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El Vínculo Eterno

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Synopsis
Allie Jensen, de dieciocho años, es una estudiante de primer año en la Universidad de Massachusetts Boston. Ella, junto a sus mejores amigos: Stefan y Sarah conocen a un muchacho: Dylan Martin. Allie y Dylan se vuelven amigos con el pasar de las semanas. ¿Es normal que su mano se pose en la suya mientras ella duerme? ¿Que le diga lo cuanto que la quiere? ¿Que en su mirada se vea lo mucho que la quiere besar? Sí y no. A lo largo de la relación estará la pasión y la atracción, pero no todo será eso, también estarán presentes los secretos y mentiras. Además de un misterio inesperado a resolver que llevará a Allie y a Dylan a una verdad inimaginable, que es algo tanto: Hermoso como inesperado para las personas a su alrededor, y quizás, también para ellos mismos.
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Chapter 1 - ▫️Capítulo 1 - El Muchacho De La Chaqueta Negra▫️

El salón de baile es estrecho, elegante, y con artefactos de oro, como un candelabro, y de cristal, como los que encuentran colgados junto a velas para alumbrar el lugar. Veo músicos tocando violines y piano para los presentes, calculo que hay al menos unas treinta personas, y todos tienen pareja. Todos hablan entre ellos y beben el vino, parece como si fuera una fiesta de la comunidad, pero si era así ¿dónde estaba el anfitrión? Es probable que no lo sepa nunca.

Un hombre vestido de traje se acerca al centro de la pista, con una mano detrás suyo y la otra extendida que va hacia una mujer con cabello rubio recogido y vestido largo de gala dorado. Ella se la entrega con una sonrisa pícara en el rostro, el hombre la lleva hasta el centro y la atención de todos va hacia ellos, una de las manos del hombre se posa en la parte trasera de su espalda, se acercan hasta estar frente a frente. Ambos se ven jóvenes.

La mujer le acaricia con su pulgar el dorso de su mano, y una sonrisa le encuentro asomada, el hombre atrae sus manos juntas a su lado y deposita un beso en la mano de ella. La música sigue sonando, y ellos comienzan a bailar un vals. Me quedo sorprendida por lo bien que se desplazan juntos, la sintonía es increíble, y el romance que le dan es aún mejor. Termina en el mismo punto del salón, con él depositándole un beso en la frente.

No puedo describir la tensión, y la conexión entre ese hombre y esa mujer, pero sé que tiene algo que ver con sus manos, ya que cuando él se deja tocar la mejilla por ella, él sale del salón de baile, dejando a la mujer, con su mano en el aire.

—Allie ¿te sucede algo? —pregunta mi amiga Sarah, sentada al frente de mí.

—No, estoy bien. Un poco cansada, a decir verdad. —tomo mi café y le echo un vistazo a mis mensajes, no hay nada entonces vuelvo a mi libro—¿dónde está Stefan?

—Oh, está en otro asiento. ¿cómo está el libro, por cierto?

Resoplo—¿En verdad quieres que te diga? Es un libro lleno de desesperación, romance, sangriento, de dolor, y terror, no recuerdo porque lo compre.

—Entonces ¿porque sigues leyendo?

Alzo la vista del libro—Porque soy una masoquista.

—De acuerdo... —me sonríe forzado—En la siguiente parada del metro habrá que bajar, es nuestra estación.

—Mmm, que buena noticia. Ya era hora de llegar al campus. —agrego sin despegar la vista del libro.

El metro se detiene y personas de diferentes edades y razas se bajan del mismo. Las puertas se cierran y el metro sigue el camino. Pasaron apenas minutos hasta que toca nuestra estación, Sarah ya tiene su equipaje a su lado, y Stefan también. Ellos ya se encuentran fuera. Hago mi mayor esfuerzo entre ponerme de puntillas y tratar de tomar el equipaje.

—Observo que te está costando. Tranquila, déjame ayudarte. —escucho una voz masculina.

