Capítulo 1: El Inicio de la Quinta Era
Era una noche tranquila en una calle solitaria, bajo el resplandor tenue de las luces de la ciudad. Aarón caminaba con paso lento, sus zapatos resonando en el pavimento frío mientras el aire fresco de la noche acariciaba su rostro. El sonido de su respiración acompasada y el susurro del viento que pasaba entre los edificios eran lo único que rompía el silencio de la ciudad.
—Hoy fue un día realmente cansador… —murmuró para sí mismo, dejando escapar un suspiro. Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos, como pequeñas estrellas perdidas en el vasto mar de concreto. Aarón levantó la vista hacia el cielo estrellado, que se extendía infinito sobre él—. Me pregunto qué pasará mañana…
Era un pensamiento común, uno que lo acompañaba todos los días. La rutina diaria, el trabajo interminable, la misma gente, las mismas calles. A veces, se sentía atrapado en un ciclo sin fin, como si el día de mañana fuera solo una repetición del de ayer. Sin embargo, esa noche, algo en el aire parecía diferente, como si todo estuviera a punto de cambiar.
Aarón estaba de camino a casa, cansado después de una jornada larga de trabajo. Las luces de las farolas a lo largo de la calle proyectaban sombras largas y difusas. La ciudad, usualmente bulliciosa, ahora estaba tranquila, casi como si la misma noche estuviera aguardando algo. Y lo estaba.
De repente, un estruendo. Un rugido indescriptible, como si la misma tierra estuviera retumbando desde sus entrañas. El aire vibró, y Aarón detuvo su paso. Su corazón latió con fuerza.
—¿Qué…? —murmuró, sus ojos buscando la fuente del sonido.
Lo vio. El cielo, rompiéndose. Un destello cegador apareció de la nada, una grieta de luz tan intensa que parecía devorar todo a su paso. Fragmentos brillantes cayeron del cielo, como estrellas fugaces, pero mucho más grandes, mucho más cerca. Aarón intentó cubrirse los ojos, pero no podía escapar del resplandor. Todo el horizonte fue tragado por una luz brillante que hizo que el mundo pareciera desmoronarse.
Un instante eterno pasó en completo silencio. El resplandor desapareció, y el aire se calmó. Aarón, aún con los ojos entrecerrados, parpadeó varias veces, intentando acostumbrarse a la oscuridad nuevamente. El paisaje frente a él había cambiado. Las luces de la ciudad, las calles, las casas, todo había desaparecido. Estaba solo.
Inicio de la Quinta Era del Calendario de la Eternidad
Año 0
Todo a su alrededor era vacío. Un abismo oscuro y profundo, sin fin. Aarón no entendía qué estaba pasando. La sensación de desorientación lo invadió por completo. El lugar en el que se encontraba no era como cualquier otro que hubiera conocido. No había suelo, ni cielo, ni estrellas. Solo él.
—¿Qué pasó? —su voz, pequeña y débil, resonó en el vacío, pero al instante, se dio cuenta de que no era una simple voz. Era como si el eco de su propia existencia se multiplicara, expandiéndose a través de todo el espacio que lo rodeaba.
Antes de que pudiera procesar completamente su confusión, algo aún más abrumador ocurrió. Un torrente de conocimiento comenzó a invadir su mente. No era una información común, sino algo primordial, vasto. En un instante, comprendió cosas que nunca habría imaginado.
Él era un planeta.
—¿Qué…? No… esto no puede ser… —sus palabras se desvanecieron en el vacío, incapaces de salir de su mente por completo.
Este conocimiento le llegó sin previo aviso, como una fuerza incontrolable que no le dio tiempo a reaccionar. No solo entendió que era un planeta, sino que también comprendió que su existencia formaba parte de un universo sin fin, un cosmos ilimitado donde lo que los humanos conocían como el universo observable era solo una pequeña fracción de la realidad. Ese dominio observable, ese pequeño rincón del cosmos que había sido estudiado por la ciencia, era en realidad un campo creado por un ser de inmenso poder, uno que ya no estaba presente. Este ser había moldeado un dominio donde las leyes de la física y la materia podían existir, pero ahora ese campo se encontraba vacío de su creador, como un eco lejano de lo que una vez fue.
Y no solo eso. También comprendió que había despertado una fuerza primordial, una energía que existía desde antes de que la realidad misma tomara forma. Era una energía capaz de moldear el cosmos, de influir en las estrellas y en los mundos, de alterar la esencia misma de la existencia. Una energía que, por alguna razón, había comenzado a fluir en su interior.
—¿Energía… primordial? —susurró, y la vibración de su voz atravesó el espacio vacío. Cada palabra parecía resonar con una potencia cósmica.
El torrente de conocimiento fue abrumador. Aarón, incapaz de comprender completamente la magnitud de lo que estaba experimentando, sintió una explosión de emoción que no podía controlar. La Energía Primordial lo rodeaba, lo invadía, alteraba su percepción, su esencia. Era como si pudiera sentir el pulso mismo del universo, como si su ser se hubiera entrelazado con la existencia misma.
Y entonces, sin poder evitarlo, el grito salió de su ser.
—¡Aaaaaaaahhhh!
El grito no fue solo un simple sonido. Fue una vibración cósmica, un rugido que atravesó el espacio-tiempo. El universo, con todos sus rincones infinitos, tembló ante su manifestación. Las estrellas, las galaxias, el mismo espacio se sacudieron ante la magnitud de su grito. Las entidades que existían a millones de años luz de distancia sintieron la perturbación. Algo había cambiado, algo en lo más profundo de la existencia misma.
Lejos, en el vacío, una voz surgió de las profundidades de un agujero negro supermasivo, una entidad cuyos pensamientos eran tan antiguos que casi se desvanecían en el tiempo.
—Interesante… —dijo la voz, resonando con una gravedad abismal—. Así que ha comenzado el presagio del fin de una era. Los viejos deidades deben estar emocionados. Estos años interminables de equilibrio se convertirán en caos.
El eco de esas palabras flotó por el cosmos, como una profecía olvidada.
En otro rincón del universo, en una dimensión consumida por llamas eternas, un ser compuesto de pura energía despertó. Un ojo se abrió lentamente, su mirada centelleó con el brillo de millones de soles.
—Me pregunto… —dijo en un susurro que recorrió todo el vacío— si este niño sobrevivirá.
—¿Será destruido por su propia destrucción? ¿O vivirá en equilibrio con la creación? —El ojo se cerró lentamente, dejando una sensación de incertidumbre que caló hasta los rincones más oscuros del universo.
Un nuevo capítulo se abría en el gran libro del cosmos, y Aarón había comenzado su viaje sin saber aún si sería el portador de la creación o la destrucción. La Quinta Era había comenzado, y su destino sería la clave para el equilibrio del universo.