El ambiente en la sala de la Familia Freya era pesado, como si el aire mismo estuviera cargado de una tensión invisible. la única persona que podía actuar como si nada pasara era, irónicamente, la que había producido esta situación en primer lugar.
Freya estaba sonriendo en su asiento como si nada malo estuviera pasando, aunque solo un momento antes Obito estuvo apunto de pelear con los miembros de su familia.
Despreocupada.
Era la palabra que el Uchiha usaría para describirla, aunque no la engloba totalmente, Freya era extraña, era lo único que el sabia con certeza.
recargo su mejilla en la palama de su mano.
La sala de reuniones, iluminada por candelabros dorados que proyectaban sombras sobre en las paredes, estaba decorada con modestamente, pero todo parecía bastante caro y de calidad. El mármol pulido del suelo reflejaba la luz de las velas.
Obito no pudo evitar notar la gran diferencia entre este lugar y el orfanato de María.
—(Aun así, prefiero el orfanato) —Obito giró los ojos.
Se tomó un momento para analizar a todos ellos. Los conocía porque eran famosos, y ¿Cómo no podrían serlo, siendo comandantes de la "familia más fuerte de este lugar"? Además, había estado reuniendo información en los días previos para prepararse para esta reunión de negociación.
Sin embargo, había algo más por lo que todos ellos eran conocidos. Aunque esa información no era algo que alguien se atreviera a decir en voz alta, todos y cada uno de ellos eran peculiares, y su pasado era un misterio. Incluso entre los miembros de su familia no había mucha información sobre ellos.
Obito había interceptado a algunos miembros de la Familia Freya de bajo rango para intentar obtener información, pero aparte de detalles sobre la estructura de su base y algunas ubicaciones menores, no logró conseguir nada útil sobre los capitanes de la familia.
Giró los ojos y miró a la persona más molesta que había conocido desde que llegó a este mundo.
Freya estaba sentada en el centro de la sala, reclinada con elegancia en su trono de madera y colchones de color vino. Su expresión era serena, casi indiferente, pero su mirada estaba fija en él, como si ya lo hubiera desnudado con los ojos.
No había necesidad de palabras; su presencia era inquietante. En realidad, la mayoría de los dioses lo eran. Todos ellos habían vivido una eternidad literal, así que probablemente ya conocían a los humanos al derecho y al revés. Tal vez por eso había estado evitando activamente cruzarse con ellos.
La forma en que los dedos de la diosa jugueteaban con la copa de vino indicaba que se estaba divirtiendo, como si todo esto fuera un juego del que solo ella conocía las reglas.
Obito odiaba la idea de ser tratado como un peón . De hecho, ni siquiera habría considerado esta reunión si no hubiera descubierto que la Familia Freya realizaba donaciones a los orfanatos de Orario.
Al lado de la diosa, Ottar permanecía en silencio, con los brazos cruzados y una postura imponente que hablaba de su fuerza física. Su mirada era analítica, pero sin hostilidad.
Obito lo respetaba un poco. Ottar no hablaba sin motivo y no se dejaba llevar por emociones innecesarias. Al menos, esa fue la impresión que Obito había recibido de él en sus encuentros, y también lo dedujo a partir de la información que reunió.
Era un guerrero puro, y eso lo hacía predecible en cierto modo. Predecible, pero eso no lo hacía menos peligroso. Tal vez incluso lo hacía más peligroso que cualquier otro en esta sala.
Más allá, los Hermanos Gulliver estaban inquietos, sus miradas llenas de desdén y desconfianza. A pesar de parecer idénticos, sus ojos de distintos colores los delataban.
Habían visto su poder de cerca, y sabían que individualmente no eran tan impresionantes, así que Obito estableció como norma separarlos si volvía a enfrentarse a ellos. Sus cuerpos tensos dejaban claro que, aunque obedecían a Freya, no estaban contentos con la presencia de Obito. Para ellos, él era un intruso, alguien que no merecía estar en la misma sala que ellos.
Pero a Obito no le importaba si merecía o no estar en este lugar. En primer lugar, él prefería estar en cualquier otro lado antes que sentado en una mesa rodeado de idiotas obsesionados con su diosa.
Allen Fromel, por otro lado, era el más irritante de todos. Se inclinaba en su asiento con arrogancia, tamborileando los dedos sobre la mesa con impaciencia.
Su expresión decía que en cualquier momento lanzaría un insulto. Obito ya lo había catalogado como alguien que merecía un golpe en la cara.
Un idiota peligroso, pero un idiota al fin y al cabo.
Hedin Selland, el estratega del grupo, mantenía una compostura tranquila, aunque sus ojos brillaban con un calculado interés.
Sería el más difícil de manejar. Hedin no era solo un guerrero; era un pensador, alguien que analizaba cada movimiento y cada palabra.