—No, está pesada...

—No, en verdad, déjame a mí. —el muchacho se queda a mi lado y su brazo logra traer mi equipaje al suelo—Listo.

Alzo la vista y encuentro con unos ojos azules—Gracias, te lo agradezco mucho.

—No hay problema. —el muchacho se hace un lado—Las damas primero. —le sonrío amistosa y camino por delante. Ambos salimos del tren y cuando me volteo a ver si va en una dirección diferente a la mía, ya no lo veo más.

Sarah y Stefan me hacen señales de que continuemos, y eso hago. Salimos del metro subterráneo. Nos vamos a un estacionamiento.

—¿Podemos saber qué hacemos en un estacionamiento?

Stefan saca unas llaves y su dedo aprieta el botón que hace que parpadeen las luces de la camioneta—¿Creían que no iba a alquilar un auto sabiendo que nos faltan al menos tres kilómetros?

Sarah y yo subimos nuestras cosas al auto, y cuando todos estamos dentro, emprendemos camino hasta la universidad. Es un edificio moderno, de ladrillos rojos y blancos. Es tan hermoso como me lo había imaginado meses atrás.

Entramos, y una mujer treintañera de pelo rizado castaño y ojos marrones nos atiende, nos entrega las llaves, y da indicaciones de nuestra residencia, a una cuadra de distancia, las damas son a la izquierda y los caballeros a la derecha. Vamos al auto de nuevo, vemos la residencia y Stefan aparca el auto frente a la misma, minutos más tarde todos entramos y vamos a nuestra habitación.

Sarah abre la puerta, suelta un pequeño chillido.

—Esto es estupendo —dice. Cada una pone sus cosas en su cama, caminamos por toda la habitación. Las paredes color crema, el televisor en la pared, a su lado la puerta del closet, el baño y al frente de nosotras dos camas individuales y una mesa de noche para cada una.

—¿Estupendo que estaremos juntas?

—Exacto. Ay, estoy emocionada.

Tocan la puerta y Stefan entra.

—¿Cómo supiste dónde...?

—Las vi cuando entraron —pasa su mano por su cabello negro—. Es acogedor, lindo. Oh, casi lo olvido —busca en su bolsillo y me entrega una tarjeta—, mi compañero de cuarto me entregó esto.

Fiesta de Josh Ainsworth.

9:00pm a 12:00 Pm.

—¿Fuiste a tu habitación y ya te dieron una invitación a una fiesta? —pregunta ella.

—¿Qué puedo decir? Soy un chico amigable y no iba a ser descortés.

Pasamos lo que nos queda de la tarde ordenando nuestras cosas, nos tomamos una hora de descanso y otra para arreglarnos, y cuando menos lo esperamos, llega la hora de irnos.

—Que linda —Sarah posa sus manos en mis hombros—. La sombra resalta tus ojos color miel. Te ves increíble, las miradas se podrían posar en ti hoy.

Suelto una risa nerviosa—Gracias, tú también te ves muy bien.

Sonríe—Vamos no querrás hacer esperar a Stefan, ya sabes cómo es —Sarah luce su cabello lacio castaño hasta el pecho, unos jeans, y una blusa roja queda muy bien con su tono claro, y botas converse. Yo con falda de jean casi tocando la rodilla, blusa blanca con mangas al codo y botas negras.

Los tres salimos de la residencia y llegamos a la casa. Camino por la calle tranquila. Escucho sus voces diciendo "cuidado", con el ceño fruncido volteo a verlos, y miro a mi lado una luz de un auto se acerca con velocidad. Estoy paralizada por un buen tiempo, hasta que siento que unos fuertes brazos hacen que me mantenga al margen de donde comienza la carretera. Sacudo la cabeza y veo bien sus ojos, conozco esos ojos azules.

—Ten más cuidado la próxima vez ¿oíste? que te atropellen sería una tragedia.

