Chereads / Rey De-Heavens / Chapter 8 - Capítulo 8: Conversación de Maryam

Chapter 8 - Capítulo 8: Conversación de Maryam

De buenas a primeras, tanto Heroclades como Rey voltearon sus rostros en la misma dirección. Desde el lado opuesto de las planicies, Maryam y Wulfgang se acercaban calmadamente.

Maryam caminaba con elegancia. En su hombro cargaba un parasol; ella llevaba un vestido enterizo, ceñido al cuerpo, el cual dejaba ver sus muslos hasta la altura de sus caderas por los lados, más un sombrero ancho. Con solo mirar las nuevas prendas, Rey se pudo dar cuenta de que ella era capaz de usar sus piernas como armas. Por las vestimentas que llevaba, la vampira sabía cómo dar todas y cada una de las innumerables patadas que existían en el mundo del combate. Aunque las patadas eran más lentas en enfrentamientos cuerpo a cuerpo, estas podrían ser mucho más fuertes que los puñetazos.

Wulfgang, por otro lado, también vestía elegante, de traje, corbata, camiseta y un sombrero, como quien no tenía intenciones de correr ni le importaba que sus movimientos fueran restringidos. Rey pudo percibir que su padre se comportaba como un escudo, el más fuerte de todos.

Tan pronto como la pareja se acercó lo suficiente, intercambiaron palabras con Heroclades. Maryam como madre que era, dispuso de su mano libre para limpiar el polvo y la sangre que cubrían el rostro de su hijo maltrecho. Ella se miraba contenta con lo que veía, como quien premiaba el sufrimiento ajeno, pero, por un momento, su sonrisa se rompió. La vampira rápidamente disimuló los gestos de su rostro.

Rey notó semejante cambio, como si su madre no pudiese usar sus poderes a pesar de haberlo intentado. Pero tampoco se preocupó mucho, ya que era muy temprano.

Al otro lado, el licántropo le dio un fuerte apretón de mano a su maestro. Apretón al cual precedió un caluroso abrazo y alguna que otra risa típica de reunir dos grandes amigos. Tan pronto se separaron, el lobo miró de arriba a abajo el cuerpo maltrecho del pequeño. Los ojos de este no desataban instintos asesinos y su aura no era amenazante del todo, aunque seguía con una mirada soberbia y arrogante.

—Hola… hijo, veo que aún sigues vivo.

Rey asintió respetuosamente, más que por mantener la distancia, para molestar a su padre, pues sabía que el lobo desconfiaba de las personas que quieren mantener la distancia de forma educada.

Maryam, con finura en sus actos, decidió dedicarse a señalar los errores del Heroclades, más como si fuese un pasatiempo:

—¿Qué tal Hero? Creo que tu entrenamiento fue un poco brusco, ¿no?

Antes de que Heroclades pudiera dar una respuesta apropiada a la vampira sonriente, Wulfgang dijo como quien le daba menos importancia al asunto:

—No te preocupes por eso, amada mía. Ningún hijo mío es tan poca cosa como para no seguir adelante con uno o dos huesos rotos —Y regresando su mirada al maestro de piel bronceada, agregó—: Hero, tenemos que hablar.

Maryam se dio cuenta de algo. Rey había manipulado la respuesta de su padre, todo para que ella no sintiera la presión de tener que usar sus poderes. Aún más, él la estaba observando como si quisiera deducir su reacción. "Extraordinario", pensó la vampira.

Heroclades, encantado de no tener que responderle a la vampira con otra pregunta incómodamente obvia, decidió prestarle atención a su primer discípulo:

—¡Por supuesto! Acompáñame. Así, de paso, ves el campamento que hice, espero que mis chicas ya estén listas para otra ronda.

Rey los miró marchar. También vio cómo su madre bajaba el extraño artefacto que le cubría de la luz, tan pronto entró bajo la sombra del árbol. La vampira dio dos pasos y se volteó rápido para lentamente tomar asiento sobre el césped y recostarse del tronco. Cuando el vestido de su madre se levantó con la vuelta que dio, él quedó paralizado con memorias que le vinieron a la mente. Ver la piel entre las piernas de su madre al descubierto le trajo pensamientos sobre la vagina de Silvia, la cual no pudo evitar comparar. "¿Tal vez una vez la barriga se abre nunca regresa a cerrarse por completo?", se preguntó.

Maryam extendió su mano y llamó a su hijo para que saliera de su trance y se sentase al lado.

—Madre, ¿Estás enojada conmigo? —dijo mientras tomaba asiento donde se le dijo.

—Sí. Estoy decepcionada de que hayas crecido tan rápido, de que seas tan independiente y desconfiado… así como de que hayas intentado escapar.

Rey tragó en seco, respiró hondo e intentó alejarse, pero tuvo que ceder ante la mano de su madre que, con delicadeza, le abrazaba la cabeza.

—¿Por qué no puedes actuar como un niño normal? ¿Tener la curiosidad que tiene un niño normal? ¿Hacer las preguntas que hacen los niños normales? ¿Preocuparte por las cosas que se preocupan los niños normales? ¿Por qué eres tan extraordinario?

Rey guardó silencio, su madre aún estaba divagando y tal vez ella se negaba a saltar directo al asunto con la intención de sacar más información. De entre el pasto salió la pequeña cría de guardián del Paraíso. Ignorando lo incómodo de la situación, la pequeña bola peluda se agachó y orinó en el suelo como las hembras de su especie lo hacían, para luego adentrarse entre la madre y el hijo con la intención de encontrar el lugar perfecto. Ese que más calor pudiera propiciar para echarse como estaban ellos dos.

—Awww, pero que hermosura. Siempre quise que mis hijos encontraran alguien que pudieran acompañarlos en su camino sin que se rompan. Ella es perfecta para ti. ¿Sabes? Es normal que alguien solitario como tú termine envuelto en muchos problemas. Por naturaleza algunos seres se pueden sentir atraídos hacia ti, pero también ten en cuenta que, si en algún momento alguien se acercó a ti, esta persona pudo haberlo hecho con segundas intenciones. Si cuando se te acercan, tú no los identificas como una amenaza, ellos no dudaran en aprovecharse de tu ingenuidad…

—¿Estás hablando de Silvia?

Maryam amplió aún más las comisuras de su boca, al mismo tiempo que trató de contener su excitación:

—Estaba hablando de Heroclades; él es quien más me preocupa. Una por lo que pueda enseñarte, otra por lo que pueda hacer que hagas…

—¿Enseñarme?

—Por ejemplo, robar. Reconocer que el robo no es bueno si no viene con un premio incluido, está mal. Y aunque esconder la verdad tampoco es honorable, buscar placer para evitar dolor lo es menos. No soy la más indicada para hablarte de este último porque me confieso culpable de ello. Pero en la cultura de Hero no está mal vista la pederastia. A los ojos de quienes comparten las costumbres de él, sería una deshonra para ti si no llegaras a tener una relación más allá del entrenamiento con él. Con esto quiero decirte que tanto yo como tu padre respetaremos tus decisiones de aquí en adelante, y ahora que estás advertido, sabrás si permitirlo o no. Pero ¿acaso sucedió algo entre tú y Silvia? Si dices que sí y te sientes violado en alguna manera, yo y tu padre podemos arreglarlo.

Rey guardó silencio, su madre era buena. Pero tenía que preguntar.

—¿Pederastia?

Maryam movió sus piernas ante la pregunta. Ahora que ella lo pensaba mejor, ver el tamaño tan pequeño de su hijo hizo que toda una serie de dolorosas memorias de un pasado volvieran a la vida:

—Digamos que es una manera retorcida y poco ortodoxa de fomentar confianza, respeto y lealtad entre individuos de diferentes edades…

Ella no dudó en pasarle la mano por la cabeza al pequeño guardián del Paraíso y agregar:

—Gracias por apoyar tanto a mi hijo; el lazo de la amistad puede significar mucho…

Rey asintió con la cabeza, pues en verdad se sentía mucho más apegado a Silvia, incluso la podía llamar Nana.

Viendo la mirada poco comprensiva en el rostro de su hijo, la vampira pudo deducir que este aún permanecía incrédulo al tema; sacando sus colmillos y jugando con el flequillo de sus cabellos, dejó de acariciar al cachorro y continuó:

—Con más profunda me refiero al sexo…

Maryam sintió el placer de ser madre una vez más.

—Rey, aunque en algunas culturas dos adultos deban casarse primeramente para tener sexo, la sexualidad es fundamental en todas las etapas de la vida. Comenzaré por las partes de tu cuerpo que son consideradas como "privadas". Entre tus piernas al frente, donde termina la barriga, tienes un pene y dos testículos. Aunque no han alcanzado la madurez, eso que ahora es flácido está dispuesto a crecer y endurecerse cuando te excitas, así como tu papá y los demás miembros masculinos que te puedas encontrar ahí fuera.

La vampira continuó:

—Por otro lado, como pudiste ver cuando me volteé, yo y las demás mujeres tenemos vagina. Lugar el cual se humedece cuando la persona en cuestión se excita y que biológicamente es la entrada del pene cuando se tiene el motivo de concebir o de experimentar placer. Las mujeres también tienen senos y aunque no son considerados como privados, si son muy sensibles y se mantienen ocultos por protección. Ahora, los dos sexos tienen una cavidad en común, el ano. Que en origen está diseñado para defecar los alimentos que no pueden ser consumidos por el sistema digestivo. Los vampiros no lo necesitamos, así que tal vez tú no lo necesites, al menos no para defecar.

