Los últimos meses han sido horribles, pienso mientras la cápsula de inserción cae directamente sobre la superficie de otro mundo, mi armadura está fijada a una de las paredes con un arnés hidráulico.
En mi casco toda la información del asalto se despliega en tiempo real, gracias a los asistentes a bordo de mi nave insignia Uroboros, los datos llegan medianamente organizados.
Las baterías antiaéreas del enemigo desatan su furia contra mis legionarios, casi dos millones de soldados me acompañan ésta vez pero gracias al apoyo de los cruceros desplegados en baja órbita los proyectiles son interceptados antes de destruir nuestras cápsulas.
Después de cinco meses peleando por el control del espacio exterior, finalmente arrasamos sus defensas y estamos listos para tomar el mundo, si éste planeta cae, todo el sector se vendrá abajo en poco tiempo, la misión no debería durar más de dos meses, destruir generadores de escudos y centros de mando.
Cuando los escudos caigan, mis naves harán llover fuego por todo el planeta, cuántos mundos he atrasado desde que él se fué... Diez, cien, mil, he perdido la cuenta.
Con una sacudida las alarmas de mi casco suenan para indicar que la cápsula se encuentra cerca de tocar tierra, los motores anti gravedad se encienden y desaceleran la caída, el suelo cruje bajo el peso del impacto.
Las puertas se abren y el arnés es desconectado, ya puedo pelear, las batallas navales en espacio abierto son aburridas, es como jugar una partida de ajedrez, muevo mis fichas prediciendo los movimientos del rival hasta que gano.
Pero aquí puedo empuñar mis armas y mover el cuerpo, con mi lanza en una mano y una espada en la otra puedo avanzar eliminando a todo el que se pone en frente mío, el primer paso es tomar el puerto espacial enemigo para desembarcar blindados y artillería terrestre.
Una tropa liderada por mi segundo al mando está en la estación espacial del elevador orbital despejando desde arriba, mi trabajo es asegurar terreno desde abajo para atrapar a los defensores en el medio.
A mí lado cientos de soldados aumentados y equipados con servo armadura marchan en silencio, el frío negro de sus placas de blindaje refleja la luz de la luna, de fondo las alarmas de la base añaden un incesante tono agudo, si mis cálculos no fallan, el tercer escuadrón puede retrasar a los refuerzos durante unas siete horas, debemos asegurar el elevador en la mitad de ese tiempo.
- Todas las tropas, avancen, no necesitan permiso para disparar, maten todo lo que se mueva - Digo por medio del canal de comunicación general.
No recibo respuesta, pero tampoco es necesaria, el generador de mi mochila ruge mientras aumento su potencia lista para correr de frente, a lo lejos los primeros enemigos se muestran en pánico tratando de armar una barricada.
Salgo disparada en dirección a ellos, a mi lado un proyectil pasa silvando hasta que impacta en el intento de barricada, volando todo por los aires, probablemente un miembro del destacamento piroclasta disparó el lanza misiles acoplado a su armadura.
Con un gesto agradezco el apoyo y continuo mi carrera, antes de que ellos pudieran reaccionar ya estábamos frente a frente y con un giro de mis armas sus cabezas caen de sus cuerpos.
Habiendo atravesado la entrada del complejo una lluvia de balas me recibe pero su calibre no es lo suficientemente alto para atravesar mis escudos, primero me encargo de la torreta automática que es más molesta, seguido de ella tres soldados caen con un solo corte de mi espada, uno más es alcanzado por un disparo de mi lanza, cinco más caen con agujeros de bala pero no son míos, el resto del escuadrón finalmente se pusieron al día.
El mapa de mi visor muestra que están tomando posiciones en las paredes cercanas a la puerta, probablemente detrás de un piroclasta que esté desplegando su escudo para proteger a los demás.