—D-De acuerdo. —le respondo con voz temblorosa—Lo tendré en cuenta.

El muchacho asiente y también va dentro de la casa. Segundos después, Stefan, Sarah y yo lo hacemos también, y conocimos a su compañero de cuarto, Josh. No son muchas personas, cincuenta como máximo. Universitarios dispersos, entre ellos, mis amigos. Hablo con Josh unos largos minutos y ya me cae de lo mejor.

Me sirvo un vaso de champaña.

—¿Me podrías servir un vaso, por favor? —pregunta una voz masculina.

—Sí, no hay... —me volteo a verlo. Su cabello es castaño, su piel blanca y labios delgados. Lleva puesta una chaqueta negra, camiseta azul, botas y pantalones negros—problema.

Termino de llenar los vasos y él me sonríe amistoso—Te lo agradezco. Y hola, perdóname por no empezar por ahí, en verdad.

—Oh, no te preocupes. —digo restándole importancia—De hecho, quería agradecerte, por salvarme allá afuera.

—Fue un placer haber evitado que fallecieras.

Bajo la cabeza, sonrojada—No creí que el muchacho en el metro iría a la misma universidad que yo.

—Bueno mi amiga, la vida tiene sorpresas. ¿estás en tu primer año, cierto?

—Acertaste ¿y tú? —tomo un largo trago de mi champaña. Es un chico lindo.

—Estoy en lo mismo. Salud.

—Salud. —chocamos vasos y bebemos. Veo a un grupo de muchachos que lo llaman—¿Son tus amigos?

—No los considero amigos, más bien conocidos. —dice mirándome—Te contaré algo, —se acerca a mi oído—ellos creen que ya somos amigos porque intercambiamos apenas unas palabras, pero eso es ser un conocido, nada más. —su aliento es caliente en mi oído, podría ser un sauna. Suelto una carcajada ante su comentario. El muchacho deja espacio entre nosotros—No puede ser, Brandon... -volteo a verlo y viene a mi lado. Un chico de estatura media, cabello castaño y ojos marrones y con un vaso lleno de whisky—¿Qué carajo estás haciendo?

—Tranquilo, solo me divierto. Te he estado llamando por teléfono, tenía un asunto con una chica ¿Por qué no contestabas?

Él frunce el ceño confundido—Ni siquiera tienes mi número de teléfono.

Inclina el vaso de whisky y mancha mi blusa blanca—Maldición. —digo en tono bajo.

—Oh, lo siento mucho linda.

—Brandon ¿puedes irte al sofá? no me gustaría que hicieras más desastre.

—De acuerdo, como digas. —Brandon se dirige al sofá de mala gana.

—Vuelvo en un momento —él asiente. Camino al baño y cierro con seguro. Me quito la blusa y comienzo a lavarla, no logro quitarla del todo.

Espero minutos a que se seque, me la coloco de nuevo y voy fuera de la casa en busca del frío aire.

—Ey... —me volteo y el muchacho viene a mí—Lamento mucho lo que pasó.

—No es tu culpa de todas formas, tranquilo, ya casi ni se nota.

Se quita la chaqueta y me la pone sobre los hombros.

Niego rotundamente y se la entrego—No, yo... estoy bien.

En cuánto su mano agarra la chaqueta, la expresión del muchacho se torna en decepción. Como si hubiera fallado en algo. No ha fallado, solo que no la necesito, y lo último es una cruda y gran mentira.

—Oh, pero... —está intentando escoger las mejores palabras, eso es evidente—está bien si no la necesitas, te pido perdón si te incomodé.

—Para nada. Te agradezco la gentileza.

El clima frío me hace temblar por segundos, y él, pese a estar un poco satisfecho por su buena actitud, de igual forma me la coloca sobre los hombros. Un gesto caballeroso.

Mete sus manos en los bolsillos.

—El clima puede ser fuerte. No querrás enfermarte, o algo peor. Te recomendaría que fueras dentro, pero es tu decisión. Espero que mi chaqueta ayude a cubrir la mancha y también te mantenga cálida.

