Tras varios días agitados, Ali volvía a clase, para sumar a su vida un poco más de estrés. Como si le hiciera falta...
Lo que había sucedido con su padre había puesto patas arriba toda la vida hogareña. Su madre alternaba entre etapas de furia absoluta donde quería prender fuego lo que tuviera a mano, con momentos de paz reflexiva donde analizaba fríamente la situación, con episodios de tristeza y dolor que se traducían en inacabables ríos de lágrimas amargas enjugadas en la almohada. Su padre parecía haber disminuido de tamaño y sólo había aparecido para ir trasladando sus cosas a algún sitio que Ali desconocía. Ellos la tenían sin cuidado, eran adultos que podrían organizar sus existencias nuevamente. Su preocupación eran sus hermanos.
Elías tenía trece años, era tímido y sensible, y la situación lo había dejado confundido y tambaleante, porque su terreno seguro era la familia, y ésta estaba viniéndose abajo como la conocía. Buscó en Ali un refugio y un pilar en el cual apuntalarse para retomar el camino, y ella fue lo que él necesitó.
Noah tenía apenas siete años, pero tenía más fortaleza que su hermano. Cuando oyó el griterío entre su madre y su padre en la planta baja, fue al dormitorio de Ali a preguntar qué sucedía, y cuando ella le respondió "papá engañó a mamá con otra", Noah se encogió de hombros y sólo dijo "qué idiota, mamá lo va a echar y se perderá lo mejor de nosotros".
Con sus padres enfrascados en gritarse sus miserias uno al otro, Ali tomó la responsabilidad de continuar la rutina de sus hermanos: levantarlos y prepararlos para la escuela, hacerles el desayuno, empaquetarles el almuerzo, llevarlos y traerlos, vigilar que se bañaran, ayudarlos con las tareas... Terminó tomándose toda la semana, hasta que el viernes , cuando su padre se hubo ido con sus últimas cosas, fue a pedirle a su madre que retomara sus funciones como tal, porque ella no podía seguir perdiendo clases.
Ese viernes Elías y Noah faltaron a clase y se quedaron arrebujados con su madre en la cama grande, con enormes cuencos llenos de pochoclo y surfeando películas en Netflix. Ali se vistió rápidamente y salió hacia la Universidad, ya sabiendo que perdía la primer clase del día.
En el viaje en colectivo revisó su celular y vio que tenía mensajes de Lorena, de su tía y de Nico Viggiano. Abrió la conversación con este último, que había estado escribiéndole todos los días al menos una vez para preguntarle cómo estaba y ofreciéndole su ayuda.
Imagino que hoy tampoco venís. Espero que estés bien, cuidate mucho, amiga. - Nico, 09.21hs.
Ese "amiga" con el que Nico finalizaba todos sus mensajes le dolía cada día un poquito más.
Claramente él estaba trazando una línea que demarcaba hasta dónde podría llegar su relación: una simple amistad, y gracias. Ella ya sabía de antes que Nico no podría interesarse nunca en alguien como ella, pero no dejaba de dolerle. Además... Le avergonzaba admitírselo a sí misma, pero desde que Nico la trataba de "amiga", se sentía fea. Es decir... Vamos, el tipo se había cogido a, básicamente, media universidad, ¿y a ella no? O sea, no es que quisiera acostarse con Nico (bueno... tal vez un poquito sí, para qué negarlo), pero le molestaba un poco que él ni siquiera lo hubiese intentado... Por supuesto que se hubiese negado, no quería ser una más en la larga lista de conquistas de Nicolás Viggiano, pero el hecho de que él jamás hubiese intentado nada con ella, le hacía sentirse como el patito feo del cuento. Para Ali era indudable que Nico ni siquiera la veía como mujer, y ese pensamiento la horrorizó.
Ali guardó su celular en el bolsillo interior de su campera y se aprontó para bajar del colectivo. Se paró frente a la puerta trasera y mientras esperaba que el chofer se detuviese en la parada, estudió su imagen reflejada en el panel de vidrio de la puerta: el pelo enrulado suelto y desordenado por el viento helado, la nariz colorada por el frío, los lentes de montura negra que había olvidado sacarse cuando salió de casa, arrebujada en una bufanda enorme y con la ropa que primero había encontrado. No le fue difícil entender a Nico y que ella no le gustara: las chicas con las que él solía salir parecían salidas de revistas de moda.
Bajó del colectivo y no alcanzó a dar tres pasos en dirección al edificio de música, cuando escuchó que alguien gritaba su nombre tras ella. Se giró y vio venir a Nico cruzando la calle, tan hermoso como siempre. La alcanzó y se plantó frente a ella, inseguro de cómo saludarla, pareció decidirse y le dio un breve beso en la mejilla.
—Volviste —le dijo con una sonrisa.
—Hola, Nico—. Ali le devolvió la sonrisa y Nico sintió que había salido el sol.
Sin decir nada caminaron unos pasos en dirección al edificio, Ali tratando disimuladamente de ordenar un poco su pelo, Nico pensando en qué decirle.
—¿Cómo estás? —simplemente preguntó, pero en su tono dio a entender que no preguntaba de compromiso, sino en relación a lo que Ali había estado viviendo los últimos días.
—Bien, tranqui. Me estuve ocupando de mis hermanos, son chicos... Ahora mi mamá ya reaccionó y volvió a tomar las riendas.
—¿Tu viejo?
