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Chapter 39 - El comienzo de una leyenda <Final>

Los días continuaron pasando y, todo parecía que había tomado un buen curso, los nuevos pobladores poco a poco se acostumbraban a sus nuevos hogares, estableciendo una rutina de trabajo para aumentar la seguridad de la aldea, como construir una barricada de troncos de árboles para defenderse de una incursión a gran escala, así como de estacas largas para imposibilitar el acercamiento de la caballería enemiga, todo bajo las órdenes del joven, quién después del ataque nocturno de los asesinos, intuyó que la persona que quiso rescatar a la maga no se detendría.

Se había percatado que aún era un ignorante del nuevo mundo, afortunadamente la sala de libros de los Horson estaba bien diversificada, yendo desde estudios poco conocidos, a escritos de tácticas militares de las épocas antiguas y, gracias a su mente mejorada logró entender todo, logrando modificar para mejor algunos de esos escritos, prácticamente sus días se la pasaba estudiando y, fabricando armaduras y armas para su ejército, los primeros sets eran todavía de muy baja calidad, pero había logrado nivelar la habilidad hasta el quinto nivel gracias a sus largas jornadas de trabajo y, aunque el equipo no era mejor que el de un herrero competente, los atributos únicos en cada arma o armadura le entregaba a cada conjunto unas buenas bonificaciones a los portadores.

Las cosas con la maga aún no se habían resuelto, muchas veces trató de hablar con ella sobre la cosa extraña que sentía en su interior, sin embargo, al final no pudo, no sabía porque, pero aquellos ojos fríos y arrogantes, ocultaban un hermoso brillo, uno que le hacía querer protegerla y, para evitar ser embrujado, comenzó a evitarla nuevamente.

El primer inyar estaba cerca, el trigo ya había sido cosechado, se habían preparado los granos y, los almacenes del castillo habían sido llenados, prácticamente no había preocupación por una posible hambruna en los fríos días del inyar, sin embargo, si existía la preocupación con los habitantes de las celdas, entendiendo que para evitar que muriesen congelados, debía construir afuera de los muros un establecimiento comunal para un descanso más cálido, pasando la tarea a su fiel sirviente Astra, quién sabía que se encargaría de todo. Aunque, todavía existía un dilema sobre que hacer con la familia de tres que tenía enjaulada en la mazmorra, decidiendo al final que esos días fríos, los hospedaría en una de las habitaciones desocupadas del castillo.

A mediados de la temporada, fueron visitados por un noble y, una pequeña caravana de un comerciante de esclavos, junto con su séquito de protectores, por no decir mercenarios. Se les comunicó que debían irse y, nunca más volver, pero ellos, con gran necedad exigieron ver al Barlok de la familia Horson, vociferando sobre un contrato con la realeza, que decía que cada dos temporadas, ellos debían entregar al menos a cincuenta esclavos sanos, o se les multaría en consecuencia, bastó con decir que la nueva capitana de la guardia real hizo lucir sus habilidades aquel día, demostrando una brutalidad que dejó helados a todos los presentes. De esos necios hombres, jamás se volvió a hablar.

Unos días más tarde se finalizó por fin la primera investigación, dando como resultado en los planos de una nueva manera de construir muros más eficaces y resistentes, un nuevo edificio llamado atalaya y, una torre de arqueros mejorada. El joven no dudó en llamar a los oficiales de construcción para qué llevarán a cabo las mejoras en los muros, una tarea bastante complicada, no solo por la novedosa investigación, sino también por el esfuerzo y mano de obra que se necesitaba, entendiendo después de una larga explicación de Astra, que lo mejor era conseguir más gente que ayudará en las tareas manuales y, no como nuevos reclutas para su ejército, del cual ya había salido una compañía. Después de analizar las varias opciones, se optó por invitar a la tribu estelaris, enviando a la recién formada compañía de soldados ligeros: Los Sabuesos a su aldea. Al principio se negaron, pero después de ver los pros y contras de quedarse, decidieron aceptar, quedaba de más decir que la única contra era que si se quedaban, serían enmarcados como enemigos y, al ser mayormente hombres y mujeres que trabajaban la tierra más que un arma, el instinto de supervivencia los hizo aceptar y, así fue como se anexionaron doscientas personas más a su aldea, así como de cincuenta cabezas de ganado y, unas ciento cincuenta gallinas de las casi cuatrocientas que poseían en su antigua tierra.

Y así llegó la temporada más fría del año, el inyar. La gente comenzó a vestir ropas más acolchonadas, siendo lo más ocupado los atuendos de lana, ya que, por disposición oficial del Barlok, quedó prohibido hacer comercio con telas, o alimentos a aldeas cercanas y, aunque la gente no estuvo muy contenta con esa ley, nadie se atrevió a objetar.

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En una cálida sala, un joven se encontraba fabricando una armadura con la ayuda de su interfaz, para simplificar el proceso, él introducía los materiales en las ranuras correspondientes, mientras visualizaba el conjunto que quería crear y, aunque también había planos predeterminados para ayudarlo a hacer el trabajo más sencillo, al visualizarlos, le entregaba al producto final mayores mejoras.

