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Chapter 13 - La corretiza.

En otro lugar, también en el centro de la ciudad; Leticia Correa, que era una reportera joven y bonita, de 24 años, 165 cm. de estatura, morena, cabello oscuro y largo, la reportera de sociales que le había tocado presenciar la primera aparición de la condesa de Malibrán durante la tocada macabra, ahora convertida en toda una corresponsal del noticiero, platicaba por llamada de larga distancia con Guillermo Ochoa, uno de los conductores más famosos de la época, preparando los reportes de los muchachos desaparecidos, que ya se contaban por decenas en muchas ciudades cercanas al Golfo de México, los noticieros trataban de sensacionalizar la noticia vinculándola con el regreso de la Condesa, donde ya habían transmitido todas las versiones conocidas de la leyenda.

-Pero no podemos aseverar que la Condesa tiene que ver con los muchachos desaparecidos, mientras no tengamos pruebas. –dice Leticia por el teléfono.

-Si no tenemos pruebas de lo contrario, podemos aseverar lo que sea. –le dice Memo Ochoa. –Tú solo presenta la lista de los muchachos que están oficialmente desaparecidos y los televidentes harán lo demás.

En eso se cortó la llamada y los ventiladores se apagaron, la reportera trató de volver a marcar pero al no escuchar el tono en el auricular, comprendió que la línea estaba muerta, volteó a su alrededor pero lo que más le llamó la atención fue el silencio circundante, al ver las televisiones en la oficina apagadas y que normalmente estaban encendidas, se dio cuenta que había un apagón, pero el silencio era mucho más profundo, se asomó a la ventana y al ver los autos detenidos con sus conductores haciendo intentos para arrancarlos, mientras el sonido de cláxones de muchos autos empezaba a escucharse, comprendió que no era un apagón común, sino que se trataba de un apagón como el que provocó la Condesa durante la noche de la tocada macabra, sin pensarlo dos veces, tomó su cámara Nikon profesional, su Polaroid instantánea y movida por un presentimiento salió corriendo con la esperanza de encontrar un taxi.

Unos minutos antes y a unas cuantas calles de ahí.

-¡Pero pongan música disco que a mí también me gusta mucho! –dice la alegre mulata.

-¡Por aquí traigo un cassette!

Dice Érika poniéndolo en el estéreo tocacassettes Sanyo de la Caribe, y al darle play se empezó a escuchar la rítmica tonada de Under pressure de Queen y David Bowie, mientras se desplazaban por el bowlevard, el tráfico era escaso y Romaia no acostumbraba exceder el límite de velocidad, mucho menos cuando era de día ya que apenas iban a dar las 4 de la tarde, un grupo de muchachos los rebasaron por la izquierda con un Ford Mustang Mach One deportivo de color rojo, con equipo de sonido mucho más potente que el que ellas traían en su Volkswagen Caribe, pero lo más curioso es que al pasar al lado de ellas, se escucharon los gritos del conde de Malibrán, en una voz gutural editada con efectos de sonido, entre los acordes del comienzo de la canción de Thriller de Michael Jackson.

-¡Yo quiero ese cassette!

Dice Romaia acelerando un poco para pedirle el cassette al conductor del Mustang rojo.

-¡De seguro los de Circus Electronic grabaron la tocada y sacaron su propio mix de las rolas! –dice Pamela. -¡Ahí están los del Mustang!

Pero algo raro estaba pasando porque cuando los alcanzaron, los muchachos ya no tenían su equipo de sonido tocando, y estaban detenidos porque su auto no arrancaba.

-¡Te cambio tu cassette por el mío, amigo!

Le dice Érika bajándose de la Caribe, y el muchacho tan solo retiró el cassette de su estéreo, dándoselo a cambio y bajándose a la vez para abrir el cofre de su auto, la Caribe de Romaia funcionaba normalmente pero la mulata Soledad y Pamela comenzaron a notar algo muy extraño.

