Lorena salió del baño con un look muy distinto al que tenía antes de entrar. El vestido blanco al cuerpo con tirantes finos era el complemento perfecto para su piel que parecía tener un bronceado dorado perenne y su cuerpo delgado y sinuoso. Haciendo uso de los conocimientos adquiridos en el taller de automaquillaje que había tomado con Ali tiempo atrás, su rostro, de por sí bello, lucía ahora espectacular. Ali la miró y le dedicó un silbido.
—Cada día te llevás mejor con las brochas, Lor. ¡Estás preciosa!
—¡Gracias! —Lorena se sonrojó y no pudo evitar sonreír—. Hoy quiero estar linda para Mariano. Después de todo lo que hizo por las vacaciones, quiero hacer todo lo posible por él.
Sin darle aún demasiados detalles, Mariano había tenido que decirle a su novia que debía tener su pasaporte en regla para poder irse a las vacaciones sorpresa, y definitivamente Lorena no esperaba que fueran a salir del país. Al día siguiente se tomarían juntos un avión con un rumbo que ella desconocía, con una maleta que Ali le había preparado en secreto, para que ni siquiera supiera a qué clima atenerse. La expectativa la estaba matando, pero igual la disfrutaba. Sabía que Mariano se había tomado mucho trabajo planeando todo y quería hacerlo feliz hasta en los menores detalles.
—Y al final, ¿qué te vas a poner?
Ali no supo qué responder. Aún no estaba segura de ir a la fiesta que habría en Cruz, primera fiesta tras el fin de cursada que habían organizado sus compañeros de la universidad. Al día siguiente partirían a la capital para el concierto que presentaría la Orquesta Sinfónica de Londres y no quería estar demasiado cansada, pero Lorena la había terminado por convencer, dado que no se verían por veinte días, hasta tanto ella regresara de sus vacaciones misteriosas.
—No sé... No me convence nada.
—Andá a revisarle el guardarropa a mis hermanas. Gianna y Roxi no tendrán problema.
Lorena tenía tres hermanas y entre cada una se llevaban año y medio. Una de ellas, la mayor, no vivía más en la casa, pero las otras dos, las menores, compartían habitación al final del pasillo. No lo eran, pero parecían mellizas de tan apegadas, y querían a Ali como una Robledo más. Eran fanáticas de la moda y sabían coser, habían aprendido en su afán de dedicarse al diseño de indumentaria, por lo que tenían un guardarropa nutrido y original.
Veinte minutos después, asesorada por las dos expertas, Ali volvió con un jean de tiro alto color negro tipo chupín y una camisa negra de cuello alto pegada al cuerpo, con un escote profundo que resaltaba bastante su pecho. Se puso unas botas altas de taco alto y se soltó el pelo, lo cual, con el maquillaje esfumado que se había hecho antes, la hacía lucir agresiva.
—Estás... Hermosa e intimidante, debo decir —Lorena sonrió apreciativamente.
—Mejor —Ali se pintó los labios con un color vino que terminó de dar el toque perfecto—. No tengo ganas de que se me acerque mucha gente hoy.
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Mariano las había pasado a buscar y tras unos minutos de espera buscando dónde estacionar, bajaron los tres del auto y se dirigieron a la entrada, arrebujados en sus abrigos. Este invierno estaba siendo tenaz. Lorena se había puesto medias, pero daba lo mismo que no tuviese nada puesto.
—¡Me muero de frío! —se quejó, apretándose contra Mariano—. Por favor, entremos ya que me congelo.
En la ventanilla pagaron sus entradas e ingresaron al local, que era gigantesco. No por nada era la discoteca más grande de la ciudad. Cuatro pistas enormes y amplias unidas por pasillos y hasta un puente, todas de triple altura y balconadas, rodeadas de un parque iluminado lleno de sillones y barras para quienes necesitaran tomar aire y descansar un poco. En la época estival el parque era un lugar precioso para estar, pero el frío acobardaba a la gran mayoría, que buscaba refugio en cualquiera de las cuatro estancias interiores, donde la temperatura era agradable y uno podía olvidar que estaba cruzando la mitad del invierno.
Los guardarropas que se encontraban a escasos metros de la entrada principal estaban teniendo una de las noches más activas en el último mes. Tras cinco minutos de fila, los tres dejaron sus abrigos y se dirigieron a la primera estancia.
—Eso podría haber sido peor—. Mariano se sintió más cómodo tras haberse desprendido de su pesado tapado negro—. Casi quedamos atrás de ese grupo enorme de chicas congeladas que entró antes que nosotros.
—Creo que buscaban calentarse un poco más en sus abrigos antes de dejarlos —dijo Ali, que aún sentía un poco de frío.
—Yo hubiera hecho lo mismo—. Lorena se frotó los brazos—. Sigo helada a medias.