Parpadeo múltiples veces. Me mantengo a evaluar sus ojos y compostura. Este chico podría convertirse en mi amigo.

—Muchas gracias.

Sonríe satisfecho. Su teléfono suena—No de nuevo... —aclara su garganta y me mira—¿nos vemos mañana?

—Eh, supongo que sí.

—Perfecto, que te diviertas, y...buenas noches, solo por si acaso no te vuelvo a ver.

Río por lo bajo—Que gracioso. Buenas noches para ti también.

Se voltea y sigue su camino. Yo igual me doy la vuelta y comienzo a caminar por el patio y eso me hace acordar que: No me dijo su nombre y yo sigo con su chaqueta puesta, diablos.

Camino a la casa, busco al muchacho entre la multitud.

—¡Allie, aquí estás! —dice una voz masculina. Stefan—Te estaba buscando, hay que irnos. Sarah nos espera en el auto. —me toma la mano y vamos a la salida.

Lo paro y él espera a que hable.

—¿Stefan... qué? no, solo estuvimos una hora.

—¿En realidad quieres quedarte? —asiento—, yo no creo que quieras. A menos que quieras verte como un zombie mañana en clase —alza los hombros—, no tengo problema.

Le doy un golpecito en el hombro—Torpe.

Él ríe—Es una linda chaqueta la que llevas puesta, pero ¿la trajiste y no me di cuenta?

—Eso quería decirte. Tengo que buscar al muchacho que me la prestó.

Frunce el ceño—¿No te dijo el nombre? —niego con la cabeza—Eso fue torpe. Da igual, estoy seguro que lo encontrarás mañana.

Suspiro y asiento confiada de sus palabras. Stefan y yo salimos de la casa. Volvimos a la residencia y Sarah se va a dormir justo después de quitarse el maquillaje y colocarse la pijama. Esa noche dejo sobre mi escritorio la chaqueta, y acuesto a dormir con un sueño tranquilo.

El primer día siempre suele ser intrigante y fascinante, al menos en mi opinión. Después de entrar al edificio voy al salón y al menos veo una cara conocida. Josh.

—Hola.

—Hola, lo siento, tú eres... —se pasa la mano por el cabello azabache e intenta hacer memoria.

—Allie Jensen, nos conocimos en la fiesta de anoche.

—Oh sí, perdón, creo que la fiesta me afecto —me quedo impactada por sus ojos marrón oscuro—. Josh Ainsworth, gusto en conocerte por segunda vez.

—El gusto es mío ¿puedo sentarme o está reservado?

—No, puedes sentarte. —le doy una amigable sonrisa y agradezco. Un profesor sale de la puerta principal y va al centro del salón.

—Buenos días clase, soy el señor Myers y seré su maestro de bioquímica —camina por su espacio y comienza a hablar sobre la bioquímica. Nos da un pequeño repaso sobre todo, con detalles que no conocía, y otros que sí—. Para la próxima clase tendremos...

Abren la puerta con dureza y eso ocasiona que me gire a ver a la persona.

—Llega tarde señor...

—Martin, siento la demora profesor Myers, tuve un percance. —Es él.

—No hay problema señor Martin, tome asiento por favor —él asiente y se sienta unos puestos detrás de Josh.

El profesor se aclara la garganta y sigue:—Como decía, en una semana tendremos una prueba sobre todos los temas que envuelven la bioquímica, y ustedes escogerán a su pareja.

Pasan unos veinte minutos. Hablamos sobre el tema y todos comenzamos a leer nuestros libros. Josh me habla, sin embargo, el chico de atrás me distrae, me da una mirada y sonríe de boca cerrada al mismo tiempo.

—¿Allie? ¿ocurre algo? te noto distraída ¿no dormiste bien, o sí?

—No nada, estoy bien. Disculpa, ¿qué fue lo que dijiste?

