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Chapter 5 - ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

«En efecto, cuando tengo un verdadero apuro gordo, todos los que me conocen íntimamente podrían decirte que me niego a todo, menos a comer y a beber. En este momento estoy comiendo magdalenas porque soy desgraciado».

La importancia de llamarse Ernesto, Oscar Wilde.

A la mañana siguiente, David se levantó más temprano que de costumbre. Lo primero que hizo fue cerrar la ventana y cubrirla con las cortinas, así le evitaría otra incómoda conversación con su vecino.

Luego de cambiarse fue al cuarto de huéspedes y sacudió con suavidad a Levi, escuchando quejidos entrecortados por su parte tal y como si estuviese sacándole el aire con cada movimiento.

—Ya es hora de despertar, holgazán —susurró en su oído, soplando con un cálido aliento.

—¡David, no me hagas eso, que me excito! —Rápidamente lo empujó, luego de sentir escalofríos por su espalda—. Uno ya no puede dormir con inocencia porque ya lo despiertan con lujuria —refunfuñó, reincorporándose en la cama de muy mal humor.

—Me diste más información de la que necesitaba, pero te dejaré un rato a solas en lo que hago el desayuno. —Alzó las manos en son de paz—. Purifícate, Levi, purifícate.

—¿En dónde está el baño? —Preguntó con fuerza.

—A la derecha —vociferó desde las escaleras.

Ese día, David tenía que preparar su propia comida. Ninguno de sus padres regresó la noche anterior, lo que no era de esperarse cuando ambos permanecían ocupados la mayor parte de los días, pero a su suerte era que la televisión le había enseñado una que otra cosa acerca de cocinar.

Levi bajó lentamente, ayudándose del barandal de las escaleras, quejándose por tener que despertar temprano para tomar el autobús con David. Dando un gran bostezo observó que el susodicho de espaldas. Se le acercó con naturalidad siendo hechizado por el increíble aroma de la comida; asomó su cabeza por encima del hombro de este y lo sujetó de la cintura para apoyarse mejor.

David se sobresaltó girando la cabeza de lado. Al instante, su mejilla chocó con la punta de la nariz del contrario y sintió los resecos labios del mismo.

—¿Te asusté mucho? —Preguntó confundido al separarse.

—Sí —titubeó, regresando la mirada sobre el sartén—. No estoy acostumbrado a que se me acerquen así.

—Qué bien huele —comentó hipnotizado por el hambre—. Quisiera que me enseñaras a cocinar.

—Por supuesto, lo que tú digas. —Ocultó su ligero sonrojamiento por el halago, evitando verlo a la cara—. Cuando estés libre, cualquier día, puedo enseñarte.

Con el paso del tiempo, David ya tenía su lonchera de comida lista, junto a dos contenedores extras para Levi y uno, en caso de que Saúl quisiese desayunar.

De camino en el autobús, David pensó que había mejorado mucho en la cocina. Podía hacer otros platillos, aunque no fuesen como los de un chef profesional. Jonatán desde el inicio le decía que su comida sabía bien, a pesar de que estuviese sudando por retener la comida fallida en su boca.

Ahora, con aquella opinión diferente y contando la situación de resfriado de su amigo, podría cocinarle una sopa cuando fuese a visitarlo por la tarde.

[. . .]

—Prueba Saúl, mira, está exquisito, fíjate —comentó un Levi con futuras mejillas de ardillas—. David, es el mejor cocinero que haya conocido en mi vida y por mucho que me duela, pero cocina mejor que mi abuela.

—Me estás dando algo de asco —confesó nauseabundo, con solo verlo devorar con voracidad los alimentos—. Tan siquiera masticá, no solo tragues.

—¿Te vas a comer tu parte? —Señaló con el tenedor la abandonada paila de comida.

—Te quiero ver mascando —advirtió, antes de entregarle su parte—. Espero que no te moleste, David. Sabes que te estimo y eres un gran amigo; pero la última vez que comí... Bueno, no hay que recordar eso.

—Puedes confiar en que yo me lo comeré todo —aseguró Levi, dejando el segundo recipiente vacío a un lado para comenzar con la parte de Saúl—. ¿No te quieres casar conmigo? Te prometo muchas mascotas y una casita —ronroneó, antes de meterse un gran bocado.

—Levi, te dije que masques —lo reprendió, amenazándolo con quitarle la comida—. A todo esto, ¿qué es eso café?

Levi y Saúl observaron detenidamente el desayuno. Por alguna razón, eran tres masas esponjosas de diferentes colores, los cuales se cortaban fácilmente con el tenedor –algunos trozos se quedaban adheridos a este–. Según el escandalo que mantenía Levi con cada bocado, le dio la idea a Saúl de que tenía una consistencia chiclosa.

La favorita de Levi parecía ser una de color blanco, con esos peculiares trozos grumosos de color cafés. Saúl no podía comprender cómo se le hacía tan apetitoso un desayuno que no tenía la apariencia de uno.

—Es carne —David respondió sereno, pasando la hoja de su libro y llevándose un bocado con lentitud.

