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Chapter 37 - Las horribles pesadillas de Emma

— ¿Por qué está todo tan oscuro? ¿Dónde estoy?

Me cuestiono una vez despierto y ante la escasa incidencia del sonido grito, pero nadie contesta, como acto inminente observó alrededor, pero ni siquiera mi propio ser puedo distinguir ya que la oscuridad que me envuelve es completamente absoluta.

Por el miedo, la desesperación viene a mi queriendo arrancarme lo poco de calma que aun entre mi ser permanecía y agitada empiezo a batallar queriendo deshacerme de este mal.

Intento moverme pues quiero escapar pero no puedo, algo me ata en tanto me lo impide y me apriciona con fuerza manteniéndome de rodillas contra el suelo mientras siento cómo mis brazos yacen extendidos a cada lado de mi cuerpo sujetados de una manera tal que el dolor puede llegar a calar mis huesos de manera atroz debido al dolor que experimentaba entre mis muñecas lugar por donde me mantenían prisionera e inmóvil , al tiempo que mi piel se siente arder como si se encontrase quemada y magullada.

— ¡Ja, ja, ja! — el sonido de una risas burlonas y terroríficas empezó a hacerse escuchar por todo el lugar antes de que siquiera la luz empezara a clarear todo alrededor una vez el sol se posó en lo alto, así tanto fue su burla que incluso parecía que aquella al igual que todo lo allí presente intentaba torturarme de alguna manera al tenerme allí puesta a su merced.

La luz sol para aquel momento era muy brillante, tanto que incluso era capaz de penetrar hasta los rincones más inciertos, dejando mi vista expuesta ante el antiguo campamento en el que solía habitar mi manada.

A lo lejos podía distinguir incluso las chozas características de ellos, una estructura hecha en su mayoría de madera talla a mano lo que las hacía ante todo casas de un estilo un tanto antiguo que, aunque parecen débiles a los ojos ajenos sirven perfectamente de cubierta para los tiempos de frío.

Aquellas carcajadas retumbaban sin medida haciendo extrañamente incómodo todo aquello, puesto que para aquel momento entendía que me encontraba sola allí ya que no era capaz de ver ningún alma rondar por allí.

— ¡Emma! — se escucha una primera vez, una voz suave y delicada evidentemente femenina puedo distinguir.

— ¡Emma! — por segunda vez resuena, pero en cambio esta voz era muchísimo más áspera, ronca y gruesa lo que la hacía sin dudas la de un hombre.

Así que de la nada escuché dos veces exclamar ante el batir del viento mi nombre, la sorpresa tras oírles no se hizo esperar pues sabía perfectamente a quienes pertenecían aquellas, las cuales se alzaban ante el silencio procurando mi atención, por lo que, con los ojos completamente abiertos ante la impresión y la duda, empecé a buscar el lugar de donde procedían aquellas.

Entre tanto ante la curiosidad evidente procuré fijar mis ojos bien al frente y desde allí empecé a girar mi cabeza en dirección a mi lado izquierdo para observar lo que en aquel espacio se escondía, pero una vez allí no había nada más que los árboles que se tambaleaba por el movimiento que el viento emitía contra ellos.

Primer intento fallido, pero no el último a realizar y desde allí vuelvo a intentarlo partiendo de donde ya estaba, despacio giró mi cabeza de izquierda a derecha y mis luego de recorrer aquel camino mis ojos finalmente los contemplan.

Ya no había duda, finalmente los habían descubierto y la imagen que intente suponer que había detrás de aquellas voces quedaron expuestas a mi conocimiento como una total verdad.

Mis abuelos se encontraban allí alejados de mí por algunos veinte pasos quizás aproximadamente, sonrientes como siempre les recuerdo, plagados de amor para dar pues su corazón está de más decir que es enorme, bueno y bondadoso.

Ambos se encontraban completamente quietos observándose cercanos el uno del otro, con sus manos unidas, sus ojos permanecían vidriosos y parecían estar a la espera de algo.

Sus ojos atentos deslumbraban mi figura a lo lejos y aunque rogaba porque se acercaran y me desataran no hacían ni el más mínimo intento de moverse a un menos por ayudarme.

