Willak regresó con uno de sus hombres a la aldea pantera. Se encargó de organizar la mudanza, asegurándose de que cada aldeano empacara lo necesario y no dejara nada importante detrás.
En tan solo una semana, el clan estaba listo para marchar rumbo a la tribu leopardo.
Aprovechando la presencia del calor, y los últimos días soleados previo al arribo del invierno, los hombres guiaron a mujeres, hermanos, niños y ancianos, a través de los bosques y ríos. Cargaron en sus espaldas a sus familiares, o aquellas personas que no podían moverse, y a paso firme, caminaron por zonas prácticamente desconocidas para muchos, o al menos, para Rimu fue así.
Si bien debía controlar y cerciorarse de que ningún herido empeorara su condición a causa del traslado, no podía reprimir su curiosidad por un mundo inexplorado. Como hermano jamás había atravesado los límites de la aldea. Llevaba años sin conocer lo que había más allá de la barrera.
Este viaje lo mantenía inquieto, ansioso y sumamente emocionado. Además, no podía controlar las ansias por reencontrarse con Astu y el curandero, quienes habían quedado en la tribu leopardo.
Astu no había podido acompañarlos ante la fuerte negativa de Yaax. Lo aprisionó entre sus brazos y se negó a permitir que se apartara de su vista, y por su parte, el curandero, no pensaba dejar a su retoño sin vigilancia. Lo protegía firmemente, temiendo que un simple descuido lo haría lamentarse por el resto de su vida. Sentía como si estuviese cuidando de que su delicada "flor" no fuera comida por un "cerdo".
(N/A: Hace referencia a un dicho popular)
A pedido de Yaax, la tribu leopardo preparó el terreno donde se asentarían los pantera. Se encargaron de remover arbustos, árboles y rocas que obstaculizaran el camino y podrían obstruir la visión entre ambos clanes. Asimismo, colocaron mantas y algunas carpas en caso de que los pantera no tuvieran suficientes herramientas.
Astu se paró en el ingreso de la aldea. Mirando de un lado al otro, esperaba ansioso por la llegada de Rimu. De más está decir, que Yaax permanecía junto a su pareja.
Cual estatua, se mantenía firme a su lado y miraba amenazantemente a cualquiera que posara sus ojos en él. Yaax tenía que admitir que su bebé era encantador y podía embelesar a cualquiera.
Yaax era consciente de la ignorancia de Astu. No consideraba que su imagen fuera bella o atrayente y no se enfocaba demasiado en su aspecto. Aún así, su delicada figura, ojos transparentes y dominantes, cabello largo, sedoso y oscuro como la noche, junto a un rostro que parecía tallado por el mismo Dios Bestia, aceleraban el corazón de más de uno.
Como su bebé era tan lindo, Yaax sentía la urgencia de permanecer a su lado y alejar a las molestas moscas que zumbaban de vez en cuando a su alrededor. Pero Yaax también parecía haber olvidado lo mucho que su presencia atraía miradas. Era un hombre fuerte, musculoso, valiente y seguro que tenía a las mujeres y hermanos enloquecidos.
Un gruñido sonó a lo lejos. Astu reconoció el clamor de la tribu pantera y se emocionó.
Lentamente, los aldeanos iban acercándose al lugar que se convertiría en su nuevo hogar. Pese a que había nerviosismo y tristeza, por abandonar esa pradera que por siglos había sido su tierra natal, los panteras sabían que era por su seguridad y un futuro mucho más brillante. Estaban dispuestos a creer en las palabras de su líder y seguirlo.
Willak se acercó rápidamente hasta Astu y Yaax. Intercambió miradas con Yaax y asintió. No hubo palabras entre ambos ni fue necesaria más vinculación para que pudieran comprenderse.
Enseguida Willak le indicó el camino a la tribu para que pudieran montar el campamento y comenzar a armar sus tiendas. Al mismo tiempo, Yaax le ordenó a su gente que ayudara a los pantera para que pudieran ubicarse más de prisa.
"¡Astu!"
Rimu se separó del clan y corrió hacia Astu. Con los brazos abiertos, se abalanzó sobre su querido hermano y permitió que el calor de su cuerpo se fusionara con el suyo. Lo había extrañado.
Astu sonrió y acarició suavemente su espalda. Respondió a sus sentimientos con un simple toque. Esto despertó los celos y la posesividad de Yaax, quien estiró su mano y arrebató a Astu de las garras de Rimu. Lo abrazó con firmeza y observó a Rimu con los ojos entrecerrados.
Rimu quedó atónito ante semejante comportamiento. Contempló al hombre fornido y de melena dorada que había aprisionado a su hermano y su mente quedó en blanco.
"¿Pero que…?"
Antes de que Rimu pudiera comprender la situación, escuchó la voz inquieta y enloquecida del curandero.
"¡Suéltalo ahora mismo! ¿Cómo te atreves a tocar a mi pequeño?"