Obito sabía que tendría que tener cuidado con él.
Su reputación era conocida por todo Orario.
—Vaya, la recepción fue más brusca de lo esperado —comentó con una sonrisa burlona, observando a Allen, que antes lo había atacado.
Este frunció el ceño y pareció querer matarlo con la mirada. Luego de un momento, chasqueó la lengua y giró la cabeza.
—Tsk. No tenemos tiempo para idioteces. No desperdicies el precioso tiempo de nuestra diosa —escupió Allen con desprecio.
Obito ni siquiera le dedicó una mirada. Un idiota no merecía su atención.
En su mente, Allen era solo un perro rabioso ladrando sin sentido... aunque probablemente sería maullando, dado que tenía orejas de gato.
No valía la pena perder el tiempo con él.
Hedin intervino antes de que Allen pudiera escupir una maldición por ser ignorado por Obito.
—Para empezar esta reunión, deberíamos presentarnos —dijo sin rodeos, su voz calmada pero cargada de intención.
—No es necesario, ya los conozco a todos ustedes —dijo Obito con un movimiento desdeñoso de la mano.
Hedin frunció el ceño y lo miró a través de sus lentes.
—Terminemos con esto rápido. Yo tampoco quiero perder mi tiempo en este lugar.
Hedin entrecerró los ojos.
—Uchiha.
Ottar habló con un tono serio.
Obito frunció las cejas por un momento y luego giró sus ojos hacia él.
—No tienes que ser tan hostil.
Obito lo miró con una expresión plana.
Ottar ignoró su mirada y continuó.
—Dado que nuestra diosa te ha elegido, espero que muestres un poco más de madurez.
Obito frunció el ceño.
—Tengo 14 años —dijo, antes de señalar a Allen—. Y ese bastardo tiene como 30 y sigue actuando como un mocoso.
—¡Tengo 24, maldito cíclope!
Obito frunció el ceño y miró a Ottar, como diciendo: "¿Lo ves?".
Ottar ignoró eso y continuo.
—Mi nombre es Ottar, capitán de la Familia Freya —dijo con voz grave y sin adornos. Sus ojos, fríos y directos, se clavaron en Obito con tal intensidad que este tuvo que tomarse un momento antes de devolverle la mirada.
No necesitaba palabras para saber que Ottar era el más fuerte de todos los presentes, pero también el menos interesado en juegos ridículos. Era un guerrero puro, alguien que solo respetaba la fuerza.
A continuación, Hedin Selland se aclaró la garganta, sus movimientos suaves y elegantes. Se ajustó las gafas con una expresión de desinterés calculado, su voz cortante y distante.
—Mi nombre es Hedin —dijo con tono frío. Sus ojos lo evaluaron; él era el que más lo había estado observando, no con una hostilidad abierta, sino analizándolo, intentando comprenderlo incluso. Sus ojos eran parecidos a los de un zorro, probablemente era el único que realmente podía valorar el verdadero significado de la información—. Soy el estratega de la Familia Freya. Y tú... sigues sin convencerme.
Obito sonrió con ironía, inclinando levemente la cabeza.
—No es mi trabajo convencerte —su tono fue desinteresado.
Hedin entrecerró los ojos, claramente molesto por la falta de información que Obito permitía que sus acciones transmitieran. Al elfo no le gustaba la actitud de Obito, y menos de alguien que estaba siendo reconocido por su diosa. Obito podía notar la irritación sutil en su lenguaje corporal: una leve rigidez en sus hombros, la presión con la que sostenía sus gafas con sus dedos.
Los Hermanos Gulliver intercambiaron miradas entre ellos antes de que el mayor, Alfrigg, se decidiera a hablar. Su expresión reflejaba puro desdén, como si la presencia de Obito fuese una ofensa. Obito no recordaba cuál de los hobbits fue el que lo envió a su dimensión.
—Somos los Hermanos Gulliver —dijo con voz cortante—. Nuestra lealtad pertenece a Freya, y no necesitamos extraños entre nosotros.
—Especialmente uno que cree que puede ganarse e imponer sus condiciones a nuestra diosa —añadió Berling con los brazos cruzados.
—Sí, deberías estar agradecido de que nuestra diosa haya puesto sus ojos en alguien como tú.
—De hecho, preferiría que no lo hubiera hecho —Obito dijo con desdén en sus palabras. Su expresión era imperturbable. Sabía que en ese lugar no era bienvenido, pero tampoco le importaba. Sabía que el reconocimiento no se podía ganar solo con palabras, pero, en primer lugar, él no deseaba el reconocimiento de ninguno de los que estaban reunidos en ese lugar.
Allen Fromel, con los brazos cruzados, chasqueó la lengua y bufó. Sus ojos reflejaban abierta hostilidad, sin molestarse en ocultarlo.
