El sonido de las espadas chocando contra las rocas llenaba el aire mientras los 300 guerreros espartanos se enfrentaban a un enemigo imparable. A su alrededor, los persas avanzaban implacablemente, el número descomunal de los persas causando estragos en las filas espartanas. El rey Leónidas luchaba en el frente, su espada trazando un arco mortal mientras intentaba abrirse camino hacia el líder persa. Pero a pesar de su valentía y destreza, los espartanos se encontraban superados en número y desgraciadamente, estaban rodeados. Leónidas no sabía cómo, pero los persas habían encontrado un camino oculto que les permitió rodear el muro de piedras que habían construido. La muerte les respiraba en la nuca y cuando finalmente la llegó, no fue en forma de espada o flecha, sino en una luz cegadora que los envolvió a todos. Y luego, cuando la luz se desvaneció, los 300 guerreros se encontraron en un lugar extraño y desconocido, lejos de su hogar y de todo lo que una vez llamaron hogar.