Los edificios se encuentran en la zona son de clase alta ocultan la pálida luz matutina. Nadie toca el piso, al menos, los visitantes que ahí llegan tienen en su mente todo menos usar el asfalto, rampas de cristal envían a la gente de una instalación a otra. Es la zona de la muerte: Armerías, salas de entrenamiento, todo lo que un aventurero necesita. Ahí, al fondo de todas estas estructuras de docenas de pisos, ahí era el destino de Haggard Sifuentes.
La Oficina de Requisición de Armas "O.R.A." era un organismo dependiente del Gobierno, toda aquella pieza de tecnología que no entrara en los estándares de calidad, de permisos de importación o incluso de sobornos no liquidados caía allí y eran almacenadas porque no se iba a desperdiciar tanta mercancía. Todo este armamento sería comprado por los diferentes estados de la nación, el edificio de un solo piso cubría toda la superficie del parque La Paz, un intento de humor triste del anterior presidente, lámparas de luz solar generaban parches de pasto amarillento el cual daba una impresión desolada, rodeado de la belleza que desde las alturas vendía y los desechos escurrían hasta acá, al menos en opinión de Sifuentes eso era su función, una enorme coladera para las empresas.
El supervisor de turno era un pequeño tipo de limitadas aspiraciones, un tonillo lento y pretencioso hacía que a todos les picaran los nudillos, en este momento el contenido de la información que recitaba hacía que a Haggard le escocieran un poco más de lo habitual.
― Tiene que entender, señor ― Recitaba el tipo ― El acceso a las armas no es una cuestión de respeto a su empresa: Es a la ley ― Le dice con autoridad.
― Pero diga entonces ¿Qué necesito para poder adquirir una? ― Le pregunta con desespero.
― La información necesaria para adquirir una de estas está compartida con la central de seguridad y los servidores del Departamento de Justicia.
― Sí, eso lo sé, es parte del reglamento básico de manejo de armas… ¡Pero aún no me responde! ― Le vuelve a decir, pero esta vez con un tono más exaltado.
― El uso indebido de las armas en el proceso de cometer un delito será reportado y manejado como a un criminal común.
― ¿Me va a decir si tiene alguna razón para hacerme perder el tiempo? ― Le vuelve a preguntar pero esta vez él se mantiene en silencio.
Sifuentes determinó que el soliloquio había terminado, aunque la boca del individuo seguía en movimiento como si nada, en ese momento se dio cuenta que había una persona más en esa recepción, un muchacho miope, delgado, con una expresión mitad disculpa, mitad intento de escapar, cuando sus ojos se encontraron se dio cuenta que era su turno de hablar.
― Lo lamento, mi nombre es Julious, eso... ― Señalando a la persona que impoluta seguía hablando sin audio.
― Es la grabación que mi jefe instaló en un droide para no tener que dar toda la explicación cada vez que alguien venía hacia las oficinas.
― ¿Entonces? Me dirás nuevamente lo que todos saben… Julious ― En su tono había una clara señal de qué pasaría si lo hacía.
― No señor Haggard ― Visiblemente desinflado el muchacho continuó ― Es solo que generalmente nos llegan los pedidos por sistema, las conversaciones se hacen hasta que todos leyeron los limitantes de la oficina, son escasos los que se presentan aquí ― ¿Por qué? Bueno esa pregunta se hizo todo el tiempo, nadie quería venir a la zona "abandonada" de la megápolis ― Pero tras ver los catálogos y seleccionar las cosas que necesitaba le llegó un requisito a cubrir, mismo que lo hizo viajar con los dientes apretados hasta aquí.
― Por qué no entiendo esto del "apoyo mental seguro" ― Lo dice con confusión. ― ¡Oh! Descuide, es normal, esta legislación es poco conocida… acompáñeme.
― Qué pasará con… ― La mirada de Sifuentes se desvió lo suficiente para que nadie viera el desprecio en sus ojos al ver un ser sin vida el cual hablaba y se conducía muy probablemente igual que su usuario ― Tu jefe.