El curandero se acercó hasta ellos y trató de liberar a Astu. Sin embargo, Yaax lo mantenía preso entre sus brazos y era imposible que uno simple hermano le ganara en fuerza.
Sonrió de satisfacción al notar que nadie podría arrebatarle a su bebé. No tenía rival.
Astu suspiró y miró el rostro anonadado de Rimu.
"El es Yaax, líder de los leopardos, y quien será mi futuro compañero. Hicimos intercambio de votos y solo resta la ceremonia de casamiento para que sea oficial"
Yaax infló su pecho al escuchar la presentación de su amada. Se sintió satisfecho al saber que su bebé lo consideraba su pareja y reconocía su inminente casamiento.
Pero el curandero no pensó lo mismo. Su rostro se transformó y parecía que iba a volverse loco.
"¡No! ¡Claro que no! Ya te dije que no acepto esta unión"
Yaax y el curandero comenzaron a discutir, atrayendo la mirada de los leopardos y panteras. Se había formado una escena cómica y vergonzosa, por la que el ex patriarca leopardo no paraba de reír. Se divertía con las dificultades de su hijo y la actitud nunca antes vista de su mejor amigo.
Eluney se quedó petrificada al oír las palabras de Astu. Contempló al hombre que lo abrazaba y no pudo evitar cultivar celos y envidia en lo profundo de su corazón. Consideraba a Astu como una alimaña y una amenaza aún mayor. ¿No le bastaba con robar el corazón del líder pantera que iba a por el patriarca leopardo?
Eluney había tachado a Astu de zorra; una persona que podía conquistar el corazón de hombres de gran poder. Estaba claro que clavaba sus ojos en hombres únicamente de alto estatus.
Eso solo le dejaba una alternativa: debía hacer que lo expulsaran a toda costa. Su futuro no podría ir sobre ruedas si él permanecía cerca.
Eluney se dio el visto bueno. Aceptó llevar adelante su nuevo plan y se acercó hasta Yaax. Poniendo un rostro de buen comportamiento, y de mujer dulce e indefensa, avanzó hacia el hombre y trató de llamar su atención.
"Disculpe líder leopardo. Me gustaría presentarme. Soy Eluney, la elegida por el Dios Bestia. Yo…"
Yaax miró atentamente a la mujer que había interrumpido el momento. Sus ojos recorrieron ese rostro claramente fingido, cuya voz sonaba chillona y molesta.
Frunció el ceño.
"¿Elegida?". Preguntó.
Eluney creyó que sus dichos habían captado su atención y se emocionó. Con una amplia sonrisa dibujada en su rostro siguió conversando.
"Si. El Dios Bestia me ha hablado en sueños. Sus mensajes han permitido que la tribu pantera salga adelante, pero nos hemos visto en dificultades a causa de una persona. El Dios Bestia la ha descrito como una desgracia y debe ser expulsada inmediatamente"
Eluney enfocó sus ojos en Astu mientras hablaba. Dejó en claro que se refería a él con "desgracia". Sus pupilas brillaban con desagrado y molestia al recorrer su cuerpo.
Yaax se molestó ante el obvio comportamiento de Eluney. Su cuerpo se tensó y Astu pudo percibir cómo hasta su respiración se hacía cada vez más pesada.
"La tribu pantera se negó a oír los dichos del Dios Bestia, pero estoy seguro de que usted…"
"Suficiente"
Yaax se negó a seguir escuchando a Eluney. Mirándola con severidad y molestia le dijo.
"Los sacerdotes no han tenido ninguna revelación sobre un supuesto elegido. Lo que dices no es cierto. Te advierto que no utilices el nombre del Dios Bestia como te plazca"
Yaax abrazó a Astu y lo empujó lejos de Eluney. Sentía que el aire alrededor de esa mujer se había contaminado y no era apto para que su bebe lo respirase.
El curandero y Rimu, apenas vieron a Yaax y Astu marcharse, los siguieron por detrás. Tampoco pensaban quedarse a conversar con Eluney en vista de su repulsión hacia Astu. No les caía bien y consideraban que lo mejor era mantener sus caminos separados.
Eluney observó a los cuatro alejarse y formó sus manos en puños. Resistió la ira que mermaba en su corazón y presionó los dientes con fuerza. Trató de calmarse y convencerse de que eran personas primitivas, salvajes y sin cerebro. No debía preocuparse por sus reacciones.
Simplemente debía esperar hasta que pudiera hacerles creer en su versión. Así había hecho con la tribu pantera y tenía plena confianza en que lo volvería a lograr.
Estaba segura de que un par de "señales" harían que los leopardo la etiquetaran como la elegida de Dios y escucharían sus palabras. Había ignorado la existencia de los sacerdotes, quienes sí poseen una unión verdadera con el Dios Bestia.
Son personas que han adquirido un sexto sentido para comunicarse con la deidad. Son los únicos que pueden oír, percibir y ver los designios del Dios de este plano.
Anteriormente, Eluney había tenido éxito en su artimaña ya que el clan pantera no contaba con un sacerdote. Había fallecido el invierno pasado y estaban a la espera de que apareciera uno nuevo para guiarlos.