—No veo para qué perder el tiempo con esto. Ya sabemos de lo que es capaz, pero eso no significa que sea digno de estar aquí —dijo con tono mordaz.
Obito lo ignoró deliberadamente, algo que solo pareció irritar más a Allen. El guerrero apretó los puños con fuerza, sus nudillos palideciendo por la presión.
Freya finalmente habló, su tono suave pero firme, rompiendo la tensión como si se tratara de un simple juego.
—Ahora que las presentaciones han terminado, podemos continuar.
La diosa sonrió, disfrutando el espectáculo, como si cada interacción solo añadiera más entretenimiento a su velada.
Esa actitud no le gustaba a Obito.
—En primer lugar, ¿por qué no comenzamos con tus condiciones para formar una alianza con nuestra familia, Obito-kun? —preguntó Freya con una sonrisa.
Obito permaneció en silencio por un momento, luego giró su cabeza para mirar a la diosa directamente.
—En realidad, preferiría que tú mencionaras qué es lo que esperas de esta alianza y, en base a eso, diré mis condiciones —Obito dijo con un tono medido, intentando captar cualquier señal en el lenguaje corporal de la diosa, pero era imposible para él saber qué estaba pasando por su cabeza.
—Bueno, ya que lo mencionas, no voy a ser muy exigente —Freya dijo con una sonrisa—. Primero: en caso de que nuestra familia necesite de tu ayuda por algún motivo, nos la proporcionarás.
Obito lo pensó un momento antes de asentir.
—Te ayudaré siempre que no hagas algo que vaya en contra de lo que yo considero correcto.
Freya asintió y luego preguntó:
—¿Por ejemplo?
—Puedo ayudarte matando a gente que crea que lo merece e incluso ayudándote en situaciones dentro del laberinto, pero no actuaré ciegamente siguiendo tus órdenes, como si no tuviera criterio propio.
Notó que Allen se tensaba, pero no se movió ni un centímetro.
—Me parece bien. Ahora, me gustaría añadir una cosa más, aunque esta petición es más personal que relacionada con mi familia.
Obito frunció el ceño y estaba seguro de que no le gustaría lo que estaba a punto de escuchar.
—Quiero que seas mi guardaespaldas cuando salga de viaje.
El silencio inundó la sala. Obito no lo dudó.
—No.
—¿Eh? ¿Por qué? —preguntó Freya mientras inclinaba su cabeza como una niña confundida—. ¿No te gustaría viajar conmigo por el mundo?
—En realidad, no —Obito dijo mientras negaba con la cabeza—. Además, ¿por qué quieres que yo sea tu guardaespaldas cuando tienes a estos tipos?
Hizo un gesto para señalar a los capitanes; la mayoría de ellos asintieron.
—Este enano en realidad dice cosas muy ciertas —dijo uno de los hobbits.
Obito frunció el ceño por un momento.
—No me malinterpretes, estoy segura de que ninguno de ellos dejaría que nada me pasara, pero el problema es que son demasiado sobreprotectores conmigo —Freya dijo con un puchero. Obito frunció el ceño, pero no dijo nada más.
—¡Ya sé! Si aceptas ser mi guardaespaldas, aceptaré a los niños del orfanato en mi familia.
—No —Obito dijo con un aire diferente en sus palabras—. Preferiría que prometieras nunca involucrarte con María y el orfanato. Si cumples con eso, puedo ser tu guardaespaldas... pero solo será por un tiempo, tengo mis propios negocios.
Obito dijo, siempre podía enviar a un clon de sombras con Freya.
Freya lo observó atentamente; Obito se tensó ligeramente.
—Siento que hay una trampa —Freya se quejó infantilmente. — pero esta bien acepto
Obito mantuvo su mirada fija en Freya por un momento antes de hablar.
—¿Esas serían todas sus peticiones? —dijo con tono neutro.
Freya asintió ligeramente y Obito relajó su postura un poco.
—En realidad... —Hedin fue quien interrumpió el alivio de Obito—. Si mi diosa me permite añadir algo más...
El elfo miró a Freya. Ella asintió con una sonrisa, como si ya esperara que él hablara.
—He notado que tienes habilidades muy... peculiares. Entiendo que a nuestra diosa no le importe entender cómo funcionan tus poderes, pero ya que vamos a ser aliados en el futuro, sería útil saber cómo funcionan.
Hedin habló lentamente. Obito frunció el ceño.
—No tengo problema con eso... siempre y cuando ustedes también compartan sus habilidades.
—Bien. —Hedin respondió sin dudarlo ni un segundo.
Obito parpadeó un par de veces. En realidad, lo había olvidado por un momento... No estaba tratando con shinobis, que sabían que la información era increíblemente valiosa. No estaba hablando con aventureros que presumen de su poder para aumentar el estatus de su familia.