La vampira volvió a abrir los ojos, para confirmar si su hijo estaba interesado en la conversación.

—Usualmente, un hombre no puede concebir un bebé con otro hombre ni una mujer con otra mujer, pero sí pueden ignorar el objetivo natural de sus cuerpos y tener sexo entre ellos. Sexo es todo aquello que despierte excitación en un individuo, independientemente de su género. Así como los demás, no está mal que tengas curiosidad y quieras experimentar excitación, si… te tocas, tocas a otra persona, das o recibes un masaje, te masturbas, le lames las partes privadas…

Rey recordó a Silvia por un momento. Él lamió la parte "privada" de ella, estaba humedecida, se sintió excitado y pensó en comérsela. Ella le masajeó el cuerpo mientras le bañaba y le observó mientras se tocaba. Pero las palabras de su madre eran poco específicas, así que pensó que no había tenido sexo con ella. Y si fuese sexo, no le importaba, pues había recibido a cambio un gran beneficio.

Maryam continuó:

—La penetras o te dejes penetrar. Por penetración sexual me refiero a la introducción de tu parte íntima, tus miembros corporales u algún objeto en el cuerpo del otro vía vaginal, anal o bucal…

Rey no lo demostró, pero viajó al pasado de su memoria una vez más, esta vez con la intención de atar algunos cabos sueltos. Por su mente pasaron las imágenes de cuando caminaba por un mundo en el cual nadie le podía ver. Recordó cuando su padre estuvo "excitado" con su madre en el momento en que estuvieron a solas en el cuarto matrimonial. Cuando Katherine se encerró con Miján. El momento en el que todos se reunieron en la sala y se revolcaban los unos con los otros. "Lo qué veían los mayores de interesante al estar pegados era el placer que, según mi madre dice, se puede llegar a sentir.

De todas las memorias y escenas en las cuales los adultos estaban teniendo "sexo" o comportamientos relacionados al "sexo", una en especial le llamó la atención al pequeño. Cuando él estuvo dentro de la habitación de Heroclades. Ese momento en el cual su maestro se deshizo de sus prendas y que preparaba pasar la noche con dos mujeres. El pequeño recordaba la viva imagen del "pene" de su maestro, que se erguía firme y era tan grande como uno de sus brazos. "Si se diera el caso de que él pusiera semejante cosa en mi interior, creo que sería partido a la mitad, tal vez moriría…", pensó algo perturbado después de tragar en seco.

Maryam, manteniendo la sonrisa de en su rostro, dijo:

—Lo que quiero decir, independientemente de lo que puedas hacer o quieras hacer, es que tienes que hacerlo por decisión propia y no porque alguien más te manipule. Hijo mío, escucha una advertencia que esta madre tiene para ti. Muchas de las personas con las que te puedas encontrar en el futuro tal vez quieran algo de ti. Tu corazón. Tu cuerpo. Tu poder. La realidad es que al final, por mucho que se intente, dos personas no podrán convertirse en una y la separación es inevitable… Si alguna de las cosas de las que hablamos sucede sin tu consentimiento, es llamado aprovechamiento, y si existe penetración no consentida se conoce como abuso y tu padre está dispuesto a matar a quien se aproveche de la debilidad de alguien más, ese es su honor, su lema y su camino de guerrero. Dejando ese tema de lado. ¿Por qué intentaste escapar?… Te pido que no lo intentes más.

—¿Alguna razón en particular? —preguntó Rey curioso.

Maryam mantuvo la sonrisa que le iluminaba el rostro. Actuaba como una madre que no se molestaba al escuchar los reclamos de su hijo, y estaba dispuesta a incluso darle explicaciones con paciencia. Sin embargo, ella sabía que su hijo era tan extraordinario como aparentaba y si le daba una pequeña oportunidad, este, con su argumento, tal vez podría crear una excusa conveniente y salirse con la suya. Rey, ante el silencio de su madre, terminó cediendo:

—Necesito tan solo una segunda oportunidad.

"¡Mmm!, una segunda oportunidad. Qué problema podría crear. Tampoco ganaría nada con prohibirlo y que lo hiciera cuantas veces quisiera a mis espaldas", pensó Maryam, para decir en voz alta:

—¿Tenemos un trato?

Rey asintió.

—Tan solo una oportunidad más —La vampira, dejo salir un prolongado suspiro, para continuar—. Lo siento, hijo mío, perdóname por todo el dolor que has tenido y tendrás que soportar. Tu mamá es una mujer egoísta y espero que lo comprendas algún día. Escuchando los pasos de dos personas, la vampira se levantó de donde estaba sentada.

Wulfgang habló con su mujer:

—Hero ya está al tanto de todo lo que sucede. ¿Acaso Rey dijo algo sobre el tema? —preguntó una vez que estuvo lo suficiente cerca.

—No —dijo Maryam—. Fuera lo que fuera, fue consentido… —Como quien cambiaba el tema, ella continuó—. Se nos hace tarde para ir a ver a Jhades; después podemos pasar a darle una visita a Dante y terminar el día.

Una vez la pareja se marchó, Heroclades puso su mano sobre el hombro de su discípulo.

—Es toda una conmoción lo que causaste, pero, aun así, estoy orgulloso de ti. Tu padre me contó un poco de todo y ya tengo más claro la razón por la cual me ganaste hoy: aprendiste de Silvia. Ella debió de enseñarte a controlar tu aura en el combate —dijo con seriedad en su mirada—. De paso, tus acciones sirvieron para tocar algunas zonas verdes que se pasaron por alto. El Gran Mago Sabio le dijo a tu padre que Silvia no era responsable de lo que había sucedido y que, si quería evitar que lo mismo sucediese, tenía que hablar y educar a los pequeños para que no volvieran a la casa por la noche. Cuando las luces se apagan, la sirvienta está autorizada a morir, matar o jugar con la vida de quien entre al interior de la casa. Si hubieras dicho lo contrario, tu padre tenía planeado quedarse despierto por la noche y entrar en la casa con la intención de matarla y recuperar tu honor. Aún estás a tiempo de cambiar de opinión y ver quién es más fuerte en un combate. O, por otro lado, puedes seguir intentando escapar… creo que lo notaste, pero si Maryam no puede usar sus poderes, no podrás pasar la iniciación.

Las palabras de Heroclades eran la ambigüedad encarnada. ¿Es él amigo de Wulfgang o no? Con esto en mente, el pequeño preguntó:

—¿Si yo alcanzara a escapar, con su olfato él podría seguirme hasta la salida?

Heroclades terminó la oración del pequeño pensativo:

—Y escapar también. Sí. Eso es lo que más teme tu madre.

—¡Hmmm!, la luz aún brilla, pero al contrario de la oscuridad, puede que no permanezcas brillante para siempre.

Volteó su lastimado cuerpo y, cojeando, se dispuso a caminar en dirección al bosque, pero no sin antes decir:

—Es mejor si me pongo en marcha. Madre me dio una última oportunidad para explorar… no pretendo desperdiciarla.

Llevando su mano derecha hasta su rostro para así acicalar su barba inmaculada, que crecía esplendorosa desde su barbilla, Heroclades hizo una mueca amargada cual si fuese alguien atormentado por el cargo de conciencia. La condición de su discípulo no era la mejor, sin contar los raspones y heridas. Rey tenía costillas partidas que le impedían inflar sus pulmones del todo, un hueso del brazo roto que no le permitía levantarlo y un rostro casi desfigurado. Pero fue el resultado del entrenamiento y el precio a pagar por terminar con todos las pruebas en tan solo al segundo día. "Aun así, verle caminar es doloroso. No creo que fuese necesario querer terminar con todo de golpe y empujarse a sí mismo a sobrepasar los límites", se dijo.

Lo que en verdad preocupaba al maestro era que su discípulo entraría en el bosque una vez más.

—Me recuerdas a mí… sin el amor de nadie. ¡Hmm!, cuando fue que yo me di cuenta de que quería luchar… creo que también cuando nací. En ese momento vi que no me quedaba más opción que seguir adelante. Así como tú, querido pequeño… No puedo hacer más que desearte suerte… No…

Heroclades, sin poderse contener de decir algo, llamó a su discípulo:

—Rey…

El pequeño se detuvo ante el llamado de su nombre.

—Cada quien es libre de pasar el trabajo que quiera pasar, pero no es de débiles entender cuándo aceptar las cosas que no se pueden solucionar. Tampoco es cobarde buscar el camino más fácil. Ni deshonroso sentarte a esperar a que los problemas se solucionen por sí solos. Pero, si aun así tomas la decisión de continuar adelante, me temo que es porque aún te falta mucho por aprender y para ser un adulto…

Rey volteó su rostro y observó de reojo al señor de piel bronceada que pretendía darle un consejo. Claro, el pequeño, había visto en el pasado y estaba consciente de la posición de su maestro. De que este se había rendido a continuar luchando y de que seguía a Fang porque este o uno de sus descendientes resolvieron el problema que él no había podido resolver.