Nico notó que Ali se tensó un poco, pero relajó los hombros casi inmediatamente.
—Se fue de casa, no sé a dónde. Hace dos días que no aparece. Mejor así... Que deje que se calmen las aguas.
Al llegar a la puerta del edificio Ali miró hacia atrás, como si hubiese olvidado algo. Nico se detuvo con el picaporte en la mano.
—¿Pasa algo?
—No desayuné y tengo hambre...— Se sonrojó apenas, avergonzada, y a Nico le dio ternura—. Iba a pasar por la cafetería antes de entrar pero me encontré con vos y lo olvidé. Voy a comprarme algo y vuelvo.
Dio dos pasos hacia atrás y se giró, apenas había dado un paso y Nico ya caminaba junto a ella de nuevo.
—Me diste hambre, te acompaño. De paso te invito el desayuno... Aún te debo el agradecimiento por la nota de historia, ¿no? —Y le guiño un ojo.
Ali no pudo evitar sonreír y aceptó asistiendo.
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Mientras fuera el frío viento soplaba y hacía volar las hojas resecas de los árboles, dentro del aula el calor que despedían los calefactores hacía de la clase un momento agradable. Esta ya había comenzado cuando la puerta se abrió y Nico y Ali entraron, cada uno con un vaso térmico descartable en la mano. Nico apretó el hombro de Ali con la mano libre y le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que se iba hacia atrás del aula, y ella le sonrió, tomando asiento en su sitio habitual en la primera fila, junto a Lorena. Ali la saludó y comenzó a sacar las cosas de su mochila, y eso le impidió ver la mirada cargada de odio que le dirigió Mora Rein.
Cuando Mora vio a Ali y Nico entrar juntos, una furia abrasadora se formó en la boca de su estómago y le subió rápidamente por el cuerpo, buscando salir. Su primer instinto fue correr hacia Ali y golpearla, pero sólo atinó a apretar los puños con tanta fuerza, que las uñas le dejaron marcas rojas en las palmas. Respiró profundo tres veces hasta que logró calmarse. Era dada a arranques violentos y le costaba muchísimo controlarlos. Miró hacia atrás para observar a Nico, el aula escalonada le permitía obtener un buen ángulo, y vio su precioso rostro apoyado en una mano, observando claramente a alguien. Por la dirección de su mirada, no le costó comprender a quién. Sin pensarlo demasiado, se levantó de su asiento recogiendo sus pertenencias y fue a sentarse junto a él, quien no la notó en absoluto, y eso la molestó más aún.
—Hola, precioso —le dijo casi al oído, con la voz más sugerente que pudo poner, y le tomó la mano.
Nico se sobresaltó y la miró con extrañeza primero, y luego con cansancio. Se soltó de su agarre y volviendo la vista al frente, la saludó sin sonreír.
—Hola, Mora.
Mora no tuvo ningún éxito en ocultar lo contrariada que se sintió, pero como Nico no estaba prestándole atención, no se dio cuenta. Se sobrepuso con rapidez y, acomodando su cabello en un gesto automático, se acodó en la mesa y le dedicó la mejor de sus sonrisas.
—Nico, estás tan serio hoy... ¿No hay nada que pueda hacer para alegrarte el día?
Nico la cortó en seco sin siquiera mirarla.
—Ahora no, Mora. Estoy intentando escuchar la clase.
Aquello fue demasiado para el orgullo de Mora. Nunca nadie la había desestimado tan fríamente y mucho menos Nico, que siempre tenía una sonrisa reservada para ella y alguna caricia. Sabía que la culpa la tenía esa maldita comelibros de Mercán, que parecía haber desarrollado una pequeña relación con Nico, y ella no estaba dispuesta a consentirlo. Sin disimular su enojo, recogió sus cosas en los brazos y cuando estaba por levantarse, oyó al profesor.
—Formen las parejas de trabajo para este final y me mandan los grupos conformados por mail. Espero los trabajos en una semana.
Mora sonrió automáticamente y volvió su rostro hacia Nico, que estaba solo en la última fila y no tenía a quién recurrir.
—Parece que somos vos y yo, corazón—. Ella sonrió triunfal, como si hubiera sacado el ticket dorado de Willy Wonka—. Es un trabajo largo... Nos veremos bastante por estos días.
Nico la miró molesto. Estaba ya cansado de Mora, el que lo tratara todo el tiempo como si fuera de su propiedad, como si él le debiera algo.
—No, Mora, yo ya tengo grupo.
—No me vas a decir que de nuevo vas a hacer grupo con Mercán.
—¿Qué te tengo que dar explicaciones a vos?— Logan se estaba dando cuenta de que Mora podía ser muy pesada—. Es con Andrés, y si quisiera hacer grupo con Mercán, es mi maldito problema.
Mora lo miró furiosa y se levantó del asiento para volver a su sitio original. Volvió a mirar a Nico, estaba escribiendo en su celular. Miró a Ali, quien, ajena a todo, hablaba con Lorena y anotaba las consignas del trabajo en su cuaderno.
—Va a ser problema de ella si se acerca a vos— se dijo a en voz baja, y pasó el resto de la clase cruzada de brazos y refunfuñando por lo bajo. Para cuando llegó el final de la hora, había llegado a la conclusión de que, si pretendía acercarse a Nico y por fin hacerlo suyo, debería cambiar el enfoque.
Nico no se le escaparía.