—Vení que yo me encargo de calentarte la sangre—. Mariano la apretó contra sí, la rodeó con su brazo y le dedicó una sonrisa cargada de intención.
—¡Nano! —Lorena le dio un puñetazo en el pecho, pero le devolvió la sonrisa y le estampó un beso en los labios.
La primera estancia era un poco más tranquila que las tres restantes y decidieron quedarse un rato ahí mientras tomaban algo, antes de aventurarse a las otras. Caballeroso hasta el hartazgo, Mariano insistió en pagar la primer ronda de bebidas, "a la salud de mis dos mujeres preferidas en el mundo", lo que le ganó sendos abrazos y un efusivo beso de su novia. Poco duraron los vasos llenos de fernet con cola; imbuidos los tres en la conversación y en la risa, los bebieron casi sin darse cuenta. La siguiente ronda fue pagada por Ali, "por mis mejores amigos y las mejores vacaciones de sus vidas", lo que generó una catarata de preguntas de parte de Lorena, que infructuosamente esperaba que alguno de los dos soltara algún detalle de las vacaciones. La tercera ronda fue a cargo de ella, quien alzó su vaso diciendo "por los dos hijos de puta que más amo en el mundo".
Los tres vasos de fernet con cola bebidos, la música festiva, el alivio de estar en vacaciones de invierno y la expectativa por los viajes del día siguiente, hicieron que el humor de los chicos estuviese mejor que nunca.
Lorena bebió de un trago el último cuarto de vaso que le quedaba y bajó de un salto de la banqueta alta sobre la que estaba sentada.
—¡Vamos a bailar! —gritó con una alegría por demás efusiva.
Fue imposible no seguirla. Mariano tomó a ambas chicas de las manos y se dirigió hacia otra de las estancias, donde se escuchaba el mayor barullo.
Esa pista estaba indudablemente en el apogeo de la fiesta. No había ni un rostro que no estuviese sonriendo, ningún cuerpo que no estuviese bailando. El ritmo era acelerado, feliz, luminoso, contagioso, y era inevitable moverse al compás. Mariano sonrió abiertamente y condujo a las dos chicas a la pista, donde se pusieron a bailar.
Ali bailaba sin incomodarse frente a sus amigos, que estaban eufóricos de amor. Les era imposible estar levemente lejos uno del otro, bailaban juntos maravillosamente, con la familiaridad que daban los años. Su felicidad era contagiosa, y Ali se dejó llevar por el sentimiento, la música y el alcohol que le corría por las venas.
Habían pasado unos quince minutos cuando sintió unas manos grandes que la tomaban de la cintura y escuchó una voz grave acariciándole el oído.
—Hola, linda, ¿puedo bailar con vos?
Reconoció la voz inmediatamente y sintió que se le derretirían los huesos. Se giró sobre sí misma y se encontró frente a frente con Nico, que continuaba tomándola por la cintura y le sonreía de lado, viéndose más sexy que nunca con una camiseta negra al cuerpo y un jean azul oscuro. Casi se le corta la respiración.
A sabiendas que era imposible que la escuchara con el volumen de la música tan alto, por toda respuesta Ali le rodeó la cintura con los brazos y continuó bailando.
En un momento Mariano miró a su izquierda y vio a Ali bailando en brazos de alguien y, divertido, se lo hizo notar a Lorena, que estaba tan ida de euforia que no prestaba atención a nada. Cuando Lorena reconoció al bailarín dio un grito que nadie oyó, absorbido por el volumen de la música. Tironeó del brazo de Mariano y lo fue alejando de la pareja. Ali no pareció notar el abandono de sus amigos.
—¡Es Nico, Nico Viggiano! ¡El chico que le gusta a Ali! —Lorena le gritó a su novio para hacerse escuchar.
—¡Buenísimo! —respondió Morgan, alzando un pulgar y sonriendo abiertamente. Lo divertía el entusiasmo de su novia. Se acercó a Lorena y le habló al oído—. ¿Qué te parece si retomamos la adolescencia y vamos a manosearnos en algún rincón?
Por toda respuesta, Lorena lo tomó de la mano con una sonrisa lasciva y comenzó a caminar.
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Nico no sabía si Ali bailaba bien o mal, pero no le importaba. Lo que sabía era que lo estaba volviendo loco. Sentía en sus manos ese cuerpo delgado que se contorneaba sutilmente al ritmo de esa música hipnótica y se le anulaba el cerebro. No podía pensar... Ali entre sus brazos, moviéndose y acompasada con su propio cuerpo, que se movía junto al de ella como impelido por una fuerza superior que él no controlaba. Encima ella se veía tan bien, enfundada en ese jean que le hacía ver las piernas kilométricas, y el escote de esa camisa... Intentaba que sus ojos no fueran hacia allí, pero se le hacía imposible, y se descubría mirando cada tanto el generoso trozo de piel que ella parecía no tener reparo en mostrar. En un arranque inexplicable le tomó una mano y la hizo girar sobre sí misma, la abrazó y se pegó contra su espalda menuda para continuar bailando. No sabía qué música sonaba, ni si seguía el ritmo o no, sólo sentía que su cuerpo y el de Ali seguían un ritmo propio, recién inventado, y que componía el momento más sensual y erótico de su existencia.