—Viéndote bien… vivir sin hacer nada es duro y duele mucho. ¿No es así Hero?… Puedes seguir llamándome soberbio, altanero y arrogante. No quiero ser adulto si eso supone que el tiempo me vuelva débil y le tenga miedo a la muerte. Nunca he de vivir entre miserias, sino entre oportunidades para hacer una diferencia…

—Así como cuando, me preguntaste: "¿Crees que no podré alcanzar la fuerza suficiente como para poder enfrentarme a cualquier situación?", cuando te di la oportunidad de escapar cada noche.

—¿Aún recuerdas esas palabras?

—Yo… he memorizado cada palabra que has dicho.

Rey se volteó y continuó caminando. Hablar con Heroclades era mucho más exhaustivo que hacerlo con su madre:

—Eso fue pasado. No vivo en el pasado…

Riendo a carcajadas, Heroclades dio cuatro palmadas al aire y continuó:

—Una ronda de aplausos para el pequeño. Eres espléndido. Si no me lo hubieras dicho, no lo hubiera creído. Aunque de nada sirve que hayas descubierto el mal del cual padezco. Veamos qué tan lejos llegas sin que cambies, sin que te vuelvas débil y sin que le tengas miedo a la muerte.

Con su fiel acompañante a un lado, el pequeño abandonó los pastizales verdes del Heaven para adentrarse una vez más en el interior del Bosque Siempre Cambiante. Caminaba que caminaba, Rey con su ya característico cojear y, tambaleándose de un lado a otro, dejó la luz atrás. Aquella que iluminaba lo que tocaba de a poco desapareció y se volvió oscuridad, pero la oscuridad no existía más para los ojos blancos, ni para el pequeño cachorro. Los dos podían ver sin ningún problema, cual si de día fuera. Al contrario de la vez anterior, Rey no había esperado a que los "guardianes del Paraíso" terminaran sus labores y se marcharan a dormir para deambular por el bosque.

Era mucho más probable que se encontrará con una de estas criaturas que estuviera buscando algo que comer para matar el aburrimiento, como, en efecto, una bestia con camuflaje negro que estaba agazapada se arrojó ante el pequeño maltrecho y su acompañante. Desde el aire, con sus garras expuestas, la criatura efectuó su más poderoso ataque.

White fue tomado por sorpresa. No podía hacer nada, ni siquiera pudo advertir la emboscada. El pequeño felino sabía que su compañero estaba en desventaja y que no podría sobrevivir a tal ataque; aunque fue testigo de lo impensable, no pudo hacer más que quedarse pasmado en el lugar.

Rey, con una simple, pero coordinada combinación de pasos, fue capaz de desplazarse hacia un lado, mientras que con inteligencia y rapidez efectuó sus movimientos. La efectividad de sus golpes no se encontraba en donde golpeaba a su contrincante, sino en que mientras que él evadía, atacaba las zonas vitales del mismo. Con uno de sus dedos extendido hostigó los puntos de presión de la Gran Bestia camuflada. "El cuerpo de los animales es menos complejo… Según pude estudiar, existen varias zonas que, si son estimuladas de diferentes maneras, pueden inmovilizar al enemigo, entorpecer y provocar movimientos involuntarios. Como estos puntos están localizados a lo largo del sistema nervioso, un usuario de electricidad tendría mayor afinidad para este estilo porque puede multiplicar por cien la eficacia de estas técnicas, pero siempre quise probar. Ahora es un buen momento… empecemos por el dolor". Rey golpeó justo encima de la oreja del felino, en el nervio trigémino. Debajo de la mandíbula, a los lados del cuello, en la zona interna de los bíceps, sobre la boca del estómago, en el hígado y cuando se dirigió a los testículos, no pudo encontrarlos… "Ups, es hembra, me imagino", se dijo.

El guardián del Paraíso apenas cayó en el suelo, se impulsó contra el árbol más cercano, escaló y volvió a atacar tan rápido como pudo.

Rey se volvió a desplazar:

"Parece que el dolor no fue suficiente. Lo entiendo, yo no dejaría que el dolor me desconcentre en un combate. ¿Qué tal si pruebo entorpecer sus movimientos?… Según las mecánicas del cuerpo, ciertas áreas duras y blandas son propensas a fracturas, torceduras, dislocaciones y distensiones si se los golpea en el momento oportuno". Esta vez, con el dorso de su mano aun buena, Rey procuró interceptar las suturas óseas del cráneo de la bestia, la nariz, las vértebras del cuello, las costillas flotantes, los codos y las rodillas.

La bestia regresó al suelo, con la boca abierta, sangrando por la nariz, incapaz de contener su respiración o correr como antes, pero no se detuvo y levantando su garra derecha, atacó violentamente.

El pequeño de ojos blancos continuó:

"¡Mnnn!, con mi fuerza actual, solo pude fracturar su nariz y costillas flotantes. Supongo que me queda golpear con la intención de provocar contusiones y desmayo" Valiéndose de sus codos y rodillas, se acercó aún más y, al esquivar el zarpazo, golpeó en un ángulo determinado contra las venas principales en el cuello de su enemigo, una vez más atacó al mentón, a la sien, a las articulaciones del enorme animal y, de esa manera, tras escapar de tres ataques, hizo que su contrincante perdiera fuerzas, movilidad y energía para seguir atacando.

La bestia temblaba en el lugar, no por miedo, sino por debilidad. Resignada a perder, infló su pecho y con todas las fuerzas dio su más atemorizante rugido.

Rey se mantuvo inmóvil. "El cerebro es un órgano vulnerable… Aun así, con mi fuerza actual no pude darle un impacto lo suficientemente fuerte como para hacerle perder el conocimiento. Se le ve desorientado y con pérdida del balance. Si no puedo hacer que quede inconsciente, significa que carezco de la fuerza para dar con efectividad uno de los diferentes 'toques de la muerte'. Ahora está rugiendo para intimidar… el rugido se siente diferente. Si hubiera sabido esto antes", se dijo para caer en nostálgicos recuerdos. "Regresando al tema y tomando a la naturaleza como ejemplo: si le rugieras a una roca, ¿qué ganarías al respecto?".

Entre la oscuridad del lugar, Rey decidió comportarse como una montaña, abrió sus intimidantes ojos blancos y dejó escapar los instintos asesinos que había estado conteniendo. El pequeño sin apellido, con un valor sólido, miró directo a los ojos de su oponente por un largo tiempo, hasta que la bestia entendió que se le había dado la oportunidad de seguir viviendo. Sí, para la bestia era más sensato marcharse en ese momento que continuar peleando para impresionar a los demás o ser la primera en arremeter a la presa. El guardián del Paraíso agacho su cabeza y, con algo de torpeza, se marchó por donde vino.

En ese momento, White, al tanto de que estaban rodeados, se abalanzó sobre Rey como quien se arrojaba a los brazos de un ser querido que estaba a punto de morir. Rey, como quien no le daba importancia al asunto, dijo:

—Preocuparte, no debes. Aunque me faltasen los dos pies y una de mis manos, no sería suficiente para que una de esas bestias pueda matarme.

En el Bosque Siempre Cambiante, Rey pasó su mano por la cabeza del cachorro tembloroso y miró hacia el frente.

—¡Hmmm! Parece que sucede algo extraño cuando los árboles se tocan… ¿Qué será? Ahora que es de día en el Heaven, la oscuridad no debe de ser tan sólida y se puede ver mejor. Tal vez sea la entrada, o la salida. Para descubrirlo debo de ir ahí, ¿no es así?

White no entendía las palabras del pequeño. Pero sí entendía que era peligroso seguir avanzando, mejor retroceder a donde estaban los pastizales verdes para poder escapar de los demás felinos.

A Rey parecía no importarle nada de lo que estaba sucediendo a su alrededor.

—Bueno, como ya probé el arte de lucha cuerpo a cuerpo usando puntos de presión y fue ineficiente. Supongo que será mejor atacar con seriedad utilizando mi mejor movimiento de ahora en adelante… ya están advertidos, deje a uno vivo. De ahora en adelante no habré de sentir pena por la muerte de aquellos que quieran probar su suerte.

Mostrando en su rostro una expresión de intriga, Rey dejó de acariciar a su acompañante, que pretendía hacerle retroceder con la fuerza de su cabeza, y avanzó en dirección a donde había clavado su vista.

—White, no te quedes atrás —dijo pasando por encima del cadáver de un ligre al cual mató de un solo golpe.

—¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De dónde? —Fueron las preguntas del pequeño cachorro blanco al ver cómo algo que no estaba ahí había aparecido sobre el suelo muerto.

Innumerables felinos giraban alrededor del pequeño cuyo rostro estaba salpicado por sangre, pero ellos no se atrevieron a hacer ningún movimiento tras ver cómo el segundo atacante había perdido su vida en tan solo un abrir y cerrar de ojos. No todos entendieron que el pequeño, que caminaba herido y con olor a sangre, era peligroso. No todos entendieron que incluso si atacaban juntos encontrarían el mismo final, asesinados por él. Pero todos sí entendían que este no los atacaría, a menos que uno de ellos le atacará primero.

Entre los que no entendían, estaban los más jóvenes e insensatos que aprovecharon la ausencia de agresividad o advertencias por parte de la presa para posicionarse de la forma perfecta y efectuar un ataque desde un ángulo diferente.