—Dije que si quieres podemos estudiar la próxima semana, claro si eso te parece bien. Y también que ya conseguí una pareja, lo siento.

—Sí, descuida. Buscaré a otra persona. —Toca el timbre—Hasta luego.

—Claro, nos vemos —salgo de la clase y me voy hacia mi casillero. Meto algunos libros y saco otros. Una voz me sorprende al cerrar el mismo:

—Hola.

—Stefan no me... —cruzamos miradas. Es él... de nuevo— Ay, disculpa.

—No, no te disculpes, fue mi culpa. No me presenté contigo anoche, soy Dylan Martin, es un placer. —ambos estrechamos manos.

—Allie Jensen, el placer es mío —le suelto la mano y él no aparta la vista de mis ojos.

—Lindo nombre, por cierto.

—No esperaba un cumplido, pero gracias. Oh, tengo algo que devolverte. —saco de mi bolso su chaqueta, y se la entrego en su mano.

—Gracias, no esperaba que me la devolvieras tan pronto. Te lucía.

—Gracias por el otro cumplido. —rio nerviosa—Escucha, sé que no nos conocemos pero, quería preguntarte si ¿quisieras estudiar con Josh y conmigo la próxima semana?

—Ehh ¿él está de acuerdo con eso? porque pienso que sería mejor si le preguntaras a tiempo, no me gustaría ser una molestia.

—No creo que seas una molestia es que, creo que eso hará que todos nos conozcamos mejor ¿no crees?

—Sí, por supuesto, pero, no estoy muy seguro de que pueda. —suspira—Asuntos personales.

Asiento—Entiendo. Será en otro momento. Aún tienes tiempo para cambiar de opinión si lo deseas. Y otra cosa ¿te gustaría ser mi pareja para la prueba?

Alza una ceja, interesado—Vaya, sí que eres rápida, Jensen.

—Bueno, no tengo otras opciones, tú decides.

—De acuerdo, seré tu pareja. —le sonrío amigable—Dios, me están llamando. Nos vemos Jensen. —él me da la espalda y empieza a caminar.

—Espera —Dylan me mira—¿Cómo sabes que te llaman?

—Mi mejor amigo siempre me llama a esta hora —su teléfono suena—, parece extraño, pero, así es. Supongo que nos veremos al rato, Jensen.

—Sí, supongo que sí, Martin.

Él me hace un gesto con la cabeza antes de caminar por el pasillo. Voy hacia las mesas en donde están los chicos.

—Y ¿con quién hablabas en los casilleros? —pregunta Stefan. El sol se refleja en su piel semi-bronceada.

Bufeo—¿Eso importa?

—Pues, están a unos metros de distancia. Así que, sí.

—Espera ¿Me estaban espiando?

Stefan sacude la cabeza—No, claro que no, como crees.

—Dah, claro que sí, queremos detalles, ahora mismo.

Stefan la mira y deja los cubiertos a un lado del plato—Maldita sea, tenías que ser discreta ¿ahora cómo se supone que nos dará el chisme si lo arruinaste?

—¿Arruinar? se llama, no dar vueltas y decir las cosas como son. Seguro es su nuevo amigo —dice Sarah. Es una chica extrovertida, hermosa persona por dentro y fuera. Y le gusta un buen chisme, pero ¿A quién no?

—Oh, podría ser algo más —le replica él, siempre bromeando. Es un chico agradable cuando llegas a conocerlo—. Como tu padre no se encuentra en este lugar, yo tomaré la responsabilidad de interrogarte todo lo que quiera.

—Querrás decir ambos. También quiero hacerlo, es divertido. Como sea... volviendo al tema, ¿quién era ese chico?

—Es un compañero de la clase del profesor Myers ¿qué más podría ser? Además, lo vieron en la fiesta de anoche cuando me salvó de ser atropellada.

—Oh, es ese muchacho. —su vaso de agua va hacia sus labios—Quise decir ¿cómo es? —pregunta Sarah.