-¡Súbete rápido Roma! –le grita Érika.

-¿Qué te pasa Èbrika? Apenas le iba a pedir su teléfono. –dice Romaia.

-¡Vámonos muchacha, arranca y vámonos derechito a la mansión!

Dice Soledad con acento de preocupación mientras volteaba continuamente hacia atrás; Romaia arrancó esquivando en zigzag algunos autos que también se habían averiado durante su trayecto sobre las calles del bowlevard.

-¿Qué está pasando, acaso hay otro apagón?

Pregunta Romaia al ver los autos varados y hasta los semáforos apagados.

-Me temo que está volviendo a suceder. –dice Soledad volteando hacia atrás. –Y si no te apuras nos alcanzará.

-¿Quién nos alcanzará o qué?

Pregunta Romaia mirando por los espejos retrovisores de su auto, para descubrir asustada que un carruaje antiguo jalado por caballos se acercaba rápidamente, y así y todo, aceleró diciendo.

-¡Ningún carruaje viejo le va a ganar a mi Caribe! Pero; ¿Hacia dónde le doy o qué hago?

-¡Tranquila muchacha! No vayas a chocar y dale directo a la pensión, pero procura no atorarte con el tráfico, porque no sé hasta dónde podré enfrentarla, por eso procura llegar y ojala tengan el portón abierto porque si nos alcanza nos llenará el suelo de cocodrilos y no podremos bajarnos, yo puedo combatirla pero mientras más jovencitas como ustedes estén cerca, soy más fuerte.

La gente miraba extrañada el antiguo carruaje desplazándose sobre las calles del bowlevard, tanto los que estaban en autos detenidos sobre las calles, como para los que caminaban por el malecón, el motor de la Caribe rugía llamando mucho más la atención, porque era el único motor que se escuchaba en medio del aquel apagón diurno, la chica tenía que tomar calles alternas para esquivar el bloqueo vehicular en el bowlevard por los autos detenidos, mientras el carruaje la seguía por la misma ruta.

En la mansión, ya las chicas le habían avisado a Adelina del apagón, porque se les habían apagado las televisiones y las luces, y ésta, subió a la terraza para ver llegar a la Caribe con sus chicas y la simpática mulata que tan solo pretendía ayudarlas, al estar ahí se dio cuenta de que enfrente de su casa había algunos autos con el cofre levantado, mientras sus choferes checaban sus motores, y a lo lejos alcanzó a distinguir el compacto auto de color beige que se acercaba zigzagueando entre los autos varados, mientras un carruaje antiguo tirado por caballos parecía perseguirlos.

-¡ABRAN EL PORTOOON, DE PRISAAA, Y METAN AL QUECO!

Dice Adelina asomándose por las escaleras, a lo que una de las sirvientas acató su orden, y Pamela Ballesteros salió en busca del perro.

-¡Se encierran inmediatamente, porque ahí viene la Condesa correteando a la Caribe de Roma en su carruaje!

Diciendo esto, todas las alumnas y algunos muchachos de los que habían acudido al llamado telefónico de las chicas, que les habían contado del ritual de protección que iban a realizar, subieron a la amplia terraza mirando emocionadas, como la conocida Caribe se acercaba a unas cuantas cuadras por el curvo bowlevard, seguida del carruaje antiguo que ya habían visto durante la noche de la tocada macabra; Romaia tocaba el claxon mientras esquivaba autos y personas, los que se encontraban enfrente de la mansión voltearon hacia donde se acercaba el auto compacto, al escuchar el grito de doña Adelina ordenando abrir el portón, algunos comenzaron a caminar rápido y otros a correr, la caribe beige por fin logró entrar al garaje de la mansión Román y apenas cerrando el portón, los caballos que tiraban del carruaje frenaron derrapando enfrente de la casona, ante la expectación de los transeúntes, entre los que había algunos turistas que al parecer, aún no sabían de la leyenda de la condesa de Malibrán.