White vio cómo un tercer guardián del Paraíso le atacó sin previa advertencia. Uno de los suyos le atacó, ¿acaso era eso lógico? No había pasado antes. En el mundo animal, sí. Y si no sucedió antes fue por pura suerte, entendió el pequeño felino. Es una conducta corriente que los jóvenes, en busca de poder, comida y reconocimiento, cometan crímenes contra su misma especie, incluso canibalismo. También, aunque fuesen de la misma especie, no pertenecían al mismo grupo, por ende, era un objetivo. White entendió todo eso al mismo tiempo que veía cómo la criatura que le había asaltado perdía su cabeza de manera instantánea poco antes de caer al suelo. El pequeño felino se sentía feliz de estar en el mismo grupo que el híbrido que caminaba en dos patas.

Rey regresó a su posición normal y, con su brazo más funcional, volvió a montarse el hombro que se había desmontado con el movimiento de su violento ataque, casi imperceptible a los ojos felinos.

Con un segundo cuerpo sobre el suelo, todo estaba claro para los guardianes del Paraíso. Si no provocan a ninguno de los pequeños, entonces deambular en el bosque era seguro. Estos felinos camuflados con carbón eran los más fuertes, quienes se yerguen en el pináculo del triángulo alimenticio del lugar, pero no porque tenían garras, colmillos o duros pelajes, sino porque eran los más inteligentes y más adaptables. Ellos supieron que estaban en frente de un individuo peligroso, que era mejor dejarle solo y seguir en busca de otra presa. Las sombras negras se marcharon. Todas excepto una.

Rey preguntó al aire mientras que, con la punta de sus manos, tocaba una especie de portal que al parecer no le aceptaba:

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así?… Sí, tú. ¿Por qué me sigues y dejas que te note? ¿Necesitas de mí o no puedes atacarme si sé que estás ahí…? —Como quien se daba cuenta de algo, el pequeño continuó—: Tienes miedo. Interesante…

Una voz característica de niña habló con tono fino, más bien para que sus palabras no enflaquecieran o temblarán:

—Quiero matarte en vez de esperar para llevarte. Solo que no tendría honor si antes no supieras el porqué.

Rey nunca había escuchado con anterioridad semejante voz, pero sí había percibido y visto la figura al menos dos veces. Era quien el Gran Mago Sabio había dicho que se oponía a la vida y vestía de negro. La misma sombra que vio cuando nació, esa que también se asomó en la entrada de la cueva cuando White estaba a punto de morir.

Rey habló empleando un severo tono de advertencia:

—Si intentas matarme, me veré obligado a defenderme y terminar con tu vida en un instante.

El silencio se hizo lugar; ella no iba a responder, pues estaba segura de que el pequeño simplemente hablaba por hablar.

—No dejas rastro, te paseas por donde quieras, lo ves todo y los escuchas todo ahí en donde estés, mas no puedes ser detenida por nada sólido o material. Eres un ser "no tangible a voluntad". Déjame decirte algo: el poder está en el saber y el saber se puede encontrar en los libros. Me encanta mucho leer, y en las historias que he leído se encuentran innumerables anécdotas en las cuales seres como tú pueden ser eliminados. Es curioso, llámame paranoico si deseas, pero en cierto modo una vez fui como tú y experimenté lo que tú. Esa experiencia me abrió los ojos y me hizo pensar en cómo defenderme si de pronto aparece algo que no está ahí y me ataca…

Rey se volteó y con sus ojos miró hacia la distancia.

—Puedo escuchar el sonido de un corazón que late dentro de un pecho angustiado. Respiración que intenta ser silenciada. Una garganta seca tratando de tragar… no puedes controlar tu poder si te pones nerviosa, ¿no es así?

Rey se dio cuenta de que su acompañante también se percataba de la presencia ajena, ya que movía su nariz como quien olía algo.

—¡White, ataca!

El cachorro salió disparado ante la orden del pequeño y, tan pronto rodeo el inmenso tronco del árbol que tenía adelante, por el otro lado salió una pequeña de pelo negro azabache corriendo y gritando con las manos arribas. Ella, quien cargaba en sus manos un puñal y vestía un enorme atuendo que incluso arrastraba por la tierra, chocó contra la mano extendida de Rey y después cayó en el suelo de nalgas.

—White —dijo Rey con voz de mando para que su acompañante se detuviese.

El pequeño felino se detuvo. White estaba orgullosa de su proeza, se pudo notar cuando puso una de sus patas sobre el cuerpo de la víctima y rugió con fuerza, rugido que sonó más como a un chillido, pero aun así estaba reclamando atención y territorio de conquista sin seguir dañando.

Tan pronto como la agitada pequeña abrió sus ojos, Rey se tapó la nariz y continuó:

—Conque así se ve el odio en los ojos de alguien con un corazón triste. Extraña… —dijo refiriéndose a la pequeña que usaba capucha—. ¿Acaso te he quitado algo? Ni siquiera te conozco para que me odies tanto. Me disculpo si mi existencia te incomoda. Ya que no tengo planeado reponer mis errores… puedo darte algo que desees en cambio. Pero antes tú, que por aquí te mueves, tal vez sepas cosas que yo no. Dime: ¿qué es esto que se abre enfrente de nosotros dos y no me deja entrar?

—No me llames "extraña", tengo un nombre, y dile que quite sus patas de encima de mí. Sus uñas me están lastimando —replicó la pequeña.

Rey hizo una señal con su rostro y White obedeció.

—Mi nombre es Edith Láquesis De-Tartarus, y sí… me quitaste mi infancia y aún más. ¡Es tu culpa que yo esté perdida! —Se cruzó de brazos y ladeó su rostro para no mirar al pequeño—. Para tu información, eso es un portal. Acaso no lo sabes, tú que has leído tanto. No creo que lo puedas atravesar si no has reunido las condiciones y, aunque puedas, no te recomiendo que lo atravieses. Esa es una de las tantas entradas al Purgatorio. Ahí serás un cuerpo extraño para dicho mundo, así como yo lo soy para este lugar. Si haces algo que no debes y cambias la estructura o el propósito, es posible que termines siendo eliminado.

Rey, aun con su nariz cubierta, dijo:

—¿Eliminado? ¿Por qué, por quién?

La pequeña de piel color gris oscuro se levantó del suelo. Sacudiéndose la ropa del polvo, dio un suspiro y se paró erecta. Ella era más grande que Rey por una cabeza.

—No es que sepa muy bien los detalles, pero en estos círculos existen organismos que intentan devolver el balance natural del lugar, los guardianes.

Pasando su otra mano por la cabeza de White, Rey, conforme con la explicación de ella, decidió darle una oportunidad para que se explicara.

—¿De qué manera fue que yo robé tu infancia? ¿Por qué dices que es mi culpa que te perdieras? Sé sincera…

Edith, un tanto provocativa, agregó una pregunta:

—¿Y si no te digo?

Ella, en su mente, no estaba obligada a dar explicaciones ni responder; nadie lo había hecho y creía que nadie tenía el derecho. Además, para ella era un tema vergonzoso de hablar, por ende, su orgullo no la dejaba.

Rey dando un paso atrás, dijo:

—Tendrás que valerte por ti misma… —respondió con frialdad, como quien necesitaba sinceridad para poder confiar.

Edith, avanzando un paso y arrojándose de rodillas, casi a punto de llorar, dijo desesperada:

—¡No! ¡No me abandones! Protégeme… necesito cariño… a alguien.

Levantando sus ojos aguados, ella notó que el pequeño no cambiaría su posición a menos que ella le dijese lo preguntado.

—Está bien. Te voy a contar…

De rodillas pasó a sentarse en el suelo con los pies encogidos para moverse de un lado a otro, arrasando la cola con disimulo.

—Por cierto, ¿por qué te tapas la nariz?

Rey, sin saber cómo responder, decidió suavizar la situación:

—No te deprimas con esto que te voy a decir, ni lo tomes a mal.

Edith abrió y cerró sus ojos varias veces, como quien bien esperaba una respuesta.

—Si me cubro la nariz es porque hueles muy fuerte…

Edith, con las ilusiones destrozadas de alguien que se había esforzado mucho en vano, desvió la mirada, cruzó sus piernas y se tapó con la mano izquierda el cuello. Se sentía vulnerable, por ende, trató de achicarse más en el lugar, para responder con un tono de no querer deprimirse:

—Ah… Tiene que ser. El olor me incomoda a mí también. No he tenido la oportunidad de bañarme o de ir al baño apropiadamente en mucho tiempo. ¡Aaaah!

Cambiando el tema y regresando a responder las preguntas que le fueron hechas, se arrodilló para dibujar en el suelo con la punta de su dedo.

—Mi apellido es el nombre de la segunda de las tres Moiras, significa que soy el reemplazo de una de las hijas de Zeus y Temis. Láquesis de, "la que tira la suerte" o "quien determina el futuro de las personas". Tu hilo es raro y no me gusta en lo absoluto porque se junta con el mío. Debo confesar que, aunque intenté por todos los medios picarlo, nunca pude. No me quedó más remedio que resignarme a odiarte: porque tú existes, yo debo vivir toda una vida tan tormentosa y miserable de tediosas rutinas, arduos trabajos, interminables clases y lectura de muchos libros sin sentido. Un día, un hilo se rompió por sí solo, debido a que el propietario murió…

Ella se detuvo. "¿Cómo decir lo siguiente sin perder la confianza?", se preguntó.

