«El hombre que se acueste con un varón, como se acuesta con una mujer, ambos han cometido una infamia, los dos morirán y su sangre caerá sobre ellos».
Levítico 20: 13.
—Lo siento —se disculpó con un suave tono de voz, cruzando miradas con la persona que chocó—. ¡Perdón! —Se alarmó, ya que dejó caer a un niño con el impacto entre sus cuerpos—. ¡Oh, dulce Señor, lo siento tanto, pequeño!
Levi era sorprendente, al menos, David lo veía de esa forma. Ambos estaban caminando en dirección contraria al rumbo que tomaban las personas; pero él lograba pasar sin chocar contra la gente o sin ser tirado por las mismas –contando que ni siquiera observaba el camino por ver su celular–. En cambio, David pasó la mayor parte del viaje disculpándose con todos.
«Estoy casi seguro de que las muletas le dan inmunidad». Pensó agobiado, en lo que luchaba para hacerse espacio entre la multitud.
Luego de un par de cuadras, sin saber exactamente a dónde se dirigía, Levi se detuvo de golpe frente a un local logrando de esa forma que David consiguiese alcanzarlo. Estuvo muy cerca de caerse contra el suelo al tropezar con sus propios pies.
—¡Ya llegamos! Aquí es. —Señaló el lugar con la punta de goma de su muleta—. Vamos, David, hay que entrar.
—Levi... —Llamó con preocupación, sin duda alguna, también con un poco de temor en la voz.
—¿Sucede algo?
—Bueno, ya que lo preguntas... —Observó el logo plasmado en el vidrio de la entrada, temiendo por su significado—. No creo que pueda pasar —informó titubeante.
—¿Por esto? —Tocó con suavidad la estrella, riéndose por la mirada de espanto en David—. ¡Por favor, aquí todos pueden pasar! —Aseguró sonriente, logrando calmar levemente al contrario. No obstante, torció su sonrisa—. Disculpa que no pueda ir a un supermercado normal, pero debo cumplir con el Torá.
—Descuida, respeto tu religión —comentó avergonzado, al recordar que ellos también tenían una estrella—. Es la primera vez que entro a un lugar judío, solo me siento un poco nervioso.
—¿Creíste que era algún lugar satánico? —Expresó con picardía en lo que arqueó una ceja.
—Mejor entremos, Levi —balbuceó ruborizado—. No me hagas caso.
—David, tranquilo, ¿sí? —Sus miradas cruzaron, encontrando una extraña sensación al verse. El rostro de Levi, repentinamente, se endureció con seriedad—. Oye, sabes que nunca te llevaría a un lugar que no quieras, campeón. No te preocupes, estás seguro.
—Estás actuando muy extraño —murmuró preocupado. David no pudo seguirle la mirada, era demasiado hostil para él—. ¿Acaso dije algo malo?
—No, nada en realidad; pero, ¿sabes? —Su voz lo animó a regresarle la mirada, sonaba más relajada y holgazana, la normal de siempre. Levi, continuaba serio—. Tú eres quien ha estado bien extraño desde el comienzo de este año.
En esos momentos, David deseaba que Levi sonriera y comentase algo gracioso, al menos, desmentir lo dicho. Ser extraño o ser considerado, no parecía ser una señal muy amable para David. Él no quería ser diferente, solo deseaba ser común y corriente, sin llamar la atención, sin tener problemas.
El local era mucho más espacioso de lo que aparentaba por fuera. Básicamente, parecía un supermercado corriente con la excepción de verse más limpio y ordenado.
Los empleados utilizaban un extraño gorro circular en sus cabezas y solo en uno de los brazos mantenían una clase de listones, envolviéndolo casi por completo. David no apartaba la mirada de todas las nuevas cosas que observaba. Jamás había estado en un local judío.
—Levi —susurró, observando a los empleados en espera de no ser escuchado—. Levi. Oye, Levi.
—Ay, no David, no me andes cuchicheando en el oído que ya sabes lo que me pasa —se quejó, en lo que revisaba algunas de las etiquetas de las latas, escogiendo la mejor—. ¿Qué pasó?
—¿Los empleados judíos, siempre usan esos gorros?
—¿Qué, qué? —Observó con cierto asombro, hasta que notó a lo que se refería David—. Ah, eso es un Tefilin. Bueno, es normal que lo usen siempre o depende con qué judío estés hablando, porque otros prefieren solo el kipá. Algún día también lo usaré... Tal vez.
—¿En serio? —Su mirada se iluminó, preso en su imaginación por saber cómo se vería Levi usando uno de esos curiosos gorros.
—Sí, es parte de ser un hombre de mandamientos —respondió, tirando sus víveres al cesto y lentamente avanzó por el pasillo de enlatados—. Ahora que lo pienso... ¡Estoy atrasado por años! Debí haber tenido uno desde los trece.