Había un abismo en el valor que Obito Uchiha, un shinobi, y ellos, aventureros, le daban a la información... más aún a la información sobre las habilidades de sus oponentes.
Miró a Freya, que seguía sonriendo.
—Necesito una manera de saber que la información que me proporcionarán no será falsa —dijo Obito.
Hedin frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo más, Allen escupió sus palabras con un tono mordaz.
—No necesitamos engañarte. Esas son estrategias de los débiles —dijo el hombre gato, sonriendo con burla.
—Es por eso que solo eres un bastardo que sigue órdenes —respondió Obito con aburrimiento.
Allen lo miró fijamente, su sonrisa desapareciendo por un instante.
—No te preocupes, Obito, yo puedo prometerte que ninguno de mis niños te va a mentir —dijo Freya mientras los miraba.
Los capitanes parecían renuentes, no porque les preocupara difundir información sobre sus habilidades, sino por el simple hecho de que era él quien lo estaba solicitando.
Sin embargo, como fue algo que su diosa les pidió, aceptaron de mala gana.
Uno por uno compartieron información básica sobre sus habilidades.
Obito memorizó cada palabra, y en su mente comenzó a formular maneras de lidiar con ellos si en el futuro llegaba a ser necesario.
Cuando terminaron, Obito confirmó lo que ya sospechaba...
Todos ellos eran increíblemente peligrosos. especialmente porque todos estaban bajo las ordenes de Freya.
Ottar Nivel: 7Estilo de pelea: Guerrero cuerpo a cuerpo, utiliza una espada colosal. Su estilo es brutal y directo, basado en una fuerza descomunal.
menciono algunas habilidades que le permiten incrementar su fuerza.
Hedin SellandRaza: ElfoNivel: 6Estilo de pelea: Mago-guerrero. Usa una espada mágica y es un maestro de la magia de relámpagos.
Es por diferencia el mas inteligente de entre todos los capitanes de la familia freya.
Allen FromelRaza: CatmanNivel: 6Estilo de pelea: Lancero ágil. Se basa en la velocidad, precisión y ataques explosivos con una lanza.
menciono una habilidad relacionada con los relámpagos, aunque no profundizo en detalles.
Hogni RagnarRaza: ElfoNivel: 6Estilo de pelea: Duelista con espada , especializado en combate uno contra uno con velocidad y técnica.
Un tipo tímido.
Hermanos Gulliver (Alfrigg, Dvalinn, Berling y Grer)Raza: hobitsNivel: 5 (cada uno)Estilo de pelea: Lucha en equipo con coordinación perfecta. Usan martillo, escudo, hacha y espada, con una sincronización de molesta.
— ahora es tu turno. — dijo Hedin, mientras se acomoda sus gafas.
Obito dejó escapar un leve suspiro, observando a los capitanes de la Familia Freya con expresión neutra. Sabía que no podía mentir, principalmente porque Freya se daría cuenta de ello.
Una de las cosas que había aprendido recientemente era el hecho de que, al parecer, no se podía engañar a un dios, pues estos podían discernir cuando un mortal estaba mintiendo. Ahora bien, no era completamente infalible. La forma más fácil y obvia de evitar esa molesta habilidad era no decir ninguna mentira... en otras palabras, cerrar la boca.
Pero se preguntó si, en vez de decir mentiras, dejaba que los demás hablaran y llenaran los huecos por su cuenta... ¿eso contaría como mentir?
También había considerado otra alternativa que requería el uso de un genjutsu potente sobre sí mismo, pero pensó que sería demasiada molestia.
—Mis habilidades... —murmuró, cruzándose de brazos—. Digamos que soy un peleador versátil. No me limito a un solo estilo de combate.
Hedin entrecerró los ojos, claramente esperando más detalles.
—¿Eso qué significa exactamente? —preguntó con su tono frío y analítico.
Obito giró la cabeza levemente, evaluando su respuesta.
—Que puedo adaptarme según la situación. Si necesito pelear a corta distancia, puedo hacerlo. Si la batalla requiere ataques a larga distancia, también tengo medios para eso —dijo.
Allen bufó con burla, pero no dijo nada.
—Supongo que ustedes vieron mi combate, ¿no es así? Pueden saber que no miento gracias a eso —replicó Obito sin inmutarse. Luego añadió—: A fin de cuentas, no somos aliados de confianza todavía.
Obviamente, reprochaba el hecho de que, a pesar de que todos ellos mencionaron sus estilos de combate, en realidad no podía comprobarlo hasta que los viera pelear. Aunque Allen y los hobbits fueron bastante acertados con sus descripciones sobre sí mismos.
Ottar, que hasta ahora se había mantenido en silencio, habló con su voz grave y firme:
—¿Eres un guerrero? ¿Un mago? ¿O algo diferente?
Ottar parecía más curioso que cualquier otra cosa.