Poco a poco nuestra potencia de fuego obliga a los defensores a replegarse más y más arriba del complejo, sus líderes gritan órdenes furiosos pidiendo refuerzos pero cómo esperaba el tercer escuadrón les detuvo en seco a poco más de veinte kilómetros de aquí.
La sangre mancha el suelo, pero ni una sola gota es roja, los aliens caen por montones mientras mis legionarios apenas han sido rozados por una que otra bala.
Los aprendices de Nathan han hecho un gran trabajo con su investigación, las armaduras que portamos son más avanzadas y nuestros escudos casi impenetrables gracias a la nueva fuente de energía que encontró.
Tuve que aceptar que una niña le pusiera sus manos encima a su regalo pero por mucho que me duela admitirlo, hizo maravillas en mi armadura, esa pequeña estudió directamente con él, en cierto modo es parte de su legado.
Tras dos horas de combate hemos llegado casi al sitio de encuentro con el segundo escuadrón, hemos orillado a los alienígenas hasta un gran área abierta en el medio del ascensor, su última resistencia será ahí.
Con la fuerza combinada de ambos escuadrones irrumpimos en la sala reventando la puerta con explosivos, dentro unos seiscientos de ellos nos reciben con fuego de ametralladoras pesadas.
Granadas y toda clase de explosivos vuelan hacia nosotros pero con rápidos disparos de la pistola anteriormente enfundada en mi cadera, intercepto la mayoría de ellos haciendo que exploten lejos.
Poco a poco nuestras balas hayan su lugar en las cabezas de cada enemigo en la sala, hasta que sus números caen completamente, solo uno de ellos permanece de pie, rodeado de los cuerpos mutilados de sus hermanos.
- Nosotros moriremos aquí pero mis hermanos y hermanas los detendrán de tomar nuestro mundo - Dice, gracias a Nathan aprendí su idioma así que puedo entenderlo.
Les hago un gesto a mis hombres para que detengan el fuego, me acerco lentamente al soldado en pie y mirándolo a los ojos atravieso su pecho con mi espada, el alienígena pierde fuerzas pero con un último aliento trata de inmolarnos con una granada, detrás de mí siento que algunos de mis legionarios entran en pánico pero sin miedo permito que accione su explosivo.
Una última explosión levanta una enorme nube de polvo en la sala pero no me hizo ni un rasguño, incluso a esa distancia una simple granada no puede atravesar mis escudos.
Ahora que todos los defensores han caído podemos acoplar nuestras naves en la estación espacial y desembarcar todo nuestro ejército.
- Den la orden, que bajen todo, el segundo escuadrón irá a apoyar al tercero y el cuarto se irá conmigo para tomar las ciudades cercanas - Dije en voz alta.
- A sus órdenes mi señora - Respondió Mikael, mi segundo al mando.
Rápidamente un grupo de ingenieros de combate salió de las lineas traseras para inspeccionar mi armadura, acompañados de sus drones de reparación comenzaron a rellenar las abolladuras de mis placas y a recargar mi generador.
Por unos minutos no tengo más opciones que sentarme para facilitarles el trabajo, Nathan decía todo el tiempo que si me muevo de un lado a otro dando órdenes solo provocare que tarden más de lo que deberían.
Los leves sumbidos de la maquinaria son todo lo que escucho recientemente, salto de batalla en batalla pasando casi todo mi tiempo en las forjas arreglando mi equipo o en la enfermería reparando mi cuerpo.
El consejo accedió encantado a financiar mis acciones bélicas, probablemente porque les conviene terminar la guerra y porque me tienen miedo, no me voy a quejar de todos modos pero dirigir una campaña a gran escala es agotador incluso para mí.
Los mejores hombres y mujeres de la galaxia vinieron a ponerse bajo mi mando en un intento de extinguir la amenaza alienígena, Nathan diría que es un plan estúpido si viera lo que estoy haciendo, después de todo el era mejor que yo organizando tropas y suministros.
Desearía tenerlo aquí.