…La conjugación de la vida misma,
hizo que nuestra música romántica
y mirada de incertidumbre,
se vuelvan a encontrar.
Esa casi adultez y la no tan niña
envestidura de la figura de su cuerpo,
se reflejaron en el brillo de las
gotas de rocío al caer.
Y así, embellecieron al paisaje
húmedo del atardecer.
No sabía cuál sería la manera
más fácil de dibujarle una sonrisa.
Duda perturbante, hasta que vi
como se marcó una mueca
en su mejilla.
Momento en el que mi corazón se aceleró,
mis manos no respondían y las retinas
de mis ojos se empaparon del
resplandor de su belleza.
Solo así pude preguntarle;
¿Puedo robarte algo?
¿Qué?, me dijo,
¡Un beso!, le respondí…