La puerta se abrió de golpe, despertando al joven de su extenuante trabajo. Al ver su expresión, las dos damas sonrieron de manera forzada, no querían abrir de tal manera la puerta, pero, al no decidirse quién debía de hacerlo provocó una pequeña discusión, al final, en un mal movimiento, Mujina empujó la puerta, dando en el resultado que todos conocemos.

--Lo lamento señor.

--Perdóneme, Trela D'icaya.

Ambas mujeres se disculparon, aunque el joven en realidad no estaba molesto, solo un poco cansado.

--¿Qué es lo que quieren? --Preguntó.

--El señor Katzian pidió una audiencia con usted, dice que es muy importante.

--¿De qué se trata? --Su cerebro despertó-- ¿Le ocurrió algo a Nina?

--No --Antes de que contestaran, un hombre gordo, abrazando un pesado objeto largo y delgado se presentó, caminando con dificultad al frente--, nada le ha ocurrido a Nina.

--Entonces ¿Qué es tan importante para venir tan noche? --Preguntó sin hostilidad, acercándose.

--Muchacho, digo, Barlok --Compuso con rapidez--, hace tiempo que he tratado de darte esto, pero no había podido hacer el viaje.

--¿Qué quieres darme?

--Mira por ti mismo.

Se arrodilló, dejando caer el objeto con suavidad y descubriéndolo del cuero que lo tenía oculto, mostrando una hermosa espada de hoja carmesí, era un arma única, hermosa, pero con un aura tiránica, desbordante de poder. Ambas damas admiraron su belleza, pero no sé atrevieron a acercarse por miedo a ser asesinadas por su feroz filo. El joven observó la espada con una complicada expresión y, por instinto se tomó del pecho, todavía podía sentirla allí, atravesándolo, se sintió furioso, débil y con ganas de matar, pero al pensar que en realidad él había sido el triunfador de esa batalla, sus fuertes emociones se fueron aminorando poco a poco. Llevó su mano a la empuñadura, logrando levantarla sin mucho esfuerzo, algo que sorprendió a Katzian, ya que él había necesitado de varios descansos para lograr llevarla al castillo y, ni se diga de dónde la había dejado.

--Recuerdo ese día --Comenzó a hablar con una expresión nostálgica--. Nina y yo nos dirigíamos al pueblo Roca Ancha para intercambiar nuestras cosechas por utensilios y hierbas, sin embargo, no nos esperábamos que de regreso, Nina te vería tirado, herido y con esa espada en mano, era una imagen horrible, yo la quise alejar del lugar, pero por más que lo intenté, no pude. Ella dice que abriste los ojos por un instante y la miraste y, desde ese momento comenzó a insistirme que te salvara. Yo no podía permitirme salvarte, sabes el porqué, pero no podía negarme a esos bellos ojos de mi hija, podía ver el deseo que tenía por salvarte y, no pude decir no, así que enterré tu espada, era muy pesada y sentía que no era conveniente llevarla con nosotros. Te seré sincero, creía que morirías en la carreta, que no lograrías llegar a la aldea, pues la herida que tenías en el pecho era aterradora ¡Por los Antiguos! Nadie podría sobrevivir a una herida así, pero tú lo hiciste y, puedo ver porque --Las damas escucharon la historia con atención, pues ni en sus sueños más salvajes conocerían que una vez su señor estuvo a pasos de la muerte y, que gracias a la hija del hombre gordo, eso no había sucedido, teniendo un ligero afecto y agradecimiento por esa persona llamada Nina--. Te respeto, muchacho, te respeto mucho y, por ello quise entregarte tu arma y, de ser posible conocer tu nombre... Es verdad --Añadió. El joven cerró la boca, esperando por las palabras del hombre gordo--, no fue lo único que ese día encontramos a tu lado --De un pequeño escondite de su atuendo, extrajo un pequeño librillo, con un objeto largo y diminuto, parecido a una rama de metal--. Una vez intenté abrirlo, pero me fue imposible.

--Gracias --Dijo sin expresión, mientras hacía desaparecer su diario en su inventario, sorprendiendo a los presentes--. Y una cosa más, está no es mi arma, sino la de mi enemigo.

Antes de que lograra responder, Astra apareció en el umbral de la puerta, agitado y sudoroso.

--Señor, los exploradores han regresado y, tienen noticias.

--Dímelas. --Lo volteó a ver, guardando en su inventario la espada.

Astra asintió, aunque también quiso preguntar cómo había hecho desaparecer esa extraña arma.

--A unos diez días de aquí marcha un ejército de mil hombres.

--Parece que han hecho su movimiento.  --Dijo, sonriendo con frialdad y astucia.

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Arriba de los muros, el joven, en compañía de cuatro individuos observó el horizonte, mirando el más allá de sus fronteras y, aunque aún no podía verlos, ya podía saborear la sangre de sus enemigos.

--El día por el que nos hemos preparado al fin ha llegado --Su capa de piel de oso ondeó con el frío viento--, será el momento de hacerle conocer al mundo de nuestra existencia. Por qué hoy, nace una nueva Tanyer, hoy nazco de nuevo y, como los Antiguos, recibo el nombre de...