Obito giró los ojos en su dirección.
—Diría que soy más bien un combatiente que usa tanto habilidades físicas como algunas técnicas especiales —dijo con calma—. Puedo usar cualquier arma que tenga filo, pero prefiero una katana recta o un kunai.
—Armas del Occidente —mencionó Hedin.
Obito casi sonrió. Podía ver cómo el cerebro del elfo comenzaba a analizar, pero él nunca podría llegar a la conclusión de que Obito no era de este mundo.
Los Hermanos Gulliver intercambiaron miradas con un ceño fruncido. No les gustaba lo ambiguo que era, pero tampoco podían decir que estuviera mintiendo.
—Eso no nos dice nada —gruñó Berling.
Obito sonrió con ligereza.
—Bueno, si les sirve de algo, puedo moverme sin ser detectado con bastante facilidad. También tengo métodos para obtener información que otros no pueden. Y, en términos de supervivencia... puedo garantizar que soy muy difícil de matar.
Los capitanes de Freya guardaron silencio por un momento.
Casi parecía una amenaza, pero en realidad, la mayoría de las habilidades que Obito mencionó ya las había demostrado.
Hedin suspiró, ajustándose las gafas con una leve sonrisa burlona.
Obito lo miró sin cambiar su expresión.
—No veo por qué debería revelar más información de la necesaria.
Freya, que había estado disfrutando la conversación en silencio, finalmente habló con una sonrisa divertida.
—No te preocupes, Obito-kun. Mientras cumplas con nuestra alianza, no necesito conocer cada detalle de tus habilidades. Aunque debo admitir que me da mucha curiosidad verte en acción.
Obito no respondió a eso. Sabía que, tarde o temprano, tendría que ayudar a la familia Freya, o luchar contra ella, Y cuando ese momento llegara, prefería que todos ellos estuvieran tan poco preparados como fuera posible.
Hedin lo miró con una mezcla de desconfianza y diversión.
—Bien —dijo el elfo—. Si eres tan versátil como afirmas, entonces supongo que lo veremos con el tiempo.
Obito no respondió, pero la advertencia no pasó desapercibida.
Hedin observó a Obito con una mirada afilada, como si estuviera diseccionándolo con la mente. Se ajustó las gafas con calma antes de hablar de nuevo.
—Hay algo en particular que me intriga. —Su tono era analítico, casi como si hablara para sí mismo—. Durante tu combate, mostraste una habilidad peculiar... la capacidad de hacer que los ataques y, aparentemente, incluso las personas, pasen a través de ti. es esa una de las habilidades espaciales que dices tener.
Obito no reaccionó de inmediato, simplemente se quedó mirándolo con una expresión impasible. Sabía exactamente a lo que Hedin se refería.
—Oh, sí. También está el hecho de que lograste enviar a uno de los Hermanos Gulliver a un lugar desconocido. —Hedin hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran—. ¿Cómo lo hiciste?
Los demás capitanes también estaban atentos, especialmente Alfrigg y los otros hobbits, que aún recordaban con molestia lo que les había hecho.
Obito se encogió de hombros con desinterés.
—Digamos que es una técnica especial mía.
Hedin entrecerró los ojos.
—Podría ser magia de ilusión. No sería descabellado. Hay muchos hechizos que pueden crear efectos similares, como la manipulación de la percepción o incluso la proyección de imágenes falsas. pero el hecho de aparecer repentinamente dentro de nuestra sede con solo hecho de romper un papel, y la hazaña de enviar a Grer a un lugar que era parecido un lugar que solo podría existir dentro del laberinto. . . obviamente tienes un habilidad espacial.
Obito sonrió levemente.
—Si eso es lo que quieres creer, no te detendré.
Allen chasqueó la lengua, claramente frustrado por su actitud evasiva.
—¿Por qué no responder de manera directa?
—Porque no tengo ninguna razón para hacerlo —replicó Obito sin vacilar—. Como dije antes, no somos aliados de confianza todavía. y de todas formas ya tienes la mayoría, puede mover hacia lugares en un instante, sin importar que tan lejos este o que tan protegido sea. y puedo enviar a gente a ese lugar que ese tipo conoce muy bien.
señalo al hobbit.
Berling, uno de los Hermanos Gulliver, frunció el ceño.
—¿Dónde enviaste a nuestro hermano?
—A un lugar del que pudo volver, ¿no? —respondió Obito con indiferencia—. Así que no fue tan grave.
Hedin dejó escapar un leve suspiro, pero su mirada aún estaba fija en Obito, como si intentara descifrar un código complejo.
—Tu magia te permite traspasar cosas... No es una ilusión, sino que literalmente lo haces realidad.
—Sí. —Obito respondió con indiferencia.
Hedin giró sus ojos hacia Freya. Ella asintió con una sonrisa, dándole permiso para continuar.