—¡Levi, por Dios, te dije que debías mascar!

Por un momento, David sintió que su ojo bizcó para ver lo que sucedía. No fue hasta que escuchó a Levi toser, para darse cuenta que se estaba ahogando.

El rostro se le coloró, los ojos le lloraron, pero finalmente, con algo de fuerza bruta, logró escupir uno de los trozos de carne. Saúl y David se mantuvieron al tanto, en caso de que necesitase ayuda; sin embargo, Levi sorbió por la nariz y se apoderó de su tenedor para seguir comiendo con la misma voracidad.

—Señor, ¿te lo llevas o te lo mando? —Saúl rodó los ojos—. No aprecias para nada tu vida.

—Vive rápido, muere joven y deja un lindo cadáver —se excusó, volviendo la mirada hacia David—. ¿Ese es el libro que te asignó el profesor?

—Sí y no he parado de leer —respondió entre risas—. Es una obra de teatro, pero me estoy reteniendo con una fuerza colosal para no carcajear. —Se limpió una lágrima y sonrió—. Algernon se parece tanto a ti, justo ahora se está comiendo unas magdalenas y desesperando a Jack.

—En otras palabras, eres un reverendo baboso —aseguró Saúl, proporcionándole un manotazo en la cabeza—. ¡Qué comas lento, Levi!

—¡No me golpees, que luego me resiento! —En poco tiempo, se terminó la ración de Saúl—. David...

—Sí, toma la mía si quieres —murmuró concentrado, extendiendo su parte—. No tengo hambre.

—Para que aprendas, Saúl, aún existe la amabilidad en estos tiempos.

—Y lo primero que hiciste, fue aprovecharte de ella. —Con suma decepción, negó la cabeza—. Con justa razón no tienes novia.

—Ay, sí serás sangrón —expresó con dificultad. Luego de tragar, se dio un leve golpe en el abdomen—. De todas formas, no terminó conmigo por eso, fue por otra cosa —murmuró, comiendo más lento—. Ya me quitaste la inspiración.

—Te sientes desgraciado —rio David, ocultándose detrás de su libro—. Como quisiera que les gustase leer, así podría compartir esto y nos reiríamos todos.

—Hablando de libros, seguiré ocupando esa ayuda para el trabajo. Recuerden, tenemos que estar en el mismo grupo si nos toca hacer alguna exposición o tarea.

—No creo que nos dejen hacer lo mismo de siempre —comentó Saúl—. Que nos hacemos los locos con nuestro grupo de a tres, pero ya estamos en último año y...

—David, es mío —Levi se apresuró a decir, logrando enfurecer a Saúl.

—¡No es justo, ni siquiera me dejaste terminar y...!

—Confirmo mi lugar, es mío.

—¡Levi, no quiero reprobar literatura!

—David, ¿estás bien? —Consultó para ignorar los gritos de Saúl—. Te pusiste bien rojo, ¿tanta risa da ese libro?

—Ah... Creo que jamás lo entenderías —respondió entrecortado.

[. . .]

Finalizadas las clases, Levi junto a David se encontraban sentados en un banco, esperando a que sus respectivos transportes llegasen.

Se encontraban en silencio, completamente distraídos en sus propios asuntos. Levi con la vista en su celular y David, con un nuevo libro asignado por el profesor. A pesar de que le tocaría un trabajo más pesado que al resto, estaba disfrutando bastante de las lecturas sugeridas.

Unas fuertes y grandes manos lo sujetaron por la cintura; esta vez, solo se sobresaltó aferrándose de las páginas, sin embargo no giró la cabeza por ningún motivo. Decidió esperar a que Levi le diese alguna señal del desconocido.

—Saúl, creí que te habías ido temprano. —Levi le dirigió la mirada.

—Esa era la idea, pero mi novia tuvo otro compromiso con sus padres.

—Siéntate —sugirió, regresando la mirada a su celular—. Hiciste que David se asustara.

—Oh, ¿en serio? Lo siento, amigo, no sabía que fueses tan nervioso. —Prosiguió a sentarse a su lado, dejando sobre la mesa sus libros.

—No estoy acostumbrado a que me tomen de la cintura —aclaró incómodo, nuevamente, antes de seguir con su lectura.

—Es que eres muy bajo de estatura. Yo siempre hago eso con cualquiera, es como apoyarme mientras me pongo a su altura.

—¿No podrías poner tus manos en los hombros? —Preguntó, recordando lo sucedido en la cocina—. O simplemente, no te acerques a hurtadillas hacia alguien.

—En cierta parte tienes razón, pero es que la cintura está más cerca para mí. No es como si caminase con los brazos siempre alzados para que solo caigan en tus hombros.

—¿De qué es ese libro? —Levi interrogó para cambiar de tema.

—¡Oh, sí! —Saúl levantó el libro que llevaba consigo—. Estoy comenzando a estudiar para los exámenes de la universidad.

—Al final, ¿qué escogiste? —Volvió a preguntar.