—¿Tan temprano? —Interrogó con curiosidad, cargando su lista de compras a la cual no había prestado atención desde que entró—. Pero ¿los usan el día completo? ¿No es molesto? ¿Y que son los lazos?
—David, si quieres puedo enseñarte todo acerca de mi religión algún otro día que quieras, pero ahora compremos, ¿sí? —Se giró para sonreírle, logrando calmarlo al ser lo que deseaba David. Levi había estado muy serio—. Ni siquiera has comenzado con tu lista.
—Oh, sí. —Una diminuta sonrisa se formó en sus labios—. Sigamos.
A medida que Levi encontraba sus compras tocaba la pantalla de su celular como si estuviera tachando de su propia lista. David se confundía con algunos productos, tanto que no logró avanzar nada con la suya.
No parecían tener los mismos nombres o simplemente, ser los mismos ingredientes que necesitaba. Al final, Levi lo ayudó una vez que terminó con lo suyo y dentro de pocos minutos estaban listos.
[. . .]
Saliendo del supermercado David recreó mentalmente la lista de compras a idioma judío, porque no existía un consomé de sopa Maggi en aquel local; en cambio, los condimentos para lo mismo eran en empaques diferentes y con un nuevo nombre, según Levi, debía saber mejor.
—Gracias por acompañarme. —David habló bajo, jugando con la bolsa de compras. Estaba bastante inquieto por descubrir más de Levi y su religión—. Espero que a Jonatán le guste.
—De nada. Me siento eufórico de solo saber que haré comer a un católico ingredientes judíos —comentó risueño, caminando al lado de David. Ahora, la gente no chocaba contra ambos.
—Hablando de ello, ¿cuál es la diferencia entre esta carne y la que venden en otros lugares? —Consultó, tratando de analizar el empaque a ver, si podía encontrar alguna diferencia.
—Bueno... —Levi se encogió de hombros—. Técnicamente, no tiene sangre.
—¿Sangre? —Sus ojos se abrieron con asombro.
—En la biblia de ustedes deben de salir nuestros mandamientos. Búscalo en Levítico y encontrarás todo lo que nosotros no hacemos. Por ejemplo, la carne de vacas debe estar en sal para secarla bajo el Sol. No consumimos langostas, ni nada que no posea escamas.
—¿Es difícil? —Levi giró el cuello, dirigiéndole la mirada en confusión—. Digo, no creo que todos puedan disponer de un supermercado con los condimentos buenos.
—Ah, por ello es que algunos judíos tienen de su propio ganado o disponen de pequeños lugares como el barrio. Mientras se cumpla el Torá, todo está bien.
—¿Eso es...?
—Nuestra biblia —respondió entre risas suaves.
Desde el primer día en que se conocieron hasta ese segundo David nunca había pasado tiempo en privado con Levi. A pesar de que los rodeaba cientos de personas se sentía seguro con él. Ellos caminaban y el pavimento se despejaba, como Moisés con el agua.
—Por casualidad... —Sus latidos comenzaron a acelerarse, tomando la oportunidad de confianza para hablar. Esperando una respuesta igual de segura que el momento actual—. ¿Dice algo acerca de los homosexuales?
—Está prohibido —respondió cortante, regresando la mirada hacia el camino—. No puedes tener sexo con un hombre como lo haces con una mujer, es abominable. Así lo dice.
—Sí, tienes razón...
David, se ahogó en el mar de las personas, quedándose muy atrás de Levi luego de escuchar su respuesta. La multitud comenzó a chocar con él, mientras intentaba volver a su punto de seguridad a su lado. Levi no se percató de que se había quedado atrás y nunca se enteró, ya que David logró alcanzarlo cuando giró el cuello.
—¿Por qué preguntaste eso tan repentinamente?
—Ah, simple curiosidad, aunque soy católico no leo la biblia entonces...
—No, no me refiero a eso —interrumpió, dirigiéndole la misma expresión de seriedad—. ¿Por qué exactamente a los homosexuales? Pudiste preguntar de otra cosa prohibida, pero fuiste directo a eso.
—Porque... —Su mirada temblaba al sentir los grisáceos ojos de Levi observándolo fijamente. Parecía estar siendo juzgado por los mismos—. Vi en una noticia que una pareja de hombres fue asesinada —habló rápidamente, intentando evitar el contacto visual. Sus palabras, ya no parecían ser muy coherentes con la velocidad en soltarlas—. Al parecer uno de ellos no era homosexual, sino una de las nuevas orientaciones que salieron o algo así y bueno... —Por suerte, consiguió calmarse—. Todos los comentarios eran de apoyo a lo ocurrido, entonces quería saber si era muy grave la falta.
