dijo el joven, quien miró a los dos hombres y la mujer con ojos entrecerrados, pero fue interrumpido por Dean, quien empezó a toser sangre. Josh se acercó con rapidez, sujetando a Dean, quien parecía tener convulsiones.

—Él... —La mujer lo señaló— ¡Se convertirá!... igual que él —señaló al cuerpo del hombre tirado en el suelo.

—¿Qué dices? —Josh se volteó con enojo para mirar a la mujer, quien hasta ahora no había dicho palabra alguna.

—¡Es verdad! ¡Tienen los mismos síntomas! ¡Se convertirá! ¡Podría morder a alguien! Ustedes —miró a los dos hombres—, tu hermana fue mordida, se convirtió y convirtió al hombre de ahí. ¿Quieren ser mordidos también?

—Será mejor matarlo antes de que se convierta —habló uno de ellos.

Josh los miró con enojo y dijo:

—Él salvó su vida matando a tu hermana. ¡No fue mordido! —La mujer se acercó a Dean y levantó la basta del pantalón de este, mostrando una herida aún fresca.

—¿Y qué es esto?