El grito horrorizado de Ymac resonó entre los árboles y las rocas.
La descendiente del sol, se agarró la herida de la picadura de serpiente y comenzó a saltar en un pie, su cara se deformó de aflicción y dolor, y comenzó a lamentarse.
La ñusta, corrió en busca de su amiga, y tan pronto la vio saltando comenzó a tranquilizarla.
— Yma, espera, no saltes. Tranquilízate un poco, l-la serpiente ya se fue —
Pero, aunque la ñusta hacia lo posible para tranquilizar a su amiga, Ymac solo se seguía lamentándose y alimentando el dolor con su grito afligido.
Vera no tenía opción, se acercó rápidamente por detrás y con una rama que estaba en el suelo, golpeó la cabeza de Ymac, haciendo que esta pare de gritar y se desmaye, cayendo al suelo duro de la tierra.
Con su amiga desmayada en el suelo, Vera solo pudo suspirar. Comenzó a recoger las cosas de Ymac y con todas sus fuerzas la levantó, cargándola entre sus brazos.
El cuerpo de Ymac pesa aproximadamente 56 kilogramos, mismo los cuales Vera cargó durante tres días antes de caer exhausta entre la hierba. Su respiración era agitada y acelerada, sus brazos ya no tenían fuerzas y dolían, dolían moverlos, dolían extenderlos, dolía tenerlos. Entre sus mente estaba la idea de arrancárselos, pero tampoco podía mover su cuerpo, debido al terrible cansancio de caminar por tres días sin parar.
Sus labios estaban resecos, no había podido tomar agua por temor a dejar caer a Ymac y obviamente tampoco había comido. Vera quería mucho a su amiga y por ella, haría lo que fuera incluso si eso la hería gravemente. Ya en el suelo y con respiraciones mas tranquila a Vera comenzó a entrarle sueño, un sueño placentero, se sentía como el suave abrazo de la muerte pero incluso antes de cerrar sus ojos miró a Ymac que estaba junto a ella dormida y respirando pesadamente.
— Hice todo lo que pude Ymac, lo siento —
Fue lo que pensó y entonces todo se oscureció.