—Puedes moverte a lugares de manera casi instantánea, además de poder enviar a otras personas a un sitio que, supongo, has elegido tú mismo.
Obito asintió. La mayoría de las cosas que Hedin dijo eran ciertas, excepto por un detalle: la dimensión del Kamui no era un lugar dentro de este mundo. Probablemente, Hedin asumía que, en el peor de los casos, si Obito enviaba a alguien allí, todo lo que tendrían que hacer sería buscar el camino de vuelta. lo que era un gran error.
Se inclinó ligeramente hacia adelante, con una sonrisa calculadora.
—En resumen, tienes formas de desplazar cosas y personas —dijo, y los demás asintieron, algunos de ellos captando de inmediato lo útil y peligrosa que resultaba esta habilidad—. Y supongo que tu habilidad está relacionada con el hecho de que tus ojos cambian de color durante el combate. De hecho, no te he visto usar esa habilidad cuando tienes el color de ojos que usas para pasear por la ciudad.
Obito frunció el ceño, pero no dijo nada.
—Es una habilidad bastante poderosa... —Hedin hizo una pausa, observándolo con aguda curiosidad—. Supongo que debe tener algún inconveniente.
Obito asintió. Había estado esperando este momento.
— si, pero hay un precio por usarla. — la mayoría de los capitanes mostrara interés en esta parte. — el abuso de este poder eventualmente dejara ciego a su usuario.
hubo un silencio.
—¿No crees que eso hace que confiar en ti sea un poco difícil? — dijo Hogni que no había hablado durante toda la reunión, Obito se giro para mirarlo, el volvió al mira hacia otro lado y comenzó a murmurar algo.
Hedin soltó un suspiro, y le dijo a Hogni que no hablara.
Obito ignoro la extraña dinámica entre los dos elfos, y sonrió con ironía.
—Nunca dije que confiar en mí fuera fácil. pero no necesitamos confianza, solo debemos cumplir con nuestra parte.
El ambiente se tensó por un momento, pero Freya rompió el silencio con una risa ligera.
—Me gusta esto —dijo, con una sonrisa traviesa—. Obito-kun es un misterio envuelto en más misterios. Pero eso solo hace que la alianza sea más interesante.
Obito la miró de reojo.
—¿Eso significa que estamos de acuerdo?
Freya asintió con satisfacción.
—Sí, pero Hedin aún intentará sacarte más información. Es lo que mejor sabe hacer.
El elfo sonrió levemente.
—Lo haré... pero me conformaré con observar por ahora.
Obito sabía que eso significaba que Hedin seguiría vigilándolo de cerca. Pero no le preocupaba. En el fondo, prefería que subestimaran sus habilidades antes que comprenderlas por completo.
— ahora bien. — Freya miro a Obito con una sonrisa. —¿considerando nuestras peticiones, que es lo que tu quieres?
—. Quiero que me ayuden a obtener armas. No necesito que me las den gratis, puedo pagarlas.
Se hizo un breve silencio en la sala. La mayoría esperaba que pidiera algo más relacionado con poder o influencia, no algo tan... simple.
—¿Armas? —preguntó Freya, con una ligera inclinación de cabeza, curiosa.
—Sí —asintió Obito—. Puedo proporcionar piedras mágicas de monstruos y materiales que obtenga a cambio de ellas. Si es necesario, también puedo intercambiar dinero, pero lo importante es que las armas sean de buena calidad y, sobre todo, que nadie sepa que son para mí.
El interés en la sala cambió de inmediato. Ahora los capitanes lo miraban con más atención. Ottar se mantuvo en silencio, pero su expresión no cambió. Hedin, en cambio, entrecerró los ojos y se acomodó las gafas con calma.
—Curioso —murmuró el estratega con su voz afilada—. por que te preocupa tanto destacar.Obito desvió la mirada hacia él, sin responder de inmediato.
—¿A qué te refieres? —preguntó, aunque en su interior ya podía intuir por dónde iba Hedin.El elfo apoyó un codo en la mesa y entrelazó los dedos frente a su rostro, evaluándolo con esa misma mirada analítica de antes.
—Me refiero a tus acciones, por supuesto. Por un lado, eres el misterioso hombre enmascarado que ronda por el laberinto ayudando a aventureros sin pedir nada a cambio — Hedin dijo, Obito no estaba sorprendido que la familia Freya tuviera esa información. — Pero, por otro lado... actúas como un mocoso , jugando a la familia feliz en ese orfanato.
Obito no reaccionó de inmediato, pero sus ojos se apagaron ligeramente, Freya lo noto de inmediato, las reacciones de Obito cambiaban abismalmente cuando alguien mencionaba al orfanato.
—¿Realmente te importa? — Obito gruño.
