Chereads / Najamura / Chapter 3 - 2. Un encuentro inesperado.

Chapter 3 - 2. Un encuentro inesperado.

El clima parecía que cobraba vida. Ya que la tormenta estaba más embravecida que nunca. Y como ya estaba haciendo frío dentro de la casa, Carmín encendió la chimenea.

La sala de estar no tenía sillones. En su lugar había dos pequeños montículos de paja; la mesa de madera, que estaba al otro lado, era un trozo de madera circular apoyado de un tronco de madera; de igual manera eran las dos sillas pequeñas. Alex prefirió sentarse en la paja.

Carmín fue a su humilde cocina que consistía en una estufa de lata, un fregadero de madera y una alacena de madera rústica. Sacó los panes que tenía envueltos en una tela.

—¿Quieres té o café? —preguntó.

Alex sintió una leve corazonada.

—No sé por qué, pero siento como que siempre me ha gustado el café.

—¿El aroma te hizo recordar algo más?

—No. Solamente me hizo sentir ese deseo de beberlo.

—Algo es algo —dijo con una sonrisa.

Sirvió las dos tazas de café y junto con los panes los llevó en una bandeja de madera. Se sentó al lado de él y dejó la bandeja con las cosas en el piso.

Alex tomó el pan. Estaba tibio. Dio un bocado y su paladar se deleitó. Luego tomó un sorbo de café, que por cierto estaba dulce, y su paladar se deleitó todavía más.

—¿Te gustó?

—Todo está muy exquisito.

—Es la primera vez que alguien prueba mi pan.

Alex sintió un nudo en la garganta.

—¿En serio nunca ha venido a tu casa?

—Lamentablemente no.

—¿Acaso no tienes familiares?

—Creo que viven en la capital.

—¿Y amistades?

—Tampoco.

—¿Y por qué?

Carmín exhaló.

—Desde que murieron mis padres, decidí tener una vida austera. Muchos hombres vinieron a mi hogar con intenciones de casarse conmigo a cambio de tierras y una vida acomodada, pero nunca me interesaron. Siempre quise vivir sola.

—Hasta que yo llegué.

—Hace cinco días, durante la noche, escuché un ruido que venía desde el cielo. Salí de mi cama y me asomé por la ventana. Era una bola brillante que caía en dirección al sur. Y cuando se estrelló, fue tan ensordecedor que creía que iba a quedar sorda. Así que me vestí, salí de mi casa y corrí hacia allá. Fue allí cuando te vi. Pensé que habías muerto, pero, al escuchar que respirabas, no dude un segundo y te traje hasta aquí entre mis brazos.

—¿Tantos días estuve inconsciente?

—Sí. Y no sabes la alegría que siento al verte despierto. —Bebió un sorbo.

—Y también me curaste.

—Solamente te puse los vendajes. No hice nada de otro mundo. —Comió un pedazo del pan.

—Es por eso que he decidido ayudarte. No puedo permitir que ese tipo te siga haciendo más daño.

—Estoy enormemente agradecida de que estés haciéndome compañía, pero no creo que puedas ayudarme a conseguir dos monedas de oro.

—Cuando me estuve vistiendo, vi que también en el armario había un bolso. ¿Ese es mío, verdad?

—Sí. Estaba en medio de los escombros cuando te rescaté.

—Tal vez si saco algo de allí, podría venderlo en la ciudad. Así podrías pagarle a ese imbécil.

—¿De verdad harías eso por mí?

—Claro. Con tal que no te vuelva a hacer… tú sabes.

—Entonces mañana en la mañana iremos a la ciudad. Muchas gracias. —Sonrió.

Alex se puso nervioso ante esa mirada. Bebió lo restante.

—No es nada.

Después de comer y beber, se dieron las buenas noches y cada uno fue para su habitación.

Muy temprano por la mañana, cuando el sol apenas estaba saliendo desde la cordillera, Alex fue el primero en levantarse. Abrió el armario y sacó el bolso (que era más bien una mochila de color verde oscuro), lo colocó encima de la cama y lo abrió. Dentro de esta, lo primero que vio fue una fotografía. La miró por unos momentos y sintió que su cabeza iba a estallar. Pues resulta que en esa foto, no solamente recordó quién era él, sino que también recordó quiénes eran ese hombre y esa mujer que aparecían allí.

