Yonze Takeshita se encontraba tomando el té como todos los días a las 5 de la tarde; tal vez resulte extraño practicar esta costumbre fuera de Europa, pero a Yonze no le importaba, él era un caballero desde muy joven.
Además de tomar té, echaba una ojeada a su rutina y anotaba lo que pasaba con el tiempo.
Pero, algo no era normal en todo esto. Las personas no se acercaban a él. Yonze ya estaba acostumbrado a esto, además considera que espiar a las personas del local es muy descortés.
Los rumores sobre Yonze no eran muchos, pero eran lo suficientemente detallados y creíbles para asustar a cualquiera.
Algunos mencionaban que era un jefe de la mafia japonesa, otros que era un asesino que traficaba órganos y vendía carne humana, por mencionar algunos; y la verdad es que había algo de cierto en uno de estos rumores.
En parte, estos rumores se debían al comportamiento extraño de yonze, principalmente al hecho de que acostumbraba salir en la noche muy de tarde y procuraba que no lo siguieran.
En fin, yonze se apresuró en salir de la cafetería una vez terminó su té (cosa extraña porque, ¿que cafetería vende té?, bueno, yonze era un cliente antiguo y asistía diario, por lo que es comprensible) y empezó a vagar por las calles rumbo a su departamento.
Era algo extraño ver la ciudad con neblina a esta hora, pero de todas maneras, él siempre andaba con un saco para resguardarse tanto del frío como de los rayos del sol.
Y como era de esperarse por el ambiente pesado y melancólico de la ciudad, empezó a llover.
No faltaba más de 7 cuadras para llegar a casa de yonze cuando empezó, pero él simplemente se acomodó el saco y siguió su camino. Tras unos minutos, a pesar del ruidoso sonido de la lluvia descendiendo abruptamente, escuchó un ligero sonido como de una persona bostezando de frío mezclado con un claro sonido de llanto en silencio.
Dirigió su mirada cerca de un arbusto, parte del parque de la ciudad, pero no creía que de ahí era tal llanto.
Entonces se dió cuenta que había a su lado un callejón.
No sé equivocaba. Tras adentrarse un poco, divisó a una pequeña niña vestida con ropas muy viejas y desgastadas en un rincón junto a un contenedor de basura. Cuando sus miradas se cruzaron, era evidente la tristeza el miedo y la soledad que expresaba el rostro de la pobre niña.
A pesar de no cambiar su mirada fría y precavida, yonze se dispuso a ayudarla.
-Niña, que haces en un lugar como éste?-
...
Ella estaba paralizada de miedo, así que no tenía sentido hablarle.
Él la levantó y la acurrucó contra su cuerpo para que entre en calor, ya que no dejaba de temblar.
Solo entonces ella se tranquilizó un poco y comenzó a sollozar nuevamente.
-Así que te abandonaron-
...
Asintió lentamente.
- Ss...si-
-No deberías estar sentada en el suelo mientras llueve-
Aún tiembla un poco.
-Ven, te puedes enfermar-
Le ofreció su mano para que le acompañe.
Ella extiendió su mano también, pero luego dudó.
-No tengas miedo, puedes estar muy sola y desprotegida pero sabes que no miento, verdad?
Le da su mano.
Al llegar a casa, yonze se apresuró en ir a la cocina y preparar algo para que ella esté mejor.
Ella simplemente se quedó en la entrada, de pie al lado de la puerta sin decir nada.
-Qué esperas?, ven-
Cuando apareció por la puerta de la cocina él la miró y le dió una ligera sonrisa.
-Siéntate-
Lo hizo, mientras que él terminaba de preparar algo.
Tras un breve rato, puso sobre la mesa una taza de chocolate caliente y unas galletas con chispas de chocolate.
Aunque tenía hambre, la niña comió lentamente, probablemente por miedo o por no molestar a yonze. Yonze por su parte, se había ido al cuarto del lado y sacaba algunas cosas.
Luego de terminar su ligera merienda, ella se quedó esperando en su lugar.
Yonze regresó a la cocina.
-Te sientes mejor?-
Asiente.
-Bien, iré a comprar algunas cosas, así que quédate por aquí-
Yonze la llevó a la sala y tras despedirse, salió.
Mientras los minutos pasaban, lo único que ella hacía era pensar en porque la ayudaba, aunque no lo sabría a menos que le preguntase.
Yonze regresó cuando la oscuridad empezaba a predominar en el exterior.
-Te traje algunas cosas-
Sacó de la bolsa un shampoo, un jabón, una toalla y algunos polos simples.
-Debes ir a bañarte, de otra manera te enfermarás, además te ayudará a recuperarte. Iré a alistar la ducha-
Yonze puso agua tibia en la ducha, un poco más caliente de lo normal, aún temía que lo descubriesen, ya que probablemente lo ejecutarían. Luego fue por algunas ropas al cuarto que servía como almacén. Aún tenía un vestido que le quedaría bien a la niña. Pero cuando lo tomó le trajo algunos recuerdos que lo dejaron paralizado.
-Ya está, puedes ir a bañarte, aquí tienes un vestido para que te pongas, aunque ya es noche, así que lo usarás un rato supongo. En la ducha ya están el shampoo y tu jabón-
Yonze ordenaba y hacía espacio en la sala para poner un futón mientras ella se bañaba. Cada vez los recuerdos se hacían más presentes. Hacía mucho tiempo que yonze no buscaba en el "almacén", y encontró varias cosas que trataba de olvidar.
Una vez encontró la almohada y una frazada, salió rápidamente y acomodó todo.
Al cabo de unos minutos, salió de la ducha una niña que ya no parecía que vivió en las calles; el vestido le quedaba muy hermoso y elegante, aunque ella aún se veía algo desnutrida.
-Ya es algo tarde, así que duerme de una vez, pero primero toma esto-
Le dió una pastilla y un vaso de agua.
-Estuviste mucho tiempo bajo la lluvia, así que podrías despertar enferma mañana, mejor prevenir que lamentar-
Dudando un poco al principio, tomó la pastilla y se lo tragó con ayuda del agua.
-Bien, ahora sí acuéstate. Procura descansar bien-
Yonze apagó las luces y se retiró a su cuarto. Como no tenía ningún encargo simplemente se acostó y durmió.
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El pequeño yonze tenía frío, la nieve era lo único que se veía desde el callejón, era consciente de lo indiferentes que eran las personas que pasaban cerca, así que se lamentaba en silencio.
Había comido el día anterior, pero claro, no era suficiente.
Perdido en sus pensamientos, no se dió cuenta de que un hombre se le había acercado sino cuando ya estaba frente a él.
-Hola pequeño, que haces en un lugar tan frío como éste, acaso te abandonaron?... No, eres huérfano verdad?-
Yonze no respondió, miró hacia el piso con tristeza.
-Por qué no vienes conmigo, yo te puedo ayudar-
El hombre sonrió, y después de dudar, yonze decidió aceptar.
La sonrisa del hombre se volvió en una mueca de ambición.
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Yonze despertó de un sobresalto.