—¿En serio? —Levi desvío la mirada cuando David asintió—. Supongo que en el país perfecto que quiere Saúl, ninguno de orientación sexual diferente será libre de esos casos.
—¿Tú qué piensas de eso?
—No me interesa. Es la vida de ellos, no la mía. David...
Levi guardó silencio por un momento, meditando acerca de lo que preguntaría a continuación. Para David, Levi estaba siendo muy cruel con detenerse de golpe, mostrar esa seria mirada y hablar con un tono tan pesado de voz.
David no podía dejar de prestarle atención a sus palabras, esperando una y otra vez que Levi hablase de forma holgazana o divertida. De todas las facetas conocidas, esta lo ponía particularmente ansioso y en alerta.
—¿Eres gay?
La pregunta prohibida salió de sus labios, de aquellos con los que se encontraba de vez en cuando al ruborizarse; los mismos que conoció por primera vez, desde que rozaron con su mejilla esa mañana en su casa.
Sí, David no entendía el porqué, cuando llegaba la hora de salida y esperaban a Saúl, sentados frente a su mesón favorito, eran los mismos labios silenciosos con los que se encontraba –muy de vez en cuando– fantaseando en besar y poder experimentar un primer beso.
—No... —Se obligó a torcer una sonrisa, pero su expresión facial lo delataba. David, deseaba desaparecer de ese lugar lo más rápido que pudiese—. ¿Por qué lo preguntas?
—Siempre te estremeces con esos temas.
—¡Por supuesto que lo hago! —David intentó morder su lengua para dejar de hablar sin pensarlo bien—. ¡Acabas de decírmelo! La palabra dice que es una abominación. ¡Opino que todos los homosexuales deberían morir, no son naturales!
—Entonces, tú también morirás.
—¿Por qué me tachas con eso? —Preguntó indignado y tartamudo, frunciendo el ceño. No volvió a dirigirle la mirada a Levi y continuó su camino—. Sí, entiendo que no hable mucho sin tartamudear por la timidez; que nunca les he mostrado a ustedes encantadoras mujeres como mis novias...
Había levantado el tono de voz, aunque por dentro David deseaba que todo terminase ya. Sus propias palabras causaban en su interior una clase de malestar; pero debía ser fuerte, ya que Levi le había dejado en claro su opinión.
—¡Jamás me atrevería a caer tan bajo como toda esa asquerosa gente! —Jadeó, luego de hablar sin cesar, el aire pareció abandonar sus pulmones por un lapso de tiempo.
—De acuerdo. Tranquilo, David, te creo.
«¿Por qué aceleraste el paso?».
Levi, ya no parecía importarle dejarlo atrás o esperarlo. Siguió su camino como si, desde un principio, hubiese llegado solo.
—Levi... —Escuchó el sonidos de su andar detenerse y de las muletas rozando el pavimento.
—¿Qué? —Se volteó.
—Saúl, sabe algo que yo no sé de ti... ¿Cuál es tu problema con tus padres?
—Bromeas, ¿no? —Levi soltó un suspiro con pesadez, en lo que agachaba la cabeza—. A veces, no logro entenderte. Siempre cambias tan rápido los temas que llego a sentir que no me dejas procesar tus respuestas anteriores.
—Lo siento, simplemente...
—Ahí estás de nuevo. —Se apresuró a moverse, quedando frente a él. David no parecía tener escapatoria de su mirada—. Disculpándote por todo, como si tuvieses la culpa de lo que ocurre a tu alrededor.
—Levi, lo siento, en verdad, yo...
—No, David. —Su penetrante ya no reflejaba nada más que frustración—. Deja de culparte por las cosas, ya deja de hacerlo. Si rompes algo, está roto. No importa cuántas veces te disculpes por ello, pero ese objeto quedó inservible y no habrá magia alguna que lo regrese a su estado original. No sin grietas.
—¿Entonces, qué debería hacer?
Tenerlo tan cerca le aceleraba el ritmo cardiaco. Las miles de respuestas se creaban en su mente, a las cuales no lograba organizar. Tener a Levi delante de él o no tenerlo; escuchar su voz seria u oírlo reírse, verlo detenidamente o solo imaginarlo.
El mundo que rodeaba a David, lentamente, volvió a llenarse de esos vergonzosos colores de su interior. Emociones nuevas, sensaciones diferentes y pensamientos bulliciosos. David, estaba a punto de llorar frente a Levi, pero la belleza de sus colores volvieron a donde pertenecían: Su mente.
—¡Tú no sabes nada de mí! Estoy pasando por una situación extraña, algo que jamás he experimentado antes y no puedo pensar en nada más que disculparme. Tengo miedo, Levi... ¡¿Qué se supone que quieres que haga?!
