"A veces las mujeres tenemos miedo de sentirnos fuertes; pero no hay nada malo en ello, una debe superarlo, solo hay que tener fe en ello"
Emma Watson
Entre las altas horas de la noche, alumbrada con velas de selectos candelabros, la reina escribía y releía sus acostumbradas historias; pero nadie tenía conocimiento de que no se trataba de una ficción, por lo contrario, era su bitácora, esa que ocultaba en el interior de un cofre con una primorosa muñeca de porcelana, la que sentaba a su lado, como si fuera su única fiel y leal confidente.
Yo soy su alteza; Atalía Fotiadis, esta historia no es solo mía, puedes ser la de cualquier sobreviviente. Ojalá pudiéramos resurgir de las cenizas como lo hace el ave fénix, pero en realidad no es posible, solo soy una reina, ¿reina de qué? ¿Cuál es mi orgullo al portar una corona maldita? Una corona llena de mis lágrimas, por la cual mi precio fue desvanecer mi alma. Dicen que he muerto, otros que soy solo una asesina, ¿y que si es verdad? ¿Acaso condenaron el acto del cual fui víctima? Si supieran que aunque siga aquí, un día me fui… Algunos me llaman; reina del mal, otros me señalan como; la reina desequilibrada, ánima en pena, pero esta es mi historia. De su trono se apostó en pie, abriendo enormes alones, se trataban de un par de alas de cuervo, tan veloz como los vientos soplaban había alzado el vuelo saliendo por el lumbrera, plasmada al cielo se lucia la gigantesca llena luna de plata, la reina apareció entre los alumbrados caminos, luciendo sus esplendoroso azabache atuendo, su rictus intentaba dibujar leve pero maquiavélica sonrisa, realizando un ensalmo oscureció todo a su paso, de esta forma evocaba sus ayeres.
LA REINA
Autor: WILIAN ARIAS
Atalía Fotiadis junto a su cónyuge, gobernaba el reino del Amatillo. El rey Anselmo, a quien odiaba con tanto entusiasmo, tal es así que no existía quien en el reino no supiese de semejante resentimiento, nadie conocía el secreto que guardaban los soberanos. Tenían un solo hijo, al que habían llamado; Vinicio, el lozano Delfín era bastante airoso, su madre procuraba que no reincidieran los pecados de su padre. Se cuenta entre los pobladores de que la reina solía vestir de coloración negra, tal como era su corazón, tan negro como las brazas del carbón incinerado, no era tan adorada ni respetada sino temida y hasta producía lástima porque su corazón no tenía la misma belleza que su tez. Un día, su nodriza Fortunata, que aun seguía fiel a sus servicios, cuidaba y criaba al joven Delfín del Amatillo, ella le contó que se escuchaba el murmullo de que el fresco Delfín acosaba a las doncellas y plebeyas de palacio, que era la comidilla entre palaciegos y plebeyez, y su alteza Atalía mientras disfrutaba del té y su acostumbrada rutina de escritura, alzó la vista, tan altanera como bellaca, proveyó orden a su sierva, con expedito cumplimiento le trajeron lo que solicitaba, acto seguido dictó la orden para que a su presencia fuese su hijo, solicitó también a Carballo, su heraldo personal de que acudiera ante la presencia de la guardia real, nadie entendía lo que sucedía, porque la reina hubiera solicitado que la guardia se presentará. Más tarde, a puertas cerradas tuvo una fuerte reunión con su él Delfín Vinicio, donde le prohibió la sola idea de osar el acoso contra las damas, sin importar que fueran o no de su rango, el joven Delfín osó negar las delaciones; pero se le confrontó con victimas de sus acosos, una vez enterado el rey Anselmo, se opuso a las acciones de su reina; pero ella, tan vigorosa y rencorosa, con su sola mirada lo silenció, estando los tres en privado, la reina reveló el motivo de sus acciones y su forma de ser.
—¿Acaso crees que esta corona la obtuve haciendo plegarias para que todo surgiese? ¡No, adorado hijo mío! Debes aprender que detrás de cada triunfo, también hay el mismo grado de placer que de dolor, amargura y secretos que no sospecharías sucedan en la realeza. —Le dijo la reina Atalía. Con la mirada que lo carcomía de miedo, el rey quería evitar que ella revelase el porqué de sus ímpetus bellacos.
—Madre, estoy en edad de soportar cual cruel verdad desee revelarme. —Le dijo el Delfín Vinicio.
—¡Cesa vuestras palabras! —Imploraba el concomido rey a su consorte, esa que no daba aire de placer ni de misericordia, sino de entera dureza.
—Vuestro supuesto honorable padre, hizo un acto tan vil, y creo, sin ánimos de ensuciar lo que ya está sucio, estoy segura que no fue el único acto repulsivo que realizó.
—Habla madre mía, por vuestra reputación, decídmelo ya. —Solicitaba el Delfín Vinicio. La reina Atalía Fotiadis, abrió aquella pequeña caja que le otorgo su sierva, la que había solicitado trajeran a su presencia. El soberano estaba tembleque, parecía que esa caja los llevaría en un viaje a evocaciones indeseables.