Rey continuó con naturalidad:

—Y viniste a matarme personalmente, para así cortar el hilo que nos junta…

Ella asintió con la cabeza, como quien se arrepentía.

—Pero no lo lograste. ¿Por qué?

—Al principio creí que tus padres te matarían. Después, digamos que verte sufrir mucho más de lo que yo sufría, me hizo sentir culpable. ¿Acaso no te arrepientes de la vida que vives? ¿Acaso no estás inconforme? En todo este tiempo no has sonreído ni una vez… Siempre puedes elegir el suicidio para hacer feliz a quienes te rodean.

Rey, como alguien convencido, respondió:

—Tú tampoco has vivido una vida feliz y tu rostro dice que eres de sonreír poco. No por eso significa que quieras dejar de seguir viviendo.

Edith levantó la mirada, viéndole como si entendiese algo obvio: el pequeño tenía razón.

—Tu vida es tuya y es lo único que tienes —dijo Rey—, y mientras le cuides podrás hacer algo al respecto. Si aún no tienes el poder para crear la diferencia, puedes esperar hasta que lo tengas o luchar por obtenerlo. Así es como lo veo. Toma mi vida en un futuro si te sientes preparada. Pero por ahora, en compensación… acepta mi ayuda. Ya que casi nos dirigimos al mismo lugar, puedo regresarte a tu casa. Sin embargo, antes debo encontrar a las ancianas.

Rey dejó de cubrirse la nariz y extendió la misma mano. Edith levantó su cabeza con la mirada llena de esperanzas. Lenta y temblorosa, correspondió el movimiento como quien había pensado en la posibilidad de recibir ayuda de su enemigo, pero que, al mismo tiempo, no lo creía posible. En ese preciso momento en que sintió el apretón de la mano de Rey y aquella mirada cálida llena de luz y seguridad, se puso de pie, guardó la daga detrás de su espalda y dio una sonrisa tímida mientras se colocaba los cabellos detrás de la oreja izquierda.

El pequeño sostuvo la mano de la Parca y, con rapidez y sin avisar, se arrojó al interior del portal haciendo que la misma gritara por la sorpresa. Rey había mantenido los ojos abiertos, y dado que estaba haciendo contacto con ella, fue capaz de pasar por el portal.

—Como lo supuse y leí: al tocarte, parece que puedo cumplir con las condiciones…

Edith, agitada, dijo:

—¡No me vuelvas a asustar así! —reclamó tan alto como pudo.

El pequeño no les prestó atención a las quejas de la Parca. Del otro lado del portal se había quedado White, quien no podía pasar, pero sí se le veía asomándose y chillando con preocupación. Ya Rey se podía imaginar la ansiedad de quedarse solo en un lugar tan grande y oscuro como lo era el Bosque Siempre Cambiante. Sin dejar de sostener la mano de la Parca, Rey atravesó el portal y recogió a su tan inseparable compañera para cargarla sobre su cabeza y regresar al otro lado.

—Conque el Purgatorio. ¿Eh? —dijo Rey altanero, con sed de aventura y orgulloso de sí mismo por haber obtenido un resultado positivo en su reunión con la Parca.

Edith se volvió intangible, dispuesta a flotar sobre el pequeño, dijo con voz temblorosa:

—En efecto, la supuestamente "última barrera" de entrada al primer círculo del Paraíso. Los seres que invaden a este sitio son incontables. Aquellos que no tenían pecados, pero que tampoco eran dignos del Paraíso, y aquellos que dieron su espalda a las planicies verdes terminaron en este círculo —Ella tragó en seco—. Uno de los más reconocidos de todos es el jinete sin cabeza que monta en un unicornio de cuerno roto. También existen enanos, brujas blancas, colonias de eruditos y personas que nacieron con un camino favorable o a morir inmolados.

Rey, mirando a todos los que le rodeaban, habló:

—Puedo ver.

Sin embargo, él no miraba los individuos que poblaban el lugar por muy raros que se vieran, sino que más bien buscaba encontrar alguna diferencia que probara el hecho de que su maestro estaba equivocado.

Los árboles, los colores, las ramas, raíces, hojas e incluso el polvo con olor a quemado seguían los mismos patrones que se encontraban al otro lado del portal. Para los minuciosos ojos del pequeño sin apellido, el sitio era el mismo, solo que estaban en un plano diferente.

De entre las criaturas que miraban curiosas la aparición de los tres individuos, resaltó una voz que dijo con tono rudo:

—Una Parca y un purificado… ¿Qué vienen a buscar a este circuló más bajo? —preguntó el jinete sin cabeza que por ahí pasaba, vestido de armadura con dos armas. En su cintura cargaba con un casco bajo su brazo mientras montaba un unicornio de cuerno roto.

Rey, soberbio y altanero, infló su pecho y observó en dirección a su oponente con actitud desafiante:

—En busca de las brujas blancas. Ana la Anciana del Bosque y Clara la Anciana del Lago.

—Déjenme decirle que habéis de andar por buen camino —dijo el jinete sin cabeza ignorando el comportamiento del pequeño—. Den marcha atrás y busquen las planicies al pie de la montaña; en donde se encuentran los soberbios, habrán de encontrar al menos a uno de los discípulos de las brujas blancas; mas dejadme advertirles, no por ser un dullahan, sino porque es uno de mis trabajos como guardián: a nadie podéis contarle cómo es el lugar del cual provienen, a no ser que dichosos quieran conocer el placer de dejar de ser —y se marchó con un lento galope de montura.

En efecto, ahora que Rey prestaba mejor atención, los ojos de todos tenían una pregunta en su interior. Pero ninguno se atrevía a preguntar al pequeño temiendo que pasara lo peor. Resignados a continuar incrédulos, abrieron paso y se apartaron ante el caminar del purificado de ojos blancos.

Justo en la salida del bosque, Rey dejó de ver en la oscuridad para contemplar lo que tocaba la luz; sus pupilas se regularon lo suficiente, al punto en el que casi desaparecieron y tan solo quedaba la estrella pitagórica. Todo era igual, excepto por una colosal montaña casi interminable que desaparecía entre la luz del cielo. Edith seguía asustada, como si no le gustara interactuar con otros individuos. Ella prefería quedarse tranquila entre las sombras donde nadie la viera. Pero el pequeño era diferente, desafiaba con sus ojos a todo aquel que le dirigía la mirada, mientras que el cachorro de guardián del Paraíso buscaba con la esperanza de encontrar a su madre.

Rey dijo algo concernido, por el sonido:

—Ya llevas tiempo rascándote ahí abajo.

—No tengo idea —dijo Edith—; está comenzando a hacerse insoportable. Así como mi hambre y mi sed. ¿Acaso tú no tienes hambre?

—No, ni sed tampoco —dijo Rey—. Ahora que lo pienso, no creo que esté mal un pequeño desvío en nuestro camino y pasar de lago, así también puedes aprovechar y tomar un baño. De antemano te advierto que no pienso lamerte con mi lengua o cuidar de ti sin no tienes nada que darme a cambio.

Edith se sonrojó:

—¿Lamerme, cuidar de mí? ¿De qué hablas? ¿Darte algo a cambio?

Rey, recordando la extensa conversación que había tenido con su madre, mas dándose cuenta de que tanto él como ella compartía métodos de baño diferentes, decidió reservarse las explicaciones para no cometer el mismo error que cometió con Silvia, pues ahora sí sería sexo, y dijo:

—No te preocupes. Solo olvida lo que dije…

La pequeña tenía curiosidad. Quería saber por qué razón el joven le había dicho que no la iba a lamer. "Lamerse el uno al otro son cosas que hacen los adultos", pensó. Mordiendo más su uña del dedo gordo y presionando su mano opuesta contra su pubis, Edith sintió cómo le latía mucho el corazón. "Yo, quien en un futuro tiene que casarse con él, ¿acaso he sido rechazada de antemano? ¿Ya no le gusto porque intenté matarlo? ¡Oh, no! No es que él me guste ni nada… Pero… ¿porque no me querría lamerme? ¿Qué es lo que debo de darle a cambio? Mi pureza…".

Levantando la mirada e inflando su pecho continuó sus pensamientos: "No. No puede ser. Seguro está hablando de ahora. Sí, tiene que ser. ¡Hmmm! Si ahora huelo feo, tal vez cuando huela mejor nos podamos casar. Sí, si me quiere lamer, primero tendrá que casarse conmigo. Aunque estaré siguiendo lo que se me dijo. Por otro lado, ahora tengo la oportunidad de darme un baño, oler y sentirme mejor, pero no quiero hacerlo sola. ¿Y si algo peligroso que se esconde por el lugar me atrapa apenas me descuide? Para bañarme tengo que volverme tangible". Toda una corriente de escalofríos le hizo preguntar en voz alta a la tan preocupada Parca, que flotaba por el lugar casi encogiéndose de pies y brazos:

—Rey, ya que soy yo quien no te voy a permitir que me lamas sin que antes te cases conmigo, ¿podrías, al menos… quedarte a mi lado?

Rey se volteó, la palabra casamiento le sorprendió, sin embargo, recordó la conversación que tuvo con su madre. Con sus ojos miró al rostro de la pequeña flotante, ella le recordaba mucho a Ehimus. Asustadiza y prejuiciosa, alguien que tomaba decisiones apresuradas.

