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Chapter 4 - 3: MUÑECOS DE TRAPO

Este es el colegio privado "Perla Santa High", conocido por albergar a los hijos de la élite y tener el mejor sistema de becas. Si, de los mejores del país, si tan solo no tuviera esos problemas internos …

Pues, en su interior y ocultos, existían dos raras reglas. "quienes tienen dinero, pueden hacer todo" y "los becados se deben apoyar".

Era la mañana del lunes, los primeros estudiantes que pisaron la escuela, se encontraron con una escena que ni siquiera los docentes o seguridad lograron responder. 

Pegado en la torre principal de la hermosa escuela, una gran pancarta de la hermana superiora con un garabato de demonio, yacía bajo título "te convertiste en tu peor enemigo, ¿donde está ella?". Todos se sorprendieron de la imagen que en segundos alcanzó a los foros de la página escolar. Sin embargo, solo un mensaje erizo las pieles de siete escolares.

°"En una simple existencia, los convierte en mis muñecos de trapo. Y si quiero, los ahogaré con su propia sangre en el lago. ATTE. El fantasma."

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— Lo hizo Nicolas, ¿no?

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Al mismo tiempo que los estudiantes regresaban a casa, en una oficina del segundo piso, iluminados por un un foco y una delgada ventana vertical, se encontraban los siete adolescentes frente al consejero Nicolas. Aunque él estaba más ocupado lavando con trapitos húmedos un sofá de dos piezas.

— ¿No fuiste tú quien lanzó esos huevos en el retiro? — preguntó theo.

— ¿sabes lo que hará mi abuela cuando se entere? — exclamó corni, tenía un aire de grandeza en sus palabras llenas de cólera.

— No me interesa perder mi tiempo con ustedes, estuve en una cita — soltó Nicolás muy alegre a pesar de estar delante del grupo de estudiantes y luego, señalar a un sofá con pintura entre dos armarios — Ella es clara, yo la compré y rogué que me dejaran tenerla aquí. Ahora, debo limpiarla.

Ni siquiera alcanzaron a demostrar asco por sus palabras, cuando el zumbido de sus celulares los obligó a bajar la cabeza.

°"Si quieres, puedes ser el siguiente muerto".

Justo después de eso, escucharon un golpe sobre la ventana. Todos voltearon, hacia la espalda de un adolescente con el mismo uniforme colgado.

Parecían vacíos, sin alma, sin respiración y solo con su propio eje que los mantenía parados expectantes, mientras aquel cuerpo por gravedad, giraba lentamente. Hasta que Nicolas finalmente despertó, cuando caminó hacia la ventana. Dando fuertes pisadas, mientras las respiraciones de los adolescentes y sus piernas fallaban como si fueran gelatinas. 

Corni fue la primera en caer, sujetada por el brazo de Arthur sus piernas flaquearon pero su rostro se quedó sobre aquel cuerpo que terminó de mostrar su rostro.

Era un maniquí.

Nicolas fue el primero que respiro, un gran respingo que lo dejó apoyado sobre su estante, antes de regresar con los adolescentes. Mientras su profundo miedo se calmaba por una más estoica o marchita.

Quiso calmarlos, dejarles en claro que estarían bien y que se fueran a casa, pero tampoco sabia que es lo que verían una vez que salieran de la torre.

— Chicos — habló Nicolas, tratando de llamar la atención de los chicos, cuando Theo se abalanzó a abrir la ventana — oye, espera.

— ok nicolas, basta con esta mie … Detente ya — se interrumpió Corni muy enojada al intentar sujetarse con el escritorio.

— yo no eh sido — aviso el adulto y señalo al sofa — eso lo hizo ese idiota, ¿porque dañaria lo que amo?

— No me importa si es Nicolas o no — susurro Bruno — aunque, también puedes estar engañándonos. 

— No — detuvo kayle viendo al muñeco en manos de Theo — Nicolás puede ser un pobre desperdicio de aire, pero, nunca perdería la oportunidad de ganar dinero al ayudar a niños adinerados.

— Kayle, usa mejores palabras para ayudar — comentó el adulto.

— ¡Listo! 

En el momento que Theo habló, lanzó el muñeco al sofá. Nicolas fue el único en acercarse.

— Se hace llamar el fantasma, ¿verdad? es un demente. Oigan chicos.

Ellos voltearon, teniendo un aspecto más calmado.

— pase lo que pase, no vieron nada. ¿entienden?

No era una pregunta, era una orden directa hecha por los ojos avellanos que buscaban la consciencia de los siete.

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Esa pintura podría parecer una broma entre los estudiantes, aunque no lo fue tanto para la hermana superiora, Antonia y la directora Del Águila.

Dos fieras sin ningún sentido de comunicación más que amenazas decoradas con peticiones y halagos. Si bien no era normal verlas en una conversación, esa vez ni siquiera se trataba de una de sus reuniones escolares, era por culpa de ese "gracioso". Aunque, por primera vez en mucho tiempo estaban de acuerdo.