—¡Están viendo al futuro presidente del país! —Sonrió con una pose triunfante.

—De acuerdo... —Levi perdió interés, ya que la política, le era indiferente—. Ahí me cuentas qué tal.

—¿En serio? —David se impresionó con la noticia.

—¡Sí, por supuesto que hablo en serio! —Exclamó alegre—. Estudiaré derechos para saber mejor de lo que debo atender y política por motivos obvios. Si llego a tener espacio entre clases, economía me vendría de maravilla.

—¿Por qué quieres un puesto tan absurdo? —Levi no desprendió su mirada de la pantalla, al parecer, había encontrado algo interasente en una página.

—¿Absurdo? ¡Estamos hablando de la presidencia! Incluso tú deberías ser presidente —comentó incrédulo con el comportamiento tan distante a un tema de gran valor para él—. Solo imagínalo: Levi, el primer presidente judío del país.

—Entonces es por eso, ¿no? Quieres ser el primer presidente de color.

—Simplemente, quiero demostrarle al país que nosotros también somos importantes. —Desvió la mirada con desánimo—. Cuando sea presidente, reescribiré la constitución para que haya igualdad de derechos humanos sin importar la distinción de piel, sexo, religión y orientación sexual.

—Te amo, viejo —Levi le contestó un poco menos inexpresivo.

—Yo te apoyo —habló David con honestidad—. Tienes una buena idea en mente además de que eres muy trabajador; pero si quieres que el pueblo te escoja, debes ser un buen orador en los discursos de campaña y moverte de inmediato. ¿Sabes? A las personas les encanta los discursos motivadores. Debes pensar en eso, palabras pobres solo te llevarían a perder.

—Él debería ser presidente —señaló Levi.

—Ah, no. —Se encogió en su asiento—. La verdad, no me interesa eso. Yo solo quiero ser un escritor y maestro de literatura.

—Meteré a mis hijos en donde trabajes —aseguró Saúl.— Tú serías un excelente maestro.

—Chicos, ya me tengo que ir —interrumpió Levi, mientras se acomodaba para tomar impulso con las muletas—. Los veo mañana, mis amores.

—Espera, pero si a penas acabamos de iniciar la plática. —Saúl trató de persuadirlo a quedarse.

—Hay unos perros que esperan ser alimentados en mi cuarto y un hámster que depende de mí para no ser tratado como una pelota de juguete. Ellos tienen más prioridad ahora. —Los observó a ambos antes de marcharse—. Sobre todo, está el hecho de que ya llegaron por mí. No se queden toda la tarde aquí tostandose con el sol.

—Bueno, ahora solo quedamos nosotros dos. —Saúl le sonrió a David.

—Me pregunto por qué tarda mi ruta, pero continuemos con lo de tu presidencia.

—Tengo asegurados dos votos —rió suave—, aunque Levi se vea siempre tan gruñón, sé que mi idea le atrajo.

—Por la religión, supongo, ayer me estaba hablando mucho de sus problemas judíos.

—¡Cierto! Había olvidado que lo era, yo me refería más bien por su problema con sus padres... —Su celular sonó, interrumpiendo el momento justo en que David pensaba preguntar—. Disculpa, ya regreso.

Saúl se levantó mientras atendía a la llamada. David se quedó con la curiosidad de la duda, ya que Levi no hablaba mucho de sus padres, por lo que era impresionante que el moreno supiese algo más que él no.

Continuó entonces por donde se había quedado en su libro. Terminado el capítulo pensó en los ingredientes que debía comprar para la sopa que le haría a Jonatán; tal vez una de pollo serviría o res, pero sin duda alguna, no le haría de cangrejos ya que era la favorita del mismo y solo con la mención, se desenfrenaba.

Dirigió su atención a Saúl –luego de decidir que haría una sopa de fideos–, se veía bastante concentrado para ser una llamada y no cabía objeción, era casi seguro que estaba hablando con seriedad. Giró la mirada al edificio del instituto, encontrándose con una silueta familiar caminando por la salida del mismo.

Luego de unos segundos sin quitarle la mirada logró encontrar la respuesta, pero al darse cuenta de quién se trataba, solo pudo levantarse como acción instantánea e ir detrás de él.

—¡Tío Lucas! —Gritó, intentando alcanzarlo.

—Te andaba buscando —exclamó aliviado, una vez que David llegó a su lado.

—¿Para qué? ¿Sucedió algo?

—Tu mamá me pidió que te viniera a recoger. Te quedarás conmigo toda la tarde y ella te recogerá en mi casa.

—Ah, pero yo tenía un compromiso hoy.

—No sé, Esther me matará si no estás en mi casa, así que vámonos. Cancela tus compromisos.

—Bien... —Murmuró suave—. Iré por mis cosas —informó desanimado.

Saúl le pidió disculpas en cuanto se reunieron en la banca, esto porque su pareja se desocupó logrando hacer espacio para encontrarse y eso significaba que debía irse de inmediato. David también le explicó su situación y cada quien se fue por su ruta.