—Solo si tus acciones en algún momento afectaran a nuestra diosa.
— no te preocupes por eso, nada de lo que yo hago tiene nada que ver con tu diosa. — Obito escupió con desdén.
Hedin sonrió con burla, como si esperara esa respuesta.
—Por favor, Obito dile las características de las armas que deseas —ordenó Freya con su tono suave.
La chica, Horn, asintió con respeto y se giró hacia Obito, esperando su respuesta. Tenía una expresión tranquila, pero en su mirada se podía notar cierta cautela.
Aunque Obito pensó que Freya había mantenido su identidad y la información sobre él solo entre sus capitanes, al parecer esa chica también era consciente de quién era, lo que lo hizo fruncir el ceño. Que el número de personas que sabían lo que hacía aumentara no era algo que le resultara cómodo.
Obito la observó un momento antes de hablar.
—Necesito armas de alta calidad, resistentes. No me interesan adornos innecesarios ni inscripciones llamativas. También quiero que sean armas que no puedan ser rastreadas hasta mí.
Lo que significaba que el herrero que las hiciera no podría incluir una marca personal en ellas, o que esta marca tendría que ser eliminada.
Horn tomó nota mentalmente de sus palabras, pero antes de asentir, hizo una pregunta.
—¿Tienes alguna preferencia en cuanto a su tipo?
Obito se cruzó de brazos, pensando por un momento.
— Una Katana, kunais y algún arma de largo alcance... —hizo una pausa antes de agregar—. Una cadena de seis metros de largo, con grilletes en cada extremo.
Horn anotó las primeras armas y luego miró a Obito con una expresión confusa ante su última petición.
—No sabía que tenías esos gustos, Obito-kun —dijo Freya con una sonrisa traviesa.
Obito frunció el ceño por un momento, intentando comprender el significado detrás de las palabras de la diosa.
Hedin levantó una ceja, intrigado.
—Deberías centrarte en un solo tipo de arma. Ser aprendiz de todo, pero maestro de nada, no sirve —dijo Ottar. No era una crítica, sino más bien una sugerencia.
Obito lo miró un momento. Probablemente, Ottar era el único miembro de la familia que no quería matarlo o atacarlo.
—Soy bueno con las espadas, y he usado kunais desde que tenía cinco años. Las cadenas son para aprovechar mejor mi habilidad si llegara a darse la situación.
Dado que fue Ottar quien le hizo la sugerencia, decidió explicar ligeramente su elección.
El hombre lo observó un momento antes de asentir y no decir nada más.
—¿Hay algún material en específico que desee para sus armas? —preguntó Horn.
Obito lo pensó un momento antes de extender su mano y mostrarle una piedra.
—Eh...
—Este material me gustaría —afirmó.
Obito había estado probando diferentes materiales, buscando alguno que pudiera conducir el chakra de manera eficiente, y descubrió que el mithril era el que mejor funcionaba. Investigó y descubrió que era un material utilizado para fabricar armas de primera clase. El único inconveniente era su alto precio.
—Mithril... —la chica murmuró, reconociendo el material mientras lo examinaba por un momento—. Por supuesto.
Obito meditó un momento antes de preguntar:
—¿Cuánto tiempo tomará que estén listas?
Horn también se tomó un instante para calcular antes de responder.
—... Dos semanas.
Eso era un poco más rápido de lo que él había estimado.
—Me encargaré de hacer los arreglos para que reciba lo que necesita —dijo la joven con voz profesional.
—Ya veo, gracias —dijo Obito después de un momento.
La chica asintió antes de salir de la habitación. Obito consideró que era el momento de hacer la observación que lo había estado molestando.
—¿Cuántos miembros de tu familia saben sobre mí?
Freya, que estaba al otro lado de la habitación, sonrió ligeramente.
—Solo mis capitanes y mi asistente. Tu identidad no será revelada a los demás miembros de mi familia. En realidad, puedes usar esa máscara que usas cuando entras al laberinto.
Obito pensó en preguntar exactamente cuánta información tenía ella sobre él y desde cuándo lo habían estado observando, pero se maldijo un poco por no haberlo notado antes.
Al final del día, solo podía culparse a sí mismo por ser tan descuidado.
Allen, que había permanecido en silencio con los brazos cruzados, chasqueó la lengua.
—Espero que todo esto valga la pena.
—Eso dependerá de ustedes —replicó Obito con calma—. Mientras no se metan en mi camino, no habrá problemas.
Hedin ajustó sus gafas.
Freya, satisfecha con el resultado, se levantó de su asiento.
—Bien, creo que hemos discutido suficiente por hoy. Obito-kun, te haré llegar la información cuando todo esté listo.
—Entendido —respondió él con tranquilidad.
Obito metió su mano entre sus ropas y sacó un conjunto de pergaminos.
—Por ahora, toma estos.