Sin dudas grite, grite con fuerza sus nombres, pero no había nada en el mundo que los hiciera acercarse, eleve la voz tanto como pude hasta el punto de ponerme sumamente ronca acción por la cual incluso sentía como si mi garganta se encontrase privada de oxígeno, hasta que finalmente tras ya no poder más, guarde silencio y solo allí, exactamente en aquel instante nuevamente escuche su voz.

— Se valiente Emma — dijo el abuelo.

— Te amaremos siempre — musito la abuela.

Su voz casi imperceptible podía llegar a perderse entre el ruido del viento de yo no prestar la suficiente atención, pero como necesitaba entenderlos agudice lo más que pude mis sentidos hasta que les pude entender.

Allí les miré perdida, desconcertada y atónita ante la curiosidad del porqué su presencia en aquel lugar hasta que ocurrió lo impensado.

Pensaba que aquello no podía ir de mal en peor más de lo que ya estaba, pero no, lo peor aún no ocurría pues poco tiempo después de que aquellos pronunciaron aquellas palabras el cielo drásticamente soleado se convirtió en uno tormentoso, nubes oscuras se alojaron en el cielo cubriendo todo a su paso alrededor del campamento y ante la incertidumbre eleve mis ojos hasta lo alto.

Rayos y centellas atravesaban el cielo iluminando todo aquel espacio, mientras que los truenos como cuales tambores anunciando la guerra inminente retumbaban sobre lo alto.

Siendo consciente de tal problema y al ver el caos que se avecinaba intenté pedirles que se alejaran y se resguardaran pues era peligroso permanecer allí, pero caso alguno no hacían y solo los vi mover sus cabezas de lado a lado negándose a obedecer.

El dolor me envolvió, me dominó, grité, pedí y rogué ante ellos pero nada, simplemente no hicieron nada, por lo que podría decir que incluso ante mi tanto fue su negar que podía llegar a considerar que aquellos aceptaban su inminente final y así todo continuó hasta que llegado el momento justo cuando la tormenta ya se encontraba destruyendo todo a su paso menos el espacio próximo a nuestro alrededor que los abuelos cerraron los ojos y agacharon sus cabezas al tiempo que detrás de su espalda una sombra empezaba a surgir de la nada.

La tormenta una vez aquello se incorporó paso a sumergirse en pleno silencio, el caos ante todo reino y se convirtió en un paisaje gris y sin vida.

— ¿Qué haces aquí? — le cuestioné una vez le identifique, pero aquello no dio respuesta alguna, más una sonrisa malvada y cubierta por la locura se formó en su rostro evidentemente familiar para mí, ante mis ojos mi progenitor se había presentado y allí mirándolos como si se tratasen de sus presas yacía contra su espalda.

Si, era aquel el mismo hombre que había ordenado hace tantos años atrás la muerte de su primogénita.

— Padre ¿Qué haces aquí? — volví a preguntar y cómo evidente respuesta cubriendo su boca de aquella misma sonrisa elevo sus ojos, por poco tiempo me miró fijamente y como si lo hubiera deseado desde hacía bastante tiempo aquel tomo sus manos, las acomodo delante de su rostro y sacando sus garras, las clavó contra la espalda de ambos cayendo aquellos contra el suelo cubiertos de sangre y sin vida.

La conmoción que aquello provocó en mí fue más que fuerte, mis ojos no tardaron en llenarse de lágrimas y mis gritos ahogados retumbaban removiendo incluso el eco que se hacía en todo el lugar.

— Maldito seas, mil veces maldito.

Ante mi desesperación tal hombre empezó a reír elevando con fuerza la misma risa misteriosa que en un principio había escuchado, victorioso se jactaba por lo que había logrado.

Reía y lo hacía con tanto júbilo que se podía notar que ver a dos personas sin vida ante su persona era nada, por lo que no provoca ningún sentimiento de su parte, así que tal hombre era sumamente frío y totalmente indiferente un desastroso y completo monstruo de carne viva.