Ali, por su lado, trataba de mantener su mente anclada en este mundo, pero le resultaba cada vez más y más difícil. Sentía las manos de Nico como si fueran brasas sobre su cuerpo, y este les respondía sin que ella tuviese nada que hacer al respecto. Se movía por inercia y al ritmo que llevaba su corazón, que parecía estar bombeando ardiente gasolina por sus venas en vez de sangre. Sentir el cuerpo de Nico pegado al suyo, moviéndose de una manera que solo podía calificarse como endemoniadamente sexy, estaba siendo demasiado como para seguir soportándolo mucho tiempo. De pronto Nico la dio vuelta y la abrazó por la espalda, atrapándola en una jaula de brazos largos y fuertes en los que se sentía a gusto... Muy a gusto. Levantó los brazos por sobre su cabeza y llevó las manos detrás de la cabeza de Nico, acunando su nuca, y hubiese jurado que lo oyó suspirar, pero sabía que estando el volumen tan alto como estaba era imposible que oyese algo. Nico la soltó y pasó sus manos a todo lo largo desde las muñecas de Ali hasta su cintura y volvió a abrazarla, y Ali sintió que se le cortaba la respiración. Continuaron bailando y unos instantes después sintió claramente que Nico le besaba la parte anterior de su muñeca izquierda, y un ramalazo de electricidad le recorrió el brazo hasta su bajo vientre. Con lentitud, para no parecer molesta, bajó los brazos y los colocó sobre los de Nico, casi abrazándose a sí misma.
—Linda, ¿querés tomar algo? Necesito combustible —Nico volvió a hablarle al oído unos momentos después, haciendo que reaccionara y volviera a la tierra.
Ali lo miró a los ojos y asintió, tras lo cual Nico la tomó de la mano y la condujo a través de la pista, esquivando cuerpos danzantes y parejas fusionadas en el baile, hasta llegar a una de las barras. Soltó a Ali y se metió entre la gente que estaba alrededor de la barra, para aparecer unos minutos después con dos vasos grandes de fernet con cola.
—¿Esto está bien? —le preguntó y se puso tan cerca de su rostro, para hacerse oír, que ella solo hubiese necesitado girar la cabeza para besarlo.
Estuvo muy tentada de hacerlo, pero sintió el contacto del vaso helado en la mano y eso la ayudó a conectar con la realidad de nuevo. Le sonrió en agradecimiento y no pudo dejar de notar que ambos bebieron largamente, demorándose en sus vasos. Ali agradeció el trago helado que bajaba por su garganta y le enfriaba, en su camino, el pecho y las ideas, lo necesitaba. La combinación de música, luces estrambóticas en la penumbra y alcohol la estaban soltando, desestructurando, desinhibiendo, y tal vez no era algo malo. Hasta el momento, con seguir sus estructuras mentales no estaba logrando demasiado.
Nico bajó el vaso y vio que, sin darse cuenta, había bebido la mitad. Estaba sediento y el choque del frío le había causado el mismo efecto que a Ali, lo había hecho volver a posar los pies en la tierra, tras haber estado volando por media hora en la pista. Le faltaba el aire y tomó una gran bocanada.
—Hace calor, ¿no? —le dijo, acercándose nuevamente a ella—. ¿Querés salir un toque afuera?
Ella volvió a asentir y sin esperar a que él lo hiciera, le tomó la mano. Nico se sorprendió por la naturalidad del gesto, pero lo hizo sentirse cómodo, y nuevamente lideró el camino. Tras esquivar a varias personas en uno de los pasillos, llegaron a una de las puertas que daban al parque exterior y salieron al aire libre.
El frío los golpeó, implacable, y Ali no pudo evitar encoger los hombros y abrazarse el torso, con un escalofrío.
—¿Querés que volvamos adentro? No creí que estuviera tan frío.
—Quedémonos un poquito, necesito un toque de aire fresco —respondió ella, pero sin mirarlo a la cara.
Los dos se quedaron en silencio, escuchando la música apaciguada que provenía del interior. Por tener algo que hacer, bebían de a pequeños sorbos las bebidas que aún tenían en la mano, mirando a cualquier lado menos al otro. Los dos se sentían nerviosos, pero no querían que el otro se diera cuenta.
