Se llegó el lunes 8 de Marzo y las religiosas de la Villa Rica fueron a visitar a sus alumnas a la mansión Román, extendiéndoles un permiso para que no asistieran a la escuela ni ese día, ni el otro, asignándoles tan solo unas cuantas clases que las maestras les iban a dar a domicilio.
En los noticieros no querían coincidir en que el apagón no solo había sido nacional, si no que había traspasado fronteras y se lo querían atribuir a algún tipo de tormenta solar.
En el noticiero del martes en la mañana, la reportera Leticia Correa daba su versión de lo sucedido, mostrando otro paquete de imágenes que había tomado con una cámara Nikon profesional de alta resolución, pero que solo mostraban una fotografía del funesto jinete galopando en pos del carruaje, entre otras que mostraban el malecón, ya con tan solo los autos abandonados y a los policías en la escena.
Y así pasó esa semana, en medio de noticias referentes a la condesa de Malibrán y a la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, porque se rumoraba que también en algunos lugares de Europa y Asia habían sufrido ese apagón, a la misma hora y con la misma duración de tiempo, claro, de acuerdo a los diferentes usos horarios que reportaron los países que sufrieron el mismo fenómeno, que aunque tan solo había durado unos minutos, levantó la polémica del pulso electromagnético debido a un experimento nuclear.
Ya era lunes 15 de marzo y las precauciones empezaban a ser olvidadas, las chicas continuaron con sus estudios, olvidando poco a poco la noche de la macabra tocada de la condesa de Malibrán.
El cartero llamó a la puerta y esta vez venían muchas cartas de otros países, porque las demás pensionadas también les escribieron a muchachos que solicitaban amistad por correspondencia, evento que les hizo olvidar por un momento, el miedo que aun sentían por lo que dos semanas antes había sucedido.
-También llegó una para ti Roma, tal vez del muchacho de la foto. –le dice una de las sirvientas.
Lo siento mucho chica de mis sueños, pero esta vez tampoco voy a caer en tu trampa, no sé porque pero no puedo creerte y si no te devolví, ni tu foto, ni la de tu amiga la de los lindos ojos verdes en esta carta, es porque uno de mis hermanos se enamoró de ella y le escribió su propia carta, tal vez lleguen juntas porque las metimos juntos al buzón, pero como nunca me dijiste su nombre, puso como nombre de destinatario a; Mi amor lejano.
Érika salió corriendo como loca y desesperada hacia el comedor donde aún quedaban algunas cartas, y al encontrar una que decía; Gregory Verch en el remitente y mi amor lejano en el destinatario, se la puso en el pecho muy ilusionada y subió entre corriendo y bailando a su cuarto, en donde Romaia seguía leyendo su carta.
Y volviendo a lo nuestro, si es que puedo considerar que ya tenemos algo, no pudiste engañarme porque al corazón no se le engaña, y yo sé que tú eres la chica de mis sueños, la de la foto con la que me quedé, y tan solo me gustaría que me dijeras si puedo considerar que tú y yo ya tenemos algo, para concentrar todos mis esfuerzos, mis estudios y lo que me pueda ganar trabajando, para en la primera oportunidad que tenga, ir a conocerte, y ya después ver qué es lo que sucede, o en las lejanas playas del puerto de Veracruz, o en las de Puerto Arturo.
Tuyo para siempre… Nathan Verch.
Decía la carta, la cual traía otra fotografía del muchacho pero ahora vestido de manera casual, con una fecha más reciente escrita en el reverso de la foto, de apenas unos días pasados, con unas palabras muy especiales.
Tuyo para siempre, si así lo quieres.
Érika ya había leído la carta de Gregory Verch, que traía el pedazo de foto que ellas mismas les habían enviado, ubicándolo inmediatamente con el cuarto muchacho de la foto que Romaia había recortado, y hasta le había escrito la respuesta, y cuando apenas Roma le estaba pidiendo su opinión con respecto a la respuesta que le había ella dado a Nathan, donde únicamente le escribía un enorme "si" en una hoja de papel, y en la esquina más pequeña, le anotaba el número telefónico de la pensión con clave lada, una de las sirvientas de Adelina pasaba por los pasillos de las habitaciones diciendo.
-Dice doña Adelina que las que quieran que las lleve al correo, se suban a la Combi ahora mismo, ya después no habrá permiso de salir para nadie y tendrán que contestar sus cartas hasta mañana.
Al escuchar esto, Érika y Romaia, metieron sus cartas a sus sobres y fueron de las primeras que se subieron a la Combi.
-Me escribió el cuarto muchacho de la foto que recortaste; Roma, y no te voy a decir lo que le contesté, pero me siento muy enamorada; ¿Yo creo que hasta aquí dejamos la cacería de hombres infieles, si?
-Yo ya le dije que sí. –dice Roma sin haberle puesto atención.