De repente, Carmín entró a la habitación. Al ver que de nuevo Alex tenía sus manos en su cabeza, se asustó.

—¿Estás bien?

Alex bajó sus manos y la miró con seriedad.

—Ahora recuerdo quién soy. —Mostró la foto—. Y sé quiénes son ellos. Pero no recuerdo cómo llegué aquí. Tal vez, si sigo buscando, encuentre respuestas.

Carmín juntó ambas manos y sonrió.

—Lo importante es que ahora sabes quién eres.

—Sí. Mi nombre es Alex Miles. Capitán de la nave espacial: Marco Polo. Mi tripulación eran esas dos personas: Lukianos y Juliette. Si tan solo supiera dónde están… pero bueno. Primero veremos como solucionar este problema y después sigo indagando en lo demás. —Continuó hurgando.

A los pocos segundos, de entre los papeles, notas y cuadernos, encontró algo que podía llamar la atención. Lo sacó y se lo mostró.

—¡Guau! ¡Qué hermoso anillo! —exclamó Carmín—. ¿Pero no será un objeto muy valioso para que lo vendas?

—En este momento, lo que más me importa, es que no salgas lastimada.

—Eres muy lindo.

Alex rio nerviosamente.

—Ya tenemos algo para vender. Desayunemos y después vamos a la ciudad.

Después de haber comido pan y esta vez haber tomado café con leche, ya que a último momento Carmín se acordó que tenía leche fresca que una señora le había regalado el día anterior cuando iba de camino hacia Vaum, los jóvenes ya estaban listos para salir.

El sol estaba tan radiante que Alex tuvo que colocar su mano en la frente para que sus ojos se adaptaran.

El camino hacia Vaum consistía en un amplio sendero que comenzaba desde el otro lado del bosque hasta colina abajo, justo en la garita de la ciudad. La casa de Carmín estaba justo en donde terminaba el bosque y comenzaba la bajada. La distancia entre la cabaña y la garita no superaba el kilómetro.

Alex comenzó a bajar con mucho cuidado, ya que vio que el sendero estaba muy accidentado. Lo bueno es que no estaba tan empinado, así que no le costó agarrar el ritmo. No obstante, Carmín bajaba como si nada. Puesto que ella estaba acostumbrada, desde la niñez, recorrer ese tramo.

Después de llegar al final del sendero, Alex quedó impresionado con el tamaño de la garita. Miró a ambos lados los muros y se dio cuenta de que arriba había arqueros.

Vaum se consideraba una ciudad fronteriza, ya que desde ese lugar hacia el norte comenzaba el reino de Ilved. Aunque en realidad el reino comenzaba desde el Bosque de Ol, famoso por supuestas apariciones de espíritus de difuntos.

Alex y Carmín cruzaron la garita sin problemas. Incluso los guardias no dijeron nada. Eso le llamó poderosamente la atención a Alex. No obstante, no hizo ningún comentario.

Llegaron a la avenida principal y Carmín apuntó hacia la izquierda.

—Por esa calle está la joyería. Después de que le vendas el anillo, volveremos a la calle principal y caminaremos hacia el fondo. —Apuntó hacia esa dirección—. ¿Ves esa iglesia?

—Sí.

—Allí está la iglesia dedicada a la diosa Najamura. Debemos pedirle su bendición cuando tengamos el dinero. Para que lo bendiga y todo salga bien.

Alex sabía muy bien que no era creyente. Sin embargo, por respeto, optó por ir.

—De acuerdo. En ese caso tú le rezas. Ya que yo no soy creyente.

—¿No crees en los dioses?

—No. Pero te acompañaré de todos modos.

—Excelente. Y te aseguro que pronto creerás en ella.

—¿Por qué estás tan segura?

—Porque la diosa vive en Galaeria. Así que un día de estos iremos a visitarla.

Alex se sorprendió. Pero inmediatamente pensó que se trataba de una mujer charlatana.

—Bien. Entonces iremos. Me gustaría conocerla en persona.

—Vas a quedar impresionado cuando la veas. Bueno, ahora vayamos a la joyería.

Cuando comenzaron a caminar, una mujer rubia, con un vestido blanco, un sombrero ancho con una extraña máscara, tocó el hombro izquierdo de Alex. Este se volvió y soltó un grito ahogado. Puesto ya sabía quién era.

—¿A dónde van? —preguntó con una suave voz.

Carmín no lo dudó ni un segundo y se arrodilló.