Nico terminó su vaso y lo dejó sobre el saliente de una ventana con vidrios polarizados que estaba junto a ellos. Supuso que debían estar polarizadas por dentro también, porque no las había notado mientras bebía vaso tras vaso acodado en la barra, esperando a ver a Ali. Pensó en la última vez que la había visto, yéndose por la vereda de su casa tras haberle lanzado las llaves de su propio auto, con Mora Rein colgada de su brazo.
—Ali... Tenés que saber que entre Mora y yo no pasa nada —Logan habló con suavidad—. Odié que te fueras así ayer y que no me respondieras más. ¿Estás enojada conmigo?
Ali había levantado la vista cuando él la había nombrado y lo miraba con atención, pero su rostro serio no denotaba ninguna emoción. A Nico a veces se le hacía imposible leerla, y eso lo frustraba y le encantaba al mismo tiempo.
—No, no estoy enojada con vos—. Ali aflojó un poco el semblante y pareció menos dura—. Me enoja ella. No sé qué es... Te mira como un objeto, te trata como a uno, habla de vos como si no tuvieras poder de decisión, como si fueras de su posesión... Es muy algo muy agresivo, y no sé por qué, pero me enfurece—. Se había ido enojando a medida que hablaba.
Nico la miró confuso, pero entrevió una ventana.
—¿Y a vos en qué te afecta cómo se porte ella con respecto a mí?
Ali abrió los ojos en sorpresa y también la boca para hablar, pero la cerró. No estaba segura de qué decir.
—¿Ali? —Nico la presionó, dando un paso hacia ella.
—Yo... —Ali dudó, la cercanía de Nico le aceleró el pulso—. Yo no te creo un objeto. Creo que lo que me molesta es que parecés ser incapaz de sustraerte de ella aunque te trate así... Lo cual le da la razón.
Nico retrocedió. Eso había sido duro, incluso para Ali y, sopesándolo un poco, ella tenía razón. Las veces que había podido rechazar a Mora, sin embargo, Ali no había estado allí para verlo.
—Tenés razón.
Ali lo miró sorprendida.
—Me es difícil salir del papel que he cumplido siempre, me es cómodo... El de chico objeto —Nico hablaba pausado. Había vuelto a tomar el vaso vacío del saliente de la ventana y lo hacía girar entre sus manos—. Y Mora es una chica objeto... Creo que nos retroalimentamos. No he conocido a ninguna chica que me tratase diferente.
—Me conocés a mí.
Nico levantó la vista del vaso que sostenía entre las manos ante el tono definitorio de la voz de Ali y curvó los labios en una sonrisa. La miró fijamente a los ojos, verde claro contra verde claro.
—Sí... Te conozco a vos.
El frío era punzante, pero ambos sintieron una bola de calor que les subía de repente del estómago y se les alojaba en el centro del pecho, y una tensión inexplicable comenzó a extenderse entre ambos. Ali sintió que su respiración se hacía más y más superficial mientras le sostenía la mirada a Nico, que de repente dejó de sonreír y la miró con seriedad.
—Ya me cansé de fingir —dijo con decisión, soltó el vaso, que cayó amortiguado sobre el pasto, dio un paso y, tomando la cara de Ali entre las manos, la besó.
La urgencia de su beso encontró respuesta inmediata en los labios de Ali. Ella no tardó en responderle, soltó su vaso, le tomó el cuello con una mano y la cintura con la otra, y lo atrajo más hacia ella. Nico le soltó la cara y la besó con una pasión que desconocía de dónde provenía, saboreando su boca suave y apremiante, y la rodeó con los brazos, apretándola contra él, sintiendo su cuerpo contra el suyo, delgado y frágil, pero al mismo tiempo fuerte y decidido, como su beso.
De la mente de Ali se borraron todos los besos y abrazos de su pasado. No existían más que los labios de Nico, suaves, calientes, húmedos, su lengua ansiosa que la buscaba y la encontraba expectante. No existían más brazos que esos que en ese momento la apretaban hasta casi dejarla sin aire, levantándole los pies del piso, elevándola a un cielo desconocido donde todo era fuego.
La necesidad de respirar los obligó a separarse. Ambos tenían la respiración entrecortada, pero se sonrieron, iluminados por un sentimiento nuevo que Ali creía muerto y que Nico no identificaba. Él bajó la cabeza y, tomándole la barbilla con delicadeza, le subió la cara y la besó con suavidad, con lentitud, disfrutándola.
—Sos deliciosa —le dijo al oído, y la hizo ruborizar.
Por toda respuesta ella volvió a besarlo, acariciándole la cara. Su piel la recibió con alegría.
—Vamos a bailar—. Logan le guiñó un ojo y le tomó la mano, apretándola con fuerza.
Ali le sonrió y abrió la puerta, dirigiendo ella el camino.