Pasó una semana más, terminando la última sesión de rezos del día del lunes 22 de Marzo de 1982, rezos y rituales religiosos que se hacían en la mansión para prevenir el regreso de la mujer del carruaje; Adelina se dirigió a aquella mujer relativamente joven, bonita, vestida de solterona y finos modales, que podría decirse que era nativa del puerto, por su tez morena y su abundante cabello rizado, pero no, su aspecto era más bien el de una hermosa mulata caribeña, que había visto parada en el Malecón enfrente de su casa desde hacía unos días, todos los días por la tarde, algunas veces en la mañana, algunas veces indiferente, algunas veces atenta.
-Regresará. –le dice la mulata antes de que la increpara. –Regresará en la próxima Luna llena y cada vez será más fuerte.
Y continuaron la plática en la sala de la casa, en ese momento no había alumnas por ser horario de clase, y mientras las sirvientas hacían la comida para todas, ellas pudieron hablar libremente.
-Así que sin pretenderlo, esa noche se realizó un ritual de brujas con el cual invocamos su presencia. –pregunta Adelina.
-Solo se necesitaban gritos de alabanza durante una noche de Luna llena, muchachos que no tuvieran aún su primera relación sexual, y chicas vírgenes en su periodo de menstruación. –dice María de la Soledad García Arenas, la bibliotecaria. –Y aquí hubo muchos chicos y chicas esa noche en esa situación, he visto las noticias y me preocupa la fuerza que trae consigo en esta ocasión.
-¿Y qué es lo que busca o como la podemos regresar al infierno de donde la sacamos? –pregunta Adelina mientras se tomaba su café.
-Eso nadie lo ha logrado averiguar jamás. –le dice Soledad.
-¿Pues qué no lo que busca es el perdón del conde de Malibrán? –pregunta doña Adelina.
-¡Ese es el problema! Que nadie sabe cómo hacer que el Conde la perdone, ahora tiene que cuidar a sus alumnas, a todos y cada uno de los muchachos y chicas vírgenes que la invocaron, porque estará viniendo hasta que logre llevarse a cada uno de ellos, y asesine a cada una de ellas. –le dice la bibliotecaria.
-¡Tendré que mandarlas a todas a sus casas! –dice Adelina. –Me interesa que no asesine a mis niñas, los pelados que se cuiden solos.
-Si ellos no le preocupan está bien, desaparecerán sin dejar rastro como desaparecían los marineros mucho antes, y tal vez enamorados y felices porque serán abusados sexualmente por la Condesa, pero ellas serán terriblemente asesinadas y con suerte, solo encontrarán sus pedazos, ellas son el alimento para sus bestias.
-¡Doña Adelina, doña Adelina! –entran corriendo un par de muchachas a la sala.
-¡Que modales son esos señoritas! –dice Adelina, regañándolas. -¿Ya saludaron?
Y presentándose formal y educadamente con la visitante, el par de chicas le dijeron.
-¡Desapareció un compañero de nuestra escuela!
-¿Lo conocían? –pregunta Adelina preocupada, ya presintiendo lo peor.
-¡Si claro que sí! Incluso estuvo aquí en la tocada de la semana pasada, está en la lista de los invitados.
-¿Quién es?
Pregunta Adelina sacando la lista de un cajón y cuando se lo señalaron, tuvo que contener su miedo y desesperación para no asustar a sus alumnas, las mandó a hacer sus tareas en lo que llegaban las demás para comer.
-Ya empezó, Adelina, y no parará hasta llevarse a todos los muchachos vírgenes, asesinará a todas las chicas que estaban menstruando la noche que la invocaron, de nada servirá que envié a las niñas a sus casas, porque irá por ellas hasta donde estén, y aunque los chicos cometan pecado, ya están en su lista negra. –dice Soledad.
-¿Podemos hacer algo por el muchacho? –pregunta Adelina.
-Me temo que no, lo único que puedo hacer por los que están en su lista negra, es blindar este lugar para que no pueda pasar, en lo que averiguo lo que nadie ha podido averiguar, como regresarla al infierno de donde se escapa cada vez que alguien la invoca. –dice Soledad.
-Y a todo esto; ¿Tú quién eres a parte de esa María de la Soledad García Arenas? Que dices ser y; ¿Por qué te interesa tanto este asunto?
-Eso mi querida Adelina Román viuda de Villalobos, no es necesario que lo sepas ahora, tal vez algún día te lo dé a conocer, lo único necesario ahora e importante, es que me digas si quieres que te ayude a evitar que la condesa de Malibrán se lleve a toda una generación de estudiantes.
-¡No tenía a la generación estudiantil en mi casa! Además ni caben.
-Los muchachos y muchachas vírgenes en su periodo menstrual que estaban afuera también cuentan, aparte de los más apuestos, que aunque no sean vírgenes se los llevará de igual manera, además pienso y aunque no estoy segura, que todo aquel o aquella que cantó, alabó y maldijo esa noche a la Condesa fue parte del ritual, y estarán en esa lista negra, que temo que será muy grande, además esta vez la maldición puede llegar a tener alcances inimaginables, porque no me imagino donde está la conexión, pero es posible que el apagón general de toda la ciudad y de otras ciudades de las que se está hablando en las noticias, no haya sido causado por los rusos, sino por ella. –dice Soledad.