—¡Oh!, ¿casarnos? Ya entiendo. Sabes lo que es tener sexo. Y para tener sexo dos adultos, deben casarse primero en algunas culturas. No te preocupes, te dije que te llevaría al lugar del cual provienes. ¿No es así?

Ella asintió con su cabeza, cuyos ojos y frente se escondían detrás de la capucha.

—Eso significa que eres parte de mi manada y yo me encargaré de protegerte hasta que nuestros caminos se dividan. Cuando te dije lamer, me estaba refiriendo a bañarte con mi lengua.

Edith abrió sus ojos tan grandes que casi levantó las comisuras de su triste y caída boca. Ella no se reía del todo, pero estaba feliz ante las palabras de él. Era irónico ver cómo al mismo tiempo White se lamía una pata y luego se acicalaba, como quien quería mostrar la forma de un verdadero baño.

Una vez a la orilla de la inmensa laguna, el pequeño de ojos blancos se despojó de la única prenda que tenía para entrar en el lugar sin importarle cuantas personas estuvieran viendo o pasando por la tan transitada planicie. En cambio, la Parca lo pensó dos veces, ella sentía que no estaba bien bañarse o hacer sus necesidades si otras personas le veían.

Después de esperar por un tiempo, ella comenzó a reclamar flotando encima del pequeño:

—¿Qué? ¿Acaso no te da vergüenza que otras personas te puedan ver? ¿Qué yo te pueda ver?

El pequeño sin apellido le devolvió una mirada confundida, como quien le restaba importancia al asunto.

—¡¡¡A mí sí!!! Soy una dama…

Rey, teniendo en consideración las demandas de Edith, formuló una pregunta:

—¿Quieres ir a un lugar en donde nadie te vea? —Ella asintió—. Entiendo…

Con tan solo su cabeza, sobre la cual cargaba a White, por encima del agua, Rey usó sus manos y piernas para mantenerse a flote y adentrarse en las profundidades del lago, lo cual provocó pánico en el comportamiento de la Parca. Edith actuaba como si fuese una gallina que se le perdían sus polluelos. Histérica por no saber ni ver la profundidad del lago. Desde el aire, la masa de agua brillante se hacía vasta, profunda y peligrosa. Su mente divagaba entre los millones de criaturas que podían existir y estar escondidas debajo de la superficie de un lugar como ese. Pensándolo mejor, qué otro sitio podría ser más ventajoso para los depredadores que ese en donde pudieran ver a sus víctimas y atacarlos desde debajo. El pánico se engrandeció dentro de la pequeña el punto de generar un malestar muy intenso en su estómago y casi hacerla vomitar. Edith, exaltada, no se pudo mantener callada:

—¡En qué piensas! ¿Acaso no temes que salga algo de dentro del agua y te coma?

Rey negó con su cabeza como si no tuviera razón para pensar en dicha posibilidad.

—¡A mí sí! Arg… ¿Qué? ¿Acaso quieres morir?

Rey, como quien señala un problema y habla cual si fuese un maestro entrenando a su discípulo, dijo:

—Edith, si quieres hacerte más fuerte, debes ser más vulnerable…

—¿Más vulnerable? —preguntó Edith agitada—. ¿A qué te refieres? ¿Cómo siendo más vulnerable seré más fuerte?

Rey, como quien entendía que explicaba algo que no sería entendido, continuó:

—Algún día lo entenderás por ti misma. Escapa a mi control aclarar y que entiendas si aún no estás lista para entender —Cambiando la conversación, ya pasada más de la mitad del medio del lago, continuó: —Mira, de este lado no hay nadie. ¿Más tranquila?

—Sí —respondió Edith con voz suave, bajando y agarrando el brazo izquierdo de Rey con la mano derecha y pegándose al cuerpo de este como si quisiera que no se le cayera en su proceso de salida. Ella tenía su mente ocupada en otra cosa, estaba reflexionando en lo que se le había dicho. "Ser vulnerable", pensó.

Los ojos de la Parca bajaron una vez más para ver el no tan desarrollado miembro del pequeño. Dejando el pánico del lago, ahora venía otro miedo que le hacía sentir vulnerable. Desnudarse en un lugar abierto, en frente de otros individuos, era un gran momento de vulnerabilidad. Ella era hembra, y aun pequeña; dicha acción de estar sin ropa provocaría el acercamiento de otro tipo de depredadores; aun así, eso le haría fuerte de alguna manera. "No, esto simplemente es arrogancia. Como esos guerreros que van sin armadura a una batalla, o quieren enfrentarse a la persona más fuerte que encuentran… Aun así, tomar riesgos es una oportunidad para hacerme más fuerte, a no ser que muera en el proceso. Tal vez eso es lo que él quiso decir".

Tras reflexionar por un rato, ella observó hacia los lados, dejó que Rey se alejara, flotó hasta la orilla y con mucha lentitud comenzó a desvestirse. "Mientras mis pies toquen el fondo, no tengo que preocuparme porque algo más grande venga a comerme por debajo. Si me puedo hacer intangible, nadie podrá tocarme… Veamos que pasa", pensó Edith.

Tanto Rey como White salieron del agua y sacudieron sus cuerpos para escurrir la humedad que los cubría. Acto seguido, se tendieron sobre el pasto como si estuvieran tomando un respiro para que la luz los secara. Por otro lado, la Parca, muy cuidadosa de no resbalar, ya sin ropa, se cubría tanto el pecho como su vulva con las manos mientras, de a poco, entraba al interior del lago sin mirar a los lados. Ella sentía que, si veía que alguien le estaba viendo, se iba a arrepentir de lo que estaba haciendo.

El corazón le latía con fuerza, sentía arena bajo sus pies, el agua subiendo y cubriendo más con cada paso. Para ella, el líquido se sintió tibio, casi tanto como el cálido brillo que le bañaba el rostro. Ni más frío, ni más caliente. Ella recordaba que siempre que se adentraba en la bañera en el lugar donde vivía, el agua helada le tomaba por sorpresa y le hacía retroceder unas cuantas veces. También que cuando pedía que calentarán la bañera, la misma casi que hervía y le quemaba mucho al contacto. Hasta el momento, ella no sabía que en verdad bañarse se podía sentir tan refrescante. A medida que caminaba, ya sin preocuparse por lo que podía existir a su alrededor, ella hundía su cuerpo y dejaba sus manos más libres hasta que dejó su peso flotar en el agua. Edith no entendía ese sentimiento de bienestar y relajación que le proporcionaba el lago brillante. Ella podía jurar que se estaba bañando en el cielo, tan libre como cualquier ave que volaba sobre el firmamento.

Con una cosa llevando a otra, Edith se propuso dejar ir la molestia que sentía en su vejiga, cosa que supuestamente le relajaría aún más. Relajando su zona pélvica se propuso a orinar. Rey sintió un seseo que logró identificar con rapidez. "Edith está quejándose por algo", pensó. El seseo se transformó en quejas, y las quejas terminaron en reclamos contra el agua. Dejando de contener las dudas que le surgían, Rey preguntó en voz alta como alguien que cuidaba de un niño:

—¿Qué sucede?

Edith respondió:

—No sé. Me quema, no puedo hacer pis sin que me arda. Es el agua, tiene que ser. Esto nunca antes me ha sucedido.

Rey, preocupado por descubrir una palabra que nunca había escuchado, preguntó:

—¿Pis?

Edith, cual si fuera algo tan común como beber agua o respirar, respondió:

—Orinar, ese líquido amarillo que sale de ahí abajo…

Rey, como quien deducía algo nuevo, agregó:

—Oh, pee… de orina. Ven, déjame ver. Tal vez no sea el agua y seas tú.

Edith, algo exaltada, se negó:

—Definitivamente no.

—¿Por qué no?

Edith, casi con el rostro enrojecido, dijo:

—No sé. Me da pena y una dama no debe de estar mostrando sus partes a alguien.

El pequeño se le quedó mirando fijo, como si quisiera entender la lógica de lo que ella le decía. Ella cambió de opinión al ver que prácticamente estaba desnuda en el otro extremo de un lago transitado por muchos individuos:

—Mnnn, pero que sea rápido —dijo como quien quería ser vulnerable, con el propósito de ser fuerte.

La Parca salió del agua con pisadas lentas, como de quien no quería salir. Ya que no sabía que hacer, el joven de ojos blancos le dio instrucciones.

—Acércate más. Un poco más, deja de cubrirte con las manos, agáchate. Abre las piernas. Déjame ver mejor… Mmm, tienes una infección.

Edith, sorprendida por escuchar una palabra nueva, preguntó:

—¡¿Qué?! ¿Qué es una infección? ¿Cómo lo sabes?

Rey, tan seguro como si se tratase de algo obvio, contestó:

—Sí, es una infección. Le sucedió a White cuando estaba a punto de morir. Sus heridas se infestaron y segregaron pus de diferentes colores, amarillo y verde, para ser más exactos. Aunque eso que tienes entre las piernas no es una herida…

El pequeño se sintió apenado por haber tomado la conclusión de que los genitales de una mujer eran una herida porque esta había tenido a un bebé, decidió dejar eso atrás y continuar:

—A veces creo que se comporta como una y el olor fuerte que tienes proviene de ahí. Para que no siga empeorando, te aconsejo limpiarte bien y con más frecuencia. La saliva y ciertos otros ungüentos tienen propiedades para proteger la zona del desarrollo de infección. Pero creo que antes de todo también deberías limpiar tus prendas con agua, la suciedad en ellas no ayuda.

