Hubo otra anécdota.
No recuerdo si fue antes o después de la descalabrada.
Era tiempo no muy caluroso, pero, no hacía frío.
Recuerdo que mi hermana y yo.
Corríamos, ella tenía algo que yo quería, no recuerdo bien lo que era.
El caso es que salíamos de la casa y entrábamos dentro de ella.
Mi abuela si no mal recuerdo estaba en la cocina.
La última en salir fui yo, persiguiéndola.
Cuando veo que ella vuelve a entrar, trato de alcanzarla, ella deja la puerta entreabierta.
Y por azares de andar besando el suelo, me tropiezo.
Cayendo en el filo de la puerta.
Me abrí el labio.
Ha de haber sido bastante para lo que recuerdo que se asustaron.
Y voy de nuevo al hospital.
En ese entonces, por parte de PEMEX, teníamos seguro en el CENTRO MEDICO DE ESPECIALIDADES.
Y buenos doctores que, ya nos conocían… bueno, a mí.
Como cliente frecuente.
Voy de nuevo a que me cosan el labio.
Aún tengo la cicatriz.
Ya casi no se ve.
Lo curioso que recuerdo es, la sensación de una costra de sangre seca en la boca.
Ese día nos fuimos en camión, mi madre y yo.
Sé que en esas fechas mis padres habían vuelto cuando tuve dos años de edad.
El primer varón para mi padre, venía sentado en la matriz, tenía liquido en los pulmones y no pudo sobrevivir más de 7 horas de nacido.
Volvimos a casa de mis abuelos.
A mis 4 años, se habían reconciliado y aunque, mi segundo hermano venía en las mismas condiciones que el anterior.
Este sí pudo sobrevivir.
Por alguna razón se volvieron a dejar.
Mi madre entonces nos llevó de vuelta a casa de mis abuelos.
Era nuestro ciclo.
Tal y como el que vivió el mismo en su infancia, ahora se repetía con nosotros.
Lo bueno de las separaciones, era que, no había golpes… bueno, manguerazos de mi abuela, pero hoy de grande, puedo decir que si me los había ganado.
El no estuvo presente en mi descalabrada, ni en la abertura de labios.
No son cosas que me enorgullecen, pero, el no estuvo.
Son cosas que, quizá no sean gran cosa, pero, son cosas que se perdió en su momento.
Para un niño, significa ausencia.
No hay motivo porque, no lo entendemos, no comprendemos que tenga que haber un motivo.
Y nunca comprendí porque yo sentía que él me odiaba tanto, quizá por no ser varón, eso lo creí toda mi niñez.
El nacimiento de mi hermano, calmó sus ansias de un hijo.
Entonces, fue un poco más amable conmigo alguna vez.