—Bueno es, alto, cabello castaño y unos ojos color azul mar, oscuro, pero no tanto, muy... hermosos.

—¿Con qué hermosos, ah? —Stefan levanta una ceja y toma de su refresco.

Giro mi cabeza hacia él—¿Hay algún problema en que considere que sus ojos son bonitos?

Alza las manos a la altura de los hombros—No, en absoluto.

—No, pero sé lo que tratabas de decir sin decirlo.

—Me conoces bien. —chocamos las bebidas y tomamos.

—Ay, no puede ser —me levanto—, tengo que ir a clase.

—Faltan unos tres minutos para eso —dice Sarah viendo su celular.

—Lo sé, pero por alguna razón al profesor le gusta que estemos dos minutos antes. En fin, hablamos más tarde.

—¿Dices que vas a clase de Myers con el chico de ojos hermosos y...te verás de nuevo con él? —pregunta Sarah apretando los labios.

—Bueno... sí. Hablamos luego.

Pasaron tres días. Los tres días consistieron en estudio y conversaciones. Dylan y yo fuimos a hacer un trabajo en la biblioteca, pero además de eso nos conocimos mejor. En algunas clases que teníamos, a él le venían mensajes y llamadas y las contestaba. Le pregunté sobre aquello y no me incumbe, lo sé, son sus cosas personales, sin embargo, lo que quería era solo una respuesta, un simple no es nada me hubiera servido. Lo único que conseguí fue molestarlo, aparentemente.

Decido no darle vueltas al asunto, ya que estoy exhausta. Dejo el teléfono cuando recibo un mensaje de Dylan:

Dylan=¿Estás despierta?

¿Cómo es que aún está despierto? Le respondo de inmediato. Nuestra conversación es fluida, si es fluida aquí no me imagino en persona. Nos entendemos bastante bien a mi parecer.

Allie=Sí ¿por qué?

Dylan= Bien, debo hablarte. Lamento no haberte hablado antes, en serio quería hacerlo. No pienses que estoy molesto contigo porque no lo estoy, y si fui grosero, te pido disculpas.

Allie=No, tranquilo. Yo también pido disculpas, creo que fui intensa.

Dylan=Eso no es cierto.

Allie=Sí, si es cierto.

Dylan=Allie, no. No eres para nada una intensa. Hablamos mañana, ambos tenemos que dormir. Duerme bien, Jensen.

Allie=Descansa, Martin.

Ese sería nuestro sello de amistad.

Las clases transcurren con naturalidad. Y ya que es de tarde, decido quedar con Dylan en la biblioteca.

—De acuerdo, traje: mi computadora, libros, cuadernos, bolígrafos, y dos cafés cappuccino. —todo lo pone sobre la mesa para dos personas, y se sienta a mi lado—No te ves muy bien y traje café ¿qué pasa?

Le hago una señal con la cabeza que apunta a dos personas besándose de forma apasionada y haciendo ruidos particulares—Eso es lo que pasa.

—¿Te distrae una pareja besándose?

Le doy mala cara—Pues...estoy intentando estudiar.

—Entiendo. —Dylan abre su computadora y sus ágiles dedos comienzan por tocar con rapidez las teclas. Mi mirada es interesada, y él se da cuenta de eso—¿por qué esa cara?

Suspiro—Estoy aburrida.

—¿Cómo que estás aburrida? No hemos hecho un demonio... —lo dice en tono fuerte.

—Dylan, shh...

—Como quieras ¿no te gustó el café, fue eso? —insinúa en voz baja—. Si me equivoqué, lo siento, te compraré otro.

Guarda todo en su mochila y se levanta sin pensarlo.

—No, yo...

—No digas estupideces. Vamos a comprar otro, trae tus cosas. Además, en este lugar es imposible estudiar.