Edith quedó pensativa. Era cierto que últimamente no había cuidado mucho su higiene y que cada vez que terminaba de hacer el número dos, tan solo se limpiaba con las rocas y hojas que se encontraban en los alrededores. También recordó cómo "las cuidadoras" le advertían quisquillosamente sobre lo importante que era limpiarse correctamente, de adelante hacia atrás, cosa que no había estado haciendo últimamente.

—Supongo que tienes razón. Pero no sé si pueda limpiarme. No quiero que me duela más —pensándolo dos veces, miró a quien parecía saber bien del tema—. No tienes que lamerme directamente, pero sí puedes ayudarme…

Rey, como quien advertía:

—Aunque te duela, tienes que hacerlo apropiadamente. Si no va a empeorar…

"Es cierto, aunque duela tengo que hacerlo bien. En el campo de batalla, si no puedo detener el sangrado de una herida, debo de quemarme en un proceso de cauterización", pensó para después, tartamudeando, agregar:

—Te pido que lo hagas por mí. ¿Puedes?

—Te dije que no te lamería… —dijo Rey algo renuente—. Usa tu propia saliva, y limpia la ropa que usas con el agua.

Edith, más asustada con la idea, agregó:

—No tienes que lamerme… con que emplees tus manos, creo que estará bien. Yo sola no puedo…

Ella, en verdad, se veía aterrada, al punto de respirar más rápido, y creía que moriría en el proceso como una herida que se estaba desangrando. Tan pronto como el pequeño asintió con su cabeza, ambos se dirigieron de vuelta al lago. Una vez en el interior, Rey se puso en una posición en la cual podía aguantar el cuerpo de la Parca, aunque esta se resistiera por el dolor y a la vez con su mano buena lograría limpiar la parte íntima de la misma. Una vez preparados, dijo:

—Voy a comenzar —advirtió Rey.

Sin decir palabras, ella asintió. Pasando su mano por el exterior de los labios vaginales de la Parca, Rey usó sus dedos con suavidad por entre los pliegues de los labios mayores y menores, y alrededor de la punta.

—¿Duele? —preguntó Rey.

—No, puedes seguir. Está bien —respondió Edith mientras con su mano le aguantó y cerró los ojos—. Tan solo trata de no ir muy profundo para que no me duela.

Rey se concentró más, aunque quería mantener su mente en el lado inocente, no podía evitar preguntarse si estaba teniendo sexo. Él tocaba la zona privada de una hembra quien le había dado el consentimiento y de cierta manera le penetraba al introducir su dedo. "La estoy agarrando entre mis manos contra mí… siento su vagina. Es suave, mucho más pequeña que la de Silvia. No tiene pelo. Ahora que lo pienso, su cuerpo es delicado y sedoso. Cierro mis ojos y siento su olor... sin ese olor fuerte, la esencia que despide su piel por los poros es dulce. Mi mente divaga, trata de imaginar cómo serían sus labios vaginales abiertos… en frente de mi cara…". Rey sintió cómo ella se humedecía. "¿Significa esto que está excitada? ¡Oh, no! No, no, no.

Por otro lado, Edith tampoco podía dejar de pensar, ella tenía en claro que si se penetraba con sus dedos al masturbarse no definía su pérdida de virginidad, pero si alguien más lo hacía, ¿estaba ella teniendo su primera vez? Además, ¿por qué amar a alguien que suponía tener que odiar y no hacía mucho quería matar? ¿Por qué le hacía feliz ese momento en el cual estaba junto a él, el causante de sus problemas? Preguntas rondaron por la cabeza de la Parca, interrogantes que le hacían sentir confundida. "Significa esto que me estoy enamorando. ¿Esta fuerte atracción dentro en mi pecho es amor? ¿Por qué siento que él tiene las capacidades necesarias para hacerme feliz?". Entre tantas preguntas, Edith notó cómo el pequeño comenzaba a despertarse ahí abajo. "¿Significa esto que le gusto?".

Rey, después de aclarar su garganta, dijo:

—Levántate un poco, sal del agua… Voy a poner mi saliva en ti.

Con esto él podía hacer que ella se despegarse de él y no notara que estaba teniendo una erección.

Edith, más como una pomponeante minina, ronroneó mimosa como quien se sentía apreciada, empino su cola tan alto como pudo fuera del agua en espera dl siguiente movimiento. Confiaba en que el pequeño no se le arrojaría, pero si lo hacía, ella dudaba en querer detenerle.

Rey retiró la mano que había llevado entre las piernas de la Parca; para él fue increíblemente morboso notar que sus dedos estaban empapados. El agua se había marchado, pero el jugo viscoso que había segregado una vagina encharcada quedaba allí, frente a sus ojos. Era su mano buena, él tenía una justificación para chuparse los dedos si quería dejar su saliva en ellos. Rey, en ese momento que sabía lo que estaba haciendo, no encontró ninguna razón válida para poder negar el genuino placer eufórico, el aumento de energía y la excitación que sentían los adultos en el mundo de placeres. Rey, se metió los dedos en la boca, probando por segunda vez el sabor de una mujer. Un deseo invasivo en su mente le urgía la búsqueda de más.

Con cada movimiento por parte del pequeño, Edith guardaba silencio y sentía como si su corazón se le quería escapar. Sudaba, sentía ansiedad combinada con placer y culpa. No entendía cómo era que se sintiese tan bien que otra persona le acariciara el trasero. Que metiera sus dedos entre su hendidura y se resbalen cada vez más y más adentro.

—¡¡¡Hey!!! —dijo una voz robusta—. ¡¿Qué hacen?!

Ante la desprevenida pregunta y llamado incriminatorio, Edith saltó del susto, Rey volteó con una mirada enfurecida y White gruñió mientras retrocedía.

—Pecadores, en el nombre del Santo Dios del Cielo, con esa actitud libidinosa, me cuesta creer que pudieran haber pasado por los círculos más bajos y llegar hasta aquí —La persona cubría su cuerpo con túnicas viejas y casi rotas.

Rey se puso en frente de la Parca y dio un paso adelante. Él, por supuesto, había notado la presencia del hombre mayor que se estaba metiendo en asuntos que no le incumbían. A pesar de ser mucho más grande, en el momento en que aquel sujeto vio al pequeño caminando hacia la orilla, por alguna razón se le puso la piel de gallina. Él sintió la sensación de encontrarse con un guardián del círculo, y casi por reflejo retrocedió dos pasos mientras levantaba sus manos e hizo referencia.

—Por supuesto, tus ojos… tu piel. No son humanos. Mil perdones pido si los he incomodado.

Rey suavizó la mirada y decidió no atacar, pero no fue por otra razón, sino porque el hombre mayor había sido el primero en demostrar una actitud pasiva.

Aunque el señor mantenía su vigilancia y desconfianza, levantó las manos y trató de mantener una conversación.

—Mi nombre es Catón, El Menor…

El pequeño siguió mirándole, mientras que Edith logró hacerse de sus prendas y volverse intangible.

—No soy más que uno de los guías de este círculo. Siento si mi comentario te ofendió… En cambio, puedo deducir que a alguien has de querer encontrar. Tienes buenos ojos, he yo de decir la verdad.

Rey movido por la palabra guía, decidió preguntar con franqueza:

—Catón, mi nombre es Rey De-Heavens. Busco a las brujas blancas, Ana y Clara. O al menos encontrarme con uno de sus discípulos.

Catón, abriendo los ojos tan fuertes como pudo, acto seguido se dio en la frente con la palma de su mano derecha y dijo:

—Teniendo los ojos abiertos todo este tiempo y más, fui incapaz de poder ver. Vienen del Paraíso. ¡Oh! ¡Tanta es mi dicha en este momento!… ¿Cómo es el Paraíso? ¿Cómo es el señor todopoderoso? ¿Qué se siente alcanzar la dicha eterna de estar entre los nueve cielos y el Empíreo?

El pequeño guardó silencio, miró a su alrededor y recordó las palabras del guardián del lugar. Regresó su mirada al señor mayor, que casi le alababa, para darse cuenta de que no existía prácticamente mucha diferencia con el Heaven del Purgatorio. Mirando hacia la montaña, Rey fue testigo de todas las personas que la subían para alcanzar algo que no estaba en la cima sino en el bosque.

"¿Qué le sucedería a ese señor si supiera? Dejaría de ser como el dullahan había dicho", pensó para luego decir:

—Si escuchas las respuestas a esas preguntas, tengo dicho por el guardián del lugar que dejarías de ser… Podrías guiarme a las brujas, y una vez lleguemos, si aún estás dispuesto a saber no te voy a negar el privilegio.

Catón, convencido cuál buen mercader que aseguraba un lucrativo negocio, dijo:

—Entiendo. Claro que sí —Forzando su curiosidad a un lado, continuó—: Las Brujas Blancas. Quienes entren en este círculo tarde o temprano terminan por conocer sobre ellas. Pero no todos saben sus nombres. Vengan conmigo, pequeños. Caminen junto a mí por las planicies de este primer círculo del Purgatorio, reinado por los soberbios.

Bordeando toda la montaña, el guía llevó a los pequeños hasta una especie de ciudad tan brillante y exuberante como el lugar mismo.

