En este tiempo, mi padre toleraba que, yo tuviera un "novio".
Se llama OSCAR.
Era un hermoso y amable niño que vivía muy cerca de mi casa.
Yo tenía 7 años.
En este tiempo, mi hermana y yo, solíamos hacer papalotes y gorros, así como barquitos doblados con papel periódico, lo curioso es que, los vendíamos.
También, a veces, nuestros amigos nos acompañaban a irnos por la carretera recogiendo botes, hasta el kilómetro 30.
Caminábamos mucho.
Cuando juntábamos suficientes.
Mi hermana u OSCAR, iban conmigo para ir a un yonke enorme que, está en la carretera.
Cuando iba, me sentía como una persona grande haciendo negocios.
De vuelta, con ese dinero, llegábamos a una hielería a comprar media barra.
Con esto, un cepillo para raspar, limón y chile en polvo.
Vendíamos "changuitos".
Raspa de chile y limón.
Los amigos se reunían, a ellos si les hacíamos descuento, y a los que nos ayudaban a vender, les dábamos una raspa.
Esos niños, eran una chispa de vida en nuestra oscuridad.
Hubo muchos motivos por los que, desde chicas, tuvimos que trabajar.
Mi padre, no se oponía, si lo supo, pero, en esos tiempos estaba ausente.
Era común que, cuando se enojaba.
Se iba a vivir a casa de su hermana mayor.
En esos días, no teníamos ingresos, por eso trabajábamos para ayudar a mi madre.
Quien, no recuerdo desde cuándo, trabajaba a escondidas de mi padre, en el horario que él trabajaba.
De esa manera, cuando se iba, ella nos aseguraba la comida.
Los jefes eran comprensivos con ella en la fábrica, sobre todo cuando llegó a llegar tarde o tenía que salir temprano.
El ciclo era infinito.
Luego de leer el libro llamado: los hombres son de marte, las mujeres son de venus.
Pude llegar a un acuerdo.
La casa de su hermana era la cueva de mi padre.
Si tienen duda.
Les invito a leer este libro.
Algunos de mis recuerdos de noche, no eran buenos.
Casi siempre pasaba de noche.
Las veces que mi padre se peleaba con mi madre.
Nunca pude entender el motivo.
Hasta el día de hoy es un misterio.
Muchas, fueron las noches en que, fuimos despertadas por gritos en el cuarto de mis padres.
Se escuchaban golpes de azotes en la pared.
Gritos de mi madre, pidiendo a mi padre que se detuviera, sus voces, agitadas y ruidos del llanto, era la voz de mi madre quien lloraba.
Mi hermana y yo compartíamos la cama.
Siempre que pasaba esto, nos despertábamos mirándonos a los ojos, aterradas, sabíamos lo que pasaría.
No tardaba en llegar mi padre junto con mi madre.
Golpeada, llorando, con la cara hinchada por los golpes.
A veces la aventaba en la cama, sobre nosotros que, estábamos abrazadas, acurrucadas en alguna esquina de la cama.
Luego de gritar y golpear a mi madre unas veces más.
Entonces, es cuando se iba a su cuarto.
Mi madre, siempre aguantaba el llanto, sé que le dolía que la viéramos llorar.
Con miedo de lastimarla, la abrazábamos, tratando de calmar nuestro dolor.
En algunas de las ocasiones, nos pegaba junto con ella antes de ir a encerrarse a su cuarto.
Ella, esas noches se quedaba con nosotros, sentada en la cama, hasta que amanecía, ninguna había podido dormir.
Cuando escuchábamos la puerta azotar, es cuando podíamos escuchar las pisadas de mi padre por el pasillo para ir a la cocina, donde estaba la puerta para salir, se iba a trabajar.
A veces mi madre se alistaba rápido para irse a su trabajo también.
No puedo imaginar lo que sufría psicológicamente mi madre.
No solo por el hecho de que, tuviera que aguantar los golpes, los insultos, tragarse el llanto y tener que ir con su cuerpo golpeado a un sitio a trabajar todo un turno laboral.
Con los golpes, aun latentes.
No cabe en mi imaginación.
Quizá yo misma no tendría ese valor.