Justo al llegar al último escalón, notó que cinco siluetas se apresuraron a la salida, mostrándose con expresiones sonrientes al ver a su amado retoño y, no eran ni nada más ni nada menos que su familia, su padre y madre, su hermana, quién era dos años menor y, sus dos hermanos pequeños, quienes aún eran infantes.
--Padres. --Dijo con un tono calmo, bajando la cabeza de manera ceremonial.
La madre sonrió, asintiendo y devolviendo el saludo, el padre tocó su corazón, cosa que imitó su hijo con una sonrisa suave.
--¿Quién es ella, Itkar? ¿Tu pareja? --Preguntó su hermana con una sonrisa coqueta.
En el momento que escuchó la pregunta de su consanguínea, sus ojos se abrieron de par en par, mirando con temor a la dama a su lado, quién solo mostró una expresión fría y un resoplido de muchos significados.
--Por supuesto que no --Respondió rápidamente--. Padre, madre, déjenme presentarle a la señorita Helda Lettman de Helt y, compañera mía en la academia de magia.
Helda dio un paso al frente, extendiendo su mano para que ambos individuos la besaran. El padre de Itkar frunció el ceño, jamás en su vida una niña se había atrevido a tal descortesía, pero tan pronto como su enojo iba a explotar de su cuerpo y reclamarle, el apellido de la señorita brilló en su mente como una antorcha en la oscuridad, junto con el rostro frío de la cabeza de familia y, al encontrar el parecido, en lugar de enojo, sintió miedo y confusión, pues no sabía que había hecho su hijo para haber logrado traer a casa a la heredera de la <
--¡Oh! --Rápidamente tomó la mano con humildad, dándole dos besos suaves y respetuosos--, perdone mi actuar, Señora Lettman...
--Señorita --Interrumpió--, mi madre es la única a la que se le puede llamar Señora. --Dijo con un tono frío.
La madre de Itkar y sus hermanos se sintieron confundidos por la repentina muestra de respeto de la cabeza de su familia, pero al conocer su personalidad, rápidamente intuyeron que la dama con la que había llegado su hermano, no era para nada común.
Después de mostrarle sus respetos la invitaron a pasar, Itkar le mostró los interiores, el precioso jardín de su madre, la estatua del "Antiguo Rey", pero ella, más que interesada por lo material que poseían en el castillo, estaba curiosa por la historia que guardaban las paredes, se sentía asqueada por los sangre sucia, pero gracias a un libro de la academia que por casualidad había encontrado, descubrió que aún después de tanto tiempo, los artefactos de esa antigua civilización no podían ser duplicados, ya fuera porque su tecnología era muy avanzada, o porque el lenguaje escrito no fue heredado, pero para su decepción, de la única cosa que tenía interés, era la misma a la que el joven Itkar era ignorante.
--Eres un inútil, Itkar. --Dijo con un tono cansado.
--Lo lamento señorita, usted sabe que ese tema es tabú para nuestro reino...
--Basta, estoy cansada por el viaje y, tus excusas me tienen harta --Volteó hacia atrás, mirando a su sirvienta--. Prepara las hierbas, quiero limpiar mi cuerpo de este repugnante aire.
--Sí, mi ama. --Asintió, despidiéndose con una cortés reverencia.
--Espere por favor --Detuvo a la dama, pero sin tocarla. Helda lo observó sin un cambio de expresión--. Hay alguien aquí que podría satisfacer su curiosidad y, no se preocupe, no es un sangre sucia.
La expresión de la dama se aflojó un poco, encontrando aquellas palabras suficientes para retrasar su baño.
A pasos acelerados la llevó por los pasillos menos transitados del castillo, dirigiéndose al lugar que más visitaba cuando era un niño: la sala de libros. Llegaron después de unos minutos, pero en el preciso momento que cruzaron el umbral de la entrada, la satisfecha sonrisa que había tenido todo el trayecto se le borró para ser remplazada por una expresión de confusión, pues, aunque si había una persona en el interior de la sala, para nada era la que él esperaba.
--¿Quién eres tú? --Preguntó desconcertado-- ¿Y dónde se encuentra la anciana Yeeza?
La persona en el interior detuvo su acción de limpiar la pasta del libro, alzando la mirada y observando con ligera sorpresa al muchacho y la dama.
--¿Joven Itkar? --Preguntó dudosa.
La dama frunció el ceño, ya estaba comenzando a impacientarse.
--¿Ella satisfará mi curiosidad? --Preguntó.
Itkar recordó a la dama con quién había venido, sintiendo que si volvía a cometer otro error, su futuro estaría en grave peligro.
--No --Quiso mentir, pero sabía que aquello era peor, por lo que forzó una sonrisa--. La persona que quería que conociera era la cuidadora de esta sala, pero parece que no se encuentra --Volvió a ver a la joven con el libro en la mano--. Te hice una pregunta ¿Quién eres y, dónde se encuentra la anciana Yeeza?
--Soy yo, Nina --Lo miró, sonriendo con dulzura-- ¿No me recuerdas? --En sus ojos se observaba el recuerdo de los años anteriores.
--¿Nina? ¿La hija de los Wuar? --Preguntó.
Ella asintió. Al ver su bello rostro comenzó sonreír, el recuerdo de su tiempo de infante en compañía de su buen amigo Batkian y, Nina, lo llenó, sintiendo alegría y nostalgia.
--Sigo aquí. --Dijo Helda con un tono frío.
