Eran más o menos las nueve de la noche cuando Harris arribo a la carretera principal mientras que esta vez a diferencia de unas pocas horas atrás aquel conducía con algo de calma. Sí, habíamos logrado salir ilesos de aquel infierno, aunque Milena era notable que estaba bastante disgustada.
Una vez arribamos al auto prácticamente como un alma sin vida allí se quedó, en tanto se acomodó de manera tal que su cuerpo aparentaba reposar como en cual cómodo lecho, mientras sus ojos se perdían en la imagen que a través de la ventana del auto contemplaba.
Aunque de ella no salía nada que pudiera asociar a ello, yo sabía que estaba llorando, era lo menos que podía hacer tras ver como a quien llamo amiga durante tanto tiempo había terminado de perder la cabeza frente a ella e incluso había intentado matarla.
Callado meramente la contemplaba como si Milena fuera lo único visible para mí en el mundo y lo único que realmente sentía que debía ahora de cuidar.
Con un simple gesto y habiendo con cuidado dirigido mi mano hasta la suya que sutilmente reposaba sobre aquel asiento, tras esta mirarme intente hacerle entender que realmente todo estaría bien, que no había nada de que temer y particularmente aquella sonriéndome ahora sin soltar mi mano girándose nuevamente se permitió descansar.
La noche oscura y serena que se tornó una vez salimos de aquel edificio parecía ante todo un jugo incierto del destino, un mal augurio que proporcionaba la extraña sensación de que solo había aparecido la calma ante la temible tormenta y sí, aun teniéndola allí conmigo todo aun parecía tan irreal.
Pasado algunos minutos el auto finalmente aparco frente a la torre Greith mientras Milena aun dormía tranquilamente y despertarla no era lo que precisamente yo quería hacer, pero era algo inevitable y curiosamente solo basto que yo intentase alejar mi mano de la suya para que esta reaccionara.
Con sus ojos un tanto pesados y aun adormilados un — ¿Qué sucede? ¿Dónde estamos? — de ella salió.
— Haremos una parada.
Dije queriendo guardar el secreto de tal lugar para que aquella no quisiese salir corriendo pues primero la ostentosidad se perfectamente por boca del abuelo que no es precisamente lo suyo y segundo sé que quedarse aquí no sería un asunto fácil de asumir, bueno, para ninguna de las mujeres que suelo traer lo es pues inmediatamente chocan con la realidad que estar allá arriba supone las vuelven prácticamente locas por la codicia.
Por lo que, apenas tenía unos pocos segundos hasta que su cerebro reaccionara y comprendiera realmente la situación, así que dándole órdenes a Harris y a Christian hice que Milena saliera del auto mientras Chris nos seguía y todo bueno una vez dentro de aquel aparato transcurrió como en una película.
Con un — Christian podrías indicarme en donde estamos — y con una singular mirada hacía el frente aquella nos dio a entender que ya lo había notado.
Christian aun sabiendo lo que podía suceder y lo que podía llegar a recaer sobre mi dio respuesta a ello — estamos en la torre Greith.
— Y podría preguntar ¿Qué hacemos aquí?
Pregunta que, sin dudas, aunque yo no quería me había dejado en completa evidencia.
— Te quedaras aquí un par de días.
— Y yo no tengo voz en esta decisión — increpó aquella mientras dirigía sus ojos hasta mi — sin dudas sabías que, si me lo decías, yo me negaría no es así.
Para qué negarlo lo sabía y para mala suerte la mía al verla en aquel momento tan enojada había perdido por completo mi valentía, mirarla a la cara no me atrevía y sin embargo a pesar de ello mantuve la compostura.
— No me mires así sabes bien cuál será mi respuesta a ello.
— Tengo que hacerlo me has traído aquí a pesar de que no es de mi agrado.
— A ver eso por qué.
Milena se dio la vuelta, dejo de observarme y con la cara un tanto sonrojada mientras hablaba entre dientes comentó — es un terreno que solo tú conoces, yo no tengo forma de escapar y eso solo te da ventajas a ti.
— Un momento me tienes miedo — pregunte con algo de jocosidad y ella en consecuencia gritó.
— Temerte yo a ti no tonto, solo quiero resguardar mi entidad física del lobo que eres.
— Milena no empieces.
— No empieces nada, yo no tengo culpa de que no sepas tratar a las mujeres.
Y una pelea que aparentaba no tener fin se formó, ahora bien, se entenderá que aquello solo significaba que sería el principio de una larga noche, pero una quizás de las más bonitas que podría haber llegado a tener en mucho tiempo sin tener que aparentar ser el magnate Alexander y más bien ser sencillamente yo Alexander.
Llegamos al último piso el del penth - house irónicamente mi humilde hogar en tanto Milena seguía mostrándose particularmente molesta y aunque de ella tal vez no salía palabra alguna solo valía con ver su rostro y la restricción en su cuerpo como para hacerse consciente de ello.
Cuando el ascensor se abrió Milena se encontraba de brazos cruzados y sintiéndose ahora en libertad aquella salió dispara del interior adentrándose al gran salón.
Christian en vez de defenderme no paraba de reír entre dientes, realmente ver nuestras peleas era algo que particularmente era jocoso para él y burlarse era lo único que a sinceridad hacía.
