*Tock, tock, tock*
Dorien levantó la cabeza y miró con cansancio cómo su puerta era tocada otra vez, nunca desde que se convirtió en ministro tuvo que atender a tantas personas, pero desde el «accidente» en las evaluaciones para aspirantes a mago, el ministro tuvo que lidiar con innumerables problemas. En primera instancia Dorien tuvo que inscribir a casi veinte personas hasta darse cuenta de que había un problema y claramente algo había salido mal en el examen, por lo cual el ministro dejó de hacer las inscripciones y centró su atención en tratar de descubrir que había pasado. Obviamente, al ministro de magia no le tomó mucho esfuerzo descubrir la verdad, ya que las personas que vinieron a delatar al culpable no habían sido precisamente pocas, el gran problema estaba en cómo manejaría la situación para tratar de no embarrarse en el problema: puesto que el principal culpable de este escándalo era un personaje algo «delicado».
—¡Pase!—Exclamó Dorien tomándose la frente con cansancio.
Al escuchar la orden, la puerta se abrió mostrando a un niño pelirrojo algo nervioso.
—¿Ocurrió algo, Yovel?—Preguntó Dorien mirando a su familiar en la puerta aunque técnicamente ni lo conocía, ya que era un familiar muy lejano.
—Sí, sí…—Comentó Yovel entrando con apuro en la sala, cerrando la puerta inmediatamente tras entrar como si temiera que alguien más se metiera en la habitación. Sin decir el motivo exacto de su visita, el niño se acercó al ministro de magia y se quedó mirándolo en su escritorio.
—¿Pasa algo, chico? Te noto un poco nervioso: no te estreses tanto, las investigaciones recién arrancan—Dijo Dorien aunque la gran realidad es que las investigaciones ya habían terminado y en estos momentos estaba más preocupado pensando en qué castigos dar para calmar al emperador cuando se enterara del asunto. Y justamente el niño delante de él era una buena cabeza para calmar la ira del emperador.
—Sí, sí…—Repitió Yovel bastante nervioso mirando fijamente a Dorien. En la mente de Apolo usarlo a él en este momento era la mejor idea porque el ministro de magia sería más comprensivo con un familiar, pero lo cierto es que el niño bien sabía que su familia no tenía corazón cuando el asunto se relacionaba con la magia. Por lo que la idea de Apolo no servía para nada; sin embargo, el niño estaba desesperado, ya que conocía lo suficientemente bien a su familia para saber cómo resolvería el ministro de magia este asunto.
—Si no tienes nada que decir puedes irte, no estés tan nervioso por los resultados de la investigación, jovencito—Comentó Dorien con una sonrisa cansada por el día agotador, aunque en su mente ya había decidido cuál sería la principal cabeza cortada a presentar para satisfacer al emperador.
—Te-tenemos una pro-propuesta…—Dijo el niño mientras tartamudeaba de los nervios, al ver la sonrisa en el rostro del ministro, él ya sabía que esa sonrisa falsa era la peor señal posible.
—No te entiendo, niño, podrías no molestarme: estoy algo cansado tras tener que lidiar con todos estos problemas—Respondió Dorien señalando la puerta, ya estaba muy cansado y de verdad quería descansar.
Yovel vio como su pariente señalaba la puerta y le dieron ganas de llorar de repente, pero manteniéndose fuerte y conteniendo sus lágrimas, el niño logró seguir estando fiel al plan del cual dependía su vida:
—50% Por mago, el favor de un archimago y los seis culpables de que todo saliera mal.
—¿50% por mago?—Preguntó Dorien mirando al niño de arriba a abajo, revaluando su visión de él.
—Te damos el 50% del patrocinio anual de cada mago que «no» hizo trampa—Respondió Yovel rápidamente.
—Oh, vaya…—Murmuró Dorien replanteándose completamente la visión de este niño en su cabeza, claramente alguien así era más que útil para su familia y más teniendo en cuenta su corta edad—¿Y cómo planeas convencer al resto de «magos»?
—Ya lo hice, de los 89 aprobados, casi 60 aceptaron…—Respondió Yovel rápidamente—Tengo la lista de los que no aceptaron, al parecer ellos fueron los que se copiaron y se dieron las respuestas entre ellos. Mientras que nosotros aprobamos con normalidad, ¿Aceptas?
—¿Y el favor del archimago?—Preguntó Dorien mientras jugaba con su barba aparentando no importarle la idea del niño, aunque en realidad estaba muy interesado en la conversación.
—Hefesto es el culpable de todo, así que naturalmente te deberá un par de favores si es que dejas pasar alguno de sus «aprobados»—Respondió Yovel tratando de hablar con naturalidad, escondiendo profundamente los nervios que tenía en estos momentos—Tenemos identificados a los cuatro guardias que lo ayudaron, así que podemos obtener evidencia para chantajearlo.
—Ya veo, ya veo…—Murmuró Dorien jugando con su barba. Aunque su mente le estaba pidiendo a gritos que le preguntara al niño cómo es que logró comprender que Hefesto había sido el culpable de todo, incluso a él le tomó tiempo darse cuenta de por qué Hefesto quería que esto ocurriera y ni estaba enterado de que había recibido ayuda de algunos guardias. Conteniendo sus dudas sobre el tema, el ministro de magia preguntó lo último importante en el trato:
—¿Y los seis culpables de que saliera todo mal?
El niño miró fijamente a los ojos del ministro de magia y con la confianza que fue ganando a medida que avanzaba la charla dijo:
—Te doy seis nombres y si alguno de esos seis nombres deja de ser mago o ve tocado su patrocinio, todo nuestro trato sale mal y te quedas sin nada más que el enojo del emperador. Piensa, ¿Quieres a todos los aspirantes haciendo trampa mostrando que tu exámen fue una bazofia o quieres unos pocos tramposos en un examen estricto y noble?, Estás en nuestro mismo barco, Dorien, y si naufragamos lo hacemos juntos.
Inmediatamente, Dorien dejó de jugar con su barba y miró a los ojos del niño con seriedad. Ni en sus sueños más disparatados podría imaginarse que un mocoso que no tenía ni un solo pelo en la quijada podría armar semejante soborno. Sin embargo, alguien lo había elegido para que hable y ese alguien debía ser alguno de los seis nombres mencionados. Por lo que tratando de descubrir quién era la gran mente maestra que planificó este «rescate», Dorien comentó:
—Bueno acepto, ¿Cuáles son los seis nombres?
—Arma la lista de magos que se copiaron al frente de mí y luego la leo, si veo que hay uno de estos seis nombres lo tacho—Respondió el niño con más confianza.
—Mmmmmmmmmmm…—Murmuró Dorien pensativamente por unos segundos demasiados largos para Yovel, hasta que finalmente Dorien procedió a buscar un pergamino de uno de los cajones de su escritorio, agarrando un registro con la lista de inscritos al examen de magos. Al azar, el ministro de magia comenzó a anotar los nombres de la lista en un pergamino en blanco. Cuando la lista de nombres fue lo suficientemente grande para satisfacer al ministro de magia se la otorgó al niño, diciendo:
—Tienes un gran futuro como mago, Yovel. Espero que siempre recuerdes el lema de nuestra familia, llegues a donde llegues como mago.
—«No manches el pueblo»—Murmuró Yovel reflexivamente mientras tomaba el pergamino y procedía a leerlo con cuidado: notando que había como 70 personas anotadas en el papel—Está bien, los seis importantes seguirán siendo magos.
—Oh, parece que la fortuna te sonríe…—Comentó Dorien con una sonrisa bastante amplia mirando al niño—Está bien, tenemos un trato: ve y consigue mis cristales. Mandaré a los guardias a buscar a nuestros «culpables» es mejor que no hablen mucho o podrían «mancharnos».
Al escuchar que todo estaba arreglado, los ojos del niño brillaron y una sonrisa triunfante se formó en su rostro mientras se dirigía hacia la puerta para irse. Por su parte Dorien vio de forma reflexiva como la espalda del niño se marchaba de su oficina, mientras en su cabeza deseaba que por alguna casualidad del destino no existieran esos seis nombres misteriosos y que en realidad el niño fuera la única gran mente maestra atrás de este rescate.