—Y esta es Soberbia la capital del círculo de los soberbios. La enorme estructura de caballero sin cabeza, junto a las otras tantas mujeres de cuerpos exuberantes, se dice que fueron construidas por el renovador del sitio en su periodo de vida. Él pasaba la mayor parte del tiempo en este sitio compartiendo y aprendiendo de aquellos de diferentes creencias, por ende, creó también el castillo que ven incrustado en la montaña. Las demás estructuras, en un principio rústicas, fueron creadas y diseñadas por los propios humanos, quienes después de la muerte del señor, sugirieron a los guardianes que se quedases y disfrutaran de la comodidad del lugar, a cambio de uno o dos combates al día. Después de casi veinte centurias, los grandes muros y torres que ven se han convertido en la ciudad más próspera del infierno, habitada tan solo por aquellos que se niegan a reconocer que existe algo más poderoso que sus propios cuerpos, quienes recorrieron y recorren el camino de la espada, las artes marciales, el conocimiento, el honor, el orgullo y las armas. En el castillo del fondo, se encuentran las brujas blancas que buscan… — Dejando de señalar, se volteó con lentitud—. Aquí culmina mi humilde guía y es que quien no tiene conocimientos de lucha, como yo, no podrá seguir avanzando.

Edith, incapaz de mirar al señor a los ojos, lanzó una pregunta, apenas notó algo fuera de lo normal:

—¿Quiénes son esos que salen con la cabeza en bajo?

Catón observó a donde señalaba la Parca, hizo una pausa y respondió:

—Ellos son individuos que se dieron cuenta de qué tan débiles eran comparados con los demás… ¡Así es! Ellos no pertenecen al círculo de los soberbios. Tal vez creyeron que admiraban su deseo de fortalecerse y luchar contra los enemigos porque era una causa noble. ¡Pero ninguno de esos sentimientos prevalecerá lo suficiente contra esos que verdaderamente son fuertes por la razón de ser fuertes! Héroes que estaban impulsados por la obsesión y necesidad de salvar a alguien no pueden seguir corriendo si no tiene propósito. ¡Sin nada que defender, un objetivo noble o algo que perder! Sus espadas dejan de ser afiladas, sus puños se vuelven lentos, sus corazones dejan de latir, notan el dolor, el cansancio de sus cuerpos y, por consiguiente, lo equivocado que están. Que todo no fue más que una farsa. Que no tiene por qué salvar nada. Que nada necesita ser salvado. No, antes que nada, en el infierno, ¡ni siquiera saben lo que quieren salvar! Ahí los ves, abandonados la arrogancia y soberbia que los trajo al lugar con la cabeza en alto, así como quienes entran…

Tratando de no aparentar impaciencia por saber, el señor de barba alargada y túnicas simples se inclinó mientras sostenía las manos como si fuese a recibir dinero.

—Ahora, ¿cómo es ese lugar del cual provienes pequeño?

Rey, sin pensar mucho, respondió:

—Exactamente igual que este, me temo decirte. Y el camino no está en la cima de la montaña, sino a la entrada del bosque.

Catón respiró hondo.

—¡Haahhahaaa-ah! —Abrió las manos—. Ya veo. Todo, todo esto resultó ser una comedia… ¡Ciertamente, no soy más que una pequeña mota de polvo que vuela en el viento! Ya veo, ya veo, ¡así que es así! ¡Así que no existía nada en la cima de la montaña! Gracias, pequeño. Gracias por liberarme

El cuerpo que antes se podía ver se transformó en polvo y desapareció con la primera ráfaga de viento ante los ojos de los tres.

—Sigamos… —dijo Rey—. Ah, si no quieres que te miren extraño, te aconsejo que dejes de flotar, pero mantente en estado de intangibilidad por si resultas ser atacada —dijo a Edith, tan pronto se volteó en dirección al gran reino que existía dentro de la montaña.

Edith, quien flotaba por el aire, obedeció las sugerencias, descendió y colocó sus pies en el suelo detrás de Rey. Ya cuando habían avanzado al interior de la inmensa ciudad, casi sobrepoblada, muchos ojos voltearon a verlos. Ella expuso un comentario cuando vio a los primeros individuos casi desnudos, con mazos de piedra, taparrabos y lanzas.

—Rey, estas personas de miradas arrogantes y comportamiento frío están usando ropa muy ligera, ¿por qué será?

Rey, como quien lo sabía todo, explicó la razón a la pequeña:

—En la técnica del combate no influenciado por la tecnología existen dos caminos. La fuerza o la agilidad, pero por muy fuerte que sea, si no puedes seguir los movimientos de tu oponente, perderás toda la ventaja que ganaste por crear fuerza y terminarás siendo un blanco incapaz de defenderse. Mi maestro me explicó que las técnicas son medios para compensar la debilidad, y tenía razón. La rapidez da muchas ventajas y variedad de técnicas. Toma el ejemplo de mi enfrentamiento contra los guardianes del Paraíso. En términos de fuerza y defensa, no me puedo comparar con ellos, pero si soy lo suficientemente rápido para interceptarlos con un golpe letal antes de que ellos puedan llegar a tocarme, así tendré el combate ganado…

Una persona de carácter irritado se interpuso en el medio del tan amplio camino conformado por losas y ladrillos de color gris, e interrumpió el avanzar del pequeño:

—¡Alto ahí niñito! Te atreves a pasar ante mí sin agachar la cabeza o saludar con respeto. ¡¿Qué?! ¡¿No te han enseñado modales?! —dijo al punto de deformar su boca para lucir más intimidante; no era que lo necesitase, pues su apariencia decía mucho: pálida piel bronceada, largos cabellos blancos, bigote completo y cicatrices en el rostro. Vestía telas atadas alrededor de su cuello que se metían dentro del chaleco. El chaleco negro, de botones dorados, era cubierto por un traje rojo vibrante, sin mangas, que llegaba hasta el suelo. En las manos sobresalían las mangas de una camisa. Un sombrero de tres puntas con pluma roja, pantalones largos, botas de punta de acero y tres cintos, uno en el hombro derecho que le atravesaba el pecho y cargaba con un mosquete y los otros dos en la cintura ocultos por el traje.

Edith se asustó, como era normal asustarse ante un inesperado ruido alto. Rey, por otro lado, simplemente irguió su postura, sacó el pecho y escondió su brazo roto que le hacía ver débil, para advertir con instintos asesinos:

—Tú estás en mi camino…

De todos los que antes habían sido vistos, el sujeto era quien más prendas llevaba puestas. "Significa esto que es fuerte y no le interesa la velocidad", pensó Edith.

El sujeto sacó su mosquete y una espada. Se puso en guardia ante la intimidante presencia del niño que se le imponía:

—Conque alguien tan insignificante y maltrecho como tú aún tiene orgullo —Arrojó la espada a los pies del pequeño—. Déjame decirte que, de aquí en adelante, tendrás que probarte ante mí. En esta ciudad en la cual no se puede morir, veremos si tus artes son dignas de respeto…

Rey también sentía duda respecto de las vestimentas del contrincante. El mosquete era un sable de mano de uso rápido, bueno para dar estocadas, pero todas las prendas que llevaba encima parecían contradecir un estilo de lucha en específico. Como se le fue ofrecido, Rey levantó la espada del suelo y sin siquiera preocuparse por desenvainarle, dijo:

—Independientemente de la efectividad de tus artimañas, si te derroto de un solo golpe, ¿acaso podré llegar a donde se encuentran las brujas blancas?

—Qué pregunta más disparatada. En este reino el esfuerzo lo es todo y qué mejor gloria para un luchador que ver los frutos de toda una vida de entrenamiento. Las brujas blancas son las más fuertes del lugar y quien las venza tendrá el privilegio de regocijarse con el título de "El más Fuerte entre Todos" —Hizo una pausa y continuó—. Mi estilo de lucha no está compuesto de artimañas. Dicha ofensa no será aceptada. Cualquiera que luche con los medios que crea, que son los correctos, no puede equivocarse.

—Así que no soy el único que quiere verlas. Interesante… Por otro lado, quien discute termina tratando de probarse algo a sí mismo. Si ante mi comentario no puedes estar orgulloso de tu estilo de combate, deberías buscar otro diferente. Te mostraré…

—¿Acaso estás pensando en enfrentarte contra él? Estás demente —dijo Edith asustada.

—Edith, escucha y presta atención. Luchar y seguir luchando sin caer es el mejor recurso para aprender. En otras palabras, a través de incontables batallas también se encuentra el saber.

Rechinando sus dientes por ser ignorado y recibir un sermón de alguien más pequeño, el sujeto agregó en voz alta:

—¿Tienes suficiente resistencia al dolor? ¡Porque aquí voy y no te quiero ver llorando!

La tan transitada calle llena de edificios que casi llegaban al cielo se detuvo, tan solo para ver cómo los dos contrincantes se peleaban entre sí.

Tan pronto Rey dio el primer paso para atacar, un fuerte sonido se pudo escuchar. ¡Banng! Aquel hombre había sido mucho más rápido que él, por ende, Rey recibió el primer golpe casi letal sin siquiera llegar a poder defenderse o darse cuenta de lo que había sucedido.

Con un agujero en su hombro derecho, e impulsado a retroceder, el pequeño sin apellido se vio obligado a dejar caer la espada que le fue dada.