La risa continuó tras algunos segundos más hasta que poco a poco aquella imagen se fue desvaneció hasta llegar al punto de volverse nuevamente incierto todo aquello al retornar de nuevo la oscuridad, salvo que por esta vez ante mí, mi forma animal se encontraba atenta mirándome fijamente a lo lejos con aquellos ojos azules de un color tan vivido como el azul del cielo.

— No, no te dejaré salir, me niego — grite al verle.

— Solo espero que cuando todo pase y me permitas en verdad mostrarme como soy estés realmente lista para enfrentar tu camino.

Y ante el principio del nuevo amanecer terminé abriendo los ojos cubierta de pánico y miedo.

Agitada, temblorosa y empapada en sudor tras lograr abandonar aquella pesadilla termine por caer sentada repentinamente sobre la cama deshaciéndose así de las sábanas que hacía un momento me cubrían.

— Qué bulliciosa eres — indicó una voz repentinamente aun lado de mí.

Inmediatamente lo escuche gire mi cabeza en su dirección buscando evidentemente pelear, pero una vez lo vi, todo aquel deseo en mí se desvaneció.

Dominieck yacía allí acostado con sus ojos cerrados y un tanto molesto por el grito que yo había pegado, cosa que no le importo y allí quieto se quedó permaneciendo acostado replicando cual posee de modelo de revista que puedo fácilmente identificar.

Su brazo derecho se encontraba a disposición de su cuello sirviendo para aquel de cual soporte permitiéndole así despegar su cabeza desde la superficie de aquella almohada, por otro lado, su brazo izquierdo dispuesto en su costado descansaba sobre la superficie de aquella cómoda cama ajeno a cualquier movimiento mientras que su pierna derecha semi extendida permanecía del otro lado dispuesta en caso de necesitar incorporarse.

Al verle allí todo ápice de sentimiento alguno que me dominaba tras tener aquella horrible pesadilla que por nueva vez se había repetido desapareció tras la molesta figura de Dominieck aparecer ante mí, sin embargo, la angustia misma se asentó en mi ser por tenerle cerca a tal hombre, en tanto al verle allí como siempre busqué huir de aquel.

Así que con cuidado abandone la cama, me acerque al armario y busqué entre la ropa que había acomodado en uno de los guardarropas un abrigo de lana largo, con el cual intentaba cubrirme un poco e ignorando al tal hombre en el acto me dirigí hasta la puerta del balcón por lo que una vez en el exterior me aleje abandonando aquella recamara en el acto.

Con la imagen del jardín que desde lo alto contemplaba, busque tranquilizarme pues mi corazón inquieto no me dejaba descansar agobiado por la impresión que todo aquello me había causado, por lo que gracias a ello miles de preguntas empezaron a rondar por mi cabeza inquieta y pensante.

Ya allí, intenté permanecer un rato tranquila dejándome seducir ante el roce del aire fresco, frío y limpio que se podía percibir brotar desde el centro de los árboles que.

Desde lo alto la imagen es mucho más sublime así que embobada con tal imagen al ver como los árboles y las flores eran batidos por el viento allí me quede por lo cual cuando Dominieck se acercó no fue hasta que este me hablo que finalmente lo note.

— Estás bien — cuestionó tal hombre tras acercarse sigilosamente.

Con la voz seria, sin mostrar ninguna expresión en mi rostro y mucho menos mirarle a los ojos indique — eso creo, depende ante todo de lo que tu hayas hecho conmigo anoche.

— Pues si te soy sincero, no hice nada que no te haya gustado.

Indico aquel como si no fuera culpable de nada tomando una actitud un tanto a la defensiva por la acusación que yo había hecho en su contra.

— Eso qué significa Dominieck.

— Que no te toque, ni mucho menos abuse de tu cuerpo, si a eso es lo que le temes.

— Entonces ¿Qué haces aquí?

— Cuando vine a traerte no me dejaste salir.

— Ya veo, entonces eso fue lo que ocurrió — comente una vez entendí la situación así que dándome la vuelta en su dirección sin levantar la cabeza avergonzada por mi forma de actuar indique — siento mucho haber sido de molestia para usted, la próxima vez tendré más cuidado — y replicando aquello me di de nuevo media vuelta para retornar mi vista en dirección a los árboles.