-Bueno ya, no importa quien seas, lo que me interesa ahora es saber cómo poner a salvo a mis niñas y a los muchachos que pueda. –dice Adelina.
-¡Doña Adelina, están reportando la desaparición de unos muchachos en la televisión! –le dice una de las sirvientas. –Fue en Coatzacoalcos.
-¡La lista negra ahora es muy grande!
Dice Soledad, en eso Romaia y Érika entraron a la sala para comunicarle la noticia de la desaparición del muchacho de su escuela, pero guardaron silencio al ver y reconocer a la bibliotecaria, saludándola educadamente se despidieron y ya no le dieron la noticia.
-¡Bueno niñas! Aprovechando que estamos todas reunidas, es hora de que sepan la situación, quiero que todas copien la lista de los invitados y anexen a los más que puedan, que recuerden que hayan asistido a la fiesta del sábado. –dice Adelina. -La señora aquí presente es la doctora María de la Soledad García Arenas, es la encargada de la biblioteca de la ciudad desde hace algunos años y está aquí para ayudarnos, lo que hicimos el sábado fue muy grave, y sin querer invocamos a un ente diabólico muy poderoso que ya empezó a cobrar su tributo, porque Iván Padierna, el que están reportando como desaparecido, probablemente es su primera víctima.
-¡Yo les voy a hablar a mis papas para que vengan por mí!
Dice Belinda Castillo, otra de las internadas, de apenas 17 años, muy bonita, de largo cabello rubio, lacio y ojos verdes, cuya complexión gruesa la hacía verse gordita y graciosa para las mujeres, pero sensual y atractiva para los hombres.
-¡Será inútil muchacha! –le dice Soledad. –Ella te encontrará donde quiera que te metas, además pondrás en riesgo a tu familia, porque los cocodrilos no solo te devorarán a ti, también a ellos.
-¡Pero debe haber alguna manera de detenerla! –dice Romaia. –Ni modo que sea invencible.
-¡La hay y no lo es! Como ustedes saben yo soy la bibliotecaria y llevo más de 20 años en ese trabajo, por eso les puedo asegurar que las veces que la han invocado, nadie ha sabido como detenerla y todo se termina hasta que se lleva a todos los de su lista, o hasta que el Conde la alcanza y la vuelve a asesinar, y esta vez la lista es muy grande, tanto que es posible que tarde años en cumplirla, hoy fue el joven Iván, mañana quien sabe, porque es probable que todos y cada uno de los que cantaron y bailaron esa noche estén en su lista, y no nada más los que estuvieron adentro de la mansión.
Dice Soledad dejándolas en muda expectación, que las hizo guardar unos minutos de silencio, hasta que Érika Cienfuegos, dijo:
-Si el problema es la Condesa, la solución es el Conde, ella le teme y por eso huye despavorida en cuando lo escucha llegar, si hay alguna manera de detenerla es controlando al Conde.
-Tal vez y tengas razón pero el problema es que ella hace de las suyas cuando él no está, y al igual que cuando estaban vivos, el Conde se ausenta y nadie sabe cuándo va a llegar. –dice Adelina.
-¿Entonces nada más nos queda sentarnos a esperar a que nos coman los cocodrilos? –pregunta Pamela, que también había sido llamada.
-Para eso estoy aquí, como algunas de ustedes saben yo soy la bibliotecaria. –dice la mulata mirando a Romaia; Pamela y Érika. –Y en uno de los libros que he leído existe un ritual para protegerlas que elaboraremos esta misma noche, por eso es preciso que ninguna de ustedes salga, porque en cualquier momento puede venir por ustedes, la señora Adelina y yo saldremos un rato para conseguir lo necesario para protegerlas, y mientras más muchachos de los que estuvieron presentes puedan avisarles para que vengan, será mejor.
-¡Yo no me quedo aquí! –dice una de las chicas. –A donde quiera que vayan me llevan por favor.
-¡Y a mí, y a mí!
Comenzaron las solicitudes y protestas de las demás internas que no aceptaron quedarse solas, poniéndose de acuerdo en que Adelina se quedaría con ellas y Romaia; Érika y Pamela, la llevarían en la Caribe a conseguir los ingredientes necesarios.
-A la biblioteca muchachas, necesito hacer una llamada y el número lo tengo apuntado en el cuaderno de la biblioteca. –dice Soledad.
De ahí se fueron al mercado a comprar algunas yerbas, veladoras y otras sustancias que cotejaba en una lista escrita a mano, las chicas pretendían no hacerle mucha plática, nerviosas porque no sabían si la mulata los relacionaba con el robo que le hicieron el Ostro y la Ostra, la noche en que los contrataron para que les robara el supuesto libro de pócimas, pero no, la mulata era muy simpática y en poco tiempo se ganó su confianza y platicaban como las grandes amigas.
-¡Ahora si señoritas, directo a la mansión Román!