Abro mis ojos algo sorpresiva mientras con la mirada intento descubrir en donde me encuentro puesto que la última imagen que ronda en mis recuerdos es haber tenido en frente de mi la figura de Alexander y a causa de aquello busco levantarme de donde me encuentro, pero término particularmente siendo detenida.
— Recuéstate aun no te puedes levantar — me indicó una voz mientras sentía como las manos de aquella persona eran acomodas sobre mis hombros.
— ¡María! — Recalco tras verle — ¿Dónde estoy?
— En tu recamara, Alexander te trajo cuando te desmayaste, dime ¿Qué fue lo que ocurrió?
Y la pregunta probablemente más incómoda para contestar se escucho — nada María, solo me desmaye.
Desde el fondo de la habitación tras yo simular dar aquellas palabras con firmeza prácticamente intentando no dar más detalles se escucho decir con un tono un tanto burlesco e incomodo — te conozco muy bien Milena como para darme cuenta de que lo que dices no es del todo cierto.
Nerviosa cuestione — Manuel — cosa que me llevo directamente a buscarle con la mirada.
— Sí, soy yo.
— Pero ¿Qué haces aquí? — desorbitando los ojos y mientras mi boca quedaba abierta de par en par exclame aquello sin tardar.
— Como que, qué hago aquí, es más que lógico no.
Y si, efectivamente la aparición del tan temido interrogatorio de manos de aquel surgió casi como un policía acusando a un delincuente de forma abierta; aquellas preguntas fueron una a una descargadas sobre mi sin descanso y sin tener otra opción o siquiera la más mínima oportunidad de negarme y simplemente tuve que dar respuesta.
— Bien, te contestare, pero antes de hacerlo quiero que me prometas que no lo renegaras de más...
— No te lo prometo del todo, más si puedo intentar ser un poco suave con él.
Así por un momento aquella conversación tomo vuelo y con rapidez tuve que dar respuesta antes de que perdiese aquel los estribos cosa conociéndole que presumía no quedaría demasiado tiempo para que ello surgiera y tal y como lo pensé no paso demasiado tiempo tras decir una pequeña frase que daba sentido a todo lo ocurrido cuando aquel salió despedido de allí como un rayo en la noche.
— ¿Qué le ocurre María? — cuestione tras ver como aquel desaparecía.
— La misma pregunta me hago yo mi niña, la misma pregunta me hago yo.
Así entre conversar con aquellos, los chequeos del doctor y entre una y otra ocurrencia de quienes allí se encontraban el tiempo paso volando mientras la preocupación tejía hilos de entrañable trampa muy de lleno en mi conciencia.
Casi media hora después Manuel regreso pero tras ello aquel no dijo ni una sola palabra, más bien ya allí aquel parecía ser una estatua viviente puesto que no hacía nada más que observarnos y quedarse de brazos cruzados acomodado en una silla en un rincón de la habitación hasta que pasado el tiempo entendí el porqué lo hacía.
Algunos segundos después Alexander entro acompañado por Christian quienes fijaron sus ojos en mi desde que pudieron llegar a dar conmigo.
— Como te sientes, Milena nos tenías muy preocupados a todos.
— Algo cansada pero bien Christian, gracias por preguntar.
La conversación que de ello surgió trajo ante nosotros un sin fín de sorpresas algunas no tan gratas y otras inesperadas.
Manuel consciente de lo que sus palabras eran capaces de traer de por medio tras ponerse de pie mientras continuaba cruzado de brazos se acercó a la cama y tras toser levemente hizo que entre nosotros quienes le dábamos rienda suelta a nuestros labios nos calláramos en el acto.
— Bien, tengo algo importante para decirles, hace un momento estuve conversando con Alexander y es algo en lo cual ambos nos hemos puesto de acuerdo en vista de que tiene bastante responsabilidad de por medio.
— De que hablan, en que se han puesto de acuerdo — lance aquellas palabras temiendo recibir una respuesta no muy grata de por medio.
Alexander se acercó aun más a la cama, desde allí miró a Manuel quien extendiendo su mano en mi dirección lo incito a que hablara y luego aquel me observo a mí y tomando valor finalmente exclamó — pues Milena que yo seré tu sirviente mientras te recuperas.
— ¿Queeé?
— Nada de que — Manuel tomo de las manos a todos lo que se encontraban allí exceptuando al doctor a quien indicó con todo respeto que le acompañase a la salida e hizo que todos salieran de aquella recamara dejándonos de paso a Alexander y a mi solos allí.
— Pero que ha pasado aquí — anonada me quede algo evidentemente desconcertada con aquella imagen que aconteció.
— No es nada más que el pago por mi insensatez.
— Y tú apruebas esto.
— Digamos que es algo que no me importaría hacer contar de saber que tu mejores.
— Pues yo, no estoy de acuerdo.
— Bueno Milena, no importa que estés de acuerdo o no Manuel ha sido muy especifico con sus palabras y ha marcado con sumo énfasis que los dos no podemos hacer nada para cambiar su decisión.
— No me importa, no te quiero cerca de mi — Alexander agacho su cabeza mis palabras evidentemente eran armas afiladas que no hacían más que aumentar quizás las heridas que en su alma ya se alojaban.
Yo sabía que no me encontraba del todo bien, pero no imaginaba que las consecuencias de encontrarme aquella noche en el exterior dejarían tras de sí consecuencias un tanto delicadas en mi.
Por lo mismo de mi desconocimiento me atreví a sentarme, aleje las sabanas que cubrían mi cuerpo, me puse pie observe a Alexander a mi costado derecho para aquel momento se encontraba y tras dar no más de dos pasos me desvanecí de nuevo y como por obra del destino termine de nuevo envuelta en sus brazos.
— Te tengo — Alexander me miró con una expresión totalmente nula, en su rostro no había rastro alguno de emoción, salvo la indudable tristeza que en sus ojos se alojaba, ella sin dudas estaba allí presente y tangente y visiblemente sombría e indudablemente de la nada aquella sin dudas había tomado nuevas fuerzas.
Perdida en sus ojos yo me quede, de alguna forma aquello me hacía sentir extremadamente seducida por él cosa que en realidad debería llegar a distanciarme pero no, entre sus brazos justamente allí de alguna manera yo podía llegarme a sentir anidada y protegida aunque yo sabía que aquello estaba mal.
Mi corazón palpitaba con fuerza ahogado y desesperado como si yo me encontrase corriendo la mayor maratón de mi vida, sin dudas estaba nerviosa pues entendía que podía aquello traer de por medio pero aunque quisiera en aquel instante detenerme, por más que gritase para alejarme mi mente no era capaz de responder.
Yo soy consciente sin dudas y eh de admitirlo que si Alexander se lo hubiese propuesto, si en su mente se hubiera alojado la más mínima pizca de malicia, deseo y lujuria, si en el se hubiera despertado el más mínimo deseo de besarme y de paso lo hubiese hecho yo en mi sana cordura estoy más que segura de que no lo hubiera detenido más le hubiera dado a pesar de mi estado rienda suelta a la locura cosa que sin dudas lo hubiera disfrutado.