El contener la risa hizo que sus ojos se humedecieran por las lágrimas y aunque no lo quería admitir sabía que era a causa de nosotros dos.
— Y ahora que te sucede a ti.
— Nada Alexander — increpó intentando contener con creces el estallido que la risa buscaba hacer salir de él — más bien toma, ella te espera.
Haciéndome salir del ascensor con un leve empujón una vez entrego las cosas de Milena a mis manos Christian marco el tablero y de allí rápidamente buscaría salir huyendo pues para nada quería estar, una vez empezaran a rodar las cabezas.
Desde el ascensor antes que las puertas se cerrasen la risa de aquel se escuchó, el idiota realmente se estaba burlando de mí y de cómo Milena me traía casi en sus manos y la forma tan curiosa que tenía de responderme como si particularmente yo me encontrase peleando contra mi propio reflejo.
— Recordatorio, debo de despedir a Christian — pensé algo molesto, aunque sabía que en realidad la energía del momento era lo que me hacía formar tales pensamientos.
Tomando valor la miré y aunque no quería me atreví a acercarme a ella — y bien ¿Qué te parece?
— Que, que me parece preguntas, pues que es una jodida locura.
— No te gusto Milena, porque realmente a mí me encanta.
— La vista es bonita pero definitivamente no va conmigo, simplemente es demasiado, a donde quiera que mire hay algo diferente y nuevo para ver y es muy abrumador.
Y tal y como pensé de ella sobre vino la pesadez, nada de lo que vio la impresiono ni mucho menos la inmuto, Milena simplemente no tenía forma de ser comprada con algo material cosa que era evidente en su forma de actuar.
— Deja de ser tan arisca y más bien escucha — habiendo dejado una de mis manos libres, la hice que se girara hacía mi pues quería que me viera a la cara para que se diera cuenta de que yo era bastante sincero en lo que diría.
— Milena, no importa en qué situación estés involucrada o que estemos peleados por una u otra razón, más bien ante ti ahora afirmo que esta será siempre tu casa y quiero que lo tengas siempre presente, la torre Greith es tu casa y siempre lo será, por tanto, no recibiré un no a cambio.
Instantáneamente me escucho decir aquello sus expresiones sutilmente se suavizaron, el enojo de sus ojos se esfumo y el nudo que había formado tras cruzar sus brazos se aflojo, su carita tierna había cobrado vida en un segundo y yo quería que esa misma actitud ahora más alegre permaneciese en ella por el resto de la noche, así que tras acariciar su mejilla con mi pulgar la acerque a mí y deposite un beso en su frente.
Sus ojos tras ello se iluminaron como los de una niña al mirar algo sorprendente, tanto que por un momento yo era capaz de ver a la Milena de antes o mejor dicho la pequeña Ava que saltaba, jugaba y hacía travesuras a mi lado por doquier.
Algunos segundos después tomándola de la mano la guie residencia adentro, atravesando el pasillo dimos con la cocina y habiéndose aquella abierto ante nosotros tras dejar sus cosas en una silla del desayunador cuestione — tienes hambre, imagino que no has tenido tiempo de comer nada aún — repuse mientras me deshacía del saco y la corbata en ta nto desabrochaba las mangas de mi camisa.
— La verdad no y tengo mucha hambre.
— Bueno, entonces como Anni hoy no se encuentra aquí seré tu chef personal.
— ¿Quién es Anni?
— Es mi ama de llaves, hoy precisamente le di el día libre porque debía ir a hacerse unos exámenes así que estamos solos.
— ¿Como que solos? Ella entonces también vive aquí.
— Sí, es más cómodo para ella para así llevar a cabo su labor, pero los días en que ella tiene que hacer algo personal ella tiene permiso de regresar a casa y regresas hasta que se sienta lo suficientemente cómoda tal y como ocurrió precisamente hoy.
Con total atención Milena me observaba al tiempo que ambos conversábamos en tanto yo iba y venía de un lugar a otro tomando algunas cosas de la alacena y otras del refrigerador.
— Imagino que debes estar bastante cansada, así que te propongo algo antes de empezar a amar todo esto.
— Puedo preguntar ¿Qué?
— Más bien te voy a mostrar.
Rodeando la encimera tomé sus cosas en una mano mientras que la otra la extendí en su dirección, Milena suavemente al verla como suspendida a su costado esperaba se sostuvo y sin rechistar me siguió.
Pasillo adentro caminamos y habiendo llegado a mi recamara deje sus cosas a un lado sobre uno de los armarios que se encuentran más próximos al baño e indicándole.
— Te traje aquí para que te pongas cómoda, si abres la cortina encontraras un jacuzzi, perfectamente puedes relajarte en él o si prefieres puedes darte un baño, la ducha está a tu completa disposición, quítate toda esa molesta ropa y deja que tu cuerpo descanse del estrés de este día, no temas por mí, puedes bien echar cerrojo a la puerta si piensas que intentare sobrepasarme, está en tu derecho el dudar de mi si así lo sientes.
Aclarado aquello dejé salir de mí una delicada sonrisa sin malicia y sin interés que proporcionara a Milena la suficiente confianza como para sentirse segura y dándome la vuelta pretendí salir de allí.