― A él no le importa ― El chico se dio cuenta de cómo sonó eso.
― Lo que sucede es que siempre está practicando cómo actuar en caso de que venga una visita de supervisión, así que esto que escucha es grabado día a día. Acompáñeme…le prometo que entenderá un poco la disposición ― Dice con seguridad.
Mientras más escuchaba, más entendía lo que era la "brecha generacional". Sifuentes entendió o por lo menos lo intentó mucho. Al final tuvo que llamar a Sigfrid, el segundo después de Luca, para que le explicara. Al parecer la proliferación de las armas hizo que muchos medios de seguridad se implantaran solo que no eran muy efectivos, los registros podían ser clonados, las marcas genéticas ocasionaron que padres, hijos y abuelos fueran presos por que uno de ellos creyó que se podía usar el arma del otro, cámaras que ocasionaron miles de dólares en inversión y partidas secretas que mantuvieron las finanzas de los políticos muy sanas, cuando Ouroboros estaba en plena expansión, los servidores cuánticos vinieron junto con un par de cosas que decantaron en esto.
*Primero: Los implantes necesarios para los procesos de envío a otro plano de la realidad, también tenían aplicaciones médicas, auxiliando en la transferencia de información entre los recuerdos de corto y largo plazo, dando al fin con una solución con la enfermedad conocida como Alzheimer.
*Segundo: Un premio Nobel logró crear un sistema que almacenara información independientemente de la que el usuario contenía. Todas las empresas se peleaban por este enorme pastel, pero el hombre era considerado un santo dado que la donó para que ahí se pudiera "guardar" información de uso de armas, esto último se lo explicaron dos veces cada uno así garantizarían el uso de armas no más responsable, pero si más difícil de esquivar la información. Entonces todos eran felices, las armas eran vendidas bajo controles mínimos, la condición era que se instalara en este módulo cerebral el software S.A.P. (Safety Authentication Protocol) la mayoría de las empresas reciben las armas e incluso quienes las producen y para que estas se activen es necesaria esta medida, de lo contrario las fuerzas de seguridad reciben una resonancia del arma y pueden eliminar al portador de forma legal.
― ¿Nunca se equivoca? ― le pregunta.
― ¡No! ― Contestaron ambos.
Inundado de términos cuánticos y de logaritmos impresionantes fue arrastrado por miles de ejemplos, solo que a Haggard le sonó cada vez más extraño, al fin cansado de toda esa información preguntó lo que más preocupación le daba.
― ¿Pero… entonces cómo se previene el que se use el arma para cometer un crimen? ― La respuesta lo dejó con la firme decisión de no comprar armas calientes por muy inteligentes
que fueran.
― No se puede, mire: Cuando se impuso este mecanismo los asesinatos se dispararon. Lo que la gente no entendía es que al momento que un parámetro de memoria detectaba el asesinato y lo emitía al portador, este implante manda información del asesinado así como el nombre del perpetrador, cuando se abría el caso de investigación, una simple petición del "Departamento de Justicia" y la base mostrabapor parte de quién y de qué arma se había cometido el asesinato ― El arma estaba "parcheada" con una sola dirección M.A.C del implante de su portador ― Así se descubrieron y se atrapó a más de la mitad de las fuerzas del crimen en un año.
― ¿Quién ayuda a los que mueren y no son reportados?
― No le entiendo ― Le responde confundido.
― Jefe usted está de broma, eso no podría pasar, estamos en la era de la información ― Se escuchó una suave risa cínica.
― Vaya que lo piensa demasiado ― Haggard solo se quedó viendo, muy lentamente los vídeos explicativos de este implante. ¿Todos menos él consideraban que era muy mala idea? La sonrisa seguía en su mente, pero no parecía que nadie la hubiera producido, quizás era su demonio que se reía de la inocencia de la Humanidad.