De ahí que los pantera consideraron a Eluney como su próximo sacerdote. Sin embargo, no posee las verdades habilidades que ese puesto requiere, por lo que muy pronto la verdad saldría a la luz. Pero mientras tanto, Eluney estaba sumergida en sus conspiraciones y el éxito asegurado, que según ella, tendría su plan.
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Copos de nieve caían entre los frondosos árboles. El intenso frío provocaba que las gotas de rocío se transformaran en hielo adherido a las hojas, ramas y piedras del camino.
Eran claros indicios de que el invierno había arribado. Solo restaba esperar la aparición de las fuertes ventiscas y posibles avalanchas.
La tribu pantera ya se había asentado para ese entonces. Sus tiendas estaban bien colocadas y firmemente sujetas al suelo, listas para resistir las inclemencias del tiempo.
Alimentos, vestimenta y medicinas habían sido recolectadas y debidamente guardadas. Ambas tribus habían preparado los materiales necesarios para resistir el crudo invierno, trabajando en equipo y distribuyendo sabiamente las tareas. Nadie había pasado estas semanas sin hacer nada.
Astu observó esos destellos blancos que descendían desde el cielo. Acomodó la tela que cubría su cuello y trató de calentar su nariz enrojecida y helada. Con cada exhalación podía ver como un humo blanco se elevaba hacia el frente.
Astu no tenía forma de saberlo, pero estimaba que la temperatura había arribado a los -5°. Esto hacía imposible que los hombres salieran a cazar ya que no había animales dando vuelta. Se habían ubicado en cuevas para hibernar o emigrado hacia zonas más cálidas.
Unos brazos envolvieron el cuerpo de Astu. Sujetaron firmemente su delgada cintura y lo atrajeron hacia un pecho fornido y cálido.
Astu entrecerró los ojos con comodidad al percibir la temperatura que transmitía Yaax. Al ser un hombre con genes de leopardo, contaba con una temperatura superior al ser humano promedio. Eso hacía que Astu optara por pegarse a él.
Yaax era consciente de este hecho y le sacaba su debido provecho. Se acercaba a Astu diariamente, y bajo la excusa de actuar como una estufa humana, se pegaba a él y dejaba que sus manos vagaran libremente por su encantador cuerpo.
Se podría decir que ambos estaban conformes con la situación actual.
Yaax sostuvo a Astu con confianza, mientras observaba el entorno del mundo primitivo en el que se hallaba. Los paisajes eran bellos sin importar el feo tiempo.
Astu esperaba disfrutar de estos escenarios por largos años, y tal vez, recorrer el mundo en compañía de su hombre. Podría plantear su deseo más adelante y seleccionar el mejor momento para su partida.
Pero mientras la pareja disfrutaba de un tierno momento, aullidos y gruñidos de furia resonaban a varios kilómetros de distancia.
De regreso en lo que alguna vez fue el asentamiento de la tribu pantera, dos lobos golpeaban la nieve apilada y los troncos de los árboles. Descargaban su frustración, tras haber perdido a sus reconocidas presas.
Beno no puedo evitar maldecir al observar los alrededores desolados. Estaba claro que la tribu pantera se había marchado y desconocían su paradero actual. Era probable que no volvieran a verlos en muchos años.
"¿Qué hacemos ahora Beno?"
Beno pateó el suelo con furia.
"¿Qué más podemos hacer? Debemos informarle al líder y esperar nuevas órdenes"
El lobo de menor tamaño asintió y optó por alejarse lentamente de Beno. Sus agudos sentidos no dejaban de sonar en su cabeza y corazón. Consideraba óptimo tomar cierta distancia de Beno quien, por alguna razón, estaba de muy mal humor.
Su expresión era aterradora. Era como un lobo hambriento al que le habían arrebatado la presa de entre sus dientes. Sus ojos transmitían cierta ira, frustración y hasta un atisbo de arrepentimiento. Si bien no podía entenderlo, tenía en claro que no debía molestarlo en estos momentos.
Beno estaba furioso; fuera de sí. Había acudido a la tribu pantera con el fin de espiar el estado de los aldeanos y jamás pensó encontrarse con semejante escenario.
Los panteras se habían marchado, y con eso, Beno había perdido el rastro de ese hermano. La persona por la que había sentido un interés especial, y había determinado que sería su futura mujer, se había escapado.
Le resultaba imposible aceptar este resultado.
Beno gruñó una última vez y dio media vuelta. Le indicó a su compañero que regresaran y enseguida movió su peludo y enorme cuerpo de lobo. Moviéndose ágilmente por el medio del bosque, Beno se encaminó hacia su tribu para hablar personalmente con su líder.
Por más que los panteras se habían ido, no pensaba rendirse. No solo quería ubicarlos por venganza y para someterlos por esos largos años de lucha, sino que además, quería encontrar a ese hermano y secuestrarlo. Sería su pareja quisiera o no.