Ver a Thanatos dando vueltas en la cama mientras dormía plácidamente, le hizo atraer a su memoria lo mucho que le extrañaba ahora que no lo visitaba a diario por sus labores. Thanatos era malo conciliando el sueño, por ello solía venir a su santuario para ayudarle con ello. Mas esa noche había salido un par de horas antes del templo de Hades; creyendo que su hermano aún estaba despierto, le encontró con el rostro sobre el escritorio rodeado de hojas, así decidió conducirlo hasta la cama, pero en ningún momento volvió a despertar. Ahora que le veía tranquilo sobre el lecho, sabía que ya no era tan necesario para él como aún lo creía. Sin embargo, ahí se encontraba, sobre la comodidad del sillón en la esquina de la habitación.
Sus ojos dorados contemplaban aquellos largos mechones plateados que se esparcían por la almohada. Recordaba ser testigo de todas las ocasiones en que se escondía alrededor de su residencia para dejarle obsequios, detalles como flores, caramelos y su persistente insistencia junto a sus comportamientos extraños que no entendía del todo, pero lo dejaba pasar por aquella mirada plata que le veía con dulzura.
Hypnos no dejó de recorrerle con la mirada en toda la noche, con la cautivante belleza de su hermano, le fue imposible siquiera mirar el reloj.
… ... ...
Thanatos había despertado por la mañana con sumo cansancio y agitación. Su corazón latía con fuerza y rapidez, pero estaba aliviado de encontrarse solo en su… Sus ojos se abrieron despavoridos al ver los tapices de su recámara, y cuando estuvo a punto de revisar su habitación con la mirada, aquella voz que era capaz de robarle el aliento, intervino.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Hypnos desde la esquina de la estancia, su presencia yacía en el oscuro rincón y los ojos de Thanatos no lo habían percibido.
—Hy-Hypnos… —Inmediatamente sintió cortedad al verle tan impasible desde la comodidad del sillón, pero esa no fue su lo que le preocupó—. ¿Qué…? ¿Cuándo llegaste?
—Ayer terminé antes mis labores, vine a ayudarte a dormir, pero después de dejarte en cama comenzaste a murmurar. Creí que me necesitarías, por ello decidí quedarme.
Thanatos lo recordó, se había quedado dormido mientras… escribía. Fue ahí donde el carmín de la vergüenza invadió sus mejillas.
—Y de casualidad, ¿viste lo que había sobre el escritorio?
—No, no soy imprudente —se varó del asiento en dirección a la puerta.
«¿Balbuceando?», se preguntó con preocupación. «¿Qué pude haber dicho?».
—Una pregunta, Thanatos —intervino antes de cruzar la puerta.
—¿Sí?
—¿Qué tenía que ver yo en tu sueño?
A Thanatos se le fue el alma, ahí estaba la respuesta a sus balbuceos. Mas no pudo pronunciar ni una palabra en su defensa, sentía que el corazón se le saldría en cualquier momento, por ello agradeció que el rubio estuviera de espaldas, sin embargo, esta vez fue la insistencia de su contrario la que le hizo pasar un mal rato. Hypnos le dedicó una mirada por encima del hombro, donde el dorado de sus iris le hizo sentir el ardor en todo su rostro.
—¿De qué trataba ese sueño exactamente? —insistió.
El dios de la muerte percibió el nerviosismo cuando su garganta se secó de solo pensar en qué iba a decirle.
—No-no-no fue nada… —tartamudeó a pesar de que nunca lo había hecho en toda su vida.
—¿Te sientes bien?
«¡Por Hades!, ya vete por favor, ¿qué se supone que deba decirte?».
—E-e-e-ra una… —Hypnos se interesó en su respuesta—. Una… —Thanatos no pudo soportar la presión de aquella mirada dorada, tantas veces que había rogado por su atención y ahora, por primera vez que se interesaba en él, ya no deseaba su interés—. No tengo por qué decírtelo —intentó reconfortarse, desviando el contacto visual hacia los sublimes tapices en las paredes—. Lamento si te hice pensar mal, juro que no era nada… impúdico.
—Está bien. —El rubio cruzó la puerta, cerrándola sin decir más.
Había aceptado la respuesta de su hermano, aunque presentía que le ocultaba el motivo por otra razón.
… ... ...
La tarde pasaba tranquila, después del caos por la mañana, Thanatos había decidido hacerle frente a la prudencia y disculparse con su hermano, aunque toda su incomodidad valió la pena cuando se ofreció a visitarle por la noche. El dios de la muerte estaba feliz, tanto, que incluso sus sublimes melodías alegraron los campos esa mañana.
Pero Hypnos era víctima de los anhelos de solo escuchar sus sinfonías. Recargado en la barandilla del balcón en plena soledad, pensaba en lo delirante que le había resultado contemplar a su hermano durmiendo mientras le llamaba una y otra vez, sin cesar. Era encantador verlo dormir, sobre todo cuando se removía entre las sábanas con la dulzura de sus mejillas acariciando la almohada. Cuántas veces se había resistido a vararse del asiento únicamente para tocarle, mas no lo hizo ni una sola vez por prudencia.
Nuevamente cayó en cuanta de que sus ojos se habían perdido en las incontables flores de los jardines, la brisa era maravillosa, tan pacifica junto al cielo azulado que le recordó al día en que Thanatos encontró aquella lira en el salón de música. La majestuosidad de haber sido el primero en escucharle creando sus primeras notas, no se comparó al rosáceo de sus labios cuando lo acorraló contra la barandilla. Ese momento en que inevitablemente estuvo a punto de corresponderle al verle sellar los párpados, mas se resistió a su inminente encanto por ser su hermano. Era lo único que le impedía decirle que sí a todas esas ocasiones en que se le veía plenamente cautivado.
Hypnos despertó de su sueño al reparar en lo que invadía a sus pensamientos, sentía un inmenso calor en el rostro que inmediatamente decidió cambiar de ideales, preocupándose por las labores que aún tenía en el santuario de Hades.
… ... ...
Thanatos no paraba de darle vueltas a su inspiración. Lo amaba demasiado que, esa misma tarde, mientras la luz se colaba por sus cortinas, por fin se decidió a lo que tanto le temía.
—Creo ya ha llegado el momento —se dijo en la plena soledad de su alcoba. Sostenía una carta entre las manos, sellada por una bella pegatina en forma de estrella que hacía juego con los bordes dorados del sobre.
Deseaba encontrar el lugar indicado para decírselo, por ello recordó un sublime sitio en el mundo mundano a donde Radamanthys le había llevado en una ocasión. Era sereno, lleno de quietud y silencio, perfecto para la tranquilidad de Hypnos.
«Espero que entiendas la razón de lo único que puedo sentir por ti», abrió la gaveta para guardar el sobre, mas cuando su mano estuvo a punto de soltarlo, un intenso escalofrío le hizo abrir los ojos desmesuradamente, mientras su piel palidecía ante el horror. Thanatos, no fue capaz de mover una sola articulación; esa aura siniestra, esa sensación desagradable e imponente solo podía pertenecer a una persona. Un dios.
Hades había despertado.