Preludios Nocturnos
"La muerte aguarda con paciencia nuestra llegada, y en su infinita existencia, no teme prolongar la vida"
Un hombre con bata de médico lloraba frente a una cama, ¿Qué tanto sufría el hombre? Era una pregunta que no podría expresarse con palabras, sufría como cualquier ser humano que había amado a otro, y tenía la certeza de que ese otro moriría, nada más, nada menos, los humanos sienten la pérdida como un dolor lacerante que les quema por dentro, y eso, era exactamente lo que sentía el hombre, sumado a su propia frustración, esa sensación de saber que no puedes hacer nada, pese a que sabes que hiciste todo lo que podías.
El dolor era intenso, y lo fue aún mas, cuando una mano pálida se poso en su hombro, y una mujer, le sonrió con su cadavérico rostro, tan blanco como una vela, con una voz apenas audible, le dijo que todo estaría bien.
Él sabía que no estaría bien, que la vida se le escapaba, y que no podía hacer nada, tenía una hipótesis, un proyecto, una teoría, sin embargo, el hospital dijo que no, simplemente no, su procedimiento había sido una idea, sus compañeros científicos visionarios, pero a ojos de otros, y con ausencia de fondos, jamás pudieron completarlos, claro, todo estaba en papel, si tan solo el director del hospital, su mejor amigo, hubiera accedido a financiar al menos una dosis, ella se salvaría, pero, nadie jugaría su prestigio por lo que su amigo llamaba jugar a ser dios, ese ciego pedante.
El hombre lloraba amargamente, como solo un hombre sin esperanza podría llorar, sin percatarse que otro hombre entraba a la habitación, hasta que puso una mano en su hombro libre, entonces, con los ojos rojos de tanto llorar, volvió la vista a él, y el recién llegado le regaló una sonrisa amarga, mostrándole un frasco con una etiqueta que decía "Ángel de la Guarda".
El arrodillado tuvo que parpadear varias veces, como tratando de despertar de un sueño, ángel de la guarda era el nombre de su fórmula milagrosa, pero ¿Cómo era que aquel amigo suyo había conseguido los fondos para hacerla?, la medicina es cara, siempre lo fue, y ellos estuvieron detenidos durante meses por falta de recursos, aún cuando tenía todo listo para hacer su formula en el trazo teórico.
Las dudas que tenía él, comenzaron a disiparse cuando tomó el frasco, y el recién llegado cayó al suelo, formándose un charco de sangre a su alrededor, inmediatamente trató de auxiliarlo, pero el moribundo negó con la cabeza, y señaló a la mujer en la cama, que estaba demasiado débil para reaccionar antes de exhalar su último suspiro, con la sonrisa de alguien que hizo todo por un amigo, y lo haría de nuevo de tener la oportunidad.
Él hombre lloró amargamente esa muerte, y sin embargo, sabía que si se quedaba allí sobre aquel cadáver, eso sería el final, y todo habría sido en vano, por lo que, secando las lágrimas en sus ojos, buscó una aguja, y tras encontrarla, y llenarla de la fórmula que un verdadero amigo había muerto para llevarle, miró a la mujer que yacía cerca de la muerte, y en su fuero interno, decidió jamás volver a dudar acerca de lo que tenía que hacer, simplemente lo haría, sin importar el precio, esa era la última lección que su colega le enseñaría, y había quedado forjado con sangre y dolor en su corazón.