Sigo sus pasos y ambos salimos de la biblioteca. Caminamos por la vereda a la próxima calle. Me abre la puerta de la cafetería, nos sentamos en una mesa apartada y ponemos nuestras cosas encima.

—Buenas tardes jóvenes universitarios ¿qué se les ofrece? ¿café? ¿pastel tres leches? —pregunta la camarera de forma amable: Cabello castaño corto, piel morena y traje de mesera.

—A mí me gustaría un café americano con crema batida, por favor. —pide él.

—De acuerdo, también le daremos un pedazo de brownie de cortesía de la casa ¿le parece?

—Nada mal, muchas gracias. —me mira a mí-¿Que va a querer la dama?

—Un latte con un pedazo de tres leches.

—Mi amiga quiere un latte con un pedazo de tres leches, por favor.

Lo miro extraño y río por lo bajo—No tenías que repetirlo.

—Pero ya lo hice. —me entrega una sonrisa—Es todo, gracias.

La mujer se retira y nos deja solos. Muerdo mi labio inferior y reviso los libros. Luego de una hora y media de estudio tomando nuestros cafés y comiendo el postre, Dylan y yo decidimos irnos y regresar a la residencia. Dejo los libros en mi habitación y regreso junto a él. Dylan me espera en el balcón privado de la residencia.

Jugamos cartas para despejar la mente de tanto estudio mientras cuento historias de mi niñez y él me escucha.

—Seguro tuviste admiradores en la secundaria.

Río y agacho la cabeza—Sí, eso es verdad. ¿por qué lo preguntas?

—Bueno eres...divertida y te gusta la plática, simple.

Tiro una carta.

—Toma cuatro, Martin. —me rueda los ojos—Y...¿simple? ¿tú crees que cualquier chico se enamoraría de mí?

—Yo no diría enamorar, más bien, atraer.

Asiento—De hecho, tenía admiradores, ninguno me atrajo tanto como el que ahora es un ex-novio.

Me mira fijo, una mirada de tranquilidad disfrazada de furia. Se mantiene firme y deja las cartas en la mesa redonda de mármol.

—¿Te gustaría contarme lo que sucedió? no te obligo a nada que no quieras, quiero que lo tengas en claro, siempre puedes cambiar de parecer.

—No, está bien, puedo contarlo. —digo con mi voz tranquila. Le cuento que yo tenía dieciséis y él diecisiete. Nuestra relación fue rápida, quería ir más despacio, pero él se negó, y yo pensaba que si no hacia lo que él decía lo iba a perder, qué idiota—Esos meses yo no me sentía del todo bien con él, él comenzó a pedirme cosas no tan agradables, yo pensaba que era normal y que todos los enamorados lo hacían. Era mi primera relación, no sabía nada. Era... ignorante.

—Todos somos ignorantes en cosas distintas, Allie, no eres la única. —dice en tono comprensivo.

Una lágrima se aproxima en mi mejilla.

—Si tuviera a ese idiota presente lo golpearía sin pensarlo. Siento mucho que tuvieras que pasar por eso.

—Yo también Dylan, yo también.

Me quiebro, y lloro. Él se levanta de dónde está y se agacha ante mí. Agacho la cabeza, apenada.

—Yo pensé que eso era amor ¿sabes? lo que hice estuvo mal y cometí errores y él sabía lo que estaba haciendo y entonces...

Su mano toma la mía—Allie, mírame, —lo hago. Su pulgar quita mis lágrimas—puede que hayas cometido tus errores, pero él cometió peores que tú. Ese idiota no merece tus lágrimas, te hizo daño. Eres una mujer fuerte y valiente, gracias por contármelo. Estoy orgulloso de ti ¿oíste?

Asiento—Tienes razón, no merece nada de mí. Eres buen oyente, gracias.

Sonríe de un lado—Me gusta escuchar a las personas.

Dylan, recoge las cartas, se pone de pie, y me extiende una mano con caballerosidad.

Me levanto, y lo abrazo por largos minutos antes de irme de vuelta a la habitación.