—Tenia quince primaveras, —dijo mientras tomaba su muñeca—, tan solo quince primaveras, mis padres habían salido del palacete, obviamente, yo no provengo de sangre azul, solo era una doncella de la nobleza, poesía títulos nobiliarios concedidos por tu abuelo, el fallecido rey André Luciano. Recuerdo esa tarde después de mi conmemoración de quince años, donde dejé de ser infanta para ser doncella, cargando mi última muñeca, salí a los prados cercanos al bosque, tu padre, el príncipe del Amatillo, cabalgaba, luciendo su encanto, atractivo, a pesar de la pésima reputación que se había ganado, pues haba sido acusado varias ocasiones de abuso de menores, pero no lo creía, era tan joven, tan apuesto, que no podía creerlo, no viniendo de un lozano con tan buena erudición, se acercó a mí, y me invitó ir a comer aceitunas, subí a su palafrén y en menos de lo que esperaba, estábamos entre los cuantiosos arboles atiborrados de aceitunas negras y verdes, también habían guayabales, y otros árboles frutales, jamás había penetrado ese bosque, pues era propiedad de la realeza, no consentían que cualquiera entrase, comí muchos frutos, reímos, no había un príncipe sino un amigo, sin darnos cuenta las horas como vuelo de ave habían volado, entonces decidimos volver, y cuando pretendió ayudarme montar a caballo, y me di cuenta que al tener contacto con mi piel, sus genitales se había incitado, que bruscamente me bajó.
—Tiene dos opciones. Usted sabrá si escoge la blanca o la negra. —Dijo el príncipe Anselmo.
—Aun no había comprendida a que se refería, hasta que empezó a besuquearme y manosearme con obscenidad, yo abrazaba fuertemente mi muñeca, esa que estuvo conmigo durante el ruinoso momento en el que él, tu padre, sí; él, me ultrajó. Mis padres conferenciaron discretamente con sus padres, llegaron a un arreglo que jamás aprobé, nuevamente tenía dos malditas opciones, abortar o desposarme al transgresor, bueno, heme aquí, preferí tu vida que mi felicidad, es la razón por la que te he prohibido hacerle lo mismo a otra mujer, y para que entiendas, la guardia ha venido por ti, serás castigado. El Delfín Vinicio se estremeció, pues su madre lo sancionaría con severidad; pero ninguno de ellos se esperó que el rey, desenvainará espada arremetiendo contra la hermosa reina, a quien le atravesó el costado, la había asesinado por partida doble, en esos martirizantes momentos que su vida se escapaba, su alma se transfirió a la muñeca del cofre, el cual ni el padre ni el hijo supieron abrir, entre los dos ocultaron el cuerpo de la reina, nadie sabría que la soberana había sido inmolada cruelmente. Desde esa noche la muñeca había conservado el alma de la reina, y se había encargado de devolverla a la vida; pero ya no era parte de los mortales, muchos decían haber visto a la reina carcajeándose por todos los rincones de palacio, y como no podía hacer justicia por lo que su cónyuge e hijo le hicieron, consiguió torturarlos en sueños como en cualquier instante que le placía torturarlos hasta hacerlos perder la cordura, también se le escuchaba el clamoreo por no poder olvidar la impúdica maldad que su cónyuge heredó a su único hijo. Por largos años los infames estuvieron encadenados y sin cordura, hasta que un día finalizó con las vidas de ellos. Los pobladores de reino relatan soler mirarla andar por el bosque donde nadie sabe que fue transgredida sin justicia, el palacio no volvió a tener forma de que alguien pudiera penetrarlo, pues puertas y ventanas se había sellado, con los años la hiedra lo ocultó, solo cuentan de las carcajadas y el llanto de la hermosa mujer que pasea por las palizadas de aceitunas, marañones y otros frutos de aquel bosque, donde a su vez relincha un palafrén.
Entendí que nunca dejé de ser sobreviviente de transgresión, decidí lidiar con la porquería, llevarla arrastras y convertir mi desgracia en algo bueno…, ser madre. —soplaba aquellas palabras a la inmensidad, donde parecía que se encontrasen con las de su hijo que expresaba: —Es como una flor, que da otra flor, yo soy fruto de una transgresión y también fui vulnerado…, si mi madre en algún momento hubiese agradecido quedar con vida después de ser vulnerada, nuestra historia sería diferente; pero nunca estuvo para enterarse de que papá me hacia cosas indebidas, su apetencia amatorio era compulsiva e indetenible. Lamentablemente, no puedo juzgarla porque viví justo lo que ella vivió, solo que reaccioné de mejor manera que ella, me hice fuerte, pero cobarde frente a mi padre que me tomaba cuando quería, como si fuera yo su cortesana personal. Es una pena que siendo de casta, en familias como la nuestra acontezcan brutalidades como la de mi familia. Nunca pude defender a mi madre, de ser acusada como; demente, asesina con corazón de pedrusco. Perpetuamente le pediré perdón a mí venerada sempiterna reina madre.
Carcajadas y lloriqueos se auscultaba entre el dispersarse y volver de los vendavales, la reina caminaba por el bosque con su muñeca que tenia vida propia y se sentía la hija de tan esplendida mujer, parvadas de cuervos custodiaban el andar y más cuando personas de malas intenciones intentaban vulnerar la pureza de otro ser inocente. Allí iba la reina de vulnerada, tan primorosa como flor de loto, elegante con gracia y delicada singular belleza, surgiendo del lodo, en busca de luz y elevación, aunque parecía la cruel villana, su espíritu estaba intacto con su bondad resguardada, solo la compartía con su muñeca.
FIN
"Lo único que pensé es que deseaba que aquello terminara cuanto antes, no puedo contar como llegué a casa; pero sí que llegué y ya es mucho, otro olvidan o no llegan".