— Hablaré con el fundador. No quiero tener criminales en mi escuela — dijo Alison.

— Que bien, ninguna de las dos quiere tener problemas, con el fundador o con los padres de familia.

Fue lo último que dijo la superiora antes de irse de la oficina, sin darse cuenta de la frialdad en la expresión de la directora y de la fuerza que ejercía al presionar el tablero de madera de su mesa.

Realmente la odiaba, y odiaba aún más recordar que la escuela que tanto protegía, era de su padre. Aún. Por suerte la mujer sabía controlar sus emociones, nadie se daba cuenta de algún rencor o odio, solo su hijo y heredero de la escuela.

Aidan Del Aguila.

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Los días pasaron, y los siete adolescentes trataron de cubrir sus preocupaciones. Corni y sus amigos, iban a ir a la fiesta de la ciudad, talia arreglaba su experimento, Bruno lidiaba con el grupo de fútbol, los gemelos Chang mantuvieron sus travesuras, Kayle leía de su típico pequeño libro y Theo, como cualquier mañana del miércoles, empezaba en los vestidores del estadio después de una hora de entrenamiento matutino con una música de fondo.

Dentro de la ducha, él rascaba su melena con molestia, desesperado por los insistentes mensajes del auto nombrado "Fantasma". Era la primera vez que alguien externo a su padre lo atacaba, y lo odiaba.

« En un mundo como el que vivimos, ¿no es más sencillo dejarse llevar por el yugo? … Perdón, solo da asco su pura existencia. » 

Al mismo tiempo que los clubes deportivos se preparaban para las clases, al frente de las rejas, uniformados caminaban desde el paradero de buses y otros estudiantes bajaban de sus carros en medio del tráfico.

— ¿pago tanto para esto? ¿y solo los profesores tienen estacionamiento? — gruñó un hombre, el padre de talia.

— Papá — susurró ella, con una pequeña sonrisa al guardar su celular en la mochila — Puedo venir sola. Varios van y vienen solos — lo dijo con mucha delicadeza, tanto que su padre terminó por verla.

Tenía que admitirlo, no le gustaba ver a su hija triste. Sabía que tenía esa misma expresión hace casi una semana atrás, estaba preocupado, quería meterse en los problemas de su hija. Pero cada vez que pensaba en eso, venía a la mente su difunta esposa.

— Bien, puedes regresar a casa. Pero,

— debo llegar antes de las cinco — dijo ella y beso la mejilla de su padre — Llegaré a las cuatro.

— De acuerdo, diviértete — soltó él y cuando talia se preparaba para salir, hablo — puedes contarme todo lo que necesites.

— Claro — divago ella, tratando de encontrar las palabras. Dudo por unos segundos, hasta que el claxon de un carro la despertó — ya me voy.

Vio el carro de su padre partir. Era la única persona a quien podía hablar de sus preocupaciones aunque fuera el único a quien podía confiar. Sin embargo, si le hablaba sobre el "fantasma", podría hacer el mismo espectáculo del año pasado cuando se enteró que la hostigaban.

"Gracias "pa", pero este problema es diferente al anterior".

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Pasaron las horas ese día, cuando una extraña pancarta colgada y cubierta por una tela llamó la atención de todos los estudiantes. Ninguno, ni siquiera los docentes se atrevieron a tocarlo, asustados por malograr alguna extravagancia de la directora que se había ido a visitar al fundador.

Algunos quisieron tocarlo, pero no fue hasta el mediodía que la tela cayó.

En ese entonces, el grado 4 "B" estaba en el estadio, Arthur Chang estaba sentado en las gradas del estadio viendo el partido amistoso de volleyball. Era una escena tan normal, que poco le importó sentir miradas sobre él, por lo menos no hasta que escuchó susurros.

— Arthur, ¿eres asmático? — preguntó una chica sentada a lo lejos.

Él no sabía qué decir.

— Tiene sentido, por eso siempre descansa entre ejercicios en clase — agregó un joven.

— Pero qué irónico que seas de una familia de cantantes. Debiste heredar la peor genética.

— paren ya — advirtió Andrew en un largo gruñido, caminando frente a ese chico y arrebatando su celular en el camino — ¿de dónde sacaste eso?

— ¡Oigan, en el patio! — grito otro chico desde la puerta del estadio.

— ¡No se pueden ir! ¡Regresen! — grito también el entrenador.

Sin remedio a ser escuchado, camino detrás de ellos.

Entre gritos del profesor, se escucharon burlas hacia los gemelos. Era una gran oportunidad para molestar a ese par que se aprovechaba de su lugar como hijos de una actriz famosa y conocidos del hijo de la directora, pero, también estaba la venganza que algunos querían tener. Aunque fuera unos segundos, y gracias a una pancarta 

« Que molestia ver la cara de Arthur Chang, un fanfarrón e incrédulo niño privilegiado que su único talento es su madre. Que desperdicio de genetica, tú asmatico.»