Itkar tragó saliva, por segunda vez se había olvidado de su invitada, sabiendo que eso no era para nada conveniente.
--Discúlpeme por favor --Pero justo cuando iba a hablar recordó un detalle que había pasado por alto, Nina era una sangre sucia y, sabía que si Helda se enteraba de ello, no iba a salir bien librado--, sabe, creo que la anciana Yeeza debe estar descansando, porque no mejor regresar mañana. --Sonrió de manera amigable.
--La anciana Yeeza falleció hace un par de años --Dijo Nina repentinamente--. Lo lamento, Itkar, sabía que la querías mucho.
El joven quiso ir a golpear a su vieja amiga, pues prácticamente le había cortado la única cuerda que podía haberle salvado del foso que el mismo cavó.
--Sí la que iba a satisfacer mi curiosidad murió, entonces ¿Por qué me trajiste?
--Lo lamento, no lo sabía.
--Eres bastante incapaz --Alzó la voz, si no fuera por sus modales, ya habría golpeado al joven al menos un par de veces--. Me voy.
--Claro, la acompaño. --Suspiró por dentro.
--Sí querían algo de la anciana Yeeza, yo puedo ayudarles. --Dijo con un tono amable.
Helda volteó de inmediato, mientras que Itkar comenzó a respirar con irregularidad, se sentía demasiado nervioso, parecía que ahora sí no había escapatoria, todo lo que deseaba era que Nina no revelara que era una sangre sucia.
--¿Conoces algo sobre los sangre sucia? --Preguntó, sentándose en uno de los sillones de en medio.
Nina se quedó estática por un momento, no sabía si la dama le estaba jugando una mala broma y, sí así era ¿Por qué Itkar no la había detenido? Aún sabiendo que ese término era muy ofensivo para su gente.
--Emm, sí. --Dijo con duda.
--Excelente --Sonrió por primera vez-- ¿Y conoces sobre sus artefactos antiguos? Sé que es un tema delicado, pero no te preocupes, ni Itkar, ni yo hablaremos de esto. --Su actitud había cambiado por completo.
--¿Sus artefactos? --Levantó la mirada, mirando al joven, quién sonría de manera forzada-- Itkar, no nos hemos visto en casi siete años ¿Esta es una broma?
Helda se puso de pie, mirando con enojo a Nina.
--¿Broma? ¿Qué gano yo haciéndole una broma a alguien que ni siquiera conozco? --Resopló--, dime ¿Conoces o no sobre sus artefactos? --Su enojo se estaba convirtiendo en ira.
--Por supuesto que conozco de sus artefactos, fueron de mis ancestros los que los construyeron, claro que debo de conocerlos. --Respondió de mala gana.
--¿Tus ancestros? --Preguntó, pero tan pronto como lo hizo, la respuesta vino por si sola, eran mínimos los detalles que podían diferenciar a un sangre sucia de un humano normal, se podría decir que si no se miraban con detenimiento, no se lograría observar sus diferencias y, por esa misma razón Helda había sido ignorante de la verdadera raza de la joven, hasta ahora-- ¿Eres un sangre sucia?
Nina frunció el ceño con enojo, mirando con frialdad a la dama.
--Soy un Kat'o. No un sangre sucia, estúpida mocosa.
Helda levantó sus cejas, no podía creer que la dama a quien le había mostrado un ligero respeto se atreviera a insultarla, hizo una mueca y, comenzó a reír con frialdad.
--Cometiste un grave error.
Con solo tres frases acumuló la energía mágica del lugar, manipulándola. Movió su dedo, cerrando la puerta de la sala de libros y, con su otra mano envió el cuerpo de Nina a golpear una de las estanterías de la lejanía con una ráfaga de viento.
Itkar quiso detenerla, pero al saber de lo que Helda era capaz, prefirió quedarse quieto, apreciaba a Nina como su vieja amiga, pero se amaba más a sí mismo y a su familia.
--Mis ancestros debieron asesinar a cada uno de ustedes --Movió su mano, creando otra ráfaga de viento, la cual levantó el cuerpo de Nina por unos segundos, antes de dejarla caer nuevamente al suelo. Volteó, para observar a Itkar--. Itkar, sabía desde el principio que me decepcionarías, solo no espere que te atrevieras a dejarme respirar el mismo aire que un sangre sucia. En verdad me has enfurecido.
--Señorita Helda, por favor...
--¡Ya cierra la maldita boca! --Gritó-- ¡Ya estoy harta de tus disculpas!
El joven se arrodilló, sabiendo que era lo único que podía hacer para al menos calmar la ira de la dama.
--Por favor discúlpeme, haré lo que usted me pida, no importa que, solo calme su enojo.
--¿Lo que sea? --Preguntó con una sonrisa maliciosa, mientras que con el rabillo de su ojo miraba el cuerpo herido de Nina. Itkar asintió--. Bien --Hizo levantar el cuerpo de la joven con su hechizo--. Quiero que le enseñes una lección. --Arrojó su cuerpo a los sillones.
Itkar se levantó, acercándose con pasos dudosos a su vieja amiga, la levantó de su ropa y le dio una cachetada, no muy fuerte, pero tampoco débil.
--No Itkar, me has malinterpretado, a esa lección no me refiero. --Con una pequeña ráfaga levantó su vestido.
El "gran hijo" tragó saliva, mirando como su vieja amiga comenzaba a derramar lágrimas, ya que ella si había entendido la intención de la maga de viento.
--Por favor no. --Dijo con un tono bajo.