David ahogó un pequeño grito. A Levi siempre le encantó enfrentar directamente los problemas, resolverlos o intentar hacerlo. Ver fijamente sin despegar el contacto visual; sin embargo, en esta ocasión vio su mirada decaer.
Una pequeña sonrisa se formó en sus labios y todo su rostro pareció relajarse. La espalda de David quedó erguida con la sorpresa que le dio, al cruzar nuevamente las miradas.
—¿Qué te parece si me dejas cuidarte, ayudarte un poco más a descubrir quién eres y...? —La hermosa sonrisa de Levi volvió a David—. ¿Quisieras ser mi novio? Debo admitir que esta no era la forma como lo tenía en mente, pero bueno, ya debes estar contento ahora que lo sabes, ¿no?
—Estás bromeando... —Levi logró escuchar su suave voz, pero no reaccionó como David deseaba—. ¡Sí, es una total broma! Ya te lo dije, no soy como esas personas —afirmó una vez más, ya bastante enfadado con el contrario—. Yo nunca caeré así, es repugnante y tú solo quieres probarme porque te pregunté por lo que decía tu Biblia.
—Ah, ¿así lo ves? —Esbozó una mueca. Levi se sentía bastante incómodo con las risas de David.
—¡Claro que sí! Tú ni siquiera eres homosexual, ya nos has presentando a tus novias antes. ¿Por qué lo ocultarías, en todo caso? ¡Eres judío! ¡Ellos lo aborrecen y tú no eres así!
—Como mis padres —habló desanimado. Largó un suspiro y se dio la vuelta dispuesto a marcharse—. Tienes razón en que no soy gay. Soy pansexual, David, y antes de que hagas el maldito chiste de los panes, no, no le meto el pene al baguette. —David no pudo verlo, pero Levi rodó los ojos antes de avanzar—. Ojalá y te escucharan mis ex de que les estás diciendo mujeres, no te aguantarían ese comentario.
—¡Levi, espera!
—No te preocupes por mí, David, yo mismo he decidido esto y con el resto de "abominaciones" me iré feliz.
—¡Levi! —Se apresuró a colocarse frente a él—. ¡¿Por qué yo?! —Su voz se tornó ronca por ser la primera vez en gritar tanto—. ¿Enamorarte de mí? No entiendo... —Admitió titubeante. Frenó a Levi de seguir avanzando, sosteniéndolo de los brazos—. ¿Qué tengo yo para haberte hecho sentir algo tan malo?
—Tenías razón en una cosa, David, no sé nada de ti y eso me hizo sentir atraído hacía todo lo que eres. De cierta forma, siempre supe que estabas en el closet con la forma en que me mirabas pero... Ahora yo soy quien se disculpa por haber soñado un final juntos, supongo que me equivoqué contigo.
Esperó una respuesta del contrario, pero David no dijo nada. Encontró en su mirada una pupila dilatada, tal y como se había mantenido a lo largo de la salida; no obstante, Levi no continuara esperando y siendo tratado como un mentiroso.
—Si sigues feliz encerrado en tu burbuja, lo aceptaré porque es tu vida y no tengo porqué encargarme de arreglar todo; pero, si alguna vez sales de ella y quieres aceptarme, entonces no te preocupes que yo vendré por ti y te apoyaré en tus decisiones, metas o lo que me permitas de ti. —David continuaba callado, sin quitarse de su camino o mostrando alguna señal de soltarlo—. Estoy hablando en serio, porque de verdad me gustas, David. No estoy bromeando, solo estoy siendo directamente honesto. David, tú me gustas.
Con esas últimas palabras finales huyó lejos de Levi, abandonándolo por completo en medio de toda esa multitud. David no era una persona atlética, pero esa tarde logró correr más que en cualquier otra ocasión. Siguió en su escape sin mirar hacia atrás y solo cuando sus piernas ya no podían continuar, fue que decidió descansar en una banca.
«Dije tantas cosas hirientes. ¡¿Por qué me tuvo que pasar a mí?! No puedo creerlo... ¡Le gusto a Levi!». Pensó abrumado, cubriendo su boca para acallar los sollozos.
El viento primaveral sopló cerca de él haciendo que las bolsas de sus compras hicieran ruido, entonces observó sus manos, notando las marcas de sus uñas aferradas a la piel cuando cerraba los puños a cada palabra que dijo antes. La idea de volver para disculparse pasó por su mente.
David se levantó de su asiento para buscar la parada de autobuses e irse con su mejor amigo para prepararle la sopa, que tanto había estado posponiendo a lo largo de la semana. No pensaba enfrentar a Levi ese día e incluso, de ser posible, el resto del año escolar.