El tiempo y la distancia,
palabras que el viento se las llevó
una vez, que el mar nos trajo la calma
inundando nos de su rica marea de placer.
El sonido de la arena
diluida entre las olas,
era como el de las caricias
propicias en un eterno atardecer.
Las hojas en el otoño
se caían y se deslizaban en el suelo,
como su ropa al desprenderse de su piel.
Enamorado de sus curvas,
desafiando al bien y al mal,
quedamos frente a frente
sin miedos que enfrentar.
El vaivén de las olas
en la orilla del mar,
era el mismo motor
que marcaba el tiempo para recorrer
el interior de su cuerpo…