Freya extendió la mano y tomó los pergaminos que Obito le estaba entregando.
—Son 20. Es lo mismo, rómpelos cuando requieras mi presencia y apareceré.
Sin decir más, Obito se giró y salió del lugar, sintiendo las miradas de todos en su espalda.
Su cuerpo fue absorbido por una espiral y desapareció de la vista de la Familia Freya.
—Bastardo... —escupió Allen mientras se levantaba de su asiento y salía de la sala de reuniones.
Ottar, que había estado mayormente tranquilo y calmado durante la reunión, miró a su diosa y vio ese brillo en sus ojos mientras observaba los pergaminos en sus manos. Un escalofrío recorrió su espalda.
Si Obito Uchiha podía moverse a cualquier lugar y trasladarse tan rápidamente... y si su diosa lo usaba como su boleto para escapar y salir a jugar por el mundo... probablemente encontrarla sería imposible.
—Freya-sama, tal vez debería darme esos pergaminos a mí —sugirió Ottar con voz firme.
—No —Freya escondió los pergaminos detrás de su espalda, sonriendo—. Son míos.
—Mi señora... —Ottar dijo mientras sus orejas se caían ligeramente—. Es por su bien...
—No.
—Pero...
—No.
.
.
.
.
.
Obito aterrizó en la punta de la Torre de Babel y observó la ciudad de Orario con ojos aburridos, llenos de algo que la gente normal no podía comprender.
El viento golpeó su figura, y su túnica negra ondeó con la brisa.
Obito suspiró y miró hacia el cielo que se extendía frente a él.
—Qué molestia... —murmuró, antes de girar su cabeza hacia otro lado.
Guruguru salió a su lado.
—¡Obito, hola, hola! ¿Qué tal fue tu reunión con esa odiosa?
—Fue como esperaba. ¿Tienes lo que te encargué?
—Sí, sí. —Guruguru sacó unos cuantos pergaminos.
Obito los miró un momento. Eran planos detallados de la sede de la Familia Freya: dónde almacenaban sus armas, dónde entrenaban, las habitaciones de sus capitanes, los aposentos de la diosa Freya... todo en la palma de su mano.
Había enviado a Guruguru a recopilar esta información mientras todos estaban reunidos en la sala. Los capitanes de la familia tenían buenos sentidos y había una posibilidad que que descubrieran a Guruguru si iba cuando ellos estuvieran rondando por el lugar.
Obito guardó los pergaminos en su dimensión.
—De todas formas, tal vez no tengamos que usar esta información.
—Mmm... ok —respondió Guruguru, levantando un pulgar con despreocupación.
Obito volvió a mirar hacia la ciudad debajo de sus pies, y dio un paso cayendo hacia el vacío, mientras su cuerpo desaparecía en un espiral.
.
.
.
.
.
.
La sangre se extendía por el suelo de la mazmorra como un río oscuro y espeso, formando charcos viscosos que reflejaban la tenue luz que provenía naturalmente de las paredes . El aire olía a hierro y muerte.
El cuerpo desmembrado yacía en un ángulo antinatural, mientras un par de pies sobresalían de entré las fauces de una planta que se podría confundir con una serpiente, los tendones y músculos desgarrados colgaban como telas rotas, y los huesos astillados sobresalían de la carne como dagas. Un brazo, cercenado con brutal precisión, yacía a unos metros, los dedos aún crispados en un último intento de aferrarse a la vida.
Una mujer, de cabello rojo como la sangre, se movía con una calma inquietante. Su mirada, aburrida y distante, recorría la escena sin cambiar su expresion,. Sus ojos verdes, sin embargo, brillaban con una intensidad sobrenatural, como dos esmeraldas malditas que atrapaban la poca luz que quedaba en la mazmorra.
Con un movimiento casi casual, agarró una piedra del suelo, su superficie lisa y fría brillaba con un resplandor enfermizo, como si estuviera impregnada de una energía antigua y corrupta. La llevó a sus labios, y la colocó entre sus dientes. Con un crujido seco y nítido, sus mandíbulas se cerraron, partiendo la roca en pedazos como si fuera cristal. Los fragmentos cayeron al suelo, tintineando con un sonido que reverberaba en la oscuridad, la mujer mastico un par de veces, antes tratar los restos de la piedra.
Ella se limpió la boca con el dorso de la mano, dejando una mancha oscura en su piel pálida. Sus ojos verdes brillaron aún más. Con un último vistazo al caos que había creado, dio media vuelta y se adentró en la oscuridad.
.
.
.
.
.
.
.
entonces morí, pero reviví :"V
MUCHAS GRACIAS POR LEER.
sinceramente quería sacarme este capitulo del camino para poder avanzar con lo que sigue, así que tal vez regrese en algún momento para corregir algunas cosas.
por el momento eso eso todo.