*¡Aghgggggh!* Grito Apolo mientras abría los ojos de repente y miraba el techo del carruaje. Con la respiración alterada y sudor en el rostro, Apolo se levantó la camisa que llevaba puesta con rapidez, solo para encontrarse que no había una sola cicatriz en su abdomen.
—Solo fue otra pesadilla…—Susurro Apolo mientras ajustaba su respiración, esta no era la primera vez que el joven tenía este tipo de pesadillas, siempre cambiaban y siempre volvían a atormentar sus noches para arruinarle el sueño. No por nada Apolo siempre andaba con ojeras, desde la muerte de Helena hace 12 años el joven no había vuelto a dormir con tranquilidad.
—¡¿Ocurrió algo, joven señor?!—Grito el conductor del carruaje desde el exterior, preocupado por el grito repentino.
—No, no pasó nada…—Contesto toscamente Apolo, más preocupado en recordar los detalles de la pesadilla que en atender las preocupaciones del conductor.
—¡Me alegro entonces!—Grito el Conductor desde afuera del carruaje—Dentro de unos minutos nos reuniremos con la caravana principal: vaya preparándose para reunirse con su hermano menor.
Lejos de preocuparse por la reunión con uno de sus hermanos, Apolo estaba concentrado tratando de analizar la pesadilla. La gran verdad es que ni el mismo Apolo no recordaba exactamente como fue que murió Helena o como fue que obtuvo el anillo, lo único que el joven conocía con certeza gracias a los reportes de su familia es que Helena hace 12 años fue de aventuras con él al bosque y él fue el único en regresar. Lo que ocurrió en el bosque seguía siendo un misterio para Apolo y las pesadillas recurrentes cambiaban demasiado como para poder sacar una conclusión aceptable.
Por el momento, Apolo reconocía que todas las pesadillas tenían cuatro factores en común: en primer lugar el anillo siempre era portado inicialmente por Helena, en segundo lugar siempre se dirigían a un acantilado, en tercer lugar Helena siempre de alguna manera repetía las mismas cuatro palabras al menos una vez por pesadilla y por último lo más importante: Apolo siempre terminaba matando a Helena.
Con preocupación, Apolo miró por la ventana del carruaje para observar la gran columna de árboles negros con hojas rojas en los costados del camino. Este era el gran bosque negro, cuyo nombre provenía del hecho de que la gran mayoría de árboles del bosque tenían corteza de color negro. El bosque siempre estuvo pegado al castillo de la familia de Apolo y esto se debía fundamentalmente al hecho de que el mismo nunca fue explotado económicamente por nadie.
Para la familia de Apolo, estos árboles eran sagrados, ya que según la historia familiar: el fundador de su familia había sobrevivido a una brutal batalla absorbiendo la fuerza de uno de estos árboles. Para devolver el favor de salvarle la vida, el fundador de la familia construyó un castillo en el medio del bosque con el objetivo de que sus descendientes lo protegieran para la eternidad. Y así fue como ocurrió, ya habían pasado dos mil años desde que su familia fue fundada y durante todo ese tiempo jamás incumplieron la promesa de proteger el bosque.
No obstante, lo más paradójico de la pesadilla de Apolo era que por más que él haya crecido toda su vida en estos bosques y su familia haya estado durante dos milenios en este lugar, no había un solo registro de la existencia de un acantilado como el de sus pesadillas en estos bosques.
Durante 12 largos años, Apolo siempre salía a explorar el bosque buscando el sitio donde ocurrían sus pesadillas: tratando de obtener pistas acerca de lo que realmente pasó el día que Helena no regreso al castillo nunca más. No obstante, pese a su empeño, el joven jamás pudo hallar el acantilado, ni sus alrededores, ni alguna pista que lo acercara a la gran verdad que tanto añoraba.
Ese era el gran motivo por el cual Apolo nunca quiso abandonar este castillo; el muchacho sabía que una vez que se fuera a la capital tendría que abandonar la esperanza de poder encontrar el acantilado de sus sueños. Y más importante aún, Apolo tendría que abandonar la esperanza de descubrir lo que realmente ocurrió en su última aventura con Helena. Sin embargo, aparentemente la paciencia de su abuelo se terminó agotando y la exploración de Apolo terminó de forma abrupta sin el feliz que él tanto esperaba. Ya que en la mente del joven, la esperanza de que Helena aún siguiera viva nunca se había apagado: talvez y solo talvez, Helena no murió en los bosques negros en su última aventura y en realidad decidió marcharse del castillo para vivir su propia vida llena de alegrías, regalándole el anillo de bronce a Apolo como regalo de despedida. Pero lamentablemente, la cruel realidad es que las oportunidades de que eso fuera lo que realmente ocurrió ese último día de aventuras son minúsculas.