La belleza y la fealdad se encontraron un día, y fue tanto el asombro de las dos, que se enamoraron instantáneamente. Una noche fría de invierno se entregaron desnudas en su pasión, pero la fealdad que tenía tristeza y desolación en su corazón hirió de muerte y sin querer a la belleza. Asustada, la fealdad se vistió rápidamente y dejó moribunda a la belleza. Nunca se volvieron a ver, ciegas en su falso amor nunca se dieron cuenta de que aquella noche las dos cambiaron de ropajes. La fealdad se vistió de belleza y se cubrió de fealdad; hasta el día de hoy, el mundo no puede distinguirlas ni descubrir la